En la calle que por esto se llamó de los Melgarejos, vivieron desde la Edad Media
los miembros de esta ilustre familia sevillana, y ya en el siglo XVII fue Caballero
Veinticuatro del Ayuntamiento don Fernando Ortiz de Melgarejo, último vástago de
este linaje.
Fue don Fernando hombre sin miedo y sin respeto a nada, que osó desafiar a la
opinión pública y a las costumbres y moral de su tiempo, dándose al juego, a las
pendencias y a los amoríos. En 1630 casó con doña Luisa Maldonado, de preclara
estirpe, pero al mismo tiempo se enredó en amores con doña Dorotea Sandoval,
también noble y casada. Llegó la audacia de don Fernando a atreverse a engalanar un
balcón de la calle Cuna, frente a la de Cerrajería, para presenciar la procesión del
Corpus, acompañado de la doña Dorotea, en una exhibición pública de sus relaciones
que escandalizó a la ciudad.
Parece ser que doña Luisa Maldonado, ofendida por este ultraje, hizo envenenar a
doña Dorotea, y entonces don Fernando la hizo matar a ella.
La calle donde vivían los Melgarejo empezó a ser llamada calle de Barrabás, y así
ha estado incluso rotulada, y hoy vemos en su azulejo «Calle Lope de Rueda, antigua
calle de Barrabás», en el barrio de Santa Cruz.
No sobrevivió mucho don Fernando, porque en el año siguiente, 1632, entrando
en la calle Escarpín por el extremo de la de San Pedro, le salió al encuentro don
Bernardino Sandoval y le desafió. Cuando estaban batiéndose, un mulato criado de
don Bernardino acometió por la espalda a Melgarejo y le atravesó el corazón.
Durante algún tiempo, los coros de campanilleros (que entonces no salían en
Navidad cantando villancicos, sino en Cuaresma cantando coplas penitenciales)
entonaban una que decía, a manera de aviso moral:
En la calle de Escarpín
mataron a Barrabás.
Si vives como él vivió,
lo mismo que él morirás.
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