lunes, 31 de diciembre de 2012

El caballero de la miseria


El emperador de Japón, Tokiyori, decidió un día viajar por su reino disfrazado de monje, para darse cuenta directamente de los sentimientos y los deseos de sus amados súbditos.
Una tarde, al anochecer, caminaba por los escapados senderos de una montaña, mientras la nieve caía a grandes copos. Un tupido y blanco manto cubría el paisaje, un viento frío soplaba desde la tempestuosa cumbre, y el gran emperador se vio perdido en medio de aquella blancura infinita. Una sensación de angustia le asaltó por primera vez desde que abandonara su magnífico alcázar. Pero he aquí, a un centenar de pasos, una cabaña, medio sepultada por la nieve, adosada a una falda rocosa. Allí encontraría tal vez hospitalidad por aquella noche.
Llamó lleno de esperanza y la puerta se abrió rechinando; un hombre apareció en el umbral, un hermoso anciano de aire majestuoso, de largos cabellos blancos, de mirada brillante. El emperador le reconoció enseguida: era Tsemueyo, uno de sus más valerosos caballeros, que hacía varios años había desaparecido misteriosamente. ¿Cómo podía encontrarse en aquella mísera cabaña? ¿porque llevaba aquel vestido descolorido y andrajoso?¿Por qué sus mejillas estaban profundamente hundidas y sus rodillas temblaban?
Tsumeyo acogió al falso monje, que se cubría el rostro con la capa para no ser reconocido.
-Entrad, santo varón- dijo-; la cabaña es pequeña, pero grande es mi corazón. Soy pobre, pero todavía me queda un pedazo de hogaza de mijo que guardaba para mi comida de mañana, y os lo daré. Desgraciadamente, como bebida, solo puedo ofreceros un poco de nieve fundida.
Tokiyori comió con apetito. Entre tanto, la nieve seguía cayendo, y el viento aullaba entre los desnudos troncos del bosque. Hacía un  frío glaciar, y el falso monje temblaba bajo la capa. Tsumeyo se dio cuenta de ello.
-Voy a encender un poco de fuego- dijo. Poseo todavía, restos de mejores tiempos, tres árboles enanos, un ciruelo, un cerezo y un pino. Ellos alegran mis magras jornadas, recordándome años de mi esplendor. Pero no importa, los echaré al fuego por vos.
La dorada llama iluminó la cabaña. Calentados por aquel fuego, los dos hombres se pusieron a hablar y Tsumeyo confió al monje sus desventuras. Sus enemigos le habían privado de sus tierras, he aquí porque se hallaba en aquella soledad, pobre y olvidado de todos.
¿Por qué no apelaste al emperador?
-No quise molestar a mi señor con mis lamentaciones. Adoro a nuestro emperador y estoy pronto a servirle aun en mi presente estado, ¿Veis colgada de la pared aquella armadura desgastada y mohosa? ¿Oís un relincho cansado que viene de mi cuadra en ruinas? Es mi caballo magro y hambriento. Pues bien; el día que Tokiyori tenga necesidad de todos sus guerreros, vestiré esa armadura, cabalgare aquel caballo y acudiré a su llamada.
Una lágrima se desprendió de los ojos del falso monje, el cual dio las gracias para sí al gran Buda, que le permitía descubrir tanta fidelidad en el corazón de uno de sus súbditos. A la mañana siguiente, se despidió de su huésped y partió.
Pasaron algunos meses, y un día llego a la cabaña perdida en el bosque la noticia de que el emperador convocaba a todos sus guerreros. Tsumeyo  partió también y compareció en la corte con su armadura vieja y su caballo rocinante, que suscitaron las risotadas de los magníficos guerreros vestidos de aceros resplandecientes, montados en fogosos corceles de guerra. Pronto sacaron un mote al recién llegado: el Caballero de la Miseria.
Tsumeyo, consciente de su lamentable estado, trataba de pasar inadvertido en aquella brillante asamblea. En esto, el chambelán se le acercó y le dijo que el emperador deseaba verlo. El caballero de la Miseria fue conducido ante el soberano, sentado en un trono de oro y rodeado de mil caballeros, con armaduras incrustadas de piedras preciosas; parecía un cortejo refulgente de estrellas es una noche de nubes. El caballero avanzó hasta los pies del trono; su yelmo estaba enmohecido, su armadura llena de abolladuras; más parecía un espectro que un guerrero.
-Caballero-dijo el emperador-, ¿no me reconocéis? ¿Os habéis olvidado del monje a quien disteis alojamiento una noche de tormenta? Sabed que este llamamiento a los caballeros ha sido par probaros, para ver si como me dijisteis, acudiríais a mi voz. Tanta fidelidad de vuestra parte merece una recompensa. Ordeno que os sean restituidas vuestras tierras. Además, como quiera que no he olvidado que para calentar al pobre peregrino extraviado en la borrasca sacrificasteis vuestros tres preciosos arbolillos, os concedo tres importantes feudos, uno por cada árbol: el campo de los ciruelos de Kaja, la Fuente de los Cerezos en Etchu, y Ramas de Pino en Kozuyo.
Tsumeyo, aturdido, feliz, se prosternó  a los pies del reluciente trono, mientras un murmullo de admiración recorría la asamblea, que hacía solo unos minutos reíase despectivamente mirando al caballero de la Miseria.

Los diez platos de oro del emperador


La castellana de Himeji había recibido del emperador el presente de diez magníficos platos de oro, que brillaban cual otros tantos pequeños soles. Orgullosísima de aquella dádiva, la mujer la mostraba a sus amigos y visitantes, que se ponían verdes de envidia; y esto hacía feliz a la castellana. Con todo, habían ocurrido en el país algunos robos y la anciana condesa no estaba tranquila, temiendo por su tesoro. Desconfiaba incluso de los gentilhombres del palacio. El valor  de los platos era grandísimo y podía tentar a unos y otros. ¿Dónde podría esconderlos?¿A quien podría confiarlos? Estos pensamientos la atormentaban tanto que no lograba hallar la paz ni de día ni de noche.
Finalmente, una mañana, tras una noche de insomnio más agitada que de costumbre, se levanto con una luz de esperanza en los ojos. Había encontrado a la persona apta a quien confiar el precioso don imperial. Mandó llamar a su dama de compañía más joven y , cuando la muchacha estuvo ante ella, le dijo:
-Crisantemo, eres leal y noble. La tuya es una familia de samuráis, y por eso puedo fiar en ti. Toma estos platos de oro que el emperador me regaló y vigílalos con todo cuidado; procura conservarlos sin la más pequeña mancha, sin la huella más leve; haz que reluzcan siempre como ahora y, sobre  todo vela porque nadie los robe. Eres responsable de este precioso depósito.
Crisantemo se inclinó hasta el suelo y tomando los diez platos, se los llevó a su estancia. Desde aquel día la muchacha vivió en una inquietud continua. No abandonaba casi nunca su estancia y dejó de sonreír. Todas las noches, antes de acostarse, contaba y limpiaba los platos de oro; y todas las mañanas, apenas abría los ojos, los volvía a contar de nuevo. A veces, durante la noche, se despertaba sobresaltada con un gran peso en el corazón, corría a ver los diez platos y sólo cuando se había asegurado de que estaban todos en su sitio, volvía a dormir.
Pasó el tiempo, Crisantemo, viendo que nadie intentaba quitarle aquel tesoro, empezaba a sentirse más tranquila; poco a poco la sonrisa volvió a sus labios rojos y las arrugas desaparecieron de su frente pura y tersa. Moderó su vigilancia y volvió a pasar gran parte de su tiempo con las amigas en alegres entretenimientos.
Pero un mal día, al contar, antes de acostarse, los platos de oro, advirtió con terror que solo había nueve. Trastornada, corrió hasta la castellana, cayó de hinojos ante ella y le revelo la horrible realidad. La anciana, primero por el terrible golpe, quedose inmóvil y muda como una estatua; luego su disgusto y su cólera se desbordaron en una serie de insultos para la desgraciada muchacha; la declaro ladrona y la expulsó del castillo.
Crisantemo vagó en la noche, extraviada, inconsciente; ni una luz en aquellas tinieblas; hasta los perros parecían ladrar a su paso. Se sentó sobre el brocal de un pozo, rodeado de setos de espinos, y miró abajo el agua negra y profunda; algo le pareció ver allí, algo amarillo, algo que resplandecía, ¿era tal vez el decimo plato? ¡Pobrecilla! Era sólo el disco de la luna que se reflejaba en las aguas del pozo. Pero esto ella no lo sabía; una zambullida, un borboteo, luego no se escucho nada más… Crisantemo había desaparecido.
Mas no para siempre. Cuando llegó la primavera, cuando la naturaleza reverdeció, cuando las flores se abrieron y los canoros pájaros trenzaron  sus vuelos en el aire, salió del pozo un insecto nievo, una especie de mariposa multicolor, que se puso a revolotear en el aire como ansiosa de gozar la luz del sol. Todas las tardes la mariposa iba a posarse sobre las enmohecidas murallas del castillo y allí su levísimo zumbido tomaba un significado especial, parecía una voz humana que contase sumisamente: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…Al llegar a nueve callaba y, después de una breve pausa, empezaba de nuevo.

El espíritu del sauce

En el jardín de un rico samurái en Kioto, crecía un magnífico sauce llorón, de bellas ramas gris-plata. Pero el samurái no sentía simpatía por el sauce, porque estaba persuadido de que le traía desgracia, según la opinión de muchos japoneses; tanto que un día decía derribarlo. Comunicó sus propósitos a un vecino, el noble samurái Inabata.


-No lo derribes-dijo Inabata. Sé de cierto que los sauces suelen ser la prisión de algún espíritu. Es un árbol magnifico. Dámelo, que lo plantaré en mi jardín.

El otro accedió. Inabata hizo transportar la planta a su jardincillo, y allí la trasplanto y cuidó con esmero. La regaba él mismo, la preservaba con una pantalla de hojas, del ardiente sol estival y de las intemperies invernales, y pasaba buena parte de su tiempo contemplándola con amor.

Una mañana, al bajar como solía al jardín para visitar la planta, encontró apoyada en el tronco a una muchacha de rara belleza. Pasada la sorpresa del primer instante el samurái no preguntó a la desconocida quién era ni cómo pudo entrar en su casa y le ofreció una taza de té.

La desconocida aceptó de buen agrado la invitación y se mostró tan agradable y tan alegre y simpática que, hechizado por su hermosura y su ingenio, Inabata acabó por pedirle si quería casarse con él. La mujer acepto con entusiasmo y las bodas fueron celebradas el mismo día. Los esposos vivieron felices durante algunos años y tuvieron un hermoso niño, al que le pusieron por nombre Yanagi.

