Hasta aquí, lo que hemos contado es rigurosamente histórico. Pero como la
Historia siempre quiere acompañarse de leyenda, en Sevilla se cree que César tuvo
aquí amores con una joven llamada Syoma Julia, la cual le dio dos hijos. Uno, el
primogénito, al cual César, para ganarse la protección de los dioses, sacrificó,
dándole muerte, y enterrando su cuerpecillo ensangrentado bajo el cimiento de la
muralla en el Arco de la Macarena, con lo cual propiciaba el que la muralla y la
ciudad serían invencibles. Desesperada Julia por la muerte de su primogénito, huyó
del lado de César, y ocultó a su segundo hijo, el cual cambiado su nombre e
identidad, más tarde sería el que con el nombre de Bruto, dio muerte a César, el día
de los idus de marzo, en Roma, precisamente al pie de la estatua de Pompeyo.
La ciudad de Sevilla siempre ha guardado a la memoria de César gran respeto y
amor, ya que al ampliar la muralla y engrandecer el perímetro urbano, convirtió a
Hispalis en la gran metrópoli del Sur que aún es hoy. Por ello figura la estatua de
César en el arquillo del Ayuntamiento, junto a la de Hércules, y también está en la
Alameda de Hércules sobre una de las dos columnas romanas que puso allí el conde
de Barajas en 1574.
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