Fue en el principio del principio, cuando el belicoso y fiero
Huitzilopochtli, dios de la guerra, abandonó a su hermana Malinalxochitl,
para marcharse lejos a fundar un reino aparte.
Malinalxochitl se quedó en una región montañosa y selvática,
deplorando su desventura, acompañada de unos cuantos subditos.
"Pero era esforzada y valerosa, y logró fundar el reino de
Malinalco. Su hijo, Copil, crecía oyendo de labios de la madre
el relato de la mala acción de Huitzilopochtli. En su pecho, día a
día, iba creciendo el deseo de encontrarse alguna vez con el
dios.
Y pasaban los años.
Y llegó el tiempo en que Copil estaba ya convertido en un
gallardo mancebo, de negra cabellera y cuerpo atlético, diestro
en todos los lances de la caza y la guerra. Escuchando las quejas
de su madre, había jurado castigar la ofensa, y consideró llegado
el momento de hacerlo. Era fuerte y resuelto y le parecía que
nada podría impedirle el cumplimiento de sus propósitos.
Y un día, Copil cogió un chimalli y su macana y partió en busca
de Huitzilopochtli.
Copil dejó su lugar para ir en pos del dios Huitzilopochtli. Todos
los obstáculos que podía ofrecerle la naturaleza eran pequeños
ante su fuerza y su vehemencia. Caminó día y noche, dejando
atrás cerros, bosques y llanos.
Copil, ardoroso como era, iba pregonando la necesidad de exterminar
al dios de la guerra y sus gentes.
Después de cruzar por la zona feraz, llegó, por fin a Chapultepec,
lugar donde estaba Huitzilopochtli.
Copil examinó el lugar y se dio cuenta de que necesitaba de
los de Malinalco.
Copil volvió a Malinalco a buscar ayuda, y regresó con muchos
guerreros. Mas ya el dios se había enterado y, lleno de
ira, no envió guerreros al encuentro de Copil, sino a los teopixques,
a quienes les dio esta orden:
-Sáquenle el corazón y tráiganmelo como ofrenda.
Los teopixques, sabiendo que Copil había acampado cerca, decidieron
esperar la noche. Una vez que fue de noche, ellos bogaron
en silencio por las aguas del lago y luego saltaron a tierra,
hasta el lugar donde estaba Copil.
Dormían Copil y sus hombres.
Avanzaron los teopixques, sin hacer ruido, por entre los cuerpos,
hasta que encontraron al hijo de Malinaxochitl.
Se acercaron a él calladamente y, con pericia, le abrieron, de
una cuchillada, el pecho y le extrajeron el corazón. Copil no pudo
exhalar la más leve queja. Y al amanecer despertaron los guerreros
de Malinalco, y se sorprendieron al encontrarse el cadáver
de Copil con una herida en el pecho poderoso.
También al amanecer, los teopixques llegaron de regreso a
Chapultepec. En un cuauhxicalli entregaron a Huitzilopochtli la
roja ofrenda.
El dios, después de satisfacer su cólera viendo el corazón de
Copil, ordenó a los sacerdotes que fueran a enterrarlo, y les dijo:
-Entierren el corazón de Copil en aquellos peñascos que hay
entre las malezas.
Esa noche fueron los sacerdotes y enterraron el corazón entre
las peñas. Pero al otro día vieron con asombro que había brotado
una hermosa planta en el sitio de la sepultura, allí donde
antes sólo hubo desnudas rocas y ramas secas. Era que el corazón
de Copil se había convertido en el vigoroso nopal de ovaladas
hojas y flores encarnadas.
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