jueves, 14 de diciembre de 2017

LA PALOMA, EL ZORRO Y EL AVE AMIGA EL ROBO ARTERO DE LOS POLLUELOS

17 VERSIONES Y VARIANTES




TUCUMÁN

15

 

EL ZORRO, LA URPILITA Y EL CHUSCHÍN




Que una urpilita1 tenía nido en un árbol y ya había sacau pichones2. Que don Juan Zorro le quería comer los pichones y que viene y le dice:
—Tirame un pichoncito si no querís que suba y te coma con hijos y todo.
La urpilita se ha asustau muchísimo y li ha tirau un hijito. El zorro se lo ha comíu di un bocao.
La urpilita si ha puesto a llorar desconsoladamente. En eso ha veníu el tío Agustín, el chuschín3, y le ha dicho:
—¿Por qué lloras urpilita?
La urpilita li ha contao y el tío Agustín li ha dicho:
Sos inocente, urpila, ¿no vis que es de pícaro que te ha dicho esa mentira? Los zorros no pueden subir a los montes4. Mañana va a volver ese criminal y te va a pedir el otro hijito. Vos decile que suba que no le vas a tirar nada. Que vos sabís que él no puede subir a los montes.
Al otro día ha vuelto el zorro y la urpilita li ha dicho como le aconsejó el chuschín.
Entonce el zorro li ha dicho:
—¿Ah, sí? ¡Bueno! ¿A que eso ti ha dicho el chuschín?
—Sí —ha dicho la urpilita.
Áhi ha salido el zorro a buscar al chuschín. Lo ha pillau descuidado y lo ha cazao. Y lo ha llevao en la boca, mas5 áhi lu han visto los pájaros y los loros que andaban cerca y si han puesto a gritar:
—¡Don Juan si ha cazao al chuschín! ¡Don Juan lu ha cazao al chuschín! ¡Déjelo al pobre chuschín, don Juan Zorro!
Y áhi el chuschín de vivo li ha dicho que les diga a esos bochincheros:
—¡A ustedes qué les importa!
El zorro ha ido a decir, muy enojado, y en cuantito abrió la boca, ¡qué pucha!, se le voló el chuschín y se salvó.

Miguel Ángel López, 78 años. Tafí del Valle. Tafí. Tucumán. 1951.
Campesino inteligente. Conserva la hidalguía de los viejos criollos. Tiene fama de buen narrador en la comarca.


SANTIAGO DEL ESTERO

16

 

EL ZORRO Y EL HORNILLERO




Diz que el zorro le quería comer los pichones a la urpila.
Diz que ha pasao y li ha dicho que va a venir a la mañana siguiente pa que le tire un pichoncito y que si no se lo tira, él va subir al árbol y lo va a comer a ella.
Diz que la urpilita se ha puesto a llorar y el hornillero1 qui ha venío y li ha preguntao por qué llora.
—Porque el zorro mi ha avisao que le tire un pichoncito y si no va a subir al árbol y me va a comer a mí y al otro hijito —li ha dicho.
—No le tires nada. El zorro ti ha mentío. No sabe subir a los árboles, pues —li ha dicho el hornillero.
Diz que ha venío el zorro y la urpila li ha avisao lo que li ha dicho el hornillero y áhi ha dicho el zorro que el hornillero le va pagar ésa. Y si ha ido a buscarlo, pues. Y lu ha encontrao y lu ha cazao. Y lo ha llevao en la boca pa hacerlo sufrir. Y áhi lu han visto los otros pájaros y han empezao a gritar que aturdían al zorro y decían:
—¡El zorro lleva al hornillero! ¡El zorro ha cazao al hornillero! ¡El zorro va a comer al hornillero!
—Deciles a esos atrevidos que ¡qué les importa! —le dice el hornillero al zorro.
Como el zorro ha 'stao tan enojao con los pájaros, ha abierto la boca para decirles que ¡qué les importa! y el hornillero si ha volao a un árbol alto y así se salvó.

Trinidad Vega de Córdoba, 67 años. Villa de Río Hondo. Río Hondo. Santiago del Estero. 1957. Lugareña rústica. Buena narradora.


CATAMARCA

17

 

LA PALOMA Y EL TÍO AGUSTÍN



Una vez la paloma1 había hecho nido en el suelo. Iba Juan el zorro pasando por ese lugar y la ve empollando, y le dice:
—Hola, doña Paloma, ¿por qué no me da un huevito? Tengo mucho hambre.
La paloma se llevó un gran susto y por salvar sus huevitos le dice al zorro:
—Vení en la otra semana. Ya voy a tener pichoncitos y así te los comís a ellos.
Bueno hai2 ser —le dijo el zorro. —¡Hasta la otra semana!
La paloma quedó muy triste y se puso a llorar.
Después viene el tío Agustín, el chuschín, y la ve a la paloma y le dice:
—¿Qué hacís áhi, empollando en el suelo? ¿Y si viene Juan y te come?
La paloma le contesta:
—Sí, ya ha andau y mi ha queríu comer los güevitos. Yo l'hi dicho que güelva l'otra semana que ya voy a tener pichones, y así comía mejor. Por eso 'toy llorando.
—Tonta —le dice el tío Agustín—, subite arriba d'ese árbol y hace nido áhi. Juan no te va poder comer porque él no sabe trepar.
Entonce la paloma li ha hecho caso y li ha agradecido al tío Agustín, y se sube y hace nido en el árbol y lleva sus güevitos.
A la semana viene Juan y no la encuentra. Mira pa arriba y la ve a la paloma, y le dice:
—¿Quí hacís áhi? ¿Quén ti ha dicho que te subas?
Y la paloma le dice:
—Sí, tío Agustín mi ha dicho qui aquí me suba pa que vos no me comas.
Y dice Juan enojado:
—¡Ya va ver tío Agustín cuando lu encuentre! —y se va.
Cierto día lu halla el zorro a tío Agustín, distraído, pisando un barrito, y lo caza. Lu alza en la boca y lo llevaba por áhi, a la orilla di un camino. Por el camino han ido pasando unos arrieros y éstos llevaban perros. Y cuando lo ven a don Juan que llevaba una cosa en la boca si han puesto a réir y uno ha dicho:
—Velo a don Juan, va con tío Agustín en la boca. ¿No tendrá vergüenza ese canalla?
Entonce tío Agustín le dice al zorro:
—Deciles que ¡qué les importa a ellos! Entonces Juan, enojado, les dice:
—Y a ustedes, ¿qué les importa? —y áhi abre la boca y se vuela a un árbol, tío Agustín, muy contento.
Y en ese momento vienen los perros de los arrieros que si habían quedao atrás y lo pillan al zorro y lo matan.
Y di áhi, dentro por un zapatito roto y salió por otro, pa que usté cuente otro.

Efigenia López, 62 años. Icaño. La Paz. Catamarca. 1952. Lugareña de viejas familias comarcanas. Buena narradora.