Pero la felicidad de este mundo, tarde o temprano, tiene fin. Un mal día, el señor de Kioto mandó a unos hombres a la casa de Inabata con la orden de derribar el sauce. Había sucedido que, en el templo de Kioto, una pilastra se había quebrado y los sacerdotes dijeron que para repararla, era menester el sauce más hermoso de la ciudad. Y dado que el sauce de Inabata, al decir de todo el mundo, era el más bello ejemplar que podía imaginarse, había obtenido del soberano la orden de derribarlo. El samurái se inclinó respetuoso ante el mando de su señor, aunque sintiese su corazón oprimido por la angustia. Pero, cundo los hombres bajaron al jardín para iniciar su trabajo, la esposa se acercó al atribulado Inabata y le dijo:

-Debo hacerte una confesión. Tú has tenido la delicadeza de no preguntarme nunca quien soy . También yo hubiese preferido guardar el secreto pero a hora ya no es posible. Yo soy el espíritu del sauce. Cuando impediste a tu vecino que lo derribase, sentí una inmensa gratitud por ti. Cuando me acogiste en tu jardín y me atendiste con tanto cariño, mi reconocimiento se transformo en amor; he aquí que fui tu esposa. Mas ahora debo morir. Tú no puedes y no debes desobedecer a tu señor. Sufro mucho al tener que separarme de ti, pero te dejo la mejor parte de mí misma, nuestro hijito Yanagi, que estará siempre a tu lado, te amará y te honrará. Adiós.

Inabata, desesperado, quiso detenerla; tendió los brazos, mas sólo estrecho el aire. La mujer, convertida ya en un fantasma, se dirigió hacía el sauce y desapareció en su tronco.

Los hombres enviados por el señor de Kioto no se habían dado cuenta de nada y continuaban golpeado a hachazos la base del árbol para derribarlo. Finalmente, entre crujidos y gemidos, que parecían suspiros humanos, el sauce cayó al suelo. Ahora era necesario transportarlo hasta el templo. Pero el árbol tendido en tierra se resistía a todos los esfuerzos. Entonces los hombres pidieron ayuda; fueron al jardín de Inabata todos los ciudadanos jóvenes y robustos; una cuerda fue atada al tronco, y trescientos hombres empezaron a tirar de ella. En vano. El sauce permanecía quieto y no se movía ni un centímetro.

Inabata y Yanagi observaban asombrados aquel prodigio. En esto, el pequeñoYanagi, que entonces sólo tenía cuatro años, se acercó al sauce, le acarició suavemente las hojas de plata y luego cogiendo una rama, murmuro:

-Ven conmigo.

El árbol cedió, al dulce ruego, se agitó y púsose en movimiento; arrastrado por la mano del niño, dócilmente, la planta se dejó transportar hasta el templo.

Los tres árboles enanos

Nevaba a grandes copos desde hacía más de tres días; los campos estaban sepultados bajo un manto de blancura inmaculada. Por doquiera había desolación y tristeza. Parecía que de repente el mundo se había despoblado, que los hombres y los animales hubieses desaparecido, abandonando a su destino unas pocas plantas desnudas, esqueléticas, que alzaban sus descarnados brazos hacia el cielo, como en demanda de piedad.


También las viviendas de los hombres habían desaparecido, sepultadas bajo aquel lienzo blanco, inmenso, que se extendía monótono e inexorable sobre todas las cosas. Pero no, o por lo menos no todas, ya que en el centro de aquella llanura blanca y desolada, había una cabaña. El tejado estaba cargado de nieve, la chimenea estaba encapuchada de blanco y no despedía humo alguno. Todo era silencio en torno, un silencio mortal desconsolador.

¿Estaban tal ve muertos los habitantes de aquella solitaria cabaña? No. Tomanari y Maharita estaban vivos, bien vivos, pero acaso hubiese sido mejor que hubiesen muerto. En la cabaña reinaba una miseria absoluta; y ello se veía no sólo en los rostros descarnados de sus dos habitantes, no sólo en las andrajosas y descoloridas ropas que los cubrían sin lograr resguardarles del punzante frío, sino también en el hogar apagado, en la desnudez de las paredes, en la sordidez de la estancia, con la despensa absolutamente vacía, a lo sumo quedaría un pedazo de pan.

Sólo en un rincón se veían tres arbolillos enanos, plantas que en el Japón son apreciadísimas; uno era un thuya que tenía cien años, el segundo era un pino de ciento veinte años, el tercero un arce de doscientos años.

Tomanari y su mujer adoraban aquellas tres plantas, las cuidaban como si fuesen sus hijas, las acariciaban con ternura y se pasaban días enteros contemplándolas con la misma adoración con que un avaro contempla su tesoro. Si las hubiesen vendido, la miseria habría desaparecido de la cabaña, la despensa colmada de alimentos. Pero ellos preferían morir antes que separarse de las tres plantitas adoradas.

Al atardecer, alguien llamó a la puerta de la mísera morada. ¿Quién podía aventurarse por aquel lugar tan desolado y en tal hora? ¿Quién podía visitar a aquellos dos desgraciados, abandonados de todos? Maharita fue a abrir.

En el umbral apareció un mendigo, tembloroso de frío.

-Dispénsame –murmuró-, pero tengo tanto frío, tengo tanta hambre y estoy tan cansado…Concédeme hospitalidad por esta noche; si no, moriré en el camino…

Tomamari y Maharita se miraron ¿había, pues en el mundo un ser más pobre y desvalido que ellos? ¿Había, pues quien no tenía ni siquiera un techo en que cobijarse?

-Entra, entra-dijo Tomamari, con voz emocionada. Nosotros somos pobres, muy pobres; pero lo poco que tenemos es también tuyo.

Y ofreció al mendigo el último pedazo de pan duro que había quedado en la despensa y que habían guardado para la sopa del día siguiente. El desconocido lo devoro famélico; pero seguía temblando de frío. ¿Qué hacer? No quedaba ni un trozo de madera en la cabaña; lo habían quemado todo: las sillas, las mesas, las camas. Sin embargo, sí, algo quedaba todavía. Tomanari y Maharita se miraron con angustia. ¿Debían ahora sacrificarlos?

-Si-dijo Maharita, ahogando apenas un sollozo. No podemos soportar que este hombre muera de frío ante nuestros ojos.

Y valerosamente, mientras gruesas lágrimas regaban sus mejillas, la mujer tomó el thuya centenario y lo hecho a la hoguera. Las llamas se alzaron a legres bajo la campana de la chimenea que por tanto tiempo había estado fuera de servicio, esparciendo en torno un ligero calor. Pero muy pronto el fuego se apago, y Maharita tuvo que alimentarla con el pino. Al poco tiempo, el arce siguió la suerte de sus hermanos.

Pero he aquí que entre el crepitar y el culebrear de as lívidas lenguas de fuego, apareció la figura majestuosa y sublime de Buda, el dios de los japoneses, al tiempo que una voz parecía provenir a la vez del cielo y de la tierra, decía:

-Habéis dado todo cuanto teníais a un pobre y yo bendeciré vuestra casa. De ahora en adelante no os faltará nada.

La aparición se desvaneció. Ambos se volvieron hacia el peregrino, pero éste había desaparecido.

Tomanari y Maharita lanzaron un grito de asombro: las paredes de la casa ya no estaban desnudas, sino que aparecían cubiertas de espléndidos tapices; por el suelo extendíanse muelles alfombras; ricos muebles aparecían repartidos por la estancia, y la despensa abierta de par en par mostraba una espléndida variedad de manjares.

El fuego seguía chisporroteando en la chimenea, y, por último, cosa, más prodigiosa aún, en su rincón estaban sanos y verdes los tres arbolillos enanos que momentos antes habían sido pasto de las llamas.

Habían sufrido mucho de hambre y frío, pero, gracias a su bondad, ahora tenían su justa recompensa. Tomanari y Maharita se echaron uno en brazos del otro y estallaron en llanto. Pero esta vez eran lágrimas de alegría.

La princesa Kuannon.

Erase una vez, hace muchos años, en el Japón, una princesa bellísima, que se llamaba Kuannon. Sus trenzas eran larguísimas, de un negro hermoso y brillante, que parecían de seda, tenía ojos de almendra, profundos como los insondables abismos marinos, y una sonrisa dulcísima que iluminaba su admirable rostro.


Todo el mundo adoraba a Kuannon por su ilimitada bondad. La princesa entraba en todas las casas, en todos los palacios, en todas las cabañas del reino, para cuidar a los enfermos, socorrer a los pobres, consolar a los afligidos, devolver la esperanza a los desesperados, y con su sonrisa traía dondequiera que iba un rayo de alegría y de consuelo.

Pero Kuannon tenía una congoja que la atormentaba noche y día sin reposo: su pensamiento no podía apartarse de los condenados que sufrían terriblemente en los abismos infernales. Era verdad que, habiendo sido malvados y pecadores, la divinidad los había castigado justamente; pero la dulce doncella no podía pensar en ellos sin sentir el corazón oprimido, y se atormentaba porque no podía socorrer a los muertos como socorría a los vivos. Por eso rogaba a todas las divinidades japonesas para que le concedieran la gracia de poder descender al infierno.

Tanto suplico, con tanta fe y tanto fervor, que finalmente su oración fue escuchada. Un día se le apareció Jizo , el dios protector de los niños; tenía el aspecto de un pequeño sacerdote, con la cabeza completamente afeitada y una expresión de gran benevolencia en el rostro. En una mano llevaba un juguete, un caballito de madera y en la otra un bastón adornado con muchos anillos de metal. Kuannon lo reconoció enseguida. Cayó de hinojos reverente y dobló la cabeza sobre el pavimento.

-Los dioses han decidido satisfacer tu deseo, Kuannon-dijo el dios. Su voz era suave, pastosa; su acento era persuasivo.

-¿Te sientes capaz de descender al infierno?-añadió luego.

-Sí, sí…-murmuró Kuannon, temblando de alegría.

-Entonces, sígueme.

El dios echo a andar y la princesa le siguió valerosamente. Ambos llegaron al pie de una montaña rocosa y abrupta, cuya alta cima se perdía entre las nubes. En la pared de la montaña se abría una caverna, negra como la noche. Jizo entró en ella y Kuannon le siguió sin dudarlo.

Descendieron una escalera interminable que conducía a las entrañas de la tierra; y a medida que avanzaban, la oscuridad era más densa, casi palpable; el aire se hacía más pesado, tanto que la princesa respiraba fatigosamente. Con todo, ni por un instante pensó en retroceder.

Cuando estuvieron más próximos a la morada de los condenados, oyeron gritos desgarradores, terribles chillidos, atroces blasfemias, rugidos de monstruos; un humo denso y lívido invadía la caverna, cuyo ámbito era atravesado por pájaros horribles, con garras ganchudas y ojos fosforescentes, que se acercaban amenazadores al bello rostro de la muchacha. Pero bastaba un ademán de Jizo para ponerlos en precipitada fuga.

Finalmente se acabo la caverna subterránea, y el reino de los condenados apareció en todo el horror a los ojos asombrados de Kuannon. Por un instante sintió temblar su corazón, pero se sobrepuso y avanzó entre aquella turba de maldiciones sonriendo.

