Los
catálogos de la literatura épica irlandesa.
Existen numerosos catálogos de
los fragmentos que componen la literatura épica irlandesa. El más antiguo de
los mismos parece haber sido confeccionado hacia el año 700 de nuestra era,
salvo una o dos adiciones que datarían del siglo X. El segundo de dichos
catálogos pertenece a la segunda mitad de ese mismo siglo, mientras que el
tercero nos ha sido conservado por un manuscrito del siglo XVI.
El primero de estos catálogos abarcados manuscritos:
uno de ellos ha sido escrito hacia el año 1150 (es el Libro de Leinster, p.
189-190, según el cual ese catálogo ha sido publicado por O'Curry,
"Lectures on the ms. materials", p. 584-593); el otro data del siglo
XV o XVI (es el ms. H. 3. 17, col. 797-800 del Colegio de la Trinidad de
Dublín, según el cual dicho catálogo ha sido publicado por M. O'Looney en los
"Proceedings of the Royal Irish Academy", Segunda serie, vol. I,
"Polite Literature and Antiquites", p. 215-240. Este catálogo es anónimo y contiene ciento ochenta y siete títulos en
el primero de ambos manuscritos.
El segundo catálogo abarca, que yo sepa, tres
manuscritos: el Rawlinson B. 512 de la biblioteca bodleiana de Oxford, f°
109-110, siglo XIV; el Harleian 5280, f° 47 recto-verso, del Museo Británico,
siglo XV; y el 23.N.10, antaño Betham 145, de la Real Academia de Irlanda, p.
29-32, siglo XVI. Comprende ciento cincuenta y nueve títulos en el primero de
los tres manuscritos y se le atribuye a Urard mac Coisi, file de la
segunda mitad del siglo X.
El tercer catálogo, que es el más reciente y en el
que no figura autor alguno, sólo cuenta con veinte títulos. Se lo conserva en
un manuscrito del siglo XVI, en el Museo Británico, con el n° 432 del fondo
Harleian, y ha sido publicado en las "Ancient Laws of Ireland", t. I,
p. 46.
Los catálogos segundo y tercero contienen títulos
que no aparecen en el primero; pero, incluso si se agregara a este último un
suplemento compuesto por los títulos de que carece y que figuran en los otros
dos, no se obtendría la lista completa de los fragmentos que formaban el vasto
conjunto de la literatura épica irlandesa. Según la glosa de la introducción al
"Senchus Mor", el ollam o jefe de los file debía
conocer trescientas cincuenta historias. Los manuscritos irlandeses de las
Islas Británicas nos han conservado algunas historias cuyos títulos no constan
en los catálogos citados. En cambio, faltan en aquellos parte de las historias
cuyos títulos nos han transmitido estos últimos. Así pues, nuestro conocimiento
de la literatura épica irlandesa presenta numerosas lagunas que probablemente
no serán colmadas jamás.
2.
Los
ciclos épicos irlandeses.
Los monumentos de la literatura épica irlandesa
parecen poder dividirse en cuatro secciones:
1. El ciclo mitológico, que concierne al origen y el
pasado remoto de dioses, hombres y mundo;
2. El ciclo
de Conchobar y Cuchulainn. Comprende relatos referentes tanto a estos dos
personajes como a otros héroes acerca de quienes se supone que fueron
contemporáneos suyos o bien inmediatamente anteriores o posteriores a aquellos
en el tiempo. Según los cronistas irlandeses, Conchobar y Cuchulainn habrían
vivido hacia la misma época que Jesucristo; así, según Tigernach, Cuchulainn
habría muerto en el año 2 de nuestra era, y Conchobar en el año 221;[1]
3. El ciclo
ossiánico, cuyos principales personajes son Find, hijo de Cumall, y Ossin u
Ossian, hijo de Find. Parece basarse sobre sucesos históricos de los siglos
segundo y tercero de nuestra era. Tigernach sitúa la muerte de Find en el año
274;[2]
4. Un cierto
número de fragmentos que, de ser dispuestos según el orden cronológico de los
hechos reales o imaginarios a los que hacen referencia, nos ofrecerían, en
cierto modo, los anales poéticos de Irlanda desde el siglo III hasta el siglo
VII de nuestra era. Las piezas relativas a sucesos posteriores al siglo VII son
muy escasas.
3.
Del
lugar que ocupaba la literatura épica en la vida de los irlandeses durante los
primeros siglos de la Edad Media.