CATAMARCA

18

 

LA URPILA Y EL ZORRO




La urpila estaba empollando en el suelo, abajo de un árbol. Y de estar, pasa por áhi el zorro y la encuentra. La mira y le dice:
—¡Apróntate pa comerte!
Y la urpila, temblando de miedo, le dice:
No, don Juan, no me coma tuavía, dejemé pa después, ya entre dos u tres días vuá hacer reventar1, y ya puede comer más.
El zorro pensó un rato, vio que le convenía esperar, y le dice:
—'Tá güeno. Vuá volver pa entonce a comerlos.
La urpila quedó muy triste llorando. Y en eso pasa tío Agustín, el chuschín, que siempre anda en el suelo buscando comidita, y al verla llorar le dice:
—¿Qué te pasa que 'tas llorando, hija?
—¡Cómo no vuá llorar, si ha venío don Juan y me ha dicho que me va a comer con hijos y todo!
—'¡Ah, urpila zonza! Subite y hace nido arriba 'el árbol. Áhi no te va a alcanzar don Juan.
La urpila hizo lo que le dijo el tío Agustín. A los tres días volvió el zorro pa comerla a la urpila con los hijos, y no la halla, y se enoja, y dice:
—¡Ah, urpila picara! ¡Ya me ha jodío, pero me la va a pagar!
               Empieza a olfatiar y la descubre arriba, y le dice:
—Bajate, te vuá comer.
Y le insistía que baje. La urpila no quería por nada bajar. Y el zorro al ver que era inútil le dice:
¿Y quén te ha dicho que te subáis2 arriba? —Tío Agustín —dice la urpila. —¡Ah, pícaro, ya me la pagará!
Y sale el zorro muy enojao, y de estar, lo ve a tío Agustín muy entretenido buscando gusanitos en el suelo. Se va despacito, lo gatia3 y le pega un salto, y lo agarra del lomo. Y ya se lo lleva pa comerlo. Lo llevaba a tío Agustín en la boca, y en eso pasan unos contrabandistas4 y empezaron a gritar:
—¡Velo a don Juan! ¡Lo lleva a tío Agustín pa comerlo! ¡Dejeló don Juan al tío Agustín!
Tío Agustín que iba temblando de miedo, que ya se vía muerto, viendo un lao pa salvarse, le dice al zorro:
—Digalés, ¡qué les importa!, a esos metidos.
Y el zorro abre la boca y les dice a los hombres:
—¡Qué les importa!...
Y cuando abre la boca, el zorro, tío Agustín sale volando, embromando5 otra vez al zorro.

Delfín Camaño, 77 años. Ampollas. Santa Rosa. Catamarca. 1946.
Campesino rústico. Muy buen narrador.


LA RIOJA

19

 

EL ZORRO CON LA PALOMA




Una vez había una palomita que había anidau en un bosque1. Áhi si hizo su nidito. Por cierto, después di un tiempo tenía sus pichoncitos, la cual estaba tan contenta. Pero, resulta que había un zorro que en ese tiempo se le decía Juan, y que a los animales se nombraba más por nombre.
            'Taba la palomita ya con los pichoncitos grandecitos y don Juan la había andado mirando ya, más u menos calculando que ya tuviera los pichoncitos grandes, y comu es un bicho tan vivo, tan audaz, le dice:
            —¡Oh, doña Paloma! ¿Qué hace ahí?
            —Aquí estoy cuidando mis hijitos.
            —¡Ahí, ¿y no sabe que el que quema y roza es dueño de posesión2?
            —Ah, don Juan!, yo creo que aquí ande 'stoy me puede pertenecer, porque yo, como ave...
            —¡Ah, no!, aquí hi quemau y hi rozáu. Yo soy dueño de posesión. Estos bosques son míos.
            —¿Por qué me hace eso si yo estoy cuidando mis pichoncitos, mis hijos?
            —¡Ah, no! Si no se va de inmediato me subo y la como a usté con sus hijos y todo.
            —Pero, don Juan, no haga eso, cómo va hacer eso, me va dejar sin mis hijos.
            —¡Oh, no! Usté me da uno de sus hijos o si no se va de inmediato. Si no me subo y la como con todo.
            —Pero, no, don Juan. ¿Por qué me hace eso?
            —No, así es, usté se va o me tira un hijo. Y si mañana vengo y usté sigue ahí me subo y la como a usté con su otro hijo.
            Bueno, la paloma qué iba hacer, le tiró un hijo, y se quedó. El zorro se fue muy contento. Ya por lo menos había saciado un poco su hambre.
            Entonces, la palomita se puso a llorar:
            —¡Juúu!... ¡Juúu!...
            En eso viene don Agustín, que le decimos nosotros así, viene a ser el chuschín. Este animalito, que en vez de caminar, va saltando.
            Bueno... Entonce le dice:
            —¿Qué le pasa doña Paloma que 'ta llorando?
            —Cómo no voy a llorar, ha venido don Juan, me ha hecho que le dé un hijo, y que si no me voy hoy, mañana vendrá y me comerá a mí con el otro hijo.
            —Pero, doña Paloma, ¡cómo piensa eso! —que le dice.
            —Dice que él ha quemado y ha rozado y es dueño de posesión.
            —No puede ser, doña Paloma, ¿cómo se pone a crer eso? Don Juan podrá ser dueño de andar en la tierra, hacer daño, pero resulta que a las plantas él no puede subir. ¡Cómo va crer eso!
            —Cómo no voy a crer, si es tan audaz y capaz de todo.
            —Muy bien —que dice. —Mañana, cuando venga, usté digalé que ha quemau y ha rozau y que es dueña de posesión. Y qui áhi en el árbol ande ha anidado, es dueña, es la dueña usté.
            Muy bien. Al otro día llega don Juan:
            —Cómo, doña Paloma, ¿todavía aquí usté? Si no me tira el otro hijo me subo y la como a usté.
            —Mire, don Juan, el que quema y roza es dueño de posesión. Yo aquí hi quemau y hi rozau y soy dueña de posesión. Y aquí, en el árbol, ande 'toy, soy la dueña.
            —¡Ah!, ¿quién le enseñó eso?
            —Don Agustín.
            —¡Ah, me la pagará, me la pagará!
            Y se fue. Y este don Juan ya si había fijado que don Agustín se iba a una laguna donde se bañaba, que después salía y se revolcaba. Y se puso catiando3 de que viniera. Ha llegado don Agustín, se ha bañado. Se 'taba revolcando, cuando lo agarró don Juan y le dice:
            —Te voy a llevar y te voy a comer allá delante de doña Paloma. Y la voy a comer a ella y al hijo también, para que vea que yo soy el que manda y que soy dueño de las posesiones aquí, de este bosque.
            Y se iba yendo con don Agustín en la boca. Resulta que pasó la suerte que venían unos arrieros y empezaron a gritar:
            —¡Velo a don Juan con don Agustín en la boca! ¡Velo a don Juan con don Agustín en la boca!...
            —Deciles que ¡qué les importa! —le dice don Agustín de dentro 'e la boca 'el zorro.
            Entonce vino a hablar:
            —¡Qué les importa! —dice.
            Y cuando fue a decir ¡qué les importa! se le voló don Agustín de la boca. Se le fue.       Así que se quedó con las ganas, don Juan, de decirle a la paloma que iba a venir otra vez y de comerlo a don Agustín.


