jueves, 14 de diciembre de 2017

La langosta

-La langosta! ¡El chapulín! —grita la gente en la tierra hondureña al ver las nubes de estos insectos oscureciendo el cielo.
Todos le temen y con razón, ya que su aparición significa la pérdida de las cosechas.
—Y pensar que esto sucede por la avaricia de un hombre —murmuran las mujeres mayores.
—En cierto lugar de Honduras —cuentan— vivía un hombre muy avaro.
Un año, en que el hambre y la escasez azotaban la región, este señor tuvo mejor suerte, consiguiendo una buena plantación de maíz.
Cuando la época de la cosecha llegó, un grupo de campesinos, los más castigados, fueron a pedirle ayuda a cambio de su trabajo. El hombre se negó.
—Es de mal agüero comenzar de este modo la cosecha de mi maizal —dijo.
—Pero señor, tenga un poco de compasión, le devolveremos todo en la próxima cosecha.
—Rotundamente no —dijo y los echó de su casa de mal modo.
Fue entonces que una anciana que se encontraba entre ellos lanzó un grito y comenzó a llorar desesperadamente.
Pero el hombre no se compadeció.
Los campesinos volvieron a sus casas, pero la anciana, desfalleciente de hambre, se quedó llorando.
Entonces sucedió algo inesperado; de cada lágrima que derramaba la anciana sobre la tierra, fueron brotando uno a uno estos insectos.
El hombre, que aún no había entrado en la casa, vio con horror cómo se fueron multiplicando en millones de chapulines y en pocos minutos dieron fin a su plantación, dejando la tierra totalmente devastada.

Leyenda de Honduras

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