El escudo de Sevilla (en el que aparece en el centro el rey san Fernando con
corona y espada, y a sus dos lados los obispos san Isidoro y san Leandro con mitras y
báculos) se acompaña con un lema o mote que unas veces se pone dentro del mismo
escudo al pie de las figuras, y otras veces fuera del escudo, ya sea debajo, o formando
orla. Este mote o lema parece ser criptograma o logogrifo, pues consta de dos sílabas
de misterioso significado, y entre ellas dibujado, un mazo o madeja de hilo.
El origen de este lema es el siguiente:
El rey don Alfonso X el Sabio, tuvo gran sabiduría en ciencias matemáticas, en
astronomía y en leyes, como autor que fue del Código de Las Siete Partidas, las
Tablas Alfonsíes, el Libro del Saber de Astronomía, El Lapidario o libro de las
piedras preciosas, y las Cantigas e loores a Nuestra Señora.
Sin embargo de tanta sabiduría no supo absolutamente nada del arte de gobernar
el reino, ni de la economía o administración pública. Así que sus gastos fueron
superiores a los ingresos del erario, cundió el descontento, y por ello se formaron
bandos; y ante el temor de que éstos acabasen con la dinastía, y aun con la
monarquía, el hijo del propio rey, el príncipe Sancho, de acuerdo con la esposa del
rey doña Violante, se alzó en armas para restablecer la autoridad y la ley.
Las circunstancias planteadas así en España fueron dolorosísimas. De un lado, un
rey bondadoso y sabio, cristiano pero comprensivo para con los de otras religiones,
como que contaba entre sus personas más allegadas a sabios árabes y judíos; amante
del derecho, que había suavizado la condición de los vasallos y que había mejorado
las leyes quitándoles muchos resabios de la antigua barbarie. Pero que con todas estas
virtudes había arruinado la hacienda nacional, y había empobrecido al pueblo. Y
frente a él, un hijo que carecía de muchas de sus virtudes, joven, tumultuoso,
ambicioso, pero en quien el país ponía sus esperanzas de una mejor prosperidad.
El bando encabezado por la reina doña Violante y por el príncipe don Sancho iba
ganando día a día adeptos, y al llegar a cada ciudad o villa se le abrían las puertas, y
don Sancho era reconocido como rey, declarándose desposeído de la corona a don
Alfonso X.
El príncipe don Sancho, aun llevando un poderoso ejército, evitó empeñar
combate directamente contra su padre, limitándose a atraerse a sus partidarios que
fueron abandonando a don Alfonso y pasándose al príncipe.
Así, sin apenas usar de la fuerza, don Sancho se hizo rey de Castilla, Galicia,
León, Asturias, Extremadura, Murcia y Andalucía, siendo jurado y acatado por todas
las ciudades menos por Sevilla, en donde Alfonso X se había refugiado.
Don Sancho, generosamente no quiso atacar a Sevilla, y dejó que la ciudad
siguiera fiel a don Alfonso y le sirviera de morada hasta sus últimos días, que habían
de ser breves, puesto que don Alfonso estaba ya viejo y enfermo, y había sufrido un
cáncer en un ojo, o quizás un glaucoma, de tan agudos dolores, que agradeciendo al
cielo que se le hubiesen aliviado, edificó a sus expensas la parroquia de Santa Ana, en
señal de ex-voto por tal favor celestial.
Los mismos caballeros principales de Sevilla abandonaron la ciudad para ir a
reconocer a don Sancho que se encontraba en Córdoba. Así el viejo y enfermo don
Alfonso se quedó en Sevilla solamente con ocho altos magnates, a saber: Don
Remondo, arzobispo de Sevilla; don Suero, obispo de Cádiz; Fray Acusar, obispo
electo de Álava; Pelay Pérez, Abad de Valladolid; don Pedro García de Airones; don
Garci Jofre de Loysa; don Pedro Ruiz de Villegas; y don Gome Pérez, alguacil mayor
de Sevilla.
Pero si solamente estos magnates y altos eclesiásticos seguían sirviendo a don
Alfonso, en cambio el Ayuntamiento de Sevilla integrado por los jurados de las
distintas clases sociales se manifestó fiel al anciano rey, dispuesto a servirle en todo.
Por este motivo don Alfonso X, en los últimos días de su vida testimonió su
gratitud a la lealtad de Sevilla, concediendo al Ayuntamiento que en su escudo
pusiera este lema: las sílabas NO y DO, y entre ellas una madeja, de este modo:
NO∞DO
y cuya lectura es: NO-MADEJA-DO, expresión con ortografía correspondiente a la
fonética sevillana con que se pronuncia la frase castellana de NO ME HA DEJADO,
y que nosotros decimos
NOMADEJADO
A veces este lema forma por sí solo el escudo de la ciudad, tal como puede verse
en lo alto de uno de los ventanales del edificio municipal en la Plaza de San
Francisco.
El lema NOMADEJADO en la fachada del Ayuntamiento.
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