viernes, 29 de marzo de 2019

BREVE HISTORIA DE LAS LEYENDAS MEDIEVALES : MONTSERRAT, LA MONTAÑA SANTA

La silueta de la montaña de Montserrat siempre ha estimulado la imaginación
popular, que la ha rodeado de un aura legendaria para explicar sus formas
geométricas redondeadas que constituyen un caso único en la morfología del
territorio catalán. La intervención divina es la baza principal para explicar su
caprichosa geografía, reforzando el pretendido carácter sagrado de la montaña.
El folclorista catalán Joan Amades Gelats, citado anteriormente en la leyenda del
salto de la reina mora, relataba a mediados del siglo XX la existencia de una ciudad
fantástica llamada Trencanous emplazada donde hoy hallamos la montaña de
Montserrat. Según la leyenda recopilada por Amades, el día que Jesucristo fue
clavado en la cruz un terremoto sacudió el mundo y la ciudad de Trencanous, como
castigo divino por su vida pecaminosa, quedó sepultada bajo tierra, de modo que las
formas redondeadas que hoy podemos ver son los cimientos de la ciudad enterrada
boca abajo. Cuenta la tradición que solo sobrevivieron siete sacerdotes que todavía
vagan errantes por la montaña y los días de viento los pueblos vecinos aún pueden oír
sus gemidos lamentándose de tal desgracia. Esta leyenda, al igual que la de la ciudad
sumergida de Ker Is (que veremos más adelante), presenta muchos paralelismos con
el castigo bíblico que sufrieron las ciudades de Sodoma y Gomorra. Tampoco es
casualidad la utilización redundante del número siete para designar los sacerdotes que
se salvaron del desastre, pues la teología católica contiene numerosas referencias a
este número. Solo por citar algunos ejemplos, recordemos los siete pecados capitales,
los siete sacramentos o las menciones apocalípticas a la siete iglesias, siete ángeles,
siete sellos, siete plagas, etc.
El hallazgo de la Virgen de Montserrat, popularmente conocida como La
Moreneta por el color negro de su cara y manos, ha convertido a la montaña en un
centro de espiritualidad. La tradición popular gestó una leyenda sobre los orígenes de
la Virgen que fue ampliamente recogida por el ya citado Joan Amades. Según la
leyenda, la muerte de Jesucristo consternó a los cristianos de Barcelona que enviaron
a Palestina una nave con una delegación para arropar y consolar a la Virgen María.
Esta agradeció el gesto y prometió que uno de los discípulos de Jesús viajaría a la
península ibérica para predicar su doctrina. El escogido fue el apóstol Pedro, que
llevó consigo un retrato de María como muestra de gratitud a los fieles barceloneses.
La imagen fue tallada por san Lucas en Jerusalén con las herramientas de
carpintero de san José que le había prestado la Virgen María y la inspiración en
sueños de Jesús. El retrato tuvo mucha devoción en la ciudad de Barcelona, pero la
invasión musulmana en 718 aconsejó trasladarlo a un lugar más seguro. El obispo de
la ciudad y algunos fieles la llevaron al interior de una cueva en las montañas más
abruptas que había cerca de Barcelona, en el macizo de Montserrat. Los cristianos
que escondieron la talla fueron sorprendidos durante el camino de regreso por los
soldados musulmanes que no dejaron ningún superviviente.
El paso del tiempo cubrió la cueva de vegetación borrando cualquier rastro de su
existencia. En 801, el rey franco Luis el Piadoso recuperó la ciudad de Barcelona a
los musulmanes, pero el paradero de la imagen de la Virgen había desaparecido de la
memoria de los ciudadanos. Según la leyenda, no fue hasta el año 880 que siete
pastores durante siete sábados seguidos escucharon cantos celestiales y vieron una luz
misteriosa que descendía del cielo posándose sobre la montaña de Montserrat. El
obispo Gotmar de Vic fue informado de los extraños sucesos y decidió organizar una
procesión guiada por los pastores. Al llegar a la cueva encontraron la talla de la
Virgen con el niño en brazos esculpida en madera y con la piel negra. El obispo
decidió que una imagen de tal belleza había que trasladarla a la cercana ciudad de
Manresa para poder venerarla como se merecía, pero durante el recorrido, al pasar
frente a la sede del actual monasterio de Montserrat, el tabernáculo que transportaba
la Virgen pesaba tanto que era imposible desplazarlo. Este gesto fue interpretado
