miércoles, 13 de diciembre de 2017

El Conde y la peregrina

Entre los peregrinos que constantemente se diri-
gían a Santiago para dar gracias y pedir mercedes
al Apóstol, marchaba una cierta ocasión una mujer bellísima y de gran virtud. En el camino se encon- tró a un Conde, acostumbrado a seducir doncellas y a no conceder gran importancia a los hechos de amor. No nos cuenta la leyenda de qué engaños se valdría aquel caballero; pero es lo cierto que la peregrina quedó deshonrada por él. Dolorida ante tal afrenta, decidió pedir justicia al Rey, y marchó en su busca, escoltada por un viejo soldado, devoto y bondadoso.
con la mayor fidelidad, y éste, encontrando justas
sus quejas, mandó llamar al Conde, para hacerle
saber que debía elegir entre tomar en matrimonio a
la peregrina, para lavar su mancha, o morir en el
cadalso.
prefería mil veces morir degollado antes que casarse
con aquella mujer, a la que ahora odiaba por su
delatora actitud.
cuando el soldado que había acompañado a la pe-
regrina tomó cartas en e! asunto para protestar
contra aquella sentencia y afirmando que lo verda-
deramente justo sería que el Conde lavase el pecado


Cuando llegó a Palacio, expuso al Rey lo ocurrido,
El Conde, tan inmoral como altanero, afirmó que
Ya estaba el Rey conforme con la decisión,
y la deshonra cometida en aquella mujer casándose 
con ella y luego purgase con sangre su falta.
Tan convencido quedó el Rey ante estas palabras,
que ordenó fueran dispuestas las bodas y a conti­nuación
 el cadalso. El soldado, que no era otro que el apóstol
 Santiago aparecido para hacer justicia, se convirtió
 en Obispo, con el fin de bendecir aquel matrimonio.
 Después de celebrada la boda, el Conde se dispuso a 
recibir la sentencia; pero cuando se dirigía al cadalso,
 cayó muerto en tierra de re­pente, y así recibió, 
sin bochorno ni deshonor, su justo y merecido castigo.

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