Entonces se produjo el milagro; ante aquella sonrisa, los condenados cesaron de sufrir, trataron de sonreír ellos también y una alegría misteriosa invadió sus pobres corazones. La luminosa aparición seguía avanzando, rodeada por una aureola de oro. Las llamas se doblaban reverentes a su paso. Horribles serpientes que se retorcían arrastrándose por el suelo, se transformaron en flores multicolores, formando una perfumada alfombra bajo sus pies. Sólo con su presencia Kuannon había convertido aquel lugar de tormento en un lugar de delicias, el infierno se había troncado en el paraíso.

sábado, 29 de diciembre de 2012

La Óctuple Serpiente de Koshi/ El dragón de 8 cabezas

La Óctuple Serpiente de Koshi atrozmente figura en los mitos cosmogónicos del Japón. Ocho cabezas y ocho colas tenía; sus ojos eran del color rojo oscuro de las cerezas; pinos y musgo le crecían en el lomo, y abetos en las frentes. Al reptar, abarcaba ocho valles y ocho colinas; su vientre siempre estaba manchado de sangre. Siete doncellas, que eran hijas de un rey, había devorado en siete años y se aprestaba a devorar la menor, que se llamaba Peine- Arrozal. La salvó un dios, llamado Valeroso-Veloz-Impetuoso-Macho. Este paladín construyó un gran cercado circular de madera, con ocho plataformas. En cada plataforma puso un tonel, lleno de cerveza de arroz. La Óctuple Serpiente acudió, metió una cabeza en cada tonel, bebió con avidez y no tardó en quedarse dormida. Entonces Valeroso-Veloz-Impetuoso-Macho le cortó las ocho cabezas. De las heridas brotó un río de sangre. En la cola de la Serpiente se
halló una espada, que aún se venera en el Gran Santuario de Atsuta. Estas cosas ocurrieron en la montaña que antes se llamó de la Serpiente y ahora de Ocho Nubes; el ocho, en el Japón, es cifra sagrada y significa "muchos". El papel-moneda del Japón aún conmemora la muerte de la Serpiente. Inútil agregar que el redentor se casó con la redimida, como Perseo con Andrómeda.
En su versión inglesa de las cosmogonías y teogonías del Japón (The Sacred Scriptures of the Japanese, Nueva York, 1952), Post Wheeler recuerda los mitos análogos de la Hidra, de Fafnir y de la diosa egipcia Hathor, a quien un dios embriagó con cerveza color de sangre, para librar de la aniquilación a los hombres

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)


Aquí una versión de esta leyenda que me encontre en un tomo de Fabulas, leyendas y cuentas de UTEHA (1983)

Suzano, el dios de las tempestades, expulsado del cielo, se refugió en la tierra y se puso a  viajar de un sitio a otro, observando las cosas y estudiando a los hombres.
Una tarde, hacia la puesta del sol, llegó cerca de una alquería  situada en pleno campo y , decidido a pedir hospitalidad por aquella noche, encaminó sus pasos con decisión hacia la puerta. Cuando estuvo a pocos pasos, unas voces lamentables, interrumpidas de vez en cuando por sollozos  y suspiros, hirieron sus oídos.
El dios  se detuvo perplejo en el umbral y echó una ojeada al interior de la casa. En el centro de la estancia, desnuda, y con el hogar sin fuego, se hallaban tres personas: un anciano, una anciana y una muchacha de rara belleza,  de larga cabellera fluente, negra como las alas del cuervo, y hermosos ojos brillantes como estrellas. Los tres se lamentaban, lloraban y golpeándose el pecho en señal de desesperación.
-¿Qué sucede?- preguntó Suzano. ¿Por qué tanto dolor?
El anciano alzó el rostro lleno de arrugas y húmedo de lagrimas hacia el desconocido y contestó  de esta manera:
-Soy Asizanuci, esta es mi mujer Tenazuci  y la muchacha que  aquí veis llorando es mi hija Kunisada, a quien dentro de poco el dragón de las ocho cabezas vendrá a buscar para llevársela a su guarida y devorarla .
-¿Quién es ese monstruo?- pregunto el dios.
-¡Oh ! es un monstruo enorme, que con  su mole ocupa ocho valles y ocho colinas; y tiene  ocho colas y ocho cabezas. Sus ojos  son de fuego, su vientre lanza chispas, su cuerpo está cubierto de un espeso bosque de cedros gigantes. Este monstruo se ha llevado todas mis riquezas; ha matado uno tras otro cuanto animal había en mi establo  y también los  ciervos que poblaban mi hacienda. Ahora que me ha despojado de todo,  viene a quitarme la única alegría de mi vida, esta hija adorada, en quien había  puesto todas mis esperanzas.
-Si Kusanida quiere ser mi mujer, la protegeré contra el monstruo- dijo Suzano, conmovido por aquel relato.
Y para revelar su identidad, abrió la capa de peregrino que lo cubría. De momento apareció a los ojos de los presentes en toda su prestancia y majestad divinas. Kusanida se le acercó confiada, ofreciéndole su blanca manita, que Suzano estrechó  entre las suyas con ternura.
Pero en aquel preciso momento la tierra tembló espantosamente y un aullido terrible resonó en la noche; el dragón se acercaba. Se divisaban ya las dieciséis  llamas de sus ojos, que desgarraban las tinieblas con lívidos resplandores, en tanto que su cuerpo inmenso, semejante a una montaña, se iba aproximando, arrollándolo todo a su paso.
Suzano desenvainó su refulgente espada y ordenó  a los dos ancianos, que en un rincón de la estancia rezaban temblorosos, que preparaban frente  a la alquería ocho odres llenos de vino.
El dragón avanzaba veloz, como el pensamiento, a pesar de su mole.  Pero al llegar cerca de la casa se detuvo: había sentido los efluvios del vino, del que  era sobremanera glotón. Sin vacilar, metió las ocho cabezas en los ocho odres y se puso a beber con avidez. Y bebió y bebió , hasta que borracho, perdido, cayó a tierra profundamente dormido.
Entonces Suzano se le acercó  y hundió muchas veces la hoja de su espada en el cuerpo inmóvil. Chorros de sangre negrusca manaron de la herida como cascadas y fueron a regar la tierra del contorno, formando un agitado río de olas sangrientas.
El monstruo estaba ya muerto; pero, para mayor seguridad, Susanoo hundió una vez más  su arma en medio del cuerpo inmenso . Un rumor metálico, y la espada divina voló hecha pedazos. ¿Con qué obstáculo se había topado ? El dios quiso averiguarlo; descuartizó el cuerpo del monstruo e imaginen su asombro al descubrir en sus entrañas una larga espada diamantina.
-Esta espada- se dijo, mientras la sacaba de su original vaina- la regalare a mi hermana Amaterasu para obtener su perdón.
Luego, tomo de la mano a la hermosa Kunisada  y la condujo a su maravilloso palacio, ceñido de ocho nubes plateadas, donde vivió para siempre feliz y contento.

Los Trolls

En Inglaterra, las Valquirias quedaron relegadas a las aldeas y degeneraron en brujas; en las naciones escandinavas los gigantes de la antigua mitología, que habitaban en Jotunheim y guerreaban con el dios Thor, han decaído en rústicos Trolls. En la cosmogonía que da principio  a la Edda Mayor, se lee que, el día del Crepúsculo de los Dioses, los gigantes escalarán y romperán Bifrost, el arco iris, y destruirán el mundo, secundados por un lobo y una serpiente; los Trolls de la superstición popular son Elfos malignos y estúpidos, que moran en las cuevas de las montañas o en deleznables chozas. Los más distinguidos están dotados de dos o tres cabezas.
El poema dramático Peer Gynt (1867) de Henrik Ibsen les asegura su fama. Ibsen imagina que son, ante todo, nacionalistas; piensan, o tratan de pensar que el brebaje atroz que fabrican es delicioso y que sus cuevas son alcázares. Para que Peer Gynt no perciba la sordidez de su ámbito, le proponen arrancarle los ojos.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

Criaturas fantásticas de la mitología nórdica

Enanos y elfos
Los enanos (dvergr) resultan una raza especial puesto que son de género masculino y no se suelen reproducir (nacen de modo asexuado), viven bajo la tierra (Svartalfheim) y su ocupación principal es la minería y la metalurgia. Poseen la sabiduría oculta y sagrada que les permite forjar armas mágicas para los héroes y objetos muy poderosos para los dioses.
Los alfos o elfos (álfar), en la época escandinava forman dos grupos, los álfar de luz (ljósálfar), que viven en el cielo (la residencia de Frey se llama Alfheim) y los álfar negros u oscuros (svartálfar, dökkálfar) que viven bajo tierra y en montículos y tumbas, y que no se distinguen bien de los enanos (dvärgar). Aunque, seguramente en un principio su importancia era mayor, posteriormente se mantuvieron en las creencias folclóricas en una posición muy devaluada. La imagen noble de los elfos, altos y bellos, cayó en el olvido y se pasó a la concepción de elfo como criatura pequeña y traviesa, como la que aparece en las obras de William Shakespeare. La relación con los hombres es ambigua y pueden provocar enfermedades pero también favorecer. De ambas razas se dice que surgieron como gusanos de la carne de Ymir. Los dioses les dieron primero forma y les dotaron de una inteligencia sobrehumana, tras lo cual los dividieron en estas dos grandes clases.

Hugin y Munin


Son dos cuervos ,Hugin es el pensamiento y Munin es la memoria, cada día partían temprano para andar alrededor del mundo, recogiendo información que le susurraban a Odín al regresar en la tarde con el Dios y posarse sobre sus hombros. Odín posee tambien dos lobos Geri y Freki.

Yggdrasil

Para los antiguos pueblos germánicos (incluyendo los escandinavos) el universo era un inmenso árbol, el fresno Yggdrasil en el que se encontraban los nueve mundos (Helheim, el Reino de los muertos, Svartálfaheim, el Reino de los elfos oscuros ,Niflheim, el Reino de la nieve y el frío intenso, Jotunheim, el Reino de los gigantes, Midgard, el Reino de los Hombres,Vanaheim, el Reino de los Vanir (una tribu de dioses),Alfheim, el Reino de los elfos de la Luz,Asgard, el Reino de los Dioses (Aesir),Muspelheim, el mundo de los gigantes de fuego), el cual esta provisto de tres raices una se extiende en Niflhel, morada de los muertos, otra se extiende hacia el país de los gigantes donde corre Mimir, la fuente de toda la sabiduría , la tercera corre hacia el país de loa ases y tiene a su pie la fuente de las Nornas , tres espiritus femeninos , Urðr (lo que ha ocurrido), Verðandi (lo que ocurre ahora) y Skuld (lo que debería suceder, o es necesario que ocurra), que riegan el arbol el cual es corroido permanentemente por cuatro ciervos y un reptil , Nidhogg que al igual que la ardilla Ratatösk corre de arriba a bajo , llevando los insultos entre el águila Vidofnir y el halcón Veðrfölnir esperando causar una guerra entre ellos.

