EN lo mas apartado do los bosques del Norte, vivía solitario en su choza de
cazador, el indio Minuán, que á causa de estar solo tenia que proveer por sí mismo á
las necesidades domésticas.
El tiempo le era escaso para seguir en sus escondites al conejo, al pato cimarrón y
al pavo de monte, teniendo á la vez que cocer sus alimentos en el rancho.
Un dia, pensó Minuán que debia visitar al Tuyá de la tribu, quien vivia en las
chozas á orillas de un gran lago y pedirle compañera; con ose objeto revisó sus arcos,
adornó su cabeza con la vincha mas hermosa de plumas de garza blanca, se bochó á
la espalda el carcáj y la hamaca de caraguatá y emprendió su camino pensando en la
muchacha que mas le habia gustado en las últimas fiestas y bailes á que asistiera el
año anterior en las chozas del Tuyá.
Varios dias pasaron, antes que el cazador llegase á su destino, porque era
indispensable al presentarse ante el viejo, llevar como presente la mas hermosas
piezas de caza que se encontrase en los bosques.
Por fin, una mañana, cargado de pollonas y vainas de algarrobo, llegó el cazador á
la choza del anciano y le hizo presente sus deseos.
Cuña-eíra (novia miel) tu sobrina, la moza de los bailes, es la que vengo buscando
para llevarla á mi choza, le dijo.
Y el viejo componiéndose el pecho y reflexionando un instante contestó:
La luna no está buena, y novia miel, no puede ser infortunada. Espera á que no
ande en los vientos el espíritu malo y prepárate para las pruebas, si ves que ella te
quiere.
Minuán resolvió entonces quedarse en la toldería, esperando mejor suerte y que la
luna anunciase al brujo, una ocasión propicia para tomar mujer.
No tardó el cazador en encontrar el toldo de Cuña-eíra y obsequió á los padres de
esta, con el algarrobo y las aves que le quedaban.
El mozo no fué mal acojido.
La muchacha era alegre y retozona, amiga infatigable de recorrer el valle, en busca
de nidos y de flores, y su nombre simbólico tenia explicación y sentido para el que
contemplaba la suavidad de su semblante y la dulce expresión de sus ojos
americanos, grandes y negros.
En osos remotos tiempos de ignorancia y felicidad, los jóvenes de ambos sexos,
tenian la inocente costumbre de recorrer cazando, el bosque y la campiña, en la hora
en que el sol alzado en lo mas alto del cielo, incita á la chicharra á insistir en los
largos y acompasados redobles de su canto de tambor.
Minuán lo sabía, y no tardó muchas siestas en ser el compañero favorito de
Cuña-eíra, notándose por los otros mancebos y muchachas, la marcada tendencia que
tenia esta pareja á alejarse de los sitios frecuentados por todos, para visitar las orillas
del lago ó los parages mas boscosos.
La vida retirada que había pasado el cazador en los bosques del Norte, no parecía
ser causa de que se mostrara timorato y lerdo, para conquistar simpatías.
Minuán era ingenioso y había tocado un buen resorte para captarse la voluntad de
la muchacha, resorte ó recurso que, no solamente es útil a los rústicos hijos de la
selva, sino á los ingenios cultos, pues consiste en hacer hablar por sí y poner de su
parte á la Naturaleza, que es madre común, confidente y maestra sábia.
Debernos sin embargo hacer notar que por mas que estaba perdidamente
enamorado el buen indio y que no había siesta ni tarde que no diera sus paseos, no
llegó nunca, en sus apasionadas pláticas á hablar con la elocuencia magistral,
filosófica y académica, con que el indio Chactas, del sublime Chateaubriand, hablaba
á su incomparable Atala.
Minuán pobre aborigen de Sud América, conducía á su amada á orillas de un lago,
donde el maíz del agua ó Victoria Régia, tendia desde el fondo transparente hasta la
superficie, sus prolongados tallos y sus grandes y redondas hojas de esmeralda;
juntábale allí flores y explicábale en frases breves, el amor misterioso de las plantas
que, también se aman, como rodo lo que tiene vida en lo creado.
Los pétalos magníficos, de esa planta aparecen sobre las aguas en el momento de
la fecundación y exhalan sus flores, un ténue, perfumado y extraño suspiro,
cerrándose después y ocultándose, para esparcir mas tarde sus semillas.
Minuán llevaba después á Cuña-eíra á la sombra del árbol llamado Haba del indio
(familia de las euforbiáceas) y mostrábale como sus flores de ambos sexos viven
mezcladas en la misma rama y se inclinan unas hácia otras, uniéndose por parejas.
El indio hablaba entonces á su amada con ol calor y entusiasmo de un hombre
enamorado, proponíale vivir juntos, queriéndose por siempre y alejarse á los bosques
seculares, donde tenia su choza y donde nadie ni nada podía perturbarlos.
Novia-miel, aceptó primero la galante proposición y la acojió después con
entusiasmo; las aves en sus nidos, el bosque, el valle, la montaña y cuanto le era
familiar le hablaba ya de una sola cosa: del amor intenso que se había posesionado en
absoluto de su corazón.
La pareja fué un dia á ver al Tuyá para pedirle que no demorase por mas tiempo su
felicidad.
El viejo agorero manifestó de nuevo sus dudas, á propósito de la claridad de la
luna en las noches siguientes y les recordó que si Ñandeyára (el gran espíritu)
lloraba, ellos tendrían que pasar por mil padecimientos é irse á habitar la Isla de los
Infortunados, situada en un apartado lugar del lago, donde habían ido ya
anteriormente tantos infelices.