Durante las largas veladas de invierno —y para solaz
de los reyes que, en las grandes salas de sus dun o castillos, les
escuchaban rodeados de sus vasallos— los file recitaban los fragmentos
épicos o historias comprendidos en las cuatro secciones mencionadas. También
los recitaban para las muchedumbres que se reunían con ocasión de las grandes
asambleas periódicas del primero de mayo o Beltené, primero de agosto o Lugnasad
y primero de noviembre o Samain, una de las más famosas de entre las
cuales era la que se celebraba en Usnech el primero de mayo, o día de Beltené.
Se consideraba que Usnech era el centro de Irlanda.
Una roca natural que servía de límite indicaba el punto desde donde partían las
líneas divisorias de las cinco grandes provincias (en irlandés, coicid o
"quintas") en que estaba repartida aquella. Allí era donde
habitualmente, el primero de mayo, se anulaban los matrimonios anuales, y donde
nuevos lazos sucedían a aquellos que habían sido rotos por la costumbre. En
tales asambleas se juzgaba, se reformaban las leyes; los reyes reclutaban
soldados; los negociantes acudían a ofrecer sus mercancías a una población que
de ordinario se encontraba dispersa a lo largo y ancho de un vasto territorio
donde el comercio no podía alcanzarla; y, en fin, los file encontraban
numerosos auditorios para sus relatos épicos.[3]
Sin aspirar a un éxito similar, vamos a retomar los relatos de esos antiguos
narradores. Comenzaremos por el ciclo mitológico.
4.
El ciclo mitológico irlandés. Las razas primitivas
en las mitologías irlandesa y griega.
Los fragmentos que pertenecen al ciclo mitológico se
encuentran esparcidos por los distintos capítulos de que se componen nuestros
catálogos. Pero aquellos de dichos fragmentos que se pueden considerar como
fundamentales pertenecen al capítulo titulado Tochomlada o emigraciones.
De las trece piezas que comprende este capítulo, siete son mitológicas:
1. Tochomlod
Partholoin dochum n-Erenn, emigración de Partolón a Irlanda;
2. Tochomlod
Nemid co h-Erind, emigración de Nemed a Irlanda;
3. Tochomlod
Fer n-Bolg, emigración de los Fir-Bolg;
4. Tochomlod Tuathe De Danann, emigración de la nación
del dios de Dana o de los Tuatha De Danann;
5. Tochomlod
Miled, mate Bile, co h-Espain, emigración de Milé, hijo de Bilé, a España;
6. Tochomlod
mac Miled a Espain in Erinn, emigración de los hijos de Milé de España a
Irlanda;
7. Tochomlod
Cruithnech a Tracia co h-Erinn ocus a tochomlod a Erinn co Albain, emigración
de los pictos de Tracia a Irlanda y de Irlanda a Gran Bretaña.
Estos títulos nos bastan para constatar que una de
las partes más importantes de la mitología irlandesa relataba la forma en que
diversas razas divinas y humanas se establecieron sucesivamente en Irlanda. Así
pues, la literatura irlandesa pone en el origen de las cosas una serie de
hechos míticos que presentan una gran analogía con una de las concepciones más
conocidas de la mitología griega. He aquí cómo se expresa Hesíodo en el poema
titulado "Los trabajos y los días":
Los inmortales habitantes del Olimpo crearon en
primer término la raza de oro de los hombres dotados de palabra. Esta raza
existió cuando Cronos reinaba en el cielo. Esos hombres vivían como dioses,
ajenos a la inquietud, lejos de fatigas y dolores; no sufrían ninguna de las
miserias de la vejez, sus pies y manos conservaban siempre el mismo vigor;
pasaban su vida en la alegría de los festines, al abrigo de todo mal, y morían
como dominados por el sueño. Todo les salía bien: sin cultivarlo, el campo
fértil producía para ellos frutos abundantes, de los que nunca era avaro. Se
complacían en compartir pacíficamente la cosecha con sus numerosos y buenos
vecinos. Y por la voluntad del gran Zeus, cuando esta raza hubo sido sepultada
en las entrañas de la tierra, se transformó en una raza de demonios
bienhechores que habitan la tierra y son guardianes de los hombres mortales.
Observan las buenas y malas acciones, e, invisibles en el aire que les sirve de
vestido, se pasean por toda la tierra distribuyendo las riquezas; y, así, están
investidos de una especie de realeza.
