1. Llegada a Irlanda de los hijos de
Milé. 2. Primer poema de Amairgen. Doctrina panteísta que expresa. Comparación
con un poema galés atribuido a Taliesin y con el sistema filosófico de Jean
Scot, llamado Eringenio. 3. Los otros dos poemas de Amairgen. Doctrina
naturalista que expresan. 4. Primera invasión de Irlanda por los hijos de Milé.
5. Juicio de Amairgen. 6. Retirada de los hijos de Milé. 7. Segunda invasión de
Irlanda por los hijos de Milé. Conquista de la isla. 8. Comparación entre las
tradiciones irlandesas y galas. 9. Los Fir-Domnann, Bretones y Pictos en
Irlanda.
1.
Llegada
a Irlanda de los hijos de Milé.
Los compañeros de Ith llevaron el cadáver de su jefe
al país de los muertos (o a España, como dice la redacción cristiana). La raza
de Milé consideró el asesinato de Ith como una declaración de guerra; y, para
vengarlo, resolvió emigrar a Irlanda y arrebatar esta isla a los asesinos. Al
frente de la raza de Milé estaban treinta y seis jefes, cuyos nombres se han
conservado.
Cada uno de ellos embarcó en su navío junto con su
familia y sus hombres; pero no todos llegaron al destino. Uno de los hijos de
Milé, que había trepado a lo alto del mástil para contemplar Irlanda, cayó al
mar y pereció. También la mujer de Amairgen (apodado Glungel, "el
de la rodilla blanca", hijo de Milé; hombre de letras, sabio, file de
la flota) murió duran .e la travesía. La flota desembarcó en el mismo lugar de
la costa de Irlanda donde lo hiciera Ith, en la punta sudoeste. El lugar del
desembarco recibió el nombre de Inber Scené;[1]
Scené era el nombre de la mujer de Amairgen, que fue enterrada en este lugar.
Los hijos de Milé llegaron a Irlanda el jueves
primero de mayo, decimoséptimo día de la luna. También Partolón había
desembarcado un primero de mayo, pero era martes y el decimocuarto día de la
luna; y en otro primero de mayo comenzó la epidemia que destruyó a su raza en
una semana. El primero de mayo estaba dedicado a Beltené, uno de los nombres
del dios de la muerte, de ese dios que, habiendo dado la vida a los hombres se
la reclama después. Así pues, en una de las fiestas de ese dios, la raza de
Milé comenzó la conquista de Irlanda.
2.
Primer poema de Amairgen. Doctrina panteísta que
expresa. Comparación con un poema galés atribuido a Taliesin y con el sistema
filosófico de Jean Scot, llamado Eringenio.
Al posar el pie derecho sobre la tierra de Irlanda,
el file Amairgen, hijo de Milé, cantó un poema panteísta en honor de la
ciencia que le daba un poder superior al de los dioses, en los que, sin
embargo, se originaba. Cantó loas a esta ciencia maravillosa que iba a asegurar
la victoria de los hijos de Milé sobre los Tuatha De Danann. En efecto, la
filosofía céltica pretendía que esta ciencia divina —que penetraba los secretos
de la naturaleza, cuyas leyes y fuerzas conocía— era un ser idéntico a esas
mismas fuerzas, al mundo material y visible; y que poseer esta ciencia era
poseer a la naturaleza entera. Amairgen dice:
Yo soy el viento que sopla sobre el mar;
Yo soy la ola del océano;
Yo soy el murmullo de las olas;
Yo soy el buey de los siete combates;
Yo soy el buitre sobre la roca;
Yo soy una lágrima del sol;
Yo soy la más bella de las plantas;
Yo soy jabalí por la bravura;
Yo soy salmón en el agua;
Yo soy lago en la llanura.
********************************
Yo soy palabra de ciencia;
Yo soy la punta de lanza que combate en
las batallas;
Yo soy el dios que crea o forma el fuego
(del pensamiento) en la cabeza (del hombre);
¿Quién hace la luz durante la asamblea
en la montaña? (Y aquí agrega una glosa: ¿Quién aclaró cada pregunta, sino yo?)