Las valquiriasValquiria significa, en las primitivas lenguas germánicas, "la que elige a los muertos". Un
conjuro anglosajón contra los dolores neurálgicos las describe, sin nombrarlas directamente,
de esta manera:
"Resonantes eran, sí, resonantes, cuando cabalgaban sobre la altura. Eran resueltas, cuando
cabalgaban sobre la tierra. Poderosas mujeres...".
No sabemos cómo las imaginaban las gentes de Alemania o de Austria; en la mitología
escandinava son vírgenes armadas y hermosas. Su número habitual era tres.
Elegían a los caídos en el combate y llevaban sus almas al épico paraíso de Odín, cuya
techumbre era de oro y que iluminaban espadas, no lámparas. Desde la aurora, los guerreros,
en ese paraíso, combatían hasta morir, luego resucitaban y compartían el banquete divino,
donde les ofrecían la carne de un jabalí inmortal e inagotables cuernos de hidromiel.
Bajo el creciente influjo del cristianismo, el nombre de Valquiria degeneró; un juez en la
Inglaterra medieval hizo quemar a una pobre mujer acusada de ser una Valquiria, es decir una
bruja.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

Sleipnir, El caballo de 8 pata de Odín

Los dioses se encontraban consternados pues su morada en Asgard se encontraba desprotegida de los ataques, con sus murallas destruidas tras la guerras con los vanes un día apareció un misterioso albañil que se ofreció a construir una fortaleza inexpugnable en tan solo 16 meses,cuando los dioses le preguntaron por su paga, aquel se atrevió a pedir a la Diosa Freya además del sol y la luna, los Dioses se enfurecieron pero no lo echaron, acordaron que le darían 6 meses como plazo para que finalizara el trabajo el solo, pensando que no acabaría, y lo que el albañil lograra avanzar no les costaría, el albañil solo pidió que se le permitiera utilizar su caballo Svadilfari, Loki cerro el trato con aquel albañil que no era otro que un gigante disfrazado.

Para el asombro de los Dioses aquel magnifico caballo gris era capaz de trasladar una inmensa cantidad de piedras y aquel hombre realizaba rápidamente el trabajo equivalente al de varios bravos guerreros, pasaron los días se acercaba la fecha pactada y los dioses se vieron en una situación muy difícil, pues de ningún modo podían perder al sol o la luna y mucho menos la diosa Freya iba a acabar con aquel gigante, entonces presionaron a Loki quien los había metido en tal lió.

Loki se transformo en una yegua y se le apareció al gris semental Svadilfari cuando fue mandado por piedras, el cual persiguió a la yegua que lo llevo lejos, de esta manera, el gigante no pudo realizar el trabajo, furioso se disponía a destruir la gran muralla, cuando apareció el Dios Thor y lo derribo con un poderoso golpe de su legendario martillo: el Mjollnir.

Loki como resultado de sus tratos con aquel semental, engendro un caballo con 8 patas: Sleipnir , el más magnifico y rápido de todos los caballos, capaz de andar sobre la tierra, el aire y el mar, el cual se lo obsequio a Odín y que fue capaz de llevar a este en alguna ocasión a la tierra de los muertos y de regreso.
El Ragnarok
En la mitología nórdica los dioses no son inmortales, la Voluspa describe su final en una batalla definitiva: El ragnarok.
Cuando llegue el día de esta batalla los lobos Skoll y Hati, que han estado desde el principio de los tiempos persiguiendo el sol y la Luna , respectivamente conseguirán sus objetivos, y los devoraran y el mundo se sumergira en la oscuridad(Antes del ragnarok ,a veces Skoll ó Hati logran tragarse al sol o la luna brevemente y se producen los eclipses) .
Se supone que estos lobos son hermanos o hijos del Lobo Fenir que finalmente sera liberado y se enfentara al Dios Odín y lo devorara.

También combatirá contra los Dioses Garm perro guardián del infierno que al igual que el Can Cervero tiene tres cabezas;Y la serpiente,
Jórmungandr, la cual los dioses ” tiraron al mar que rodea la tierra y en el mar ha crecido de tal manera que ahora también rodea la tierra y se muerde la cola".
En Jótunheim, que es la tierra de los gigantes, Utgarda-Loki desafía al dios Thor a Ievantar un
gato; el dios, empleando toda su fuerza, apenas logra que una de las patas no toque el sueló;
el gato es la serpiente. Thor ha sido engañado por artes mágicas.
Cuando llegue el Crepúsculo de los Dioses, Ia serpiente devorará la tierra, y se batirá con el Dios Thor para aniquilarse mutuamente.

El centauro

El Centauro es la criatura más armoniosa de la zoología fantástica. "Biforme" lo llaman las Metamorfosis de Ovidio, pero nada cuesta olvidar su índole heterogénea y pensar que en el mundo platónico de las formas hay un arquetipo del Centauro, como del caballo o del hombre.
El descubrimiento de ese arquetipo requirió siglos; los monumentos primitivos y arcaicos exhiben un hombre desnudo, al que se adapta incómodamente la grupa de un caballo. En el frontón occidental del Templo de Zeus, en Olimpia, los Centauros ya tienen patas equinas; de donde debiera arrancar el cuello del animal arranca el torso humano.
Ixión, rey de Tesalia, y una nube a la que Zeus dio la forma de Hera, engendraron a los
Centauros; otra leyenda refiere que son hijos de Apolo. (Se ha dicho que "centauro" es una derivación de gandharva; en la mitología védica, los Gandharvas son divinidades menores que rigen los caballos del sol.) Como los griegos de la época homérica desconocían la equitación, se conjetura que el primer nómada que vieron les pareció todo uno con su caballo y se alega que los soldados de Pizarro o de Hernán Cortés también fueron Centauros para los indios.
"Uno de aquellos de caballo cayó del caballo abajo; y como los indios vieron dividirse aquel animal en dos partes, teniendo por cierto que todo era una cosa, fue tanto el miedo que tuvieron que volvieron las espaldas dando voces a los suyos, diciendo que se había hecho dos haciendo admiración dello: lo cual no fue un misterio; porque a no acaecer esto, se presume que mataran todos los cristianos", reza uno de los textos que cita Prescott.
Pero los griegos conocían el caballo, a diferencia de los indios; lo verosímil es conjeturar que el Centauro fue una imagen deliberada y no una confusión ignorante.
La más popular de las fábulas en que los Centauros figuran es la de su combate con los
lapitas, que los habían convidado a una boda. Para los huéspedes, el vino era cosa nueva; en mitad del festín, un Centauro borracho ultrajó a la novia e inició, volcando las mesas, la famosa Centauromaquia que Fidias, o un discípulo suyo, esculpiría en el Partenón, que Ovidio cantaría en el libro duodécimo de las Metamorfosis, y que inspiraría a Rubens. Los Centauros, vencidos por los lapitas, tuvieron que huir de Tesalia. Hércules, en otro combate, aniquiló a flechazos la estirpe.
La rústica barbarie y la ira están simbolizadas en el Centauro, pero "el más justo de los
Centauros, Quirón" (Ilíada, XI, 832), fue maestro de Aquiles y de Esculapio, a quienes instruyó en las artes de la música, de la cinegética, de la guerra y hasta de la medicina y la cirugía.
Quirón memorablemente figura en el canto duodécimo del Infierno, que por consenso general se llama "canto de los Centauros". Véanse a este propósito las finas observaciones deMomigliano, en su edición de 1945.
Plinio dice haber visto un Hipocentauro, conservado en miel, que mandaron de Egipto al
emperador. En la Cena de los siete sabios, Plutarco refiere humorísticamente que uno de los pastores de Periandro, déspota de Corinto, le trajo en una bolsa de cuero una criatura recién nacida que una yegua había dado a luz y cuyo rostro, pescuezo y brazos eran humanos y lo demás equino. Lloraba como un niño y todos pensaron que se trataba de un presagio espantoso. El sabio Tales lo miró, se rió y dijo a Periandro que realmente no podía aprobar la conducta de sus pastores.
En el quinto libro de su poema De rerum natura, Lucrecio afirma la imposibilidad del Centauro, porque la especie equina logra su madurez antes que la humana y, a los tres años, el Centauro sería un caballo adulto y un niño balbuciente. Este caballo moriría cincuenta años antes que el hombre.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

El basilisco

El Arcángel Miguel matando al basilisco

En el curso de las edades, el Basilisco se modifica hacia la fealdad y el horror y ahora se lo olvida. Su nombre significa "pequeño rey"; para Plinio el Antiguo (VIII, 33), el Basilisco era una serpiente que en la cabeza tenía una mancha clara en forma de corona. A partir de la Edad Media, es un gallo cuadrúpedo y coronado, de plumaje amarillo, con grandes alas espinosas y cola de serpiente que puede terminar en un garfio o en otra cabeza de gallo. El cambio de la imagen se refleja en un cambio de nombre; Chaucer, en el siglo XIV, habla del "basilicock". Uno de los grabados que ilustran la Historia Natural de las Serpientes y Dragones de Aldrovandi le atribuye escamas, no plumas, y la posesión de ocho patas. [Ocho patas tiene, según la Edda Menor, el caballo de Odín.]

Lo que no cambia es la virtud mortífera de su mirada. Los ojos de las gorgonas petrificaban; Lucano refiere que de la sangre de una de ellas, Medusa, nacieron todas las serpientes de Libia: el Áspid, la Anfisbena, el Amódite, el Basilisco. El pasaje está en el libro noveno de la Farsalia; Jáuregui lo traslada así al español:

El vuelo a Libia dirigió Perseo,
Donde jamás verdor se engendra o vive;
Instila allí su sangre el rostro feo,
Y en funestas arenas muerte escribe;
Presto el llovido humor logra su empleo
En el cálido seno, pues concibe
Todas sierpes, y adúltera se extraña
De ponzoñas preñadas la campaña...
La sangre de Medusa, pues en este
Sitio produjo al Basilisco armado
En lengua y ojos de insanable peste,
Aun de las sierpes mismas recelado:
Allí se jacta de tirano agreste,
Lejos hiere en ofensas duplicado,
Pues con el silbo y el mirar temido
Lleva muerte a la vista y al oído.
En alas de oro soberano asiste
Allí el dragón, que volador brillante
Cual sacre al suelo desde el viento embiste,
Buscando cebo en el ganado errante:
Al proceloso encuentro no resiste
Toro, rinoceronte, ni elefante,
Que su bufido y golpe es rayo y trueno,
Y mata sin expensas de veneno.