como una señal de la voluntad de la Virgen de permanecer para siempre en aquel
lugar y el obispo ordenó construir una capilla en su honor que actualmente es el
monasterio de Montserrat. Es inevitable recordar las similitudes que presenta esta
leyenda con la procesión para trasladar los restos de santa Eulalia de Barcelona al
interior de la ciudad, leyenda reseñada en un capítulo anterior de este libro.
La leyenda del hallazgo de la Virgen de Montserrat es pura ficción, pertenece a un
grupo de leyendas de tradición católica favorecidas por el auge de la devoción
mariana en la Edad Media que siempre tienen el mismo denominador común: unos
pastores mientras guardaban sus rebaños vieron unas luces que les indicaban el punto
donde se encontraba la imagen de una Virgen; gracias a la manifestación
sobrenatural, la imagen era rescatada del olvido. Estas leyendas favorecieron el culto
y la popularidad de las vírgenes halladas en cuevas y lugares inhóspitos. La mayoría
de ellas se hicieron rápidamente célebres por sus milagros, aumentando el fervor
popular.
La escultura de la Virgen de Montserrat es una talla románica del siglo XII de 92
centímetros de altura y 17 kilos de peso. La proliferación de imágenes de vírgenes
negras en los siglos XII y XIII es común en toda la geografía española, varios ejemplos
de ello son la Virgen de Guadalupe en Cáceres, la de la Candelaria en Tenerife, la
Virgen de Lluc en Mallorca, la de la Cabeza en Andújar o la Virgen de la Luz en
Cuenca, entre otras.
En abril de 2001 trascendió a la luz pública un estudio del Centro de Restauración
de Bienes Muebles de la Generalitat de Cataluña afirmando que el color negro de la
Virgen de Montserrat no provenía de la madera ni de la pintura. Según el informe, la
talla de madera de álamo se pintó originariamente con blanco de plomo, un carbonato
básico de plomo también conocido como albayalde. El plomo con el tiempo
ennegreció y «el aliento de las personas, el humo de las velas y cirios que han
encarnado la devoción del pueblo» hicieron el resto. En el primer tercio del siglo XVI
la imagen sufrió una remodelación y se le añadió una capa de color castaño, por ello
en 1536 el abad Pedro de Burgos ya nos dice que la belleza de sus ojos contrastaba
con la piel morena de su cara.
La primera mención documental a Montserrat la encontramos en un manuscrito
del monasterio de Santa María de Ripoll, en el 888, que hace referencia a cuatro
capillas presentes en la montaña: Santa María, San Pedro, San Martín y San Iscle. La
existencia en Montserrat de iglesias prerrománicas o románicas dedicadas a la Virgen
María en absoluto puede llevarnos a pensar en la existencia de una imagen venerada,
esto sucedió más tarde. Fue en el 1025 cuando Oliba, obispo de Vic, fundó el
monasterio de Montserrat y a partir del siglo XII hay constancia de los primeros
milagros atribuidos a la Moreneta. Concretamente, en 1223, el rey castellano Alfonso
X el Sabio incluyó en el cancionero religioso de las Cantigas algunos milagros de la
Virgen de Montserrat. La devoción y las peregrinaciones empezaron a tener muchos
adeptos hasta el punto de que el rey de la Corona de Aragón Jaime I el Conquistador,
protagonista de varias de las leyendas de este libro, decretó en 1218 la inmunidad al
monasterio y los peregrinos que lo visitaban «por los continuos milagros con los que
Dios adorna e ilustra esta casa de Santa María».
Talla románica de la Moreneta en el monasterio de Santa María de Montserrat. En origen, la cara de la Virgen
estaba pintada de blanco de plomo, pero en el siglo XVI al rostro se le dio una capa de pintura de color castaño y
en el siglo XIX se la recubrió con una finísima capa de negro intenso.
En suma, Montserrat reúne dos ingredientes que la hacen diferente al resto de la
geografía que la rodea. Por un lado, su espectacularidad geológica, que ha generado
un enorme poder de atracción en sus visitantes alimentando la fantasía y la aparición
de leyendas sobre sus orígenes; por otro, el hallazgo de una talla románica del grupo
de las vírgenes negras, extendido en la península ibérica y el resto de Europa, que ha
dotado a la montaña de espiritualidad y una gran capacidad de captación de la
devoción popular.

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