¿Quién anuncia las edades de la luna? (Y agrega una
glosa: ¿Quién os cuenta de las edades de la luna, sino yo?)
¿Quién enseña el lugar donde se acuesta
el sol? (sino el file, agrega una glosa.) ...
Este fragmento carece de orden; las ideas
fundamentales se mezclan con las secundarias sin método alguno. Pero no cabe
duda en cuanto a su sentido: el file es palabra de ciencia, es el dios
que da al hombre el fuego del pensamiento; y como la ciencia no es distinta de
su objeto, como Dios es uno con la naturaleza, el ser del file se
confunde con el viento, las olas, los animales salvajes y las armas del
guerrero.
Un manuscrito galés del siglo XIV nos ha conservado
una composición análoga, atribuida al bardo Taliesin. Amairgen, el file irlandés,
dijo: Yo soy una lágrima del sol. La pieza galesa pone en boca de
Taliesin una aserción semejante: He sido una lágrima en el aire.
He aquí otras fórmulas paralelas:
Amairgen: Soy el buitre sobre la roca.
Taliesin: He sido un águila.
Amairgen: Soy la más bella de las plantas.
Taliesin: He sido un árbol en el soto.
Amairgen: Soy la punta de lanza que combate en las batallas.
Taliesin: He sido una espada en la mano; he sido un escudo en el
combate.
Amairgen: Soy palabra de ciencia. Taliesin: He sido palabra
escrita.
El poema galés altera el sentido primitivo de la
fórmula al poner en pasado el verbo que, en el viejo texto irlandés, está en
presente. Sustituye la poderosa doctrina panteísta que fue la gloria y el error
de la filosofía irlandesa (y probablemente de la céltica) por la noción de
sucesivas metamorfosis. El file es la personificación de la ciencia, la
ciencia es idéntica a su objeto. La ciencia es el Ser mismo del que tanto las
fuerzas de la naturaleza como todos los seres sensibles no son sino
manifestaciones. Así es como el file, en quien la ciencia se reviste de
forma humana, no es solamente un hombre, sino un águila o buitre, árbol o
planta, palabra, espada o venablo; es el viento marino, la ola del océano, el
murmullo de las olas, el lago en la llanura. Y es todo eso porque es el ser
universal, o, como dice Amairgen, el dios que crea el fuego (del
pensamiento) en la cabeza (del hombre). Es todo eso porque detenta el
tesoro de la ciencia. Dice: Yo soy palabra de ciencia. Y, como Amairgen
se cuida de destacar, son muchas las pruebas que atestiguan que posee ese
tesoro. Así, cuando en las asambleas de la montaña los conciudadanos del file
se ven sobrepasados por un asunto difícil, éste les da la solución. Y eso
no es todo: sabe calcular las lunaciones, que constituyen la base del
calendario; y, en consecuencia, determina en qué fecha se llevarán a cabo las
grandes asambleas populares, fundamento de la vida política, comercial y
religiosa. La astronomía no tiene secretos para él: incluso conoce el lugar a
donde el sol, fatigado de su carrera diurna, va a reposar desde el anochecer
hasta la mañana (lugar que los demás hombres ignoran). Así pues, la ciencia le
pertenece, la ciencia es él. Ahora bien, la ciencia es el ser único del que el
mundo entero, con todos los seres secundarios que lo pueblan, sólo es una
variada y múltiple expresión.
Esta doctrina es la que, en el siglo IX, envuelta en
los ropajes de la filosofía griega, enseñó el irlandés Jean Scot en Francia, en
la corte de Carlos el Calvo. M. Hauréau resume la doctrina fundamental del filósofo irlandés al proporcionar los
extractos siguientes de su gran obra "De la división de la nature": Todos
los medios de conocimiento nos demuestran que, bajo la aparente diversidad de
los seres, subsiste el ser único que constituye su fundamento común.
