Rip Van Winkle era un campesino al que no le gustaba mucho trabajar.
Las pocas cosas que hacía eran gracias a la insistencia de su mujer
que machacaba una y otra vez para que las hiciera.
—Rip, ordeña la vaca.
—Rip, arregla el cerco, si no se escaparán los animales.
—Rip, ve a recoger fresas.
—Pero mujer, me vas a matar —protestaba Rip mientras se rascaba su
negra barba, que era el mayor placer.
—¿No querías pastel de fresas? Pues si no hay fresas no hay pastel.
Y Rip a regañadientes iba y hacía lo que le pedían.
Un día su mujer le encargó:
—Mañana bien temprano irás al bosque a cazar algo; no tenemos nada de
comer.
—Mujer, ¿y la vaca?
—Sólo da leche.
—¿Y los cochinillos?
—No están lo suficientemente gordos.
—¿Y las gallinas?
—Tenemos muy pocas y sólo ponen huevos. Si te conformas con eso,
puedes librarte de ir a cazar.
Pero Rip tenía muy buen apetito; a la mañana siguiente se levantó
temprano, cargó su escopeta al hombro y rascándose su barba, salió camino al
bosque perezosamente.
Anduvo toda la mañana sin encontrar una sola presa que valiera la pena
cazar y cansado de caminar dijo:
—Me echaré una siestita.
Se recostó en el tronco de un árbol que le daba buena sombra y se
quedó profundamente dormido.
Cuando despertó se sintió como nuevo y con ganas de poner todo su
empeño en cazar una buena presa para que su mujer estuviera contenta.
Al tomar su escopeta observó con asombro que ésta estaba totalmente
oxidada. No podía comprender cómo había sucedido ya que si hubiera llovido, no
era como para que se oxidara de esa forma.
Era muy difícil creer lo que estaba viendo; mecánicamente levantó su
mano para rascarse la barba y cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que
ésta había crecido tanto que le llegaba hasta la cintura y no era negra sino
blanca como la nieve.
—Estoy soñando —dijo y se cacheteó la cara para despertar; pero no,
estaba bien despierto.
Entonces decidió volver a su casa para contarle a su mujer lo que le
estaba pasando.
Al salir del bosque divisó a lo lejos que en el lugar donde estaba su
casa había otra más como formando un pequeño poblado.
Caminó con paso firme y apresurado hacia allí; desconocía ese lugar y
no encontraba su casa.
De pronto vio a un campesino que venía en dirección hacia él y le
preguntó:
—Señor, aquí estaba mi casa y ahora no la encuentro, ¿me puede decir
qué ha sucedido?
—¿Aquí?, nada, señor. ¿Qué casa es la que usted busca?
—La de Rip Van Winkle.
—¡Ah! Esa casa ya no existe desde que Rip se fue al bosque a cazar y
no volvió más.
—¿Y la mujer?
—La mujer lo esperó mucho tiempo y al ver que no volvía se fue a la
casa de sus padres y no volvimos a saber más nada de ella.
Rip se quedó sin palabras; al parecer la siestita que se había
propuesto dormir había durado demasiado, nadie sabe cuánto.
Por eso, desde aquel día, quedó la costumbre de decir, cuando a una
persona le gusta dormir mucho, que duerme como Rip Van Winkle.
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