El Basilisco reside en el desierto; mejor dicho, crea el desierto. A sus pies caen muertos los pájaros y se pudren los frutos; el agua de los ríos en que se abreva queda envenenada durante siglos. Que su mirada rompe las piedras y quema el pasto ha sido certificado por Plinio. El olor de la comadreja lo mata; en la Edad Media, se dijo que el canto del gallo. Los viajeros experimentados se proveían de gallos para atravesar comarcas desconocidas. Otra arma era un espejo; al Basilisco lo fulmina su propia imagen. Los enciclopedistas cristianos rechazaron las fábulas mitológicas de la Farsalia y pretendieron una explicación racional del origen del Basilisco. (Estaban obligados a creer en él, porque la Vulgata traduce por "basilisco" la voz hebrea Tsepha, nombre de un reptil venenoso.) Según recoge Pierre de Beauvais en su Bestiario de 1206, nace a partir de un huevo deforme, puesto por un gallo al llegar éste a la edad de 7 años, incubado por un sapo durante 9 años; por lo tanto al nacer guarda todas las características de sus progenitores, cabeza de gallo, cola de serpiente y cuerpo de sapo.Otra manera de nacer (Probablemente la más aceptada) Es que nace de un huevo puesto por un gallo e incubado por una serpiente Y se dice que nace con cuerpo de gallo,lengua de serpiente y cresta .En el siglo XVI, Sir Thomas Browne la declaró tan monstruosa como la generación del Basilisco Por aquellos años, Quevedo escribió su romance El Basilisco, en el que se lee:

Si está vivo quien te vio,
Toda tu historia es mentira,
Pues si no murió, te ignora,
Y si murió no lo afirma.

Fuentes :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

Wikipedia : Basilisco

El yáculo

El yáculo es una serpiente voladora, de ella escribe Lucano (9, 720): "Y los voladores yáculos". Están encaramadas a los árboles, y cuando un animal se encuentra a su alcance, se lanzan sobre él y lo matan;por eso se los conoce como yáculos. Por otra parte, en Arabia existen serpientes provistas de alas y llamadas sirenas, que aventajan a los caballos en la carrera y además, según cuentan, también vuelan; su veneno es tan poderoso que la muerte sobreviene antes de sentir el dolor de la picadura (XII 4, 29).

Etimologías de San Isidoro (XII 4, 29).

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

La anfisbena

La Farsalia enumera las verdaderas o imaginarias serpientes, que los soldados de Catón afrontaron en los desiertos de África; ahí están la Parca "que enhiesta como báculo camina" y el Yáculo, que viene por el aire como una flecha, y "la pesada Anfisbena, que lleva dos cabezas". Casi con iguales palabras la describe Plinio, que agrega: "como si una no le bastara para descargar su veneno". El Tesoro de Brunetto Latini -la enciclopedia que éste recomendó a su antiguo discípulo en el séptimo círculo del Infierno- es menos sentencioso y más claro: "La Anfisbena es serpiente con dos cabezas, la una en su lugar y la otra en la cola; y con las dos puede morder, y corre con ligereza, y sus ojos brillan como candelas". En el siglo XVII, Sir Thomas Browne observó que no hay animal sin abajo, arriba, delante, detrás, izquierda y derecha, y negó que pudiera existir la Anfisbena, en la que ambas extremidades son anteriores. Anfisbena, en griego, quiere decir "que va en dos direcciones". En las Antillas y en ciertas regiones de América, el nombre se aplica a un reptil que comúnmente se conoce por "doble andadora", por "serpiente de dos cabezas" y por "madre de las hormigas". Se dice que las hormigas la mantienen. También se dice que, si la cortan en dos pedazos, éstos se juntan.

Las virtudes medicinales de la Anfisbena ya fueron celebradas por Plinio.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

El ave fénix

En efigies monumentales, en pirámides de piedra y en momias, los egipcios buscaron eternidad; es razonable que en su país haya surgido el mito de un pájaro inmortal y periódico, si bien la elaboración ulterior es obra de los griegos y de los romanos. Erman escribe que en la mitología de Heliópolis, el Fénix (benu) es el señor de los jubileos, o de los largos ciclos de tiempo; Herodoto, en un pasaje famoso (II, 73), refiere con repetida incredulidad una primera forma de la leyenda:

"Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de Fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, que según los de Heliópolis, sólo viene a Egipto cada quinientos años, a saber cuando fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mole y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas, en parte doradas, en parte de color carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mi poco dignos de fe, no omitiré el referirlos. Para trasladar el cadáver de su padre desde Arabia hasta el Templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre, el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al Templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren".

Unos quinientos años después, Tácito y Plinio retomaron la prodigiosa historia; el primero rectamente observó que toda antigüedad es oscura, pero que una tradición ha fijado el plazo de la vida del Fénix en mil cuatrocientos sesenta y un años (Anales, VI, 28). También el segundo investigó la cronología del Fénix; registró (X, 2) que, según Manilio, aquél vive un año platónico, o año magno. Año platónico es el tiempo que requieren el sol, la luna y los cinco planetas para volver a su posición inicial; Tácito, en el Diálogo de los oradores, lo hace abarcar doce mil novecientos noventa y cuatro años comunes. Los antiguos creyeron que, cumplido ese enorme ciclo astronómico, la historia universal se repetiría en todos sus detalles, por repetirse los influjos de los planetas; el Fénix vendría a ser un espejo o una imagen del universo. Para mayor analogía, los estoicos enseñaron que el universo muere en el fuego y renace del fuego y que el proceso no tendrá fin y no tuvo principio.

Según la leyenda cristianizada, el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas.

Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.
Clemente de Roma. Epístola a los Corintios (XXV).

Los años simplificaron el mecanismo de la generación del Fénix. Herodoto menciona un huevo, y Plinio, un gusano, pera Claudiano, a fines del siglo IV, ya versifica un pájaro inmortal que resurge de su ceniza, un heredero de sí mismo y un testigo de las edades.

El Fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del tiempo con el renacer de sus miembros. No sacia su hambre comiendo ni apaga su sed con fuente alguna.
Claudio Claudiano

Pocos mitos habrá tan difundidos como el del Fénix. A los autores ya enumerados cabe agregar: Ovidio (Metamorfosis, XV), Dante (Infierno, XXIV), Shakespeare (Enrique VIII, v, 4), Pellicer (El Fénix y su historia natural), Quevedo (Parnaso español, VI), Milton (Samson Agonistes, in fine). Mencionaremos asimismo el poema latino De Ave Phoenice, que ha sido atribuido a Lactancio, y una imitación anglosajona de ese poema, del siglo VIII. Tertuliano, San Ambrosio y Cirilo de Jerusalén han alegado el Fénix como prueba de la resurrección de la carne. Plinio se burla de los terapeutas que prescriben remedios extraídos del nido y de las cenizas del Fénix.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

El fénix chino

Los libros canónicos de los chinos suelen defraudar, porque les falta lo patético a que nos tiene acostumbrados la Biblia. De pronta, en su razonable decurso, una intimidad nos conmueve.
Esta, por ejemplo, que registra el séptimo libro de las Analectas de Confucio:
"Dijo el Maestro a sus discípulos: ¡Qué bajo he caído! Hace ya tiempo que no veo en mis sueños al príncipe de Chu".
O ésta del libro noveno:
"El Maestro dijo: No viene el Fénix, ningún signo sale del río. Estoy acabado".
El "signo" (explican los comentadores) se refiere a una inscripción en el lomo de una tortuga mágica. En cuanto al Fénix (Feng), es un pájaro de colores resplandecientes, parecido al faisán y al pavo real. En épocas prehistóricas, visitaba los jardines y los palacios de los emperadores virtuosos, como un visible testimonio del favor celestial. El macho, que tenia tres patas, habitaba en el sol.
En el primer siglo de nuestra era, el arriesgado ateo Wang Ch'ung negó que el Fénix
constituyera una especie fija. Declaró que así como la serpiente se transforma en un pez y la rata en una tortuga; el ciervo, en épocas de prosperidad general, suele asumir la forma del unicornio, y el ganso, la del Fénix. Atribuyó esta mutación al "liquido propicio" que, dos mil trescientos cincuenta y seis años antes de la era cristiana, hizo que en el patio de Yao, que fue uno de los emperadores modelo, creciera pasto de color escarlata. Como se ve, su información era deficiente o más bien excesiva.
En las regiones infernales hay un edificio imaginario que se llama Torre del Fénix.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