Cuando se nos dice que Dios lo ha hecho todo —escribió Jean Scot—, debemos comprender que Dios está en todo, que
es la esencia sustancial de todas las cosas. En efecto, sólo él posee en si
mismo las verdaderas condiciones del ser; y sólo él es en si mismo todo aquello
que está en el seno de las cosas a las que tenemos el derecho de atribuir
existencia. Nada de lo que es existe verdaderamente por sí mismo, sino Dios,
único que es verdaderamente por sí mismo y que, al repartirse entre todas las cosas,
les comunica así todo cuanto en ellas responde a la verdadera noción del ser.
Y continúa: ¿No ves por qué al creador de la
universalidad de las cosas le corresponde el primer lugar entre las categorías
de la naturaleza? Es razonable que así sea, dado que él es el principio de
todas las cosas; dado que es inseparable de toda la diversidad que ha creado;
dado que sólo así puede subsistir con el título de creador. En efecto, en él
están todas las cosas invariable y esencialmente; él mismo es la división y la
colección, el género y la especie, y el todo y la parte de la universalidad
creada.
En fin, ¿qué es una idea pura según Jean Scot? £5, hablando
con propiedad, una teofanía, es decir, una manifestación de Dios en el alma
humana. Tal es la doctrina que el irlandés Jean Scot enseñó en Francia en
el siglo IX. Es la doctrina que la epopeya mitológica irlandesa pone en boca de
Amairgen cuando le hace decir: Yo soy el dios que pone el fuego (del
pensamiento) en la cabeza (del hombre);yo soy la ola del océano, soy
el murmullo de las olas, etcétera. El file, el sabio en el que la
ciencia, o sea, la idea divina, se ha manifestado y que por ello deviene la
personificación de dicha idea, puede —sin pecar de orgullo—, proclamarse
idéntico al ser único y universal del que todos los seres secundarios sólo son
apariencias o manifestaciones. Su propia existencia se confunde con la de esos
seres secundarios.
Tal es el sentido del viejo poema que la leyenda
irlandesa pone en boca del file Amairgen en el momento en que ese
representante primitivo de la ciencia céltica llegado de las misteriosas
regiones de la muerte, posó por primera vez su pie derecho sobre el suelo de
Irlanda.
3.
Los otros dos poemas de Amairgen. Doctrina
naturalista que expresan.
Después de ese documento
filosófico, el "Libro de las conquistas" nos muestra a Amairgen
declamando otros dos fragmentos inspirados en una doctrina mucho menos elevada.
La creencia que los inspira es muy similar a la que explica el origen del mundo
en la "Teogonia" de Hesíodo. La materia precedió a los dioses. Lo
primero que existió fue el Caos, padre de las tinieblas y la noche; después
apareció la Tierra, que produjo las montañas, el cielo y el mar; y que,
uniéndose al Cielo, dio nacimiento primero al Océano y después a los Titanes,
padres de los dioses y los hombres. Por tanto, la materia ha existido desde el
origen de las cosas, y posee sobre los dioses la misma superioridad que el
padre sobre los hijos. La naturaleza material está por encima de los dioses.
Así es como Amairgen, en guerra con los dioses, se dirige a las fuerzas de la
naturaleza, con cuya ayuda espera vencer a los dioses. Es por eso que cada uno
de los dos últimos poemas de Amairgen es una invocación a las fuerzas de la
naturaleza. He aquí la segunda de estas dos piezas donde la Tierra ocupa el
primer lugar, lo mismo que en la "Teogonia":
¡Yo
te invoco, tierra de Irlanda!
¡Mar
brillante, brillante!
¡Montaña
fértil, fértil!
¡Bosque
accidentado!
¡Río
henchido, henchido de agua!
¡Lago
rebosante de peces, rebosante de peces!