La pareja insistió en quererse desposar y Minuán dijo, que estaba pronto á ejecutar
la prueba, que consistía en arrojarse al lago, atravesar nadando una larga distancia y
regresar esa tarde ó al dia siguiente, trayendo una abundante cacería.
La tribu se reunió en la costa y todos vieron partir á Minuán que volvió mas tarde
con pavas de monte, cisnes y otras piezas de caza, que puso á los pies de su querida,
manifestando nuevamente, que estaba dispuesto á desposarse, y que si Ñandeyára se
disgustaba acataría la práctica tradicional de abandonar por siempre su cabaña y sus
bosques é ir acompañado de su mujer á poblar el pais maldito.
Á todo se conformaban ya, menos á esperar.
Era una noche de luna llena, la destinada á comenzar la ceremonia; una gran
hoguera congregaba á toda la tribu á orillas del fogón, donde se servia el Tereré-acú
(yerba mate) y los músicos hacían gemir sus originales instrumentos, consistentes en
una enorme calabaza, que tiene una abertura en la parte inferior, por donde los
tocadores meten la cabeza y el busto hasta los hombros, para hacer sonar del interior
una flauta que se introduce en la calabaza por un pequeño agugero, practicado en su
costado.
Los novios, los mozos y las muchachas, formaron una gran rueda, bailando y
cantando hasta la media noche, al compás de las melodías monótonas, y á esas horas
el Tuyá y los padres de Cuña-eíra, pidieron al mancebo que presentase las pruebas de
su fecundidad, requisito sin el cual, ningún indio entrega una hija en Mendá[15].
Minuán el cazador, que estaba prevenido para aquella ceremonia, avanzó entonces
unos pasos hácia el grupo del pueblo, donde se encontraba una mujer de las lomadas
próximas á su choza y tomó de la mano á un niño, que presentó al jurado.
Ninguno de los hombres ó mujeres tuvo objeción que hacer á propósito de la
paternidad de Minuán, que presentaba su hijo.
El indio, por lo visto, no se entregaba exclusivamente al inocente ejercicio de
cazar, cuando practicaba sus batidas en lo mas apartado de los bosques del Norte.
La luna subió paulatinamente recorriendo la bóveda azulada, pronto llegaría el
momento de ocultarse, sin que ninguna nube de mal presagio, hubiese escondido su
faz plácida, en aquella noche. El baile se suspendió al venir el dia y todos se sentaron
en troncos ó en el suelo, mirando hácia Occidente.
La luna se ocultó en aquel instante y la ceremonia del Mendá-potaba, quedó
terminada, con la algazara general.
La diosa del amor no tenia inconveniente en que aquella pareja se efectuara.
Los novios, los ancianos, los amigos y todo el pueblo se abrazaron, prorrumpiendo
en gritos de alegría. Ñandeyára, no se babia, opuesto tampoco al casamiento, y todos
en cortejo acompañaron á la pareja, hasta una choza próxima, que habian dispuesto
para los desposados, los padres de la muchacha.
Los desposados tenían asegurada la felicidad por algunas horas, pero infelices de
ellos, si llovía la noche siguiente! El llanto del gran espíritu importaba la reprobación
del casamiento y la infortunada pareja, era separada violentamente por la tribu
amotinada, llenábanlos en tal caso de improperios y de apostrofes injuriantes; estaban
malditos por Ñandeyára; después de sufrir mil abstinencias y malos tratos, eran
conducidos en ese caso á la orilla del lago, donde en presencia de todos, debían
arrojarse y desaparecer nadando ó ahogados para ir en cuerpo ó espíritu á poblar la
isla maldita.
Es por esto que el dia antes Minuán habia hecho la prueba de natación y habia
vuelto con cacería.
Esa ceremonia es tendente á probar á la novia que debe estar contenta en
desposarse, pues aunque la mala suerte los llevara á la isla maldita, siempre el
hombre sabria proporcionarse los medios de subsistir, cazando ó pescando como lo
habia hecho en aquel dia en que depositara á los piés de su amada, todas las piezas de
caza que pudo obtener.
Si en la noche siguiente del casamiento la luna no sale clara y sin nubes
recorriendo el cielo, con la misma placidez que la primera noche, los desposados no
pueden hacer vida de casados, sino simplemente de amigos; es decir que no están
obligados á guardarse recíproca fidelidad.
En el caso en que la luna siga siendo clara todas las noches, desde el casamiento,
las fiestas y las danzas se repiten y son cada vez mas alegres hasta el fin del mes,
terminando cuando la luna desaparece.
Minuán y su compañera tuvieron suerte en no disgustar á Ñandeyára, así es qué,
concluida la ceremonia de aquella luna, se fueron juntos á la choza de los bosques del
Norte y el gran espíritu los conservó felices, dándoles tantos hijos y nietos, que
llegaron á poblar una comarca que fué denominada mas tarde tierra de los Minuanes.
En cuanto á las parejas que en aquellos remotos tiempos se desposaban y caían en
infortunio, es sabido que atravesaban el lago misterioso é iban á habitar al Sur, tierras
desconocidas, creyéndose con bastante fundamento, que estos sitios son las islas del
interior de la Iberá.
[15] Esta palabra se descompone en dos, Men-dá, tú y yo, su origen es muy antiguo y
significaba el acto de juntarse dos individuos de diferente sexos. Hoy en el Paraguay
y Corrientes, significa casamiento. <<
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