El abominable hombre de las nieves

Un gélido día de noviembre de 1951, los alpinistas británicos Eric Shipton y Michael Ward regresaban d un reconocimiento del Everest. Avanzaban por el glaciar Menlung, situado a unos seis mil metros de altitud, entre el Tibet y Nepal, cuando divisaron una huella gigantesca de treinta y tres por cuarenta y cinco centímetros. Los dos hombres hicieron alto y se miraron asombrados. Era una huella reciente, pues la nieve no se había derretido todavía . Es decir, la impresión se aproximaba mucho al tamaño verdadero del pie que las había producido, pues es sabido que las huellas derretidas aparecen más grandes de lo que son en realidad. Y eso era lo sorprendente ¿Había pasado por allá un gigante, o quizás algún monstruo de las nieves ? Todavía confusos y turbados por el descubrimiento, localizaron más impresiones recientes en una zona de la nieve profunda, las cuales parecían seguir los contornos del glaciar. Embargados por la emoción , siguieron este rastro a lo largo de un kilómetro y medio, hasta que la nieve se hizo más delgada y desaparecieron las huellas. Comprendiendo que podían hallarse en el umbral de un descubrimiento antropológico decisivo, los dos expertos escaladores se apresuraron a obtener varias fotografías de su hallazgo.
Sirviéndose del piolet y de las botas de Ward dar idea del tamaño, Shipton sacó dos fotos perfectamente enfocadas y donde las huellas se apreciaban con toda claridad. Esos documentos suscitarían controversias, dudas y también escepticismo en todo el mundo. Aunque hubo quienes no se recataron en calificarlas de fraudulentas , resultaba innegable que aquello no eran huellas de mono, oso o leopardo , ni las de un ser humano corriente. Por lo tanto, la gente se pregunto qué o quién había marchado delante de los exploradores en aquel desolado paraje del Himalaya . Como mínimo, se sabía que sus pies tenían cinco dedos , siendo los interiores de mayor tamaño que los exteriores; que estos últimos aparecían apiñados, y que el talón era plano y excepcionalmente ancho. Las posibles dudad de Eric Shipton de 1951 se habían disipado diez años después , como demuestra el contenido de su prólogo para el libro de Odette Tchermine, The Snowman and Company:
“Hasta 1951, aunque había visto huellas inexplicables en el Himalaya y el Karakorum, y oído contar historias del “yeti” a mis amigos serpas, éstas me parecían pura fábula. Pero las marcas... que Ward y yo descubrimos en el Menlung, al regresar , al regresar de un reconocimiento del Everest, eran tan recientes, tan inequívocamente producidas por pies descalzos, que me resultó imposible seguir adoptando una postura escéptica. No cabía la menor duda: una gran criatura pasó poco antes por aquel lugar, y ese ser no era un humano , un oso ni especie alguna de simio cuya presencia se conozca en el continente asiático.”
Para los periódicos de la época- y ciertamente para los de épocas posteriores-, esa noticia tenía tanto jugo como todo lo relacionado con el monstruo del lago Ness. Restándole importancia al apelativo tibetano (“yeti” significa criatura mágica), popularizaron el de “abominable hombre de las nieves”, dando así un contenido terrorífico a la imagen del supuesto habitante de los valles , desfiladeros y glaciares del Himalaya. Examinadas las fotografías por miembros de la sociedad Londinense de zoología y del museo británico , concluyeron que las huellas correspondían a un simio (concretamente a un langur) o un oso pardo. Con sólo reparar en la ancada de aquel ser desconocido- de unos setenta y cinco centímetros de longitud- quedaba descartada la absurda teoría del simio, pero esto no hizo el menor efecto en los expertos. The lancet, prestigiosa revista médica británica , fue una de las pocas publicaciones científicas que aceptó el hombre de las nieves propugnado por Shipton. Con el título de “Los gigantes de pies fríos”, en junio de 1960 apareció en sus páginas un artículo que decía lo siguiente:
“En pleno s8iglo XX, numerosas regiones siguen estando poco pobladas y prácticamente sin explorar. De algunas han surgido historias en torno a grandes animales desconocidos por la ciencia. En este sentido, no cabe duda de que el revuelo provocado por el “abominable hombre de las nieves”, supone un tributo al ambiente de misterio y esfuerzo que circunda el punto más elevado del planeta. Claro que también puede deberse al equívoco nombre otorgado a este ser, posiblemente por desconocimiento de la lengua nativa.”
Aunque el yeti saltó a los titulares en los años cincuenta y a principios de los sesenta, se poseían datos sobre el desde 1832. Según el célebre anatomista y antropólogo Jhon Napier, las primeras noticias del hombre de las nieves ; proceden de “los pioneros militares y civiles del imperio británico, en el siglo pasado, y de los especialistas de alta montaña durante el actual”. Gracias a ellos, prosigue Napier, “el Himalaya oriental es más conocido que otras cordilleras donde también existen mitos de monstruos”.
La siguiente observación realizada por un europeo, según nuestros datos se produciría en 1914. Un funcionario forestal británico destinado en Sikkim, J.R.P.Gent, descubrió el rastro de una asombrosa criatura de grandes dimensiones. “Lo curioso – explicó es que sus impresiones miden entre cuarenta y seis y sesenta centímetros de longitud , y que sus dedos muestran una disposición opuesta al sentido de la marcha...Deduzco que no avanza sosteniéndose sobre las plantas de los pies, sino sobre las rodillas y las espinillas”.
Era inevitable el encuentro entre un europeo y el misterioso yeti, hecho sucedido en 1921. La primera expedición de reconocimiento del Everest, mandada por el teniente C.K. Howard-Bury, acababa de escalar una cornisa situada a unos siete mil metros de altitud. De repente, un guía serpa señaló una oscura silueta erguida que avanzaba con rapidez por la nieve, y sus compatriotas aseguraron que se trataba de un “salvaje de las nieves ”. De regreso a su patria , Howard-Bury leyó cuanto pudo hallar sobre las costumbres del salvaje del Himalaya. Se dio cuenta que cumplía las funciones de “coco” entre los niños tibetanos, a quien se advertía que para huir de él, deben corres cuesta abajo, pues así la cabellera le cae sobre los ojos y no ve bien.
En cuanto a la hembra de la especie, y de acuerdo con lo que explican los serpas, ve estorbados sus movimientos por unos senos enormes. Según contaba uno de esos montañeses, en cierta ocasión siguieron las huellas de dos yetis. Eran hembras, y tenían unos pechos tan grandes que para inclinarse debían echárselos primero sobre los hombros.
En la primavera de 1925, el fotógrafo británico N.A. Tombazi localizó a uno de estos esquivos seres en el glaciar Zemu, a unos cinco mil metros de altitud. Como miembro de la Real Sociedad geográfica su testimonio mereció cierto crédito. También en esa ocasión sería un serpa quien se percataría de la presencia del hombre de las nieves, pues el intenso resplandor del blanco manto que cubría el terreno impedía la visión al fotógrafo. Cuando sus ojos se acostumbraron al brillo cegador, se percató que el extraño ser se hallaba a doscientos o tres cientos metros de distancia, en un valle situado al este del campamento.
En su obra titulada Bigfoot, Jhon Napier reconoce así el testimonio de Tombazi:
“Aquella figura era humana. Caminaba erguida y se detenía de vez n cuando para arrancar matas de rododendro. Destacaba con su oscuro pelaje sobre la intensa blancura de la nieve, y me pareció observar que no vestía ropa alguna. En cuestión de un minuto escaso se internó en la maleza y desapareció. Por desgracia no tuve tiempo de tomar el teleobjetivo, ni siquiera de enfocar perfectamente los prismáticos. Dos horas más tarde descendimos dando un rodeo, para pasar por el lugar donde habíamos visto al “hombre” o “bestia”. Examiné las pisadas , claramente visibles sobre la nieve. Tenían aspecto similar a las de un ser humano... Pertenecían a un bípedo, sin rastro alguno que pudiera sugerir el modo de moverse de un cuadrúpedo. Al pasar por Yokson me aseguraron que desde principios del año ninguna persona se había dirigido hacia aquellos parajes , aparte de nosotros. ”

Este tipo de anécdotas convenció a los directivos de Daily mail londinense, quienes decidieron organizar su propia expedición en 1954. Dos años antes el doctor Eward-Dunant, jefe de una expedición suiza al Everest , observó varias marcas indicativas de la presencia de los yeti, aunque la inexistencia de “restos de comida o de excrementos” sugería que “estos animales no habitan en las alturas del Himalaya , sino que sólo se hallan de paso”. El equipo del Daily mail se vio obligado a confirmar esta opinión, pues únicamente consiguió traer consigo algunos cabellos de un supuesto yeti, adheridos a un pericráneo. Esta pieza cónica, de unos trescientos años de antigüedad y hasta entonces conservada en un templo budista, medía veinte centímetros de altura y sesenta y seis de circunferencia. Ralph Izzard, miembro de la expedición , obtuvo una foto y más adelante haría analizar los cabellos. Según los científicos, no pertenecía a “ningún animal conocido”
En the bominable snowman Adventure, Izzard sostiene que el esfuerzo del periódico, aunque motivado por el deseo de aumentar las ventas, no fue del todo inútil . “Tengo la certeza –afirma- de que gracias a nosotros no pasará mucho tiempo sin que se descubra al yeti. Permítaseme, no obstante, un consejo a expediciones futuras. Todos nosotros confiamos más en un encuentro casual , por ejemplo al doblar un recodo del camino , que en los resultados de una búsqueda sistemática ... La misma orografía imposibilita el éxito de cualquier persecución . En extensas zonas de aquel país puede existir un solo sendero, paso obligado de humanos y animales, cuya utilización constituye la única alternativa a riesgos como grietas en los glaciares, avalanchas y demás. A menudo sucede... que los senderos cruzan campos de nieve donde la partida de expedicionarios resulta tan visible , desde cualquier risco, como una hilera de escarabajos en un mantel blanco. El observador puede vigilar su avance durante horas , y optar por seguir oculto o desaparecer...El hecho de que no llegáramos a ver ningún yeti no demuestra nada, a favor o en contra de su existencia... Muchos se alegrarán del fracaso de nuestro objetivo principal y verán con agrado la subsistencia de un gran misterio en este mundo revuelto, misterio que constituye un r reto para cualquier espíritu aventurero.”
Tal como observara Izzard , “el gran misterio” inspiró tres safaris estadounidenses en 1957, 1958 y 1959 , financiados y dirigidos por los magnates Tom Slick y F. Kirk Johnson. Estas expediciones contaban con fusiles y proyectiles hipodérmicos, a los que los yeti tuvieron el buen tino de no aproximarse. Lo máximo que lograron fue varios moldes en yeso de huellas del hombre de las nieves. No por ello dejaron de aparecer informes sobre nuevas observaciones. En su relato de la escalada de 1953 al Everest, el alpinista John Hunt cuenta una historia referida por el solenme abad del monasterio de Thyangboche. Parece que años antes, según explicaba el religioso, había aparecido un yeti:
“Esa bestia, que a veces avanzaba a grandes zancadas, sirviéndose de las patas traseras, y en ocasiones de las cuatro, medía un metro y medio, estando recubierto por una capa de pelo gris... Se detuvo para rascarse .. .Recogió nieve, jugo con ella y emitió algunos gruñidos...
El abad ordenó que ahuyentara al inoportuno visitante, lo cual se cumplió haciendo sonar ruidosos cuernos. El yeti se ahuyento lentamente , perdiéndose entre la maleza.”
Durante los años cincuenta varios científicos soviéticos dedicaron gran atención al yeti. Así en 1958 un hidrólogo de la universidad de Leningrado, el doctor A. G .Pronin, llegó a localizar y observar a una de estas criaturas en la meseta de Pamir. Odette Tchernine recoge este caso en su libro The yeti. “A primera vista – contaba el profesor- me pareció un oso, pero no tardé en percatarme de que poseía rasgos humanos .Andaba sobre dos piernas, , si bien algo encorvado, iba completamente desnudo y tenía el cuerpo recubierto de pelo rojizo. Los brazos eran muy largos y se balanceaban ligeramente al caminar. Estuve observándolo durante unos diez minutos hasta que desapareció entre losa arbustos y un grupo de peñascos ”.
Aunque tuvo que soportar algunas críticas, los círculos oficiales prestaron atención a este suceso. Como consecuencia de ello organizó una comisión dedicada al estudio del hombre de las nieves, a cuyo frente aparecía Boris Porshnerv, profesor de ciencias históricas. Las investigaciones confirmaron la existencia del yeti. “Durante el siglo XV- declaraba el informe de la comisión- estos nomás habitaron las agrestes montañas próximas al desierto de Gobi. Tenían todo el cuerpo recubierto de vello, salvo en las manos y el rostro. Su dieta consistía en hojas, hierba y cuanto podían encontrar. ” Otro experto soviético favorable a la teoría del hombre de las nieves fue el profesor Stanyukovich. En 1960 formó parte de una expedición compuesta por zoólogos, arqueólogos, botánicos y escaladores, cuyo objeto era la búsqueda del yeti en la meseta de Pamir. A los nueve meses de paciente esfuerzo, listas siempre las cámaras de lente telescópica, en sus puestos de observación camuflados, no habían hallado nada ni siquiera huellas.
Edmund Hillary dirigió en 1960-61 su propia expedición en busca del yeti. Aunque regresó con un cuero cabelludo del extraño ser , préstamo del monasterio de Khumjung, los hombres de las nieves se mantuvieron tan alejados como siempre. Según los zoólogos que examinaron aquel pericráneo, la pieza procedía de un serow o antílope cabra, animal originario del Asia Oriental . Tan sólo se hizo un descubrimiento: ciertos parásitos localizados en aquel cuero cabelludo eran desconocidos. Por entonces ya se había procedido a un resumen metódico de toda la información disponible, resultando de ella la existencia de tres tipos de hombres de las nieves: el Rimi, de 2.40 metros de altura, que habita en zonas de una altitud máxima de 2000 metros; el Nyalmol, cuya estatura alcanza la fantástica cifra de 5 metros, con una dieta basada en cabras monteses y yaks; y el Rakshi -Bompo, de tan sólo metro y medio, que se sustenta de cereales y mijo. Debido a su timidez y a su preferencia por la soledad, los tres tipos de yeti suelen abandonar por la noche sus refugios, viéndoseles raramente en grupos superiores a dos individuos. Se dice además que no rechazan agua o comida, si se deja en lugares donde puedan encontrarla. Los nepaleses y tibetanos creen que hacerles daño puede traer mala suerte. Según los serpas, los yeti tienen el pelo largo y rojizo, y los pies al revés de los humanos. Por eso, afirman expertos montañeses, sus huellas parecen seguir una dirección opuesta al sentido de su marcha.
Vista la acumulación de pruebas a favor de la existencia del yeti, el gobierno nepalés adoptó en 1961 una postura definitiva. No cabe duda, argumentaba, de que estos seres habitan una zona que abarca desde Siberia y el Sudeste de la Unión Soviética, comprende la India y pasando por Alaska y el Canadá, alcanza los Estados Unidos. En consecuencia, el Estado Nepalés fijó el precio de las licencias en diez mil dólares, para quien tuviera suficiente interés (y dinero) en perseguir al yeti por las cumbres del Himalaya. Por su parte, la emprendedora oficina Buthanense de correros lanzó una emisión de estampillas triangulares con la imagen del hombre de las nieves, como ser representativo de las montañas del país.

