domingo, 31 de marzo de 2019

Tradiciones y leyendas sevillanas : Los héroes de la Independencia

Aunque en muchas estampas aparece don Luis Daoiz en figura de joven y
gallardo militar, lo cierto es que había nacido en 1767, y por tanto, tenía cuarenta y
un años de edad; y ya su cara, quemada por el sol de las campañas de Orán, por el
salitre del mar, en el que también luchó dos años como teniente de la artillería naval,
y finalmente, surcada por las amarguras de más de un año de prisión al ser capturado
por los enemigos de España, era ya, la cara rugosa, de un hombre a quien la vida
maltrató mucho.
Perteneció don Luis Daoiz a una de las familias más ilustres de Sevilla, y aunque
no vivió sino escaso tiempo en nuestra ciudad, tenia aquí muchos y buenos amigos.
Entre ellos se contaban don Bernardo Palacios y Malaver, y don José Martín Justo
González Cuadrado, los cuales al enterarse de la muerte heroica de su amigo Daoiz,
hicieron propósito de vengarle, más aún habiendo muerto a manos de los enemigos
de nuestra Patria.
González Cuadrado había nacido el 12 de noviembre de 1722 en la casa número
18 de la calle Águilas y era escribano público, lo que hoy llamamos notario.
González Cuadrado y Palacios Malaver, tomaron parte inmediatamente en la
conspiración que se promovió en toda Andalucía contra los franceses de Napoleón y
la casa número 18 de la calle Águilas, donde vivía González Cuadrado, se convirtió
en centro de reuniones de los patriotas.
González Cuadrado era al mismo tiempo, organizador en Sevilla, y enlace entre la
Junta Nacional y los distintos lugares de la región. Así, para circular por pueblos y
campos sin ser conocido, adoptaba los más diversos disfraces, apareciendo unas
veces vestido de arriero, otras de pastor, otras de fraile, y en fin de tratante de
ganados, de comerciante, y hasta de mendigo. De este modo, llevaba las órdenes de la
Junta a las guerrillas alzadas en Sierra Morena y otros lugares de la región.
Había nacido en Sevilla un individuo apodado Pantalones, holgazán, borracho,
pendenciero y delincuente habitual, muy conocido entre la gente del hampa, y
frecuente huésped de la cárcel.
Este Pantalones, fue utilizado por los franceses como confidente y delator, para
perseguir a los patriotas.
El Pantalones actuó con siniestra eficacia, y la noche de Navidad de 1810, supo
que González Cuadrado iba a efectuar un recorrido por diversos pueblos, amparado
en aquellos días, por ser fiestas, los franceses habrían aflojado un tanto la vigilancia.
Denunció el Pantalones su descubrimiento, y la Policía montó un servicio que dio
por resultado detener tres días más tarde, el 28, a González Cuadrado, a Palacios
Malaver, y, a la esposa de éste, doña Ana Gutiérrez, los tres portadores de mensajes y
órdenes de la Junta y de una carta cifrada de don Francisco Cienfuegos. Desde
Castilleja de la Cuesta, donde fueron apresados, se les condujo a Sevilla,
encerrándoles en prisiones. Esto fue el 28 de diciembre de 1810.
El capitán general francés, duque de Dalmacia, encargó mucho que se les
arrancase el secreto de la lista de nombres de los conspiradores andaluces, pero
González Cuadrado y Palacios Malaver se resistieron a declarar, prefiriendo morir
ellos con tal de que se salvasen muchos valientes compatriotas.
Debe hacerse constar que el mariscal francés Soultt, y el jefe de Policía don
Miguel Ladrón de Guevara, no permitieron que se diera tormento para interrogarles,
aunque todavía se usaba el tormento en España y el abogado defensor don Pablo
Pérez Seoane tuvo acceso a visitarlos hasta el último momento.
Condenados a muerte por el Consejo de Guerra, ambos caballeros, y puestos en
capilla, todavía el duque de Dalmacia insistió en su pretensión enviando un ayudante
a la prisión, portando un pliego de indulto firmado por el propio Capitán General,
ofreciéndoles a ambos perdonarles la vida a cambio de que declarasen.
Rechazaron los dos con energía el indulto a ese precio y el jueves, 9 de enero, de
1811 fueron sacados a las dos de la tarde de la prisión, y, llevados a la Plaza de san
Francisco, donde se ejecutó la sentencia de muerte, tratándoles como a vulgares
malhechores ya que a pesar de su calidad, se les dio garrote vil.
Los cadáveres de González Cuadrado y Palacios Malaver, fueron echados en la
fosa común de los ajusticiados, que estaba en el Patio de los Naranjos de la Catedral.
La partida de defunción en la iglesia parroquial de San Ildefonso, está anotada al
margen de la partida de bautismo, y dice:
«Falleció en esta ciudad con muerte de garrote, don José María González y
Cuadrado, la que prefirió por heroísmo a la condición que le exigían los enemigos
para liberarse de ella si declaraba los sujetos que había en esta dicha ciudad,
cómplices con él, en la comisión de observar sus operaciones y dar parte al legítimo
Gobierno español». Firma la nota el doctor Matías Espinosa, cura propio. Por cierto,
que como se inscribió tardíamente, ya en 1813, hay un error en la fecha, que en el
libro figura como el 7 de enero. Yo poseo un escrito que dirigió al rey la madre de
Palacios Malaver y en él consta que su heroica muerte fue el día 9 de enero de 1811.
En el Patio de los Naranjos existe una lápida que recuerda la abnegación y
heroísmo de ambos caballeros sevillanos.

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