sábado, 30 de marzo de 2019

Tradición de la verdadera patrona de Sevilla

Muchas personas creen que la patrona de Sevilla es la Virgen de la Hiniesta,
mientras otras piensan que la Virgen de los Reyes. Vamos a aclarar esta cuestión del
patronazgo o de los patronazgos con que cuenta la Muy Noble, Muy Leal y Mariana
ciudad de Sevilla.
Para ello hemos de sacar a la luz los datos que hay en dos trabajos históricos,
procedentes de la iglesia parroquial de San Vicente, en que constan por menor y con
curiosos pormenores, los orígenes de la comunidad cristiana de Sevilla.
Por los años 40, o sea unos siete años después de la muerte y resurrección de
Jesucristo, salió de Roma el apóstol Santiago, quien ya había recorrido la Palestina,
Tiro, Sidón, la Grecia y la Italia, predicando el Evangelio, y creando los primeros
grupos de fieles a la nueva religión, muchos de ellos judíos que aceptaron pasar del
Antiguo al Nuevo Testamento, y otros paganos que abandonaron la religión de los
dioses grecolatinos Júpiter, Venus, Marte, Minerva, Saturno, etc., para adorar a Dios
Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Desde Roma, decidió Santiago dirigirse a España, y siendo en España la más
importante y rica región de la Bética, embarcó para Sevilla, a donde llegó e inició su
evangelización. Y habiendo reunido un pequeño grupo de prosélitos, a los que
bautizó, nombró por jefe y obispo de éstos a un hombre honesto, misericordioso y
temeroso de Dios, a quien por su piedad bautizó imponiéndole el nombre de Pío.
Este Pío era de oficio escultor, y había nacido en Massia, un puertecillo de
pescadores en la orilla del río, entre los pueblos que hoy llamamos Puebla del Río y
Coria del Río. Este hombre era un buen artista, y se ganaba bien la vida haciendo
esculturas para el adorno de los suntuosos edificios que por aquel entonces se
construían en Hispalis o Sevilla, y en su vecina Itálica. Seguramente si se estudian las
firmas o marcas de las esculturas romanas que hay en los museos de Itálica y Sevilla,
o las que vayan encontrándose, podrá hallarse en alguna de ellas la firma de Pío,
escultor y primer obispo de Sevilla.
Desde nuestra ciudad, marchó el apóstol Santiago a evangelizar Granada,
Córdoba, y otras ciudades de la Bética, y habiendo vuelto a Sevilla, comunicó a Pío,
que iba a emprender viaje a la región Tarraconense, y le rogó que le acompañase.
Así, pues, se pusieron en camino Santiago y Pío, dirigiéndose desde Sevilla, por
las calzadas romanas, hacia el Norte. Y habiendo llegado a Zaragoza, ante las
dificultades que encontraban para convertir a aquellos paganos, el apóstol Santiago se
desalentó, y sentado a la orilla del Ebro, junto con su compañero Pío, lloraron ambos
amargamente.
Es entonces, cuando la Virgen María, que todavía no había muerto, se le apareció
a los dos, en cuerpo y alma, puesta de pie sobre una columna de piedra que había en
aquel lugar. No fue, pues, una aparición de la Virgen a Santiago Apóstol, sino a
Santiago Apóstol y a Pío, obispo de Sevilla, conjuntamente.
Tras aquella visión, que les consoló y animó mucho, Santiago tranquilizado ya
respecto al buen éxito que le esperaba a su predicación, no consideró ya necesaria la
compañía de Pío, y mandó a éste que volviera a Sevilla, y le encargó
vehementemente que pues era escultor, labrase una estatua o imagen representando a
la Virgen María puesta de pie sobre un pilar, tal como la habían visto ambos, y que la
colocase sobre el altar de su iglesia o casa de reuniones de los cristianos en Sevilla,
teniéndola como patrona, pues con la protección de la Señora se mantendría la
comunidad cristiana, y llegaría a cristianizarse toda la ciudad.