            Isidro Segundo Páez, 53 años. Los Sarmientos. Chilecito. La Rioja. 1988.
            Campesino afincado en la región. Excelente narrador.



LA RIOJA

20

 

EL ZORRO, LA PALOMA Y EL CHUSCHÍN




            Una vez estaba una palomita haciendo un nidito arriba, en el palo de una parra,y en eso viene don Juan el Zorro, y le dice:
            —¿Qué está haciendo palomita? Ella miedosa le costestó:
            —Estoy por hacer un nidito.
            —¿Y por qué lo hace tan alto? No lo haga áhi. Uno, cuando pase, no le va poder dar los buenos días, siquiera. Hágalo más bajito.
            Entonces, la palomita llorando, llorando, se puso a hacerlo más abajito, pensando que el zorro la andaba por comer.
            Y en eso pasa don José Agustín, el chuschín, y al oírla llorar, le dice:
            —¿Por qué está llorando, comadrita?
            —Porque ha venido don Juan y me ha dicho que haga más abajito el nidito.
            —No, comadre, eso le ha dicho, para que se la coma. No le haga caso, hágalo bien arriba.
            La palomita obedeció al compadre y volvió a levantar el nidito.
            Cuando pasó el zorro y la vio tan arriba, le preguntó:
            —¿Por qué ha hecho tan alto su nido? ¿No quedó el otro día que lo iba hacer más bajito?
            —Sí, pero mi compadre don José Agustín me ha dicho que lo haga aquí.
            El zorro se fue dijustado1 pensando que algún día se cobraría la deuda. No pasó mucho y se encontraron con el chuschín en unas basuritas, y fingiendo alegrarse, le dice:
            —¡Hola, amigo, cómo le va! —y abrió los brazos como para abrazarlo, y se lo tragó entero.
            Quedó el chuschín vivo en la panza del zorro y de allí oyó un cencerro, y le dijo:
            —¿Por qué no les pregunta a esos arrieros si llevan queso? Pero fuerte, cosa que oigan. A usté que le gustan tanto los quesos, aproveche.
            El zorro que deseaba verdaderamente comer queso, levantó la cabeza y dio un grito:
            —Amigos... ¿no llevan que... sos?..
            Y entonces aprovechó el chuschín para salirse por la boca del zorro y dejarlo nuevamente burlado.
           

            María Luna de Nieto, 55 años. Carrizal. Famatina. La Rioja, 1950.
            Nativa de la región. Ha cursado los grados de la escuela primaria. Buena narradora.



SAN JUAN

21

 

LA ZORRA, LA PALOMITA Y EL CHUSCHÍN




            Dicen que antiguamente los animales tenían nombre como los cristianos. La zorra se llamaba Juana y la paloma se llamaba Petrona. Era una paloma torcaza1.
            Era el caso que doña Juana iba por un camino con mucho hambre. Que tenía la lengua pegada al paladar, y las verijas sumidas, y que la panza le silbaba de hambre. Que lo que caminaba, el viento le hacía hacer ruido: ¡Fita!... ¡Fita!... y la zorra se daba vuelta y decía:
            —¿Quién me llama?
            La zorra desesperada porque no hallaba qué comer, iba y venía por el campo. En eso divisó una paloma torcaza que estaba dando de comer a sus pichones, y inventó una mentira. Se allegó y le dijo:
            —¿Cómo le va, doña Petrona?
            —Y a usté, ¿cómo le va yendo, Juana?
            La paloma le contestaba de miedo a la zorra, y la zorra le dice:
            —Pero, a mí me va muy mal, porque ya me muero de hambre, y como usté es tan buena me va a tirar uno de sus pichoncitos para pasarlo mejor, y si no me tira uno, yo voy a subir y la voy a comer a usté y a todos sus hijitos.
            La paloma se puso a llorar, pero como era inocente, creyó que la zorra puede subir a los árboles y para que no los comiera a todos le tiró un pichoncito. La zorra, hambrienta como estaba, se lo comió con plumas y todo y se jue lamiéndose el hocico, muy contenta.
            Doña Petrona quedó muy triste, llorando y llorando. En eso llegó a pasar por áhi el chuschín, que le llaman don Agustín. Iba cantando su cantito:
                        ¿Sabís, sabís,
                        chingolito,
                        qu' hi visto a chuschín?
                        ¡Pícaro, pícaro chuschín2!

            La vio llorando a la palomita y dejó de cantar, y le preguntó :
            —¿Por qué llora, doña Petrona?
            —¡Cómo no voy a llorar, si doña Juana vino y me dijo que si no le tiraba uno de mis hijitos iba a subir al árbol y me iba a comer a mí y a todos mis pichoncitos, y le tiré uno! ¡Qué iba a hacer!..
            Y don Agustín le dice:
            —Pero, doña Petrona, ¡tan inocente!, ¡si la zorra no puede subir a los árboles! Le ha mentido. Es que ha visto su inocencia. Ahora va a venir a pedirle otro pichoncito. Usté no le dé nada, y digalé que es una mentira.
            La aconsejó que la insulte, que le dijiera de todo3 y que le dijiera que subiera no más al árbol.
            Y así pasó. Que volvió la zorra y le pidió a la palomita un pichoncito, y la amenazó que iba a subir para comerla con los hijitos, si no se lo tiraba. Y la palomita siguió los consejos del chuschín, y la insultó, y le dijo que subiera no más, que ya sabía ella que los zorros no pueden subir a los árboles.
            Y la zorra comprendió que la habían aconsejado a la palomita, y que no podía ser otro que el chuschín, y le dijo:
            —¡Ah!, ya sé que el que ha venido a aconsejar es el chuschín, don Agustín. No puede ser otro, con lo pícaro que es. Más vale que yo no lo encuentre revolcándose a la orilla del mortero4. ¡Me las va a pagar!
            La palomita le dijo que sí, que era el chuschín, que era tan bueno.
            Desde ese día la zorra empezó a buscar al chuschín, por todas partes, con la intriga de ver si lo encontraba. Y lo encontró un día, descuidado en un charquito.
            Estaba mojado porque se había bañado, tomando agua, muy tranquilo, del charquito. La zorra, de un salto, lo agarró. Pero, no lo mató, lo tenía agarradito no más, disfrutando el gusto de haberse vengado y de que lo comería en seguida. El chuschín que se daba cuenta de todo, y que es tan pícaro, le comenzó a decir a la zorra:
            —¡Oh!, ¡doña Juanita!, ¿cómo le va?, ¿qué anda haciendo por acá?
            La zorra, que estaba muy enojada, no le decía nada. Y el chuschín, que ya se contaba muerto, le volvía a decir:
            —Mire, doña Juanita, como usté es tan buena, lléveme no más así, despacito, en su hociquito tan lindo. Ya le voy a decir dónde puede encontrar unas presas muy lindas y gordas. Ya ve que yo soy tan chiquito y tan flaquito. Siga no más por la orilla de este camino.
            La zorra, pensando que lo que el chuschín decía podía ser cierto, y que él era tan chiquito que no alcanzaba ni para un bocado, siguió al trotecito. En eso pasaron unos arrieros con unas cargas de queso en chiguas5, y como vieron que la zorra iba apretando el hocico, que gritaron:
            —¿Qué lleva, doña Juanita, que va tan pulida6? Y todos le preguntaban y se echaban a reír. Entonces el chuschín le dijo:
            —Contésteles que ¡qué les importa!, para que no sean curiosos y metidos7.
            La zorra, para darles una mala contestación a los arrieros, les dijo:
            —Y a ustedes, ¿qué les importa? —y abrió la boca, y el chuschín se disparó.
            El chuschín se voló y se asentó en un árbol alto, y comenzó a cantar, haciendo burlas a la zorra que había sido tan zonza. La zorra siguió muy triste y muy enojada con la mala jugada que le había hecho el chuschín. Iba con mucho hambre. En el camino encontró una cáscara de queso y la agarró con los dientes. En eso encuentra al quirquincho, don Agapito, la ve y le dice:
            —¿Qué lleva, comadre, entre los dientes? Y la zorra, de miedo que se le volara también, apretando los dientes, le contestó muy débilmente:
            —Un quisito.
            Don Agapito, que sabía lo que le había pasado a doña Juana,. se rió, y siguió al trotecito, como siempre anda él.
            La zorra se comió la cáscara de queso del hambre que tenía y siguió muy enojada.
            Y pasé por un caminito de polvo... para que usté me cuente otro.