A continuación, los habitantes de los palacios del
Olimpo crearon una segunda raza, mucho menos buena: la de plata. Esta no era comparable
a la de oro por su cuerpo ni su espíritu. El niño crecía inepto en el hogar,
cuidado con esmero por su madre durante cien años; pero cuando alcanzaba la
pubertad y el fin de la adolescencia, vivía muy poco tiempo más. Y a causa de
su estupidez, esa breve vida transcurría en el dolor, porque esos hombres no
podían abstenerse de ser mutuamente injustos. Se negaban a rendir culto a los
Inmortales y a ofrecer, sobre los altares sagrados, sacrificios a los
Todopoderosos, violando así el derecho y la costumbre. Entonces Zeus, hijo de
Cronos, irritado porque no rendían honores a los bienhechores dioses que
habitan el Olimpo, les quitó la vida. Pero, cuando la tierra hubo cubierto a
estos hombres, se les dio el nombre de poderosos mortales subterráneos. Y,
aunque ocupan el segundo lugar, se les rodea de honores como a los primeros.
Entonces Zeus creó una tercera raza de hombres
dotados de palabra: la de bronce, que en nada se parecía a la de plata. Surgida
de los fresnos, era fuerte y robusta, y se ocupaba en las dolorosos e injustas
obras de Ares, dios de la guerra. No comía trigo; su coraje vigoroso y temible
se asemejaba al acero. Estos individuos poseían una gran fuerza: sus cuerpos
eran poderosos y sus manos invencibles. De bronce eran sus armas y sus casas;
trabajaban el bronce porque el negro hierro aún no existía. Ellos mismos se
quitaron la vida con sus propias manos y fueron a parar a la morada pútrida del
frío Hades. Por temibles que fueran, la negra muerte se apoderó de ellos y
abandonaron la brillante luz del sol.
Pero cuando la tierra hubo sepultado también a esta
raza, Zeus, hijo de Cronos, creó una cuarta raza sobre la tierra fecunda. Esta,
mejor y más justa, ha dado los hombres heroicos y divinos de la generación
precedente, a los que en la Tierra inmensa se denomina semidioses. La guerra
fatal y los duros combates les han quitado la vida. Unos murieron peleando por
las ovejas de Edipo cerca de Tebas, la de las Siete Puertas, en la tierra de
Cadmo; otros cruzaron con sus navíos la vasta extensión del mar: fueron a Troya
por causa de Helena, la de la hermosa cabellera, y la muerte los envolvió.
Zeus, hijo de Cronos, les separó de los hombres y
les dio morada y alimento en los confines de la tierra, lejos de los
inmortales. Sobre ellos reina Cronos. Estos bienaventurados héroes, para
quienes un campo fecundo que florece tres veces al año produce frutos dulces
como la miel, viven libres de preocupaciones en las islas de los Todopoderosos,
cerca del Océano de simas profundas.[4]
También los griegos creían que, antes de la época en
que vivieran aquellos de sus ancestros que participaron en las guerras épicas
de Tebas y Troya, el suelo de su patria había albergado a tres razas sucesivas
de las que ellos no eran descendientes. En Irlanda encontramos una doctrina
casi idéntica. Esas razas míticas no recibieron el mismo nombre en Irlanda y
Grecia. Hesíodo las denomina razas de oro, de plata y de bronce; los irlandeses
hablan de la familia de Partolón, de la de Nemed y de los Tuatha De Danann. Los
Tuatha De Danann son idénticos a la raza de oro de los griegos; en la familia
de Partolón reconocemos a la raza de plata de aquellos; y, en la familia de
Nemed, a su raza de bronce. Así pues, el orden seguido por los griegos difiere
del que encontramos en Irlanda. La raza de oro de los griegos, que éstos sitúan
cronológicamente en primer término, es la última en aparecer según los
irlandeses, que la llaman Tuatha De Danann. Pero la familia de Partolón, o raza
de plata, precede, tanto en Irlanda como en Grecia, a la familia de Nemed o
raza de bronce.