Hay expertos que no sólo creen en la existencia del yeti, sino que están convencidos de la inminencia de su captura. Cuando está se produzca, seguramente se le reserva una vida de lujo en algún zoológico. En cuanto a teorías sobre su origen, la más reciente procede de un equipo de tres zoólogos que, a fines de 1972, se disponía a perseguir al fabuloso ser. Lo consideran descendiente de un mono gigantesco (el gigantophitecus ), refugiado hace medio millón de años en las zonas montañosas del Asia meridional. En esa época el Himalaya se hallaba en pleno proceso de elevación , incrementando su altitud en dos mil quinientos o tres mil metros. Como consecuencia de este aumento de cota y las consiguientes modificaciones del terreno, el hombre de las nieves pudo quedar aislado. El proyecto de estos zoólogos se basaba en buscar al yeti en las zonas boscosas de Katmandú, descartando altitudes mayores.
¿Por qué ha despertado tanto interés el tema del yeti? No puede deberse únicamente al sensacionalismo de la prensa. Se comprendería que una campaña publicitaria suscitara cierta atención pasajera , pero es que a más de 50 años de las fotografías de Eric Shipton, el yeti sigue siendo atractivo para el publico , y casi forma parte de una tradición. Quizas nos apasiona el descubrimiento de pueblos o seres afines a nosotros, de gentes hasta ahora perdidas por la civilización. Sin embargo, en 1954 se supo de la existencia de tribus en Nueva Guinea, hasta entonces desconocidas, compuestas por unos cien mil individuos. El tema despertó interés,naturalmente , pero no la fascinación colectiva producida por el yeti . Las tribus de Nueva Guinea son ya, una realidad innegable; el hombre de las nieves sigue constituyendo un misterio . No sabemos si existe o no. Sólo disponemos de huellas y observaciones.
Acaso ésta sea la verdadera función del yeti. Necesitamos disponer de criaturas semi fantásticas. Quizá no nos interese tanto poseer la certeza de que existen , como creer que pueden existir. Diríase que la incertidumbre, la falta de pruebas fehacientes, su lejanía, fortalecen su arraigo en nuestra imaginación, dándole a la vida una dimensión que se perdería si poseyéramos esa certeza, esa evidencia incontrovertible. Estas criaturas, a caballo entre el hombre y el simio, enfrentadas a la naturaleza en su lucha por la supervivencia, cumplen la misma función psicológica que en otros tiempos desempeñaron los dragones y las sirenas.

El pegaso

Una figura más asociada con el orgullo de lo que podíamos pensar es la del Pegaso, para hablar de el tengo que remontarme un poco a la historia de la Medusa, Medusa era una hermosa joven que fue seducida, tal vez violada por el Dios Poseidon en un templo dedicado a Atena, quien furiosa transformo a la Medusa en el ser horrible que todos conocemos con serpientes por cabello, y una horrible piel escamosa, medusa quedo entonces embarazada de Poseidon, y fue asesinada poco después por el héroe Perseo, quien la decapito, entonces de la sangre derramada por la medusa surgieron el Pegaso y su hermano el gigante Crisaor, el Pegaso voló hasta el olimpo para ponerse a las ordenes de Zeus en una alegoría de lo que muchos ven como la victoria del héroe sobre el orgullo y la soberbia para elevar al espíritu hasta las alturas del firmamento.

El Pegaso (del griego Pege que en griego significa fuente) era un hermoso caballo alado, blanco se encargaba de llevarle el rayo y el trueno a Zeus , el rey de los Dioses , en alguna ocasión, las musas, que residían en el monte Helicón, que era personificado por un Dios con el mismo nombre , se enfrentaron a las Piérides y el canto de las musas fue tan hermoso, tan bello, tan sublime , que el firmamento, los ríos y las estrellas se detuvieron para escucharlas, hinchado de orgullo y éxtasis, el Helicón creció más y más casi hasta tocar el cielo, hasta que los Dioses ordenaron al Pegaso golpear el Helicón con sus cascos , de hay surgió la fuente Hipocrena , que significa la fuente del caballo.

Posteriormente el Pegaso ayuda a Belerofonte a vencer a la Quimera, monstruo con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, Belerofonte arrojo plomo sobre la garganta de la quimera, que con su aliento de fuego fundió el plomo , el plomo fundido quemo el interior de la quimera, posteriormente, Belerofonte vencería a las amazonas,mujeres gigantes , lleno de orgullo monto sobre Pegaso con rumbo al Olimpo para reunirse con los dioses, cosa que encolerizo a Zeus, quien mando a un simple mosquito para que picara al Pegaso, y entonces este derrumbo a Belerofonte, quien cayo a la tierra ,y a partir de entonces vago maltrecho y herido hasta el final de sus días, el Pegaso pese a todo no fue inmortal, el día que murió fue elevado por Zeus al firmamento , surgiendo así la constelación del Pegaso.

El minotauro




Hoy les hablare de aquel hibrido entre el toro y el hombre El minotauro cuyo mito ha causado una gran fascinación, incluso hoy en día. Propiamente llamado Asterión por los cretenses, era conocido en Atenas como el minotauro, que significa el toro de Minos. Para conocer bien su linaje me remontare hasta Europa.
Europa era una mujer fenicia , de la cual se enamoro Zeus, y un día se presento ante ella bajo la forma de un majestuoso toro blanco , Europa al ver que este toro era manso, se monto en el, Zeus entonces aprovecho y cruzo el mar con ella hasta la isla de Creta donde le revelo su identidad y la sedujo (o violo), Zeus le dio tres regalos: el autómata Talos, Laelaps, el perro que siempre atrapaba a su presa y una jabalina que jamás erraba, además de que aconsejo a Asterión rey de Creta (este es otro Asterión) para que tomara a Europa como su reina. (En honor a la forma que adopto Zeus en esta aventura, el soberano de los Dioses creo la constelación de Tauro)
Rembrandt: La abducción de EuropaAsterion no tuvo descendencia propia con Europa, pero adopto como suyos a los hijos que ella tuvo con Zeus: Minos, Radamantis y Sarpedón. Al morir Asterión y quedar vacante el trono de Creta , Minos reclamo tener derecho a el por encima de sus hermanos, alegando que era esta la voluntad divina, y le pido ayuda a Poseidón, quien decidió mandar un toro blanco que debería ser sacrificado en su honor, como muestra del reconocimiento divino.Los hermanos de Minos renunciaron entonces, sin embargo Minos asombrado por tan prodigiosa bestia, de tan nobles aspecto y forma, decidió quedársela para el y en su lugar sacrifico un bestia menos esplendida de su propio rebaño, Poseidón encolerizado infundo en la esposa de Minos ,Pasífae una pasión irracional por aquel toro, quien tras varios intentos fallidos de seducción acudió con Dédalo, el más hábil técnico de toda la Grecia mitológica, quien construyo una vaca de madera hueca , cubierta con cuero de vaca en la que se introdujo Pasífae para ver al fin colmada su pasión.
Por otro lado Poseidón también había infundado una gran ferocidad en aquel toro salido de las espumas del mar, que hizo estragos hasta que Euristeo rey de Tirinto le encargo a Heracles capturar vivo al toro de Creta (este es uno de los doce celebres trabajos de Heracles) a fin de llevarlo a su Palacio Real, Heracles confronto y venció a la fiera, a la que obligo a doblar la cerviz ante el y envolvió en una gran red y cargo sobre sus fuertes hombros, cruzo el mar y llevo ante Euristeo, quien trataría de ofrecer el toro en sacrificio a la Diosa Era, pero esta lo rechazo debido a su carácter violento, fue pues dejado en libertad y marcho a la llanura de Maratón donde causo destrozos.
Pasifae concibo como fruto de sus relaciones con aquel toro, al minotauro, un ser humano con cabeza de Toro, Minos para resguardar su honor encargo a Dedalo construir un Laberinto en el que fueron encerrados tanto el minotauro como Dedalo, este ultimo escapo gracias a unas alas que construyó, huyo de esta forma de Creta junto a su hijo Icaro.