            Elvira A. de Videla, 55 años. Ciudad de San Juan. San. Juan, 1945.
            La narradora, nativa de San Juan, es semiculta. Posee un gran repertorio de cuentos.




SAN LUIS

22

 

EL ZORRO, LA PALOMA Y LA CASERITA




            Había una vez un zorro que ya se moría di hambre, y dijo:
            —Voy al monte a buscar qué comer —y salió.
            —Me comería con mucho gusto una palomita tierna. Para empezar no estaría mal.
            Al rato encontró una palomita que daba de comer a sus pichones, y lamiéndose los bigotes se acercó al árbol, y dijo:
            —Buenos días, señora Paloma.
            —Buenos días —dijo la paloma llena de miedo al ver al zorro tan cerca del nido.
            —Hi venido —dijo el zorro— a que me dé uno de sus pichoncitos para almorzar.
            —No puedo darle un hijo, señor Zorro —dijo la paloma.
            —¡Cómo!, si no me da uno subiré y me comeré los dos.
            Entonces la paloma se puso a llorar, creyendo que el zorro se treparía al monte, pero en eso pasó una caserita que llevaba barro para hacer una casita, y al ver llorar a la paloma le pregunta lo que sucedía, y la paloma le dijo lo que le decía el zorro, que le comería los hijos.
            —No se aflija —le dijo la caserita— ese canalla no es trepador, y no subirá a su nido.
            —¡Maldita entrometida! —dijo el zorro en voz baja. —¡Ya me la pagarás!
            La empezó a buscar a la caserita y al fin se fue a esconder cerca de donde sacaba el barro la caserita. La caserita no lo vio y en un descuido la cazó el zorro. La caserita se puso a gritar lo más fuerte que pudo. Así se juntaron muchos pájaros y armaron una gritería de padre y señor mío. El zorro medio se sosprendió1 y se paró. Entonce aprovechó la caserita y le dijo:
            —Vea, señor Zorro, digalé a esa gente que se retire, que nada tienen que ver con nuestros asuntos. Dígales ¡qué les importa, metidos!
            Entonces el zorro la agarró con la mano para decirles lo que le decía la caserita, y entonces, cuando jue a hablar, abrió la boca, y la caserita se le escapó y se asentó muy arriba, en un monte alto.
            —¡Maldita suerte la mía! —dijo el zorro que ya se moría de hambre.
            Entonces todos los pájaros reían y cantaban de alegría de ver cómo la caserita que es tan buena y viva si había librado de este mal bicho que es el zorro.
            Y el zorro siguió buscando su presa, tratando de engañar o sosprender a los animales débiles u indefensos.


            Cleobulino E. Ojeda, 37 años. Los Tapiales. El Trapiche. Pringles. San Luis, 1948.
            Campesino nativo del lugar. Ha cursado la escuela primaria y tiene cierta cultura en su medio.




SAN LUIS

23

 

EL ZORRO, LA PALOMA Y EL CHINGOLO




            Ésta era una paloma que tenía dos pichoncitos. El zorro le dijo:
            —Dame un pichoncito, si no te mato.
            Y la paloma, de miedo, le largó un pichoncito.
            Y lloraba todo el día la paloma.
            Y viene el compadre chingolo y le dice:
            —¿Por qué llorás paloma?
            —Porque el zorro me comió un hijito. Yo se lo tiré porque si no se lo daba m' iba a comer a mí y a mi otro hijito. Y ahora va a venir y me va a comer el otro.
            —¡No siás zonza! —le dice el chingolo—, los zorros no se suben a los árboles.
            La paloma lo encontró al zorro y le dijo:
            —Mi ha dicho mi compadre chingolo que usté mi ha hecho zonza, que usté no se sube a los árboles.
            —¿Quién te ha dicho que yo no me subo a los árboles?
            —Mi compadre chingolo.
            Y el zorro se fue a buscarlo. Lo encontró al chingolo, y en un descuido lo cazó. Lo llevaba en la boca, y lo vio la paloma, y le dijo:
            —Éste no era mi compadre chingolo que me ha dicho que usté no se sube a los árboles.
            Y el zorro, ¡nada! Y le vuelve a decir la paloma:
            —Me han dicho que usté sabe cantar muy bonito. ¡Cante un cantito! ¡Cante un cantito!
            Y el zorro se creyó y cantó:
            —¡Guá!.. ¡Guá!.. ¡Guá! ..
            Y abrió la boca, y se voló el chingolo. Y así lo salvó la paloma.

            Alfredo Barrera, 11 años. Beazley. La Capital. San Luis, 1948.
            El niño narrador, nativo del lugar, cursa el último año de la escuela primaria. Aprendió el cuento de la madre.




SAN LUIS

24

 

