sábado, 30 de marzo de 2019

AVENTURAS DE JUAN TUYÁ

(EL DIABLO)

EL muy conocido personaje no siempre fué viejo y feo, y dado á intervenir en
aventuras endiabladas.
Corto y escaso sería el papel para escribir los hechos que se le atribuyen al popular
Tuyá, pues su espíritu infatigable y travieso se mete con sorprendente facilidad y
según le conviene, tanto en el cuerpo de un encumbrado personage, como en el de un
animal; ó se convierte en objeto inanimado para guardar la incógnita de que nadie
puede sacarlo. Es gran aficionado á intervenir en intrigas amorosas, de las que entre
indios ó entre cristianos traen revuelto al mundo, y ha pasado de la tradición india á la
leyenda popular contemporánea, anteponiéndose á su nombre primitivo, de simple
Tuyá (viejo) el de Juan, que tambien suele darse á los zorros. Pero en este caso es
necesario darle el título de Don, distincion muy natural y merecida tratándose del mas
astuto de los cuadrúpedos.
Dice la tradición que en una muy remota antigüedad, Tuyá fué mozo, pero que su
fealdad y pequeñez eran tan grandes, que sin embargo de sus maquinaciones, jamás
pudo conseguir que lo considerasen las mujeres ó tomasen á lo sério sus asuntos. Sus
fuerzas físicas, eran por otra parte, tan escasas, que no podía valerse de la lanza ó del
arco para hacerse respetar entre los hombres, y en cada fiesta ó torneo en que se
presentaba, solo podía servir para la burla ó la befa, debido á su muy desgraciado
natural.
Los indios grandes y vigorosos que se ejercitaban un dia, divididos en dos bandos,
en mantener en el aire una pelota, tomaron en cierta ocasión á Tuyá por la cintura y
comenzaron á tirarlo de unas á otras manos, en medio de estrepitosas carcajadas, que
aumentaban el enojo del pobre muchacho indefenso.
Cuando se cansaron de hacerlo saltar por los aires, diciéndole improperios ú
ofensivos epítetos, tales como ¡siete mesino! ¡hormiga! ¡vicho de cesto! etc., resultó
que el muchacho tenía una pierna rota, de la que jamás pudo curarse.
Un dia en que el desgraciado vagaba sin consuelo por los bosques inmediatos á su
choza, pensando tristemente en los grandes infortunios de su vida, creyó oir del lado
de la espesura una voz de mujer que lo llamaba y detuvo su marcha que, aunque iba á
saltos, era lenta á causa de la cojera consabida.
Dejando aquel sendero Tuyá, se internó por entre las ramazones y fué á salir á un
sitio de grandes hojas, donde había una fuente y de donde probablemente había salido
la voz que lo llamaba.
¿No será posible, decía el cojo en su camino, que un génio protector, un espíritu de
los muchos que vagan por el bosque me proteja y aconseje, para que pueda vencer los
obstáculos y dificultades que todos los dias me salen al paso?
Tuyá estaba cansado cuando llegó á la fuente, y sentándose en el musgo, tomó una
hoja de achira, formó con ella un cartucho y bebió de aquellas aguas estancadas,
verdes y transparentes.
Al arrojar la hoja de achira y desplegarse ésta en el aire, apareció de pié al lado del
muchacho una mujer vieja, horriblemente fea, envuelta en cueros de Aguará Chaí
(especie de zorro grande) y que en su cabellera desgreñada y gris anidaba serpientes.
La aparecida, al tender su mano seca para apoyarse en las achiras, produjo un
ruido extraño, semejante al que hace el crótalo cuando algún inexperto se le
aproxima, previniendo de su proximidad.
«Yo soy la sombra de esta fuente, dijo la vieja aparecida, que he oido tus quejas y
quiero protejerte! Eres el hijo de mi vejez y he de enseñarte el medio de vengar las
ofensas, de vencer á los hombres y de turbar la paz de las mujeres!»
Ante aquellas palabras, las serpientes se ajitaron y despertáronse súbitas todas las
ambiciones del joven, que poniéndose de pié, miró de frente á la asquerosa bruja.
Los crótalos se conmovieron nuevamente y la cara de la vieja se contrajo en una
horrible mueca; pero el joven, cegado por la ambición, no pareció hacer alto en la
figura horrible que tenía delante, y sin cambiar de actitud, dijo á la sombra: —Yo
quiero ser temido, poderoso, grande, fuerte!
«Siéntate ahí de nuevo, le respondió la bruja, y escucha mis palabras, aborto de mi
vejez, si quieres llegar á ser temido.»
Como obedeciera el cojo, la bruja continuó:
«Te frotarás el cuerpo con esas hojas de achira y seguirás por esa estrecha senda
sin preocuparte nunca del dolor ajeno, ni de lo que dejes á tu espalda.
«Tendrás en adelante el privilegio de transformarte en animal ó en objeto, siempre
que de ello te resultare un beneficio ó un aprendizaje. Cuando hayas sufrido algunas
transformaciones la sendahabrá concluido y será el momento de abandonar tu cuerpo
definitivamente: entonces nadie podrá oponerse á tus propósitos. Volverás á esta
fuente y serás lo que quieras en la tribu, si has aprovechado de tus transformaciones,
sabrás la ciencia del bien y del mal.»
Concluido este discurso, desapareció la bruja, y Tuyá emprendió el camino que se
le había indicado, proponiéndose aprender primero todas las maldades que pudiera.
Sabiendo el mal, se decía, podré vengarme pronto de todos mis enemigos: y
cojeando, cojeando, llegó á unas grandes cuevas donde una cuadrilla de zorros había
hecho su guarida.
Algo tendré que aprender de estos astutos animales, dijo Tuyá, y golpeando á la
