domingo, 31 de marzo de 2019

LAS METAMORFOSIS DEL VAMPIRO[9]

LA mujer, entretanto, con su boca de fresa,
retorciéndose como serpiente entre las brasas,
colmando con sus senos los hierros del corsé,
recita estas palabras impregnadas de almizcle:
«Yo tengo el labio húmedo y conozco la ciencia
de olvidar en el fondo de un lecho la conciencia.
Seco todos los llantos con mis senos triunfantes,
reír hago a los viejos con risas infantiles.
¡Y para quien me vea desnuda y sin mis velos
soy la luna y el sol, las estrellas y el cielo!
Soy, mi querido sabio, tan erudita en goces,
cuando sofoco a un hombre en mis temibles brazos,
o cuando ofrezco el pecho a crueles mordiscos,
tímida y libertina, y frágil y robusta,
que sobre esos colchones que de emoción se pasman
¡los impotentes ángeles por mí se perderían!».
Cuando ella hubo chupado de mis huesos la médula
y yo, lánguidamente, me hube vuelto hacia ella
a besarle los labios con amor, hallé sólo
¡un pringoso pellejo, chorreante de pus!
Cerré al punto los ojos, en mi gélido espanto,
y cuando volví a abrirlos a la claridad viva,
a mi lado, en lugar del maniquí potente
que al parecer tenía gran provisión de sangre,
restos de un esqueleto se agitaban confusos;
de ellos brotaba el grito que lanza una veleta
o un rótulo que pende de una barra de hierro
y hace girar el viento en las noches de invierno.

[9] Traducción de Luis Alberto de Cuenca. <<

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