Así, Amairgen llama a la tierra de Irlanda, al mar
que la rodea, a sus montañas, ríos y lagos, para que lo ayuden a luchar contra
la raza divina que la domina, contra los dioses que viven en ella.
Evidentemente, la fórmula de esta plegaria ha sido tomada del ritual céltico,
en el que antaño fuera consagrada por el uso, y de manera alguna ha sido
compuesta para el fragmento literario en el que se encuentra inserta. Se trata
de una invocación pagana a una Irlanda divinizada, invocación que podía emplearse
cuando se considerara necesario el apoyo de esta divinidad tutelar.
Este nos recuerda otros textos
irlandeses en los que se considera a la naturaleza material como el más grande
de los dioses. Tal es el caso del juramento que Loegairé, rey supremo de
Irlanda, se vio constreñido a prestar para recuperar su libertad después de ser
vencido y hecho prisionero por los habitantes de Leinster. Tomó como testigos
de ese juramento al sol y la luna, el agua y el aire, el día y la noche, el mar
y la tierra, sin mencionar ningún otro dios; y cuando violó su juramento, esas
fuerzas naturales, que habían garantizado el cumplimiento del mismo, le
quitaron la vida en castigo por su mala fe.
El "Libro de las conquistas" pone en boca
de Amairgen otro poema que, aunque aparece en segundo término, sólo adquiere un
sentido claro cuando se lo sitúa en tercer lugar. Se trata de una invocación al
mar en la que, aunque se menciona a la tierra, ésta ocupa un segundo plano
(mientras que, en la pieza precedente, ocupaba el primero).
¡Mar lleno de peces!
¡Tierra fértil!
¡Irrupción de peces!
¡Pesca que allí prospera!
¡Pájaro bajo el agua!
¡Gran pez!
¡Agujero de cangrejos!
¡Irrupción de peces!
¡Mar lleno de peces!
Así es como Amairgen, que ha venido a combatir a los
dioses, invoca contra ellos el apoyo de la materia y de las fuerzas naturales,
a las que dirige dos plegarias; y, gracias a estas plegarias, los dioses serán
derrotados.
4.
Primera invasión a Irlanda de los hijos de Milé.
Pero prosigamos el relato de la conquista de Irlanda
por los hijos de Milé. Según el texto al que venimos haciendo referencia, al
desembarcar junto con sus hermanos y sus compañeros, el file Amairgen
declamó las dos invocaciones que ocupan el primer y tercer lugar en la
exposición precedente. Más adelante volveremos a encontrar la segunda de ellas.
Tres días y tres noches más tarde, los hijos de Milé
trabaron su primera batalla. Según el "Libro de las conquistas", sus
adversarios fueron "los demonios", o sea, los Tuatha De Danann. El
combate tuvo lugar cerca de la playa en la que desembarcaran aquellos, en un
lugar llamado Sliab Mis, que hoy se escribe Slieve Mish, en el condado de Cork,
una de las subdivisiones del Munster o provincia del sudoeste.
El "Libro de las conquistas" sitúa aquí
una de esas leyendas extrañas con que la manía de la etimología ha sembrado
numerosos documentos irlandeses. Cerca de Slieve Mish había un lago en el que
se bañó Lugaid, hijo de Ith, a raíz de lo cual dicho lago tomó el nombre de
"lago de Lugaid". De ese lago nace un río en el cual se bañó la mujer
de Lugaid, llamada Fial, es decir, "púdica". Lugaid salió del lago a
favor de la corriente, penetró en el río y se acercó al lugar donde se
encontraba su mujer; al advertir la inesperada presencia de su marido en el
agua donde ella misma se encontraba, Fial la púdica se sobrecogió de tal manera
que expiró, por lo que se le dio su nombre al río donde sucedió tan trágico
episodio.
Los hijos de Milé se pusieron en marcha hacia el
noroeste. Todavía se encontraban cerca de Slieve Mish cuando se toparon con la
reina Banba, que les dijo: Sí habéis venido a conquistar Irlanda, vuestra
expedición no es justa. El file Amairgen le contestó: Ciertamente hemos
venido para eso. Banba replicó: Entonces, concededme al menos una cosa:
que esta isla lleve mi nombre. Amairgen respondió: Esta isla llevará
vuestro nombre.