Es hora de hablar de Teseo, héroe mitológico hijo de Etra y Poseidon/ del rey Egeo (ejem verán Poseidon se unió a Etra la misma noche que Egeo, Teseo es en realidad hijo de Poseidon, pero Egeo no lo supo).El rey Egeo, por temor a los Palántidas, (los 50 hijos de su hermano Palante) decidió que Teseo no pasara su infancia con el, sino en la ciudad de Trecén, fue hasta cumplidos los 16 años que Teseo supo la verdad y partió hacia Atenas, limpiando de paso los caminos de delincuentes y posteriormente venciendo a los Palántidas.
Llego el momento de que el tercer grupo de vírgenes partiera al horripilante laberinto del minotauro, Teseo, en la corte de su padre (ejem, el rey Egeo) se entero del degradante tributo que Atenas le rendía a Creta decidió, que el debería de formar parte de los jóvenes que marcharían al laberinto del Minotauro, a fin de confrontarlo y darle fin a tan grande horror. No hubo razones que hicieran desistir a Teseo.
El rey Egeo, le entrego dos velas a Teseo para su navío: una negra y la otra blanca haciéndole prometer que si Teseo regresaba victorioso el piloto del barco izaría la vela blanca, en caso de morir Teseo, el barco regresaría con la vela negra y el rey Egeo esperaría todos los días desde la torre más alta de su castillo mirando al horizonte, en busca de aquel barco cuyo escrutinio del color de sus velas le haría saber cuanto antes si debería de llorar o estallar de gozo.
Teseo partió a Creta junto con el grupo destinando a ser alimento para el minotauro. Allí conoció a la princesa Ariadna, quien se enamoro del apuesto Teseo, al grado de que su corazón se lleno de una aflicción muy grande al saber que Teseo podría morir en la intrincada residencia del Minotauro. Estando a solas con Teseo la hermosa princesa le dijo a Teseo cuanta tristeza le ocasionaba saber su situación y le ofreció su ayuda. Teseo respondió solemnemente que estaba allí para salvar a Atenas de una grave deshonra. La princesa le prometió que en la mañana siguiente le entregaría un puñal envenenado ante el que el Minotauro cedería de un solo golpe y un ovillo que Teseo desenredaría conforme avanzara dentro del laberinto, y que le ayudaría a encontrar su camino de regreso. Teseo conmovido le prometió a Ariadna que una vez venciera al Minotauro, se la llevaría a su patria donde la haría su esposa. Al día siguiente Ariadna entrego el ovillo y la espada de Teseo antes de que los 14 jóvenes ingresaran al laberinto, tras varias horas, el grupo se encontró con el monstruo, que apenas se iba a lanzar sobre Teseo, quien encabezaba el grupo, cuando este le asesto un golpe que termino con la vida del minotauro.

Siguiendo el hilo encontraron la salida, Teseo tomo a Ariadna y partieron en el barco de Teseo con rumbo a Atenas, sin embargo una fuerte tormenta los sorprendió y una fuerte oleada los empujo hasta la isla de Naxos, todos bajaron a tierra a esperar que cesara la tormenta, Ariadna cansada cayo en un profundo sueño, cuando despertó horas después vio con tristeza que no se encontraba la nave de Teseo, había sido abandonada en una isla desierta.
La desdichada princesa pasó largos días llorando en esa isla, sin alimentos ni esperanzas, hasta caer rendida en la arena, así fue como la encontró el Dios Dionisio que surcaba e mar en un barco pirata, y decidió convertir a la princesa en su esposa.

El por qué del comportamiento de Teseo, no esta muy claro, su nave pudo haber sido empujada por un viento traicionero, pudo no haber querido unirse a una mujer a la que le debía la vida, pudo haberla olvidado simplemente, pudo haber sido por ordenes de Dionisio…
Teseo con la emoción de haber logrado una hazaña tan grande olvido cambiar de velas su barco y regreso a su reino con la vela negra en lo alto, su padre al ver desde la torre de su palacio esto, presa de la desesperación de la supuesta muerte de su hijo, se lanzo al mar, que debido a este acontecimiento lleva su nombre: el Mar Egeo.
Teseo pues al regresar victorioso a la corte para anunciar su triunfo no encontró más que llantos y consternación.



Sebastiano Ricci Baco y Ariadna

Y bueno vale la pena hablar de unas notitas que me deje para el final, el rey Minos, a pesar de lo que se podría pensar, gobernó de una manera muy justa, una leyenda nos habla de que cada nueve años se reunía con Zeus quien le daba instrucciones, al morir, se convirtió en uno de los tres jueces de las almas de los muertos junto con Éaco y Radamantis, famosos por su rectitud y sentido de justicia, esto hace pensar a muchos en la existencia de dos Minos, el sabio gobernante, que llego a ser juez de los muertos y Minos, nieto del otro, quien busco apoderarse del toro surgido del mar y persiguió a Dédalo entre otras aventuras.
Y es que la falta que cometió Minos, es la más grave de todas el cometió hybris: se quiso apoderar de un regalo divino, trasgredió los limites sagrados, el minotauro es la materialización de un ser que transgredió los limites, es humano, es animal y es en parte divino, pues su padre es aquel toro surgido por obra de Poseidón, estos limites no se rompen, el minotauro estaba destinado a morir, por ser una aberración

Las sirenas


A lo largo del tiempo, las Sirenas cambian de forma. Su primer historiador, el rapsoda del duodécimo libro de la Odisea, no nos dice cómo eran; para Ovidio, son aves de plumaje rojizo
y cara de virgen; para Apolonio de Rodas, de medio cuerpo arriba son mujeres y, abajo, aves
marinas; para el maestro Tirso de Molina (y para la heráldica), "la mitad mujeres, peces la
mitad". No menos discutible es su género; el diccionario clásico de Lempriére entiende que
son ninfas, el de Quicherat que son monstruos y el de Grimal que son demonios.

Las sirenas eran ocho hermanas hijas de la musa Calíope y del Dios río Aqueloo, poseían alas y la parte superior de su cuerpo era la de una mujer mientras que la inferior era de ave, aunque a nuestros tiempos se ha preservado mejor la imagen de monstruos mitad pez y mitad mujer, por influencia del mito de los tritones.

Poseedoras de una bella voz osaron competir con las musas, ante las que fueron derrotadas, apenadas se retiraron a una pequeña isla cerca de Sicilia . En cuanto avistaban una nave se lanzaban al mar y entonaban su dulce y embriagante canto, entonces los marineros desviaban su rumbo para ir en busca de las sirenas y se lanzaban al mar para no regresar, según otras versiones chocaban contra las rocas y naufragaban , después los marineros eran devorados por las sirenas.

Se sabía que las sirenas dejarían de existir si algún hombre se atreviera a escuchar su canto y soportara la tentación de arrojarse al mar, aunque nadie había poseído la fuerza de voluntad para esto, hasta que Odiseo debió de cruzar sus peligrosos dominios, entonces por consejo de Circe tapo los oídos de sus compañeros con cera, pero el deseaba escuchar el canto de las sirenas, por lo que ordeno que lo amarraran al palo mayor de la embarcación ,de esta forma sus compañeros no podrían escuchar a las sirenas y Odiseo aunque las escuchara no podría arrojarse al mar. Cuando pasaron cerca de las sirenas, Odiseo escucho su maravillosa voz ,y suplicaba desesperado que lo liberaran para poder arrojarse al mar, pero nadie lo escucho. Para tentarlo, las Sirenas le ofrecieron el conocimiento de todas las cosas del mundo.
"Nadie ha pasado por aquí en su negro bajel sin haber escuchado de nuestra boca la voz dulce
como el panal, y haberse regocijado con ella y haber proseguido más sabio... Porque sabemos
todas las cosas: cuantos afanes padecieron argivos y troyanos en la ancha Tróada por
determinación de los dioses, y sabemos cuanto sucederá en la tierra fecunda
"
(Odisea, Xll).
El enorme mástil se movía ante los esfuerzos de Odiseo, que fueron vanos. Finalmente Odiseo y sus compañeros salieron triunfantes y las sirenas que rodeban su navio, desaparecieron, El cuerpo de una de ellas fue llevado por el mar a las playas italianas y encontrado por unos marineros, que le dieron sepultura. Gente proveniente de los más reconditos puntos de Italia acudio para visitar a aquella novia tan deseada, pero tan temida de todos los navegantes, fundándose con el tiempo en honor de aquella sirena la ciudad de Parténope , que posteriormente cambio su nombre por el de Nápoles.
Otro tradición nos dice que las sirenas se transformaron en piedras cuando Orfeo, en la nave de los argonautas logro cantar con más dulzura que ellas, y ninguno de los tripulantes presto atención a las sirenas, a excepción de Butes que se lanzo al mar, pero Afrodita lo salvo.

En el siglo VI, una Sirena fue capturada y bautizada en el norte de Gales, y figuró como una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo el nombre de Murgen. Otra, en 1403, pasó por una brecha en un dique, y habitó en Haarlem hasta el día de su muerte. Nadie la comprendía, pero le enseñaron a hilar y veneraba como por instinto la cruz. Un cronista del siglo XVI razonó que no era un pescado porque sabía hilar, y que no era una mujer porque podía vivir en el agua.
El idioma inglés distingue la Sirena clásica (siren) de las que tienen cola de pez (mermaids).

Las sirenas son relacionadas con el mundo de Ultratumba, al parecer eran sombrías divinidades que indicaban el paso de un mundo a otro al igual que Caribdis y Escila.

Fuentes :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)

UTEHA
Fabulas, leyendas y cuentos Libro I (1983)

El zorro chino

Para la zoología común, el Zorro Chino no difiere mucho de los otros; no así para la zoología fantástica. Las estadísticas le dan un promedio de vida que oscila entre ochocientos y mil años. Se le considera de mal agüero y cada parte de su cuerpo goza de una virtud especial. Le basta golpear la tierra con la cola para causar incendios; puede prever el futuro y asumir muchas formas, preferentemente de ancianos, de jóvenes doncellas y de eruditos. Es astuto, cauto y escéptico; su placer está en las travesuras y en las tormentas. Los hombres, cuando mueren, suelen trasmigrar con cuerpo de Zorros. Su morada está cerca de los sepulcros.

Existen miles de leyendas sobre él; transcribimos una, que no carece de humorismo:

"Wang vio dos Zorros parados en las patas traseras y apoyados contra un árbol. Uno de ellos tenía una hoja de papel en la mano, y ambos se reían como compartiendo una broma. Trató de espantarlos, pero se mantuvieron firmes y él disparó contra el del papel; lo hirió en el ojo y se llevó el papel. En la posada refirió su aventura a los otros huéspedes. Mientras estaba hablando, entró un hombre que tenía un ojo lastimado. Escuchó con interés el cuento de Wang y pidió que le mostraran el papel. Wang ya iba a mostrárselo, cuando el posadero notó que el recién venido tenía cola. "¡Es un Zorro!", exclamó y en el acto el hombre se convirtió en un Zorro y huyó. Los Zorros intentaron repetidas veces recuperar el papel, que estaba cubierto de caracteres indescifrables, pero fracasaron. Wang resolvió volver a su casa. En el camino se encontró con toda su familia, que se dirigía a la capital. Declararon que él mismo Wang les había ordenado ese viaje, y su madre le mostró la carta en que le pedía que vendiera todas las propiedades y se reuniera con él en la capital. Wang examinó la carta y vio que era una hoja en blanco. Aunque ya no tenían techo que los cobijara, Wang ordenó: "Regresemos".

Un día apareció un hermano menor que todos habían dado por muerto. Preguntó por las desgracias de la familia y Wang le refirió toda la historia. "Ah -dijo el hermano, cuando Wang llegó a su aventura con los Zorros-, ahí está la raíz de todo el mal", Wang mostró el documento. Arrancándoselo, su hermano lo guardó con apuro. "Al fin he recobrado lo que buscaba", exclamó y, convirtiéndose en un Zorro, se fue.

Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)