Por lo que hace a los semidioses griegos que
integran la cuarta raza, que combatieron en Tebas y Troya y son los ancestros
de la raza actual, encuentran su correspondencia en los Firbolg, los hijos de
Milé, y los cruithnech o pictos de la mitología irlandesa. En consecuencia, los
siete fragmentos cuyos títulos mencionáramos con anterioridad (Emigración de
Partolón a Irlanda, Emigración de Nemed a Irlanda, Emigración de los Firbolg,
Emigración de los Tuatha De Danann, Emigración de Milé, hijo de Bilé, a España;
Emigración de los pictos o cruithnech de Tracia a Irlanda y de Irlanda a Gran
Bretaña) nos ofrecen el modelo irlandés de una doctrina cuyos elementos
fundamentales ya se encuentran en Grecia en la obra de Hesíodo titulada
"Los trabajos y los días".
Entre los relatos griego e irlandés existen
numerosas diferencias que provienen, en gran medida, del desarrollo
experimentado por la leyenda irlandesa a partir del cristianismo. Pero, junto a
tales diferencias, perduran sorprendentes similitudes. Por ejemplo: los Tuatha
De Danann, cronológicamente la última de las tres razas primitivas, terminan
por correr idéntica suerte que la raza de oro de la mitología griega, raza que
ocupa el primer lugar entre las tres que habitaran inicialmente el territorio
griego. Tanto en el caso de Irlanda como en el de Grecia, la filiación de las
razas actuales es completamente ajena a tales razas primitivas.
Por voluntad de Zeus —nos
dice Hesíodo— la raza de oro se transformó en demonios bienhechores que
habitan la tierra y son guardianes de los hombres mortales. Observan las buenas
y malas acciones, e, invisibles en el aire que les sirve de vestido, se pasean
por toda la tierra distribuyendo las riquezas-, y, así, están investidos de una
especie de realeza. También los Tuatha De Danann, que cuando eran los
únicos amos de la tierra poseían un cuerpo visible, adoptaron posteriormente
una forma invisible; y así conformados es como comparten con los hombres el
dominio del mundo, ayudándolos a veces y otras disputándoles los placeres y
alegrías de la vida.
5.
El ciclo mitológico irlandés (continuación). Las
inundaciones en las mitologías irlandesa y griega.
Después de las siete emigraciones, tochomlada, con
que hemos encabezado el ciclo mitológico, citaremos las tomadma, o
irrupciones de agua, diluvios parciales que, en número de dos, figuran en los
catálogos de la literatura épica irlandesa y que habrían dado nacimiento a dos
lagos de Irlanda, en la provincia de Ulster: Io Tomaidm locha
Echdach, irrupción de agua que habría formado el lago actualmente conocido
como Lough Neagh; 2o Tomaidm locha Eirne, irrupción de agua
que habría originado el lago que hoy conocemos como Lough Erne. También la
mitología griega menciona dos diluvios: el de Ogyges, en Ática, y el de
Deucalion, en la región de Grecia situada cerca de Dodona y del Aqueloo. Las
dos irrupciones de agua análogas que les ofrecen como paralelo los catálogos de
la literatura épica de Irlanda poseen diversos matices en dicha literatura.
6.
El
ciclo mitológico irlandés (continuación). Las batallas entre dioses en
las mitologías de Irlanda, Grecia, India e Irán.
La guerra ocupa un lugar importante en la mitología
irlandesa. Por ejemplo, las batallas de Mag Tured, Cath maige Tured, y
Mag Itha, Cath Maige Itha; los combates de Nemed contra los Fomoré, Catha
Neimid re Fomorcaib; las matanzas de la torre de Conann, Orgain tuir
Chonaind, y de Ailech (donde pereció Neit, hijo de De o Dios), Argain
Ailich for Neit mac in Dui, etcétera, pertenecen al ciclo mitológico. En el
mundo divino de Irlanda se distinguen dos grupos que, no obstante hallarse
unidos por los más estrechos lazos de parentesco, son enemigos. Las batallas y
matanzas mencionadas anteriormente no constituyen sino episodios de esa lucha o
bien imitaciones más modernas de los mismos. Y la lucha en sí misma representa
únicamente la edición céltica de la guerra del Zeus helénico contra su padre
Cronos y los Titanes: la de Ahuramazda u Ormazd, dios del Bien, contra Angra
Mainyu o Ahriman, personificación del mal en la literatura irania; los combates
que los Deva, dioses del día y la luz, sostienen contra los Asura, dioses de
las tinieblas, la tormenta y la noche, en la literatura de la India. En
Irlanda, los Tuatha De Danann —y, asimismo, Partolón y Nemed, que en múltiples
aspectos representan desdoblamientos de aquellos—, tienen por rivales a los
Fomoré. Dagdé, = Dago-devo-s o "buen dios", rey de los Tuatha
De Danann, es el Zeus o el Ormazd de la mitología irlandesa; los Tuatha De
Danann, o "gentes del dios (devi) (hijo) de Dana", equivalen a
los Deva de la India, los dioses del día, la luz y la vida. En Irlanda, el
nombre de los Fomoré, adversarios de los Tuatha De Danann, designa a un grupo
mítico similar a los Asura indios o Titanes griegos. Bress, Balar o Tethra, su
jefe, surge de una concepción mítica originariamente idéntica a la que
produjera al Cronos griego, el Ahriman iranio, el Yama védico, rey de los
muertos, padre de los dioses; Tvashtri, dios padre en los Vedas; y al Varuna
védico, primitivo dios supremo suplantado por Indra.
