jueves, 14 de diciembre de 2017

El colibrí

Flor -hermosa india de grandes ojos negros- amaba a un joven
indio llamado Ágil. Éste pertenecía a una tribu enemiga y,
por lo tanto, sólo podían verse a escondidas. Al atardecer, los
dos novios se reunían en un bosquecito, junto a un arroyo juguetón,
que ponía un reflejo plateado en la penumbra verde.
Los dos jóvenes se veían sólo minutos, pues de lo contrario
despertarían las sospechas de la tribu de Flor. Una amiga de
ésta -una amiga fea, por odiosa- descubrió un día el secreto
de la joven y se apresuró a comunicárselo al jefe de la tribu.
Y Flor no pudo ver más a Ágil.
Luna, que conocía la pena del enamorado, le dijo una noche:
-Ayer vi a Flor, que lloraba, pues la querían unir con un
hombre de su tribu. Desesperada, pedía a Tupa que le quitara la
vida, que hiciera cualquier cosa, con tal de librarla de aquel
momento terrible. Tupa oyó la súplica de Flor: no la hizo morir,
pero la transformó en una flor. Esto último me lo contó mi amigo
Viento.
-Dime, Luna, ¿en qué clase de flor ha sido convertida mi
enamorada ?
-jAy, amigo, eso no lo sé yo ni lo sabe tampoco Viento!
-¡Tupa, Tupál -gimió Ágil-. Yo sé que en los pétalos de Flor
reconoceré el sabor de sus besos. Yo sé que la he cíe encontrar.
¡ Ayúdame a encontrarla
!
El cuerpo de Ágil -ante el asombro de Luna- fue disminuyendo,
hasta quedar convertido en un pequeño y delicado pájaro multicolor
que salió volando.
Era un colibrí.
Y, desde entonces, el novio triste, convertido en colibrí, pasó
sus días besando ávido y apresuradamente los labios de las flores,
buscando una, sólo una.
Pero según dicen los indios más viejos de las tribus, todavía
no la ha encontrado.

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