Obedeció Pío el mandato de Santiago y habiendo regresado a Sevilla, marchó a su
taller junto al río, y allí valiéndose del barro modeló una imagen de la Virgen puesta
de pie sobre la columna o pilar. Esta imagen, de barro cocido, fue llevada a la casa
donde se reunían secretamente los cristianos, o sea la primera iglesia sevillana, que
estaba situada a espaldas del Circo de la ciudad. Dado que hoy, por las excavaciones
que se hicieron para construir la avenida de la Cruz Roja sabemos que los cimientos
del Circo llegan desde el Hospital de la Cruz Roja hasta la calle Fray Isidoro de
Sevilla, puede casi asegurarse que la dicha primera iglesia cristiana estuvo en la calle
Fray Isidoro de Sevilla, o en la plaza que hay ante el «Grupo Escolar Queipo de
Llano», vulgarmente llamado «El Colegio de los Moros».
Transcurridos algo más de doscientos años, el cristianismo fue autorizado, y
entonces se construyó la basílica hoy parroquia de San Vicente, a la que fue
trasladada la imagen de la Virgen del Pilar, patrona de Sevilla. Allí permaneció
durante el resto del dominio romano, y durante la época de los visigodos, hasta que el
año 711 al producirse la invasión musulmana desaparece, ignorándose si dicha
imagen de la Patrona de Sevilla fue destruida por los árabes, o si algún clérigo la sacó
anticipadamente de Sevilla para ponerla a salvo, y se encuentra en algún lugar del
Norte de España.
Pasada la ocupación árabe, y reconquistada Sevilla por el rey san Fernando, se
consagró como catedral la mezquita mayor, o Aljama, en la cual el obispo Don
Remondo entronizó una imagen de Nuestra Señora con el nombre de Santa María de
la Sede, a la que hizo patrona de la Sede episcopal.
Siglos más tarde, fueron designadas como copatronas de Sevilla (sin perjuicio del
patronazgo mariano), las dos mártires sevillanas Justa y Rufina.
En el siglo XVII habiéndose encontrado en el reino de Aragón una imagen,
escondida en una cueva, y que estaba acompañada de un papel escrito que decía:
«Soy de Sevilla, de un templo que hay junto a la Puerta de Córdoba», su hallador, el
caballero aragonés Mosén Tous, la trajo a nuestra ciudad, suponiéndose que había
estado oculta desde la invasión árabe. Y dado que la iglesia más próxima a la Puerta
de Córdoba era la parroquia de San Julián, allí quedó depositada, dándosele el
nombre de Nuestra Señora de la Hiniesta, porque hiniesta en aragonés es el nombre
de la retama, y la imagen había sido encontrada en un hoyo o cueva al pie de una
retama. El Ayuntamiento de Sevilla queriendo honrar a esta antiquísima imagen la
designó por patrona suya; así que la Virgen de la Hiniesta no es patrona de la ciudad,
sino patrona de la Corporación Municipal.
Finalmente ya a mediados de nuestro siglo XX, el cardenal don Pedro Segura y
Sáenz, que tenía especial devoción por la advocación de la Virgen de los Reyes, cuya
imagen fue traída a Sevilla en tiempos del rey san Fernando, y que siempre ha
ocupado el altar de la Capilla Real, decidió designar a la Virgen de los Reyes como
Patrona de la Archidiócesis Hispalense; o sea patrona de la Archidiócesis, pero no de
la Ciudad.
En resumen: la Patrona de la ciudad de Sevilla es la Virgen del Pilar, puesta por el
primer obispo, que después fue santo, san Pío.
Copatronas junto con la antedicha Virgen, son las dos santas mártires sevillanas
Justa y Rufina.
Patrona de la sede episcopal es Nuestra Señora de la Sede, puesta en la catedral
por Don Remondo en 1248.
Patrona de la Corporación Municipal lo es la Virgen de la Hiniesta, que se venera
en la parroquia de San Julián.
Y finalmente Patrona de la Archidiócesis Hispalense, es Nuestra Señora de los
Reyes.

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