7.
El
rey de los muertos y la morada de los muertos en las mitologías irlandesa,
griega y védica.
Tethra, jefe de los Fomoré, vencido en la batalla de
Mag-Tured, se convierte en rey de los muertos, en la región misteriosa que
habitan más allá del Océano.[5]
También el Cronos griego, vencido en la batalla de Zeus contra los Titanes,
reina —en las islas lejanas de los Todopoderosos o Bienaventurados— sobre los
héroes difuntos que combatieran en Tebas y Troya.
En "Los trabajos y los días", de Hesíodo,
verso 169,[6]
se nos aparece por primera vez la idea del reinado de Cronos sobre los héroes
muertos; y algunos críticos han pretendido suprimir ese verso por considerar
que encierra una contradicción con el pasaje de la "Teogonia" donde
se designa al Tártaro como residencia del mismo Cronos.[7]
El Tártaro es una región oscura y subterránea. Desde
luego, la lúgubre descripción que de ella se nos brinda en la
"Teogonia"[8]
no puede concordar con la de las seductoras islas sobre las que, según
"Los trabajos y los días", reinó Cronos una vez derrotado. Pero es
que entre la época en que Hesíodo compusiera la "Teogonia" y aquella
en que viera la luz el poema "Los trabajos y los días", atribuido al
mismo autor, la mitología griega había experimentado una evolución que modificó
sensiblemente la concepción del destino del nombre después de la muerte.
El Hades oscuro[9]
y subterráneo[10], también llamado Erebo,
es la única morada de los muertos que se menciona tanto en la
"Ilíada" como en la parte más antigua de la "Odisea". La
"Ilíada" establece una diferencia entre el Hades, o dominio del dios
Hades, y el Tártaro, que, aunque también está situado en las profundidades de
la tierra, se encuentra mucho más abajo que aquél. La distancia entre el Hades y
el Tártaro es tan grande como la que media entre la tierra y el Hades.[11]
En el Tártaro moran los Titanes, y Cronos junto con ellos, igualmente
privado de la luz del sol.[12]
En la "Teogonia" se encuentra
prácticamente la misma doctrina, salvo que el Hades y el Tártaro, disímiles en
la "Ilíada", en el poema de Hesíodo parecen confundirse. El Tártaro
ya no alberga solamente a los Titanes y a Cronos, vencido por Zeus[13],
sino también al dios que personifica el Hades homérico[14] —dios que, en las entrañas de la tierra,
reina sobre los muertos—.[15]
Se supone que esta lúgubre mansión de los muertos y los dioses vencidos poseía
una entrada al noroeste, más allá del río Océano.[16]
A fines del siglo VII antes de nuestra era, el
Océano, que sólo había representado para los griegos una concepción mítica, un
curso de agua imaginario, se convirtió en una noción geográfica. Es sabido que
un navío samio descubrió por azar las costas del sudoeste de España, bañadas
por el océano Atlántico, y que sólo los fenicios, entre todos los pueblos
mediterráneos, habían frecuentado hasta entonces.[17]
Este gran acontecimiento forma parte de la reseña de sucesos, tanto históricos
como legendarios, que precedieron la fundación de Cirene entre los años 633 y
626 antes de nuestra era.[18]
A partir de entonces, los griegos ya no se
imaginaron el Océano como un río que rodeaba el mundo, sino como una inmensa
masa de agua situada principalmente al Oeste de Europa y África,
y cuyos límites eran desconocidos. De ahí nació una
nueva concepción de la morada de los muertos y de Cronos, así como también la
idea de la llanura denominada Elusión, barrida desde el noroeste por el viento
del Océano, habitada por el rubio Radamantis, y en la que Menelao hallará la
inmortalidad[19] —idea expresada en la
parte más moderna de la "Odisea", en la "Telemaquia" —.