LA PALOMA, LA ZORRA Y EL ÁGUILA




            Había una paloma que todos los años tenía dos pichones, y una zorra le había agarrado ya la treta de comérselos. Había agarrado la treta de decirle cuando ya tenía los pichones, que si no le daba los hijitos se subía al árbol y la comía con hijos y todo. Y la paloma con toda la pena de la madre se los daba. Bué... Y por áhi con el rodar del tiempo, ya tenía los pichoncitos y 'taba llorando porque la zorra le había dicho el día antes que se los iba a comer, que iba a venir esa mañana, que se los tenía que dar. Y con este anuncio de la zorra, la paloma se puso a llorar y a hacerle las últimas caricias a los hijos. Y en eso que está así, triste, la paloma, llega a las ramas de más arriba un águila, y grita: Criú!.. fuerte y finísimo. Y la oye llorar a la paloma, y la mira y le dice:
            —¿Qué te pasa que estás tan triste?
            —¡Oh!, si usté se demora yo le cuento lo que me pasa.
            —Sí, contame.
            —Es que ha venido la zorra y me ha dicho que le dé los pichones y como no se los quería dar me ha dicho que si no se los doy se va a subir y me los va a comer.
            —¡Y vos sos. tan tonta que le has creído! Decile, cuando venga a decirte que le larguís los pichones: «Subite, nomás y cómeme los pichones y coméme a mí si es que podís»— y se voló l' águila.
            Y ya vino la zorra y le dijo a la paloma que le tirara los hijitos y la paloma ya con coraje le dijo las mismas palabras que li había enseñado l' águila. Y entonce la zorra le dice a la paloma:
            —¡Ah!, ¡ya sé quién ti ha dado ese dato, pero me la va a pagar! Es mi comadre águila, pero ya va a ver.
            Bué... Después, como a los cuatro o cinco días se juntaron la zorra y la comadre águila, y estaban conversando de la vida, de muchas cosas. L' águila 'taba arriba di un árbol y la zorra, claro, abajo. Y ya 'taban áhi y la zorra la envitó a l' águila que se bajara a conversar en el suelo, cara a cara. Y se bajó l' águila y se quedó lejito no más, no muy cerca. Y le dice la zorra a la comadre:
            —¿Cómo hace usté, comadre, para salvarse cuando 'tá nevando o corriendo viento muy frío en esas alturas ande usté vive?
            L' águila le dice:
            —Yo hago esto: si hace frío dueblo así la cabeza y la pongo abajo 'e l' ala en esta forma— y l' águila ponía la cabeza abajo 'el ala.—Y me pongo al contrario del viento que corra.
            Y aprovechó la zorra y se allegó a l' águila y le dice:
            —¿Y si cambia el viento?
            —Si cambia el viento me pongo de este otro lado, y pongo la cabeza en l' otra ala— y se ponía con la cabeza abajo 'el ala.
            Y al dar la vuelta l' águila y poner la cabeza abajo 'el ala se aprovechó la comadre zorra y le saltó encima a l'águila y la mató y se la comió.

            Juan C. Ruarte, 66 años. Los Manantiales, Belgrano, San Luis, 1951. Nativo de la región. Gran narrador.
            En este cuento, el motivo del ave amiga de la paloma que se escapa de la boca del zorro al hacerlo hablar, ha sido reemplazado por otro motivo, también tradicional: el del ave cazada al explicar cómo duerme con la cabeza bajo el ala, que tenemos en otro cuento. Con ello, presenta una gran semejanza con el famoso cuento de La paloma, la golpeja y el alcavarán del Calila y Dimna, el más antiguo de Europa.




SAN LUIS

 

25

 

LA ZORRA Y LA BANDURRIA




            Qu' era una bandurria1 que tenía dos pichones, y había una zorra qu' era su comadre. La zorra nu hallaba modo de comerse los pichones. La madre no los desemparaba nunca.
            Un día, inventó la zorra de convidarla que juera la bandurria pa la casa d' ella, a almorzar con ella. Y ya llegó a la mañana y la convidó. Y que le contesta la bandurria:
            —¡Que voy a ir, comadre! ¿Y mis hijitos, con quién los dejo?
            —¡Pero, comadre! —que le dice la zorra— ¡Cómo no va a ir, cómo me va a despreciar así! A sus hijitos los deja dormiditos y va.
            Y al fin, tanto la rogó, que le dijo:
            —Voy a ir, comadre.
            Y al fin jue. Ya cuando llegó la bandurria, la zorra la recibió muy contenta, y echó sobre una piedra un poco de comida, y le dijo:
            —Vaya sirviéndose, comadre, ya vuelvo, voy a invitar a otros.
            Y salió muy apurada. Y a todo esto, se jue derecho y se comió los pichones y vino en un momento. Estuvieron un rato, y ya la bandurria se jue.
            —Voy a ver mis hijitos —que dijo.
            Cuando llegó, no halló ningún hijito la bandurria. Pero ella pensó en seguida en la zorra.
            —¡Ah, bien me parecía! —dijo— que mi comadre tenía mala intención.
            Y se puso a llorar. Lloró todo el día sin consuelo.
            Al otro día, va la zorra a la mañana a saludarla. Y la halló llorando y le dice:
            —¡Buenos días, comadre! ¿Porque está llorando?
            Y la bandurria le dice:
            —¿No le decía yo que no podía dejar mis hijitos? .. Me los ha comido algún bicho.
            —¡ Pero, comadre! —le decía la zorra—, lo siento muchísimo, y es por causa mía.
Y que la consolaba en toda forma.
            La bandurria se dejaba consolar, pero entre de ella decía: —¡Ya vas a ver! ¡Ya me la vas a pagar!.. Un día, que le dice la bandurria a la zorra:
            —Mire, comadrita, tengo una fiesta, la convido, va a haber una gran comilona.
            —Bueno, comadre, ¿y ande es eso?
            —Son unas bodas en el cielo.
            —¡Pero comadrita! ¿Cómo voy a ir yo? Usté sabe volar, pero yo, ¿conque voy a volar?
            —¡Uh, comadrita, es lo más fácil! ¡Yo la voy a llevar apacho!2 Venga, ensayemos. Suba apacho, comadre, pa que vea que vamos a ir muy bien. Venga, suba.
            Y ya voló la bandurria con la zorra arriba. La bandurria que volaba suavecito, y que la zorra decía:
            —¡Qué lindo, comadrita!
            Y que quedó contentísima la zorra y que no hacía otra cosa que esperar que llegara el día para ir a las bodas en el cielo. Y ya llegó el día. Tempranito iban a salir. La zorra estaba apuradísima. Y vino la zorra y subió apacho, y se jueron.
            La bandurria volaba suavecito, y comenzó a encumbrarse, a encumbrarse, y ya cuando iba a una altura grande, comenzó a hacer gambetas. Y la zorra comenzó a gritar:
            —¡Ay, comadre! ¡Ay, comadrita, que me caigo! ¡Ay, que me caigo! ¡Por vidita suya, párese!
            En una de ésas, ya di una altura muy grande, ya la despidió no más. Y ya cuando venía en el aire, que la zorra gritaba:
            —¡Pongan colchones! ¡Pongan colchones!
            Y que la bandurria decía:
            —¡Tomá! ¿Te gusta comer pichones? ¡Comé ahora!
            Y cuando llegó abajo s' hizo tira3 del golpazo, la zorra.

            Juan Lucero, 60 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1946.
            Variante del robo artero de los polluelos, en la que entran motivos del convite y de la fiesta en el cielo.