entrada de la cueva, pidió le permitieran hablar con el mas viejo.
Pero nadie respondía á sus llamados, y el cojo á grandes voces y en idioma de
zorro invocó la autorización que tenía de la bruja para poderse transformar,
presentándose entonces por su espalda un respetable zorro que desde considerable
distancia le preguntó cuál era la causa de que promoviera tanto estrépito y barullo en
la puerta de su casa.
Es que quiero ser zorro, dijo el mozo, y vivir con Vdes. algún tiempo para
aprender á cazar.
El cortés dueño de casa no tuvo inconveniente en acceder á aquel pedido, y como
Tuyá le preguntase, lo que debía hacer para transformarse, el zorro viejo le ordenó se
pusiera en cuatro pies y avanzase ahullando hasta el sitio en que él se encontraba.
El cojo obedeció y se quedó desde entonces convertido en un perfecto zorro, cojo,
llegando la cuadrilla á confiar en él y á enseñarle cuanto podía aprender.
Aquella cueva había sido robada á unos conejos que los zorros se habían comido
sin el menor remordimiento, y las batidas diarias que daban aquellos individuos eran
tan grandes, que ningún animal se conformaba con pasar de dia ó de noche por la
proximidad de la morada zorruna.
Un dia que celebraban un banquete costeado por un casal de pavos gordos
¡atrapados en la aguada, se produjo en la vecindad un ruido extraño y la mas
estrepitosa fuga de zorros se produjo en el momento.
Una tigra que buscaba alimento había olfateado la presa y se presentó de pronto,
no encontrando en el sitio mas que á Tuyá, que por entonces era un zorro gordo y
retacón.
La tigra devoró los depojos que nuestro personaje le ofreció galantemente, y como
ya él sabía las artimañas de que se sirven zorros para robar, propuso á la tigra
formarle compañía y ayudarla en sus trabajos, á condición de que lo aleccionase en lo
que aun no había aprendido y que podían enseñarle los tigres.
Como la pobre hembra andaba sola, aceptó la proposición del zorro, y dando una
zarpada convirtió al pequeño cuadrúpedo en un tigrecito, bien dotado de garras y de
instintos felinos.
Pero yo soy muy chico! dijo Tuyá á su compañera, y mal podré así acompañarte y
luchar con enemigos fuertes. La tigra aleccionó al nuevo acompañante en sus
prácticas y asaltos, llegando en pocos dias de comer carne erada á tener un tamaño
sorprendente.
Una mañana que los dos camaradas se encontraban dormidos en un espeso
matorral fueron de pronto asaltados por los perros de un cazador, que coleccionaba
pieles de jaguar para ofrecerlas al cacique. La tigra, que era tigra realmente, se
empacó ante los perros y fué víctima del experto cazador, pero Tuyá que había
aprendido con los zorros á no afrontar dificultades, se perdió en la espesura
precipitadamente sin que los perros pudiesen alcanzarlo.
Pensó entonces el cojuelo que estaría mucho mas asegurada su existencia si se
convertía en pájaro, pues en el caso de un apuro se salvaría con remontar el vuelo, y
como en ese instante pasasen por el aire unos tucanos, propuso al que volaba mas
bajo, le permitiese transformarse en ave y vivir por algún tiempo como ellas en la
copa de los árboles, alimentándose de insectos.
Manifestó el tucano que creía bien difícil pasar de tigre á pájaro, pero Tuyá
después de laboriosos esfuerzos para achicarse, pudo, mediante el arte mágico de que
estaba dotado, convertirse en una de esas aves de formidable pico.
Así vagó Tuyá por espacio de muchas estaciones, cambiando su existencia en
cuanto animal existe y aprendió muchas cosas que al principio no sabía, hasta que al
fin, viendo estrecharse la senda que se le había prescrito para seguir su marcha, y de
conjetura en conjetura, dedujo que para conocer maldades no debía convertirse en ave
ni en cuadrúpedo y que á fin de llegar mas pronto á la perfección del mal, lo que
podía ser con mas éxito era simplemente hombre, viviendo en cualquier toldería ó
agrupación.
Los zorros, se decía, se apoderan de las cuevas de conejos y devoran á sus
vecinos, pero ese ha sido el instinto con que la naturaleza los ha formado; los tigres
son también carniceros y asaltan los rebaños exponiéndose á sucumbir en las luchas
cuerpo á cuerpo, por la ineludible necesidad de alimentarse ó alimentar á sus
cachorros, y las aves persiguen á los insectos por razones análogas, pero ¿qué
necesidad impulsa al hombre á aniquilar á sus iguales? á despojar al indefenso de sus
bienes? á exterminarse en guerras fratricidas?
Seguramente, se decía Tuyá, yo no debía haber abandonado mi primitivo sér, para
aprender maldades; y como después de muchas lunas llegase al fin lejano de la senda,
donde debía abandonar su cuerpo, volvió en espíritu al sitio del lago ocupado por la
bruja y enumeró las cosas aprendidas, exponiendo también la razonable conclusión á
que arribara.
La bruja era de la misma opinión que Tuyá, y le permitió desde entonces subsistir
en espíritu, mezclándose á los negocios agenos, para cometer maleficios á su antojo y
subyugar á los hombres, turbando con caprichos á las pobres mujeres.
Desde entonces anda el mundo hecho un pandero, y Juan Tuyá aunque es cojo, no
ha querido salir de entre los hombres; vive en espíritu, porque así enreda á todos,
contando con la impunidad mas acabada, y es la rémora de todo progreso ó adelanto
en el sentido del bien.


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