Idéntico origen tuvo la creencia en las islas de los Todopoderosos o
Bienaventurados, donde el poema "Los trabajos y los días"[20]
sitúa el reino de Cronos.
En la segunda olímpica de Píndaro, que celebra una
victoria obtenida en los juegos olímpicos en el año 476, la llanura Elusión se
confunde con las islas de los Todopoderosos o Bienaventurados para formar una
única isla donde se encuentra la fortaleza de Cronos, asociado con Radamantis.[21]
Esta nueva doctrina es idéntica a la céltica, y representa, en la
historia de los pueblos europeos, una época histórica muy distinta de aquella a
la que pertenece la doctrina del Tártaro y el Hades, tal como se la encuentra
en la "Ilíada" y en la parte más antigua de la "Odisea".
Es preciso eludir la concepción de Platón, más
reciente, que convierte al Tártaro en lugar de castigo para los malvados y a
las islas de los Bienaventurados en un sitio donde los justos encuentran su
recompensa,[22] ya que se trata de un
sistema filosófico posterior a la primitiva mitología popular. El Hades
homérico encierra a todos los difuntos sin distinción, ya sean éstos buenos o
malos, virtuosos o culpables.
Lo que nos importa es hallar en la mitología
irlandesa, cuyas doctrinas fundamentales cabe denominar, genéricamente,
mitología céltica, concepciones que también hayan ocupado un lugar considerable
en la mitología griega. Los celtas tuvieron un dios idéntico al Cronos griego;
y ese dios céltico, en Irlanda, se llamó Tethra. Como Cronos, fue vencido y
expulsado por un dios más poderoso y feliz; y, como aquel, reina sobre los
muertos, más allá del Océano, en la nueva y seductora patria que les asigna la
mitología céltica —totalmente acorde en este punto con las creencias de la
segunda época de la mitología griega.
La mitología védica nos ofrece una concepción
análoga: Yama o Varuna, dios de los muertos y de la noche, es vencido por su
hijo Indra, dios del día. Básicamente, y al margen de algunos detalles, Yama y
Varuna constituyen una creación mítica semejante al Tethra irlandés. Pero el
lugar donde los celtas sitúan la morada de los muertos es muy diferente del que
los cantos védicos asignan para tal finalidad; en efecto, según éstos, dicha
residencia se encuentra en el cielo, o, incluso, en el sol. La idea de un
océano inmenso donde el astro del día encuentra su tumba cada atardecer,
perdiendo vida y luz, les es completamente ajena.
8.
Las
fuentes de la mitología irlandesa.
Al exponer las tradiciones mitológicas irlandesas
seguiremos el plan consagrado por la más antigua costumbre y que nos transmite
la lista de migraciones conservada en los catálogos de las historias que
relataban los file. Desgraciadamente, hemos perdido las siete piezas
cuyos nombres figuran en esos catálogos. Pero, gracias a una composición
irlandesa del siglo XI, el "Libro de las conquistas", "Lebar
Gabala", poseemos un resumen de las mismas.
Basaremos nuestro estudio en ese resumen,
completándolo y controlando sus aserciones con la ayuda de diferentes autores,
tanto irlandeses como extranjeros. El primer lugar entre los extranjeros lo
ocupa, desde luego, el autor de la compilación atribuida a Nennius; escribió,
probablemente, en el siglo X, y nos ofrece un resumen muy curioso —aunque por
desgracia excesivamente breve— de las creencias mitológicas admitidas por
entonces en Irlanda. A continuación tenemos a Girauld de Cambrie, quien
escribió su "Topographia hibernica" a fines del siglo XII. Los
autores irlandeses son cronistas y poetas.
Uno de los cronistas más interesantes es Keating, a
quien podemos calificar de precioso a pesar de lo reciente de su obra, que sólo
data de la primera mitad del siglo XVII. Pero es que dicho autor disponía de
materiales que resultaron destruidos posteriormente, durante el transcurso de
las desastrosas guerras de las que Irlanda fuera teatro y víctima durante ese
mismo siglo. El poeta mas importante es Eochaid ua Flainn, muerto en 984 y, por
tanto, ligeramente posterior a Nennius. Sus obras ganarían en interés si no
fueran tan breves ni estuvieran afectadas por un exceso de concisión que a
menudo degenera en oscuridad.