CÓRDOBA

26

 

LA PALOMITA, LA ZORRA Y LA CASERITA




            La palomita estaba en el árbol, en su nido, con sus pichoncitos. Y viene la zorra y le dice que le dé un pichoncito, que 'taba con mucho hambre. Y ella no quería darle sus hijitos. Entonce l'amenaza, que va a subir al árbol y le va a comer los pichoncitos y a ella. Entonce ella, como inocente que es, saca un pichoncito y se lo tira para que no los coma a todos. Y se pone a llorar. Llora y llora. Y entonce la caserita como es tan viva viene y le pregunta por qué 'tá tan triste, por qué llora. Y le dice ella que ha venido la zorra y le ha pedido un pichoncito, y que la ha amenazado que si no le da uno, sube y le come al otro y a ella también. Entonce le dice la caserita:
            —Qué inocente sois vos, palomita. Si los zorros no suben a los árboles. Y va a volver porque es muy pilla. No le des ninguno. Decile que suba al árbol no más.
            Y vuelve la zorra y le dice que le dé el otro pichoncito, que tiene hambre, y que si no, va a subir al árbol y la va a comer a ella.
            —Subí —le dice. —Subí no más, si querís comer m'hijito.
            —¡Ah! —le dice—, éstas no son vivezas tuyas. Ésta es la caserita la que te ha avisado, pero ya me la pagará.
            Un día andaba la caserita muy coqueta picando barro, a la orilla di un arroyo y la zorra l'andaba espiando para cazarla. Y ella ya se pone a hablarla y a alabarla.
            —¡Qué coqueta sois1 caserita! ¡Qué piernas delgaditas tenís, parecidas a las de tu tatita!
            Y entonce ella por ser educada, ya por atenderla a la zorra, se da vuelta y áhi l'agarra. Y la zorra la llevaba en la boca no más sin mascarla, y la caserita grita y grita. Y todos los pajaritos que la querían mucho a la caserita le gritaban a la zorra y le revolotiaban encima:
            —¿Qué ha hecho doña Caserita que le llevan presa? ¡Largala, zorra mala! ¡Pobre caserita!
            Y entonce ella piensa y le dice a la zorra:
            —Deciles que ¡qué les importa!
            Y la zorra que ya 'taba aturdida con tanto grito, qui abre la boca para decirles qué les importa, y áhi se vuela la caserita. Y se asentó bien arriba. Y así se salvó. Y fue más viva la caserita que la zorra.

            Eloísa Martínez de Ponce, 81 años. Tulumba. Córdoba, 1952. Lugareña semiculta. Muy buena narradora.




CORRIENTES

27

 

LA PALOMITA, EL ZORRO Y EL ALONSITO




            La palomita tenía tre hijito1. Y viene el zorrito y le dice a la palomita que le eche uno porque si no le echa le va comer todos lo hijito y a ella. Entonce le echó uno y se puso a llorar.
            Y al pasar el alonsito le vio llorando a la palomita y le preguntó si por qué estaba llorando. Y le contó que vino el zorrito y le dijo que le eche uno de lo hijito, porque si no le echaba le iba a comer a todo lo hijito y a ella. Entonce le dijo el alonsito que no le eche má lo otro que le queda, que el zorro no puede subir arriba. Entonce le dijo la palomita que no le iba a echar má.
            Y el zorrito volvió a venir otra ve a pedile que le echara otro, y entonce la palomita le dijo que no le iba a echar má. Que el alonso le dijo que él no puede subir arriba.
            Entonce el zorrito se enojó con el alonsito y se fue a buscale al alonsito. Y le encontró en una limpiada2, y le dijo:
            —¡Qué compadrito que so, alonsito! ¡Qué lindo ojo que tené! Mi hermana recuerda bien de vo.
            Y el alonsito cerraba lo ojito y depué miraba a todo lado, muy contento, como lo alababa el zorrito.
            Y aprovechó el zorro que el alonsito caminaba descuidado, presumiendo, y por ahí le3 cazó a él. Y le llevaba en la boca.
            Y entonce, al llevale en la boca le dijo el alonsito:
            —Si sale mi compañero, decile, si te pregunta, ¿en dónde le lleva a don Alonso?, decile, ¿para qué quiere sabé?
            Y salieron lo compañerito del alonsito y todo gritaban encima del zorro, y le preguntó al zorrito:
            —¿En dónde le lleva a don Alonso? Entonce el zorro le contestó:
            —¿Para qué quieren sabé?
            En eso abrió la boca el zorro y se le escapó el alonsito.

            Paulina Gómez, 29 años. San Luis del Palmar, Corrientes, 1959.
            La madre de la narradora, Amelia Gómez, de 62 años, relata también el cuento, pero en guaraní; su español es confuso. La narradora ha concurrido a la escuela; la madre es analfabeta.




ENTRE RÍOS

28

 

EL ZORRO, LA PALOMITA Y EL CASERO




            Una güelta1 la palomita 'taba en su nido y tenía pichoncitos.
            Venía pasando el zorro y la vio en el nido. Áhi no más le dijo que le tire un pichoncito porque si no va a subir al árbol y le va a comer a ella y a los otros pichones.
            La palomita le creyó y le tiró un hijito y se puso a llorar.
            Al ratito vino el caserito y le pregunta qué le pasa. La palomita le contó y el caserito le dijo:
            —Qué tonta que sos palomita, el zorro no puede subir a los árboles. Cuando vuelva y te amenace le tenés que decir que es un mentiroso y que no vuelva más por acá.
            Y así jue. Cuando vino el zorro a pedirle otro, pichoncito, la palomita lo trató mal y le dijo que era un mentiroso.
            —¿Y quién te ha dicho eso de mí?
            —El casero me ha dicho.
            —Ya va a ver el casero con quién se está metiendo —dijo el zorro y se jue a buscar al pobre caserito.
            Lo encontró descuidado y lo cazó, y lo llevaba en la boca. El caserito se puso a gritar a más no poder y se juntaron muchos pájaros y empezaron a decir a los gritos;
            —¡Don Juan se lleva al casero! ¡Don Juan, deje al caserito que es amigo de todos!
            Entonce el casero le dice al zorro:
            —Dígales, don Juan, que a ellos qué les importa, que no se metan en las vidas ajenas.
            Entonces el zorro, aturdido con tanto griterío, les dice a los gritones metidos:
            —Y a ustedes, ¿qué les importa?
            Cuando dijo así abrió la boca y el caserito se voló a un árbol, y de áhi se reía del zorro que se pasó de vivo.

            Juana Etcheverría, 70 años. Federal, Entre Ríos, 1956. Buena narradora. Semiculta.



ENTRE RÍOS

29

 

