sábado, 30 de marzo de 2019

Los barcos de Bonifaz y el avilesino Rui Pérez

En los días en que el rey san Fernando tenía cercada a Sevilla, recibía la ciudad
gran parte de su abastecimiento, desde el Aljarafe, a través del Puente de Triana, que
era de barcazas de madera, con un tablero sobre ellas, y bordeado de barandillas.
Recíprocamente desde Sevilla se enviaban a través del puente, armas y refuerzos al
Castillo de Triana, fortaleza poderosísima.
Desde la Torre del Oro hasta una torre situada en Triana, en donde ahora está la
calle Fortaleza, habían tendido los moros una gruesa cadena de hierro, y así la
totalidad del Puerto quedaba protegida, pues la cadena impedía que entrasen barcos
río arriba, y el puente impedía que pudieran navegar agua abajo. Así que todo lo
comprendido entre el puente y la Torre del Oro era un tramo del río, inexpugnable.
El rey San Fernando hizo venir de Asturias a un pariente suyo, llamado Rui
Pérez, natural y vecino de la villa de Avilés. Rui Pérez era hijo de Pedro Pérez, de
Aller, el cual era a su vez sobrino de doña Gontrona, amante del rey Alfonso VII, de
cuyos amores nació doña Urraca. Por este parentesco (aunque no fuese in facie
eclessiæ) Rui Pérez era muy allegado al rey san Fernando, y su consejero en asuntos
marítimos.
Rui Pérez aconsejó al rey hacer venir a Ramón de Bonifaz, experto marino,
natural de Burgos y que tenía su casa en una aldea de pescadores llamada Sancti
Emeterio (nombre que con el tiempo ha ido evolucionando hasta convertirse en
Santander).
Bonifaz vino al cerco de Sevilla, y junto con Rui Pérez planeó una maniobra
naval para incomunicar Sevilla con Triana, cuya maniobra consistiría en estrellar
contra el puente de Triana y contra la cadena de hierro dos barcos pesadamente
lastrados con piedras y provistos en su proa de recias sierras de hierro.
Los historiadores no están de acuerdo en si dichos barcos habían de navegar río
arriba, a favor de la marea ascendente, y aprovechando un día de viento de Poniente,
o si por el contrario se construyeron las naves en la ribera de San Jerónimo y se las
hizo descender a favor de la corriente y de la marea baja, y aprovechando un día de
viento nordeste. El caso es que realizados los preparativos, los buques cargados de
piedras, fueron lanzados contra el puente, que destrozaron, como asimismo la cadena
de hierro de la Torre del Oro, con lo que el puerto de Sevilla quedó a merced de los
barcos castellanos, y Sevilla privada de recibir alimentos de la banda de Triana.
Sin embargo, la defensa de la ciudad continuó durante otro medio año, y Rui
Pérez, solicitado por otros asuntos en el Cantábrico, abandonó el cerco de Sevilla,
quedando aquí una parte de la flota con Bonifaz. Esto motivó el que una vez
conquistada Sevilla, Bonifaz recibió mayores honores, y participó en el
«Repartimiento» de la ciudad, otorgándole el rey san Fernando unas casas, para su
morada, que son las que más o menos retocadas, aún existen en la calle Alemanes
ocupando la acera entre la calle Hernando Colón y la de Placentines, o sea la hilera de
los soportales.
Este episodio heroico de haber roto el puente, estrellando contra él los barcos y
bajo una lluvia de flechas y de piedras que les lanzaban con catapultas desde las
murallas de ambas orillas, dio a los dos marinos una gran popularidad. A Bonifaz en
Sevilla, y a Rui Pérez en Avilés. El rey san Fernando otorgó y su hijo Alfonso X
confirmó el privilegio para los dos marinos de usar escudo nobiliario, tanto para ellos
y sus familias como para sus lugares de origen, siendo éste por tanto el comienzo de
la heráldica municipal de Avilés y Santander.
NOTAS. —Sobre el suceso de la rotura del puente de Triana escribió una
hermosa obra de teatro, mezcla de epopeya y de auto sacramental, don Pedro
Calderón de la Barca, con el título de El santo rey don Fernando. Una nueva
versión y adaptación a la escena moderna de esta obra la escribió el autor de
estas Leyendas en 1955, representándose en función de gala en un escenario
instalado en el Patio de Carlos V del Alcázar de Sevilla. En cuya
representación debutó y alcanzó sus primeros aplausos el actor, hoy máxima
figura del teatro español, Juan Diego, que en aquel entonces era casi un niño
y que interpretó el papel de grumete de la nave de Bonifaz.
En la Plaza Nueva, entre las figuras que forman parte del conjunto del
monumento al rey san Fernando, inaugurado el 15 de agosto de 1924, una de
ellas es la del almirante don Ramón de Bonifaz, obra del ilustre escultor José
Lafita y Díaz.

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