A fin de completar la idea que los irlandeses
paganos tenían de sus dioses, terminaremos con una incursión por los ciclos
heroicos. También diremos algunas palabras acerca de las relaciones que, según
la leyenda, mantuvieran héroes y dioses; y veremos cómo esas relaciones míticas
se suceden hasta una época posterior a San Patricio —es decir, hasta más allá
de mediados del siglo V, fecha en que, según sostiene la general opinión, los
irlandeses se convirtieron al cristianismo.
[1]
O'Conor, "Rerum hibernicarum scriptores", t. II, Ia
parte, ps. 14, 16. Durante el siglo XII, en Irlanda, había quienes consideraban
mucho más antiguos a estos personajes. Uno de los relatos legendarios
conservados por el Libro de Leinster hace reinar a Conchobar trescientos años
antes de Jesucristo. Windisch, "Irische texte", p. 99, líneas 16-17.
[2]
O'Conor, "Rerum hibernicarum
scriptores", t. II, Ia parte, p. 49.
[3]
Acerca de los relatos épicos de los
file en las asambleas públicas de Irlanda, ver la pieza titulada
"Aenach Carmain", publicada por O'Curry, "On the manners",
t. III, p. 526-547. Los cuartetos 58-65 conciernen a estos relatos. El
versificador irlandés ha intercalado en esos versos seis palabras que, en los
catálogos, sirven de título a otras tantas secciones: togla o "toma
de ciudades", tana o "robos de ganado", tochmorca o
"pedidos de matrimonio", fessa o "fiestas", aitti
o "muertes violentas", y airggni o "matanzas". También
cita varias piezas bien conocidas, como "Fianruth Fiand",
"Tecusca Cormaic", "Timna Chathair" (cf. Libro de Leinster,
p. 216, col. 1, líneas 19-34).
[4]
Hesíodo, "Los trabajos y los
días", versos 109-173 (cf. Ovidio, "Metamorfosis", libro I,
versos 89-127). En nuestra traducción hemos suprimido el verso 120, que algunos
editores consideran como una interpolación y que de todas maneras resultaba
inútil. Conservamos el verso 169:
En Grecia, ciertamente, la creencia que
expresa venía de muy antiguo, ya que se la encuentra en la segunda olímpica de
Píndaro, que se remonta al año 476 a. J.C. En esta pieza, Píndaro ha tratado de
conciliar la doctrina enunciada en el verso 169 de "Los trabajos y los
días", con la que encontramos en los versos 561-569 del libro IV de la
"Odisea", y que, aunque idéntica en el fondo, difiere de la primera
en los detalles. Sobre este tema, ver también Platón, "Gorgias", c.
79.
[5]
Echtra
Condla Chaim, en Windisch, "Kurzgefasste irische
Grammatik", p. 120, líneas 1-4.
[6]
Hesíodo, "Los Trabajos y los
días", versos 168-169.
[7]
Hesíodo, "Teogonia", verso
851.
[8]
Hesíodo, "Teogonia",
versos 721 y siguientes.
[9]
le dice la madre de Ulises a su hijo.
"Odisea", XI, 155.
"Ilíada", XV, 188, 191.
[10]
"Ilíada", XX, 57-65.
Poseidón, dios del mar, promueve una tempestad que hace temblar la tierra; y
Hades, dios de los muertos, teme que la tierra se desgarre encima de él.
[11]
"Ilíada", VIII, 13-16.
[12]
"Ilíada", VIII, 479-184; cf.
"Himno a Apolo", versos 335, 336:
[13]
"Teogonia", versos
717-733, 851.
[14]
"Teogonia", versos 736-769.
[15]
"Teogonia", verso 850.
[16]
"Odisea", XI, versos 13-22,
639; cf. XII, versos 1 y 2.
[17]
Herodoto, libro IV, cap. 152,
pars. 2 y 3.
[18] Max
Duncker, "Geschichte des Alterthums", t. VI, 1882, p. 266.
[19]
"Odisea", IV, 563-569.
[20]
"Opera et dies",
166-171.
[21]
"Pindari carmina",
edición Schneidewin, t. I, ps. 17 y 18, versos 70 y siguientes.
[22] "Gorgias",
cap. 79, "Platonis opera", edición Didot-Hirschig, t. I, p. 384.
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