EL ZORRO Y LA PALOMA




            Ésta era una paloma que 'staba en un árbol, tenía su nidito. Y tenía sus dos hijitos. Y pasó don Juan el zorro. Y vio la paloma que 'staba arriba. Y entonce le dijo:
            —Buen día, doña Paloma. ¿Me da uno de sus hijos para comélo? Si no me subo, vuelo y la como a usté, con hijo y todo.
            Y la pobre paloma, asustada, le tiró un pichón y el zorro se lo comió. Y la pobre paloma se quedó llorando, llorando. Y en eso vino un zorzal1 y le dijo:
            —¿Por qué llora tanto doña Paloma?
            Y la pobre le contestó:
            —¿Cómo quiere que no llore si vino don Juan, el zorro y me comió un hijito?
            —¿Y cómo se lo comió? —le dijo el zorzal.
            Y entonce la paloma le dijo que el zorro le había dicho, qu' iba a volar o iba a subir y la iba a comer a ella con el hijo y todo. Y el zorzal le dice:
            —¡Cómo!, si el zorro no vuela ni sube. No le dé nada doña Paloma cuando venga ese pícaro y digalé todo lo que yo le digo.
            Al otro día apareció el zorro de güelta, y le dijo que le diera el otro hijo que le quedaba para coméselo otra vez. Y entonce la paloma le dijo:
            —No se lo voy a dar nada.
            —'Hora2 voy a subí y la voy a comer a usté y a su hijo.
            Y entonce la paloma le dijo:
            —Si usté ni vuela ni sube.
            Y el zorro le dijo:
            —¿Quién se lo ha dicho a usté?
            Y la paloma le contestó:
            —Me lu ha dicho el zorzal.
            —¡'Hora verá el zorzal cuando yo lo agarre!
            Y se fue andando el zorro. Y por ahí encontró al zorzal que 'taba cantando y entonce se arrimó y le dijo:
            —¡Qué lindo canta usté! ¡Igualito que mi finau mi padre! ¡Igualito, igualito al pobre finau!
            Y se hacía el que lloraba el zorro lo que le hacía acordá del padre.
            Y entonce le dijo el zorro que el padre le cantaba entre las manos, y que le cantaba en el oído, y tan lindo como cantaba él. Qué él daría lo que le pidiera pa' que le cantara así como su padre. Y el zorzal zonzo le dio lástima de velo llorar al zorro y vino y le cantaba entre las manos y le cantaba en el oído. Y ahí lo cazó el zorro. Y se iba el zorro a comélo. Lo llevaba en la boca pa comélo. Cuando iba por un camino, entonce dice el zorzal:
            —Uno... y dos... y tres... y cuatro... y cinco... y seis... y siete con el rabón que viene más atrás.
            —¿Qué é? ¿Qué é? —dijo el zorro.
            —Nada, nada, hora cuando vengan más cerca te voy a decir —dijo el zorzal.
            —¡Decí qué é! ¡Decí qué é! —le dijo el zorro.
            —Uno... y dos... y tres... y cuatro... y cinco... y seis... y siete con el rabón que viene más atrás —dijo otra vez el zorzal— ¡Y ya 'tan cerquita!
            —¡Decí qué é! ¡Decí qué é! —dijo el zorro.
            —¡Es un hombre que viene con siete perros! —dijo el zorzal.
            —¡Oh! —dijo el zorro—. ¡Pande3 disparo!
            Y cuando dijo ¡oh!, el zorro abrió tan grande la boca que el zorzal se voló y se asentó bien alto en un árbol.
            —¡Dispará pallá, dispará paquel lau! ¡Dispará, dispará que áhi vienen! ..
            Y el zorro con el susto se olvidó del zorzal y disparó y el zorzal se salvó. Que no venían nada los perros. Y áhi se terminó.

            Dora Passarella, 28 años. Villaguay, Entre Ríos, 1957. Muchacha del servicio doméstico.
            Muy buena narradora. Aprendió los numerosos cuentos que sabe de la madre, que como ella es nativa del lugar.




ENTRE RÍOS

30

 

LA CALANDRIA, EL CASERO Y EL ZORRO




            La calandria1 se llamaba Alejandra. Tenía pichones. Iba el zorro y arañaba el árbol y decía:
            —Che, Alejandra, largame un pichón o sino me subo y te los como a todos.
            Bien... La calandria llorando le largó un pichoncito. Y lo comió el zorro en seguida.
Pero en eso viene el casero y la calandria le cuenta llorando. Entonce el casero le dice:
            —No, no siás zonza, el zorro no puede subirse. ¡A qué le hacías caso!
            Bien.. . Viene al otro día el zorro y le pide que le mande un hijo sino él sube. Y le dice:
            —No, no, no. Si vos no podes subirte.
            —¡Y cómo no me voy a poder subir! ¿Y quién te ha dicho?
            —Alfonso, me dijo.
            Alfonso era el casero.
            —Ya vas a ver como lo voy a traer a Alfonso aquí.
            Bien... Se fue a buscarlo al casero. El casero estaba en un charquito de agua, haciendo con su piquito barro para hacer su casa.
            Viene el zorro y lo saluda:
            —¿Qué tal Alfonso? ¿Y cómo te va? Y que sé yo...
            Y hasta que se arrima cerquita, y en un descuido lo caza. Bueno...
            —¡Ahora vas a ver! —le dice —te voy a llevar al frente de Alejandra y te voy a comer para que veas que no seas sinvergüenza, que me has descubierto que no puedo subir a los árboles.
            Bien.. . El casero, lo que iba gritando áhi, los otros lo seguían, los otros caseros, los pájaros, todos asustados, el griterío, ¿no?
            Entonces le dice al zorro el casero:
            —Deciles que no sean tan cobardes. Si nunca han visto llevar un hombre a la muerte —le dice al zorro.
            Y entonce el zorro cré, pues, y abre la boca para decirle a los otros, y entonce se escapa el Alfonso, se sube a un árbol y se salva.

            Amílcar Aniceto Zapata, 79 años. Estancia "Don Cristóbal". Nogoyá, Entre Ríos, 1970.
            El narrador está afincado en el lugar. Es ganadero. Muy buen narrador.
            Excepcionalmente la calandria ocupa el lugar de la paloma del cuento tradicional.




SANTA FE

31

 

LA PALOMA, DON JUAN Y EL CASERO




            Una güelta don Juan el Zorro le quería comer los pichones a la palomita y le dijo que iba a subir al árbol ande tenía el nidito. La palomita lloraba y lloraba. El casero pasó por ese lugar, la consoló a la palomita y le dijo que el zorro no le podía comer los pichoncitos porque no podía subir a los árboles.
            Ya se enteró el zorro de todo y comenzó a perseguirlo al casero hasta que un día lo encontró descuidado y lo cazó. Lo llevaba en la boca pa comerlo cuando lo vieron los pájaros del campo y comenzaron a decirle a don Juan que lo largue y gritaban como locos:
            —¡Don Juan ha cazao al casero! ¡Pobre caserito tan bueno! ¡Largueló, don Juan! ¡Largue el casero, don Juan Zorro! Entonce el caserito que es tan vivo le dice:
            —¡Digalés, don Juan, que yo soy suyo y que a ellos qué les importa! ¡Digalés, digalés, don Juan Zorro!
            El zorro no se dio cuenta de la mala jugada y abrió la boca para retarlos a los que se metían en sus cosas, y en ese mismo momento se voló, y don Juan se quedó muerto de rabia y sin la presa.
            Lo empezó a hablar y a decirle que era una broma, pero, el casero que lo conocía, se puso a cantar de contento arriba de un árbol y después se voló lejos.

            Ramona Andrea Quiroga, 55 años. Campo de los Zapallos, Santa Rosa, Santa Fe, 1951.
            Campesina que ha concurrido a la escuela primaria. Aprendió el cuento de la madre, que era buena narradora.



NOTA

LA PALOMA, EL ZORRO Y EL AVE AMIGA

 

EL ROBO ARTERO DE LOS POLLUELOS


CUENTOS DEL 15 AL 31




            Nuestro cuento La paloma, el zorro y el ave amiga es una recreación y a la vez una conservación del famoso cuento medieval La paloma, el zorro y el alcaraván. Mantiene en sus 17 versiones los motivos fundamentales de la tradición oral hispánica y occidental:

A. Una paloma vive con sus polluelos en un árbol. Un zorro le exige que le tire uno de los hijos si no quiere que él trepe y los coma a todos. La paloma atemorizada le entrega un hijito y el zorro lo come. Se pone a llorar. Sabe que volverá.

B. Una ave amiga, el chuschín o chingolo, el hornero u otra, se entera de lo sucedido, le dice que los zorros no trepan a los árboles y le aconseja cómo debe tratar al audaz mentiroso.

C. El zorro vuelve para pedir otro hijo a la paloma, pero ella lo increpa como la aconsejó el ave amiga. El zorro se marcha airadamente con la intención de vengarse del consejero.

D. El zorro encuentra al ave amiga y la caza casi siempre por engaño. Ésta se salva, también por engaño, haciendo hablar al zorro que la lleva en la boca.

            Aurelio M. Espinosa que lo ha documentado en el cuento La pega y los peguitos (258), le dedica un erudito estudio en el que incluye los cuentos que sólo desarrollan el motivo D; aquí los tratamos separadamente por las razones que imponen al ser cuentos independientes.
            Se lo calificó de cuento árabe porque el más antiguo de Europa se encuentra en todas las versiones del Calila y Dimna, que seguramente derivan de un antiguo Calila y Dimna árabe, en el cual ya figura en una edición de 1242. El cuento fue, sin duda, agregado a esta obra que lo introdujo en Europa, pues no figura en ninguna versión del Panchatantra, que es su fuente.
            Espinosa dice que cuando fue conocido por la antigua traducción española y la latina traducida de la hebrea por Juan de Mantua, llevaba elementos muy conocidos de la narrativa medieval europea. Agrega que, «en vista de su extensa difusión en la tradición hispánica, el tipo hispánico de él derivado es también de origen medieval». Es posible que nuestro cuento haya tenido origen occidental y que en época antigua se incorporara a la cuentística árabe de la cual se lo agregó al Calila y Dimna. La tradición griega tuvo influencia importante en la cuentística oriental.
            Entre las versiones españolas del cuento completo tenemos, además de la citada de Espinosa, las de Curiel Merchán, 45-47 y 154-155; la de Espinosa, Castilla, 163-165, y la de Cortés Vázquez, 50. Para la clasifica-sión de Aarne-Thompson es el Tipo 56.



Difusión geográfica del cuento




1 Urpilita dim. de urpila, nombre de la palomita común (Columbina picui). Se usa también como nombre genérico de las palomas. Del quichua urpi 'paloma'.
2 Pichón 'polluelo'.
3 Chuschín nombre regional del chingolo (Zonotrichia capensis). Hay ocho subespecies. Por sus costumbres y características es quizá el pajarito más popular del país.
4 El zorro de nuestra fauna no trepa a los árboles.
5 Mas, con el valor de pero, se oye en el habla culta, y también en el habla rústica del interior del país. En general, tiende a desaparecer.
1 Hornillero. Nombre regional del hornero. Hornero (Furnarius rufus). Hay tres razas: Furnarius rufus rufus, desde Misiones y Corrientes hasta Río Negro; Furnarius rujus paraguayae, desde Formosa, Salta y Jujuy hasta La Rioja, Córdoba y Santa Fe; Furnarius rufus commersoni, en el extremo norte de Jujuy y Salta. A su curioso y singular nido de burro que presenta la forma de un horno campesino, debe su nombre de hornero y los de casera y casero. También se le llama alonsito. Es el pájaro al que se atribuyen las mejores virtudes y se le tiene admiración y cariño. Se considera una herejía matar un hornero, pues se cree que ha sido bendecido por Dios.
1 Paloma usado como nombre genérico de las palomas del campo, de las que hay numerosas especies en el país.
2 Hai < ha 'i < ha de.
1 Reventar 'romper la cáscara del huevo el polluelo'.
2 Forma verbal qué se oye entre campesinos muy rústicos del Noroeste y la región central.
3 Gatia, de gatear 'arrastrarse en cuatro patas sigilosamente como lo hacen los gatos para cazar'.
4 Contrabandistas. Se refiere a los arrieros que llevaban tropas de ganado de contrabando a Chile.
5 Embromando de embromar 'engañar, perjudicar'.
1En todo nuestro territorio ss dice monte por bosque. El narrador usa bosque en un exceso de lenguaje cuidado.
2En las tierras fiscales, el hecho de limpiar el terreno inculto, rozando y quemando la vegetación para sembrar, confiere el privilegio de ser dueño por posesión, de acuerdo con el derecho consuetudinario antiguo de la región.
3Catiando de catear 'ver, observar'. Arcaísmo.
1Dijustado < disgustado.
1La narración popular, en general, usa el nombre genérico de paloma (familia Columbidae), pero en este caso especifica a la torcaza (Zenaidura auriculata).
2La narradora imita el canto del chuschín o chingolo.
3Decir de todo, 'insultar'.
4El chingolo tiene gran preferencia por el afrecho del maíz y llega con frecuencia a la casa campesina a comer del que cae del mortero,. mientras se está moliendo. Por eso se lo llama también chingolo afrechero.
5Chiguas, 'aparatos formados por un arco y una red para llevar cargas'. El nombre es quichua.
6Pulida. También fruncida 'afectada', 'que habla sin despegar los labios'.
7Metido < entrometido, de meterse, 'entrometerse'.
1Sosprendió < sorprendió  (cambio r < s).
1Bandurria, 'ave zancuda'. Bandurria común (Theristicus caudatus); hay varias especies.
2Apacho (también apachico), 'ahorcajado sobre el cuello del que lo lleva cargado'.
3Hacerse tiras, 'destrozarse'.
1Sois, forma verbal del habla muy rústica del noroeste y la región central.
1Las palomas sólo ponen dos huevos. El número tres es simbólico en las narraciones.
2Limpiada, 'terreno raso'.
3El leísmo es típico de Corrientes y de toda la región guaranítica; también la caída de la -s de final de palabra y de sílaba y la caída de la - r en las mismas posiciones.
1Una vuelta por una vez se usa en toda la región rioplatense en la narración y también en el habla corriente.
1Zorzal. Pájaro de hermoso canto que pertenece a la familia Turdidae, de la que hay once especies y subespecies en el país. La narradora se refiere al zorzal común llamado chalchalero en el Noroeste (Turdus amaurochalinus). La voz zorzal figura entre los nombres dados a animales de América que no son los de España y el Viejo Mundo.
2 'Hora < ahora, de uso común en Entre Ríos y zonas rioplatenses.
3Pande < para donde. Se dice en el habla rústica de todo el país. En la narración se observa también la caída de la - r.
1Calandria. Ave canora de extraordinarias condiciones imitativas. Hay cinco especies en nuestro país. El narrador se refiere a la calandria común (Mimus saturinus).

Su área de difusión comprende las provincias de Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja. San Juan, San Luis, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe.
Para su difusión en la tradición universal véase Espinosa (III, pp. 400-402).

No hay comentarios:

Publicar un comentario