Un poco más lejos, los hijos de Milé se encontraron
con la segunda reina, llamada Fotla, quien también pidió que la isla recibiera
su nombre. Amairgen dijo: Sea: la isla se llamará Fotla.
En Uisnech, el punto central de Irlanda, los hijos
de Milé se encontraron con Eriu, la tercera reina, quien les dijo: Guerreros,
sed bienvenidos. Llegáis de lejos; esta isla os pertenecerá para siempre, y no
habrá otra mejor desde aquí hasta el extremo oriente. Ninguna raza será más
perfecta que la vuestra. Amairgen dijo: He aquí unas buenas palabras y
una buena profecía. Pero entonces Eber Dond, el mayor de los hijos de Milé,
exclamó: No es a vos a quien debemos agradecimiento, sino a nuestros dioses
y a nuestro propio poder, que nos darán la victoria. Eriu le respondió: Lo
que anuncio carece de interés para ti, porque no disfrutarás de esta isla ni
pertenecerá a tus descendientes. Y en efecto, Eber Dond pereció antes de
que la raza de Milé conquistara Irlanda. Finalmente, lo mismo que las otras dos
reinas, Eriu pidió que la isla llevara su nombre. Ese será su nombre
principal, dijo Amairgen.
5.
Sentencia
de Amairgen.
Los hijos de Milé llegaron a la capital de Irlanda,
es decir, a Tara, a la que por entonces llamaban "la Bella Colina", Druim
Cain. Allí encontraron a los tres reyes contra quienes venían a guerrear:
Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Grené, que reinaban sobre Irlanda y los Tuatha De
Danann, e iniciaron conversaciones con los mismos.
Los tres reyes solicitaron un plazo para deliberar
acerca de si ofrecerían batalla o entregarían rehenes como prenda de un
acuerdo. En realidad, pensaban aprovecharse de esa demora para que sus druidas
prepararan encantamientos que los convirtieran en invencibles, cosa que
aquellos no habían tenido tiempo de poner a punto por lo inesperado de la
invasión. Mac Cuill, el primero de los reyes de los Tuatha De Danann, les dijo
a los hijos de Milé: Aceptamos desde ya la sentencia arbitral de vuestro
juez Amairgen; pero os advertimos que si juzga falsamente le mataremos. Eber
Dond, el mayor de los hijos de Milé, exclamó: Pronuncia tu sentencia, ¡oh
Amairgen! Este respondió: Hela aquí. Provisoriamente, abandonaréis esta
isla a los Tuatha De Danann. Eber preguntó: ¿A qué distancia nos iremos?
A lo que Amairgen contestó: Dejaréis entre ella y vosotros una distancia
de nueve olas. Este fue el primer arbitraje dictado en Irlanda.
Esto es lo que relata el "Libro de las
conquistas". ¿Qué significa la expresión "nueve olas"? Realmente,
es como para preguntarse de qué distancia se puede tratar, pero no tenemos la
pretensión de resolver esa dificultad. Sólo sabemos que encierra una fórmula
mágica a la cual todavía en los primeros tiempos del cristianismo se le
atribuía en Irlanda un valor supersticioso. En el siglo VII había en Cork una
escuela eclesiástica que fue dirigida en cierta época por el fer leigind o
profesor de literatura escrita —es decir, de latín y teología-llamado Colman,
hijo de Ua Cluasaig. En la época en que Colman enseñaba en esta escuela,
Irlanda sufrió una hambruna que produjo una espantosa mortandad. Perecieron los
dos tercios de los irlandeses, y junto con ellos los dos reyes Diarmait y
Blathmac, hijos ambos de Aed Slane. Este azote se produjo en 665, y para escapar
al mismo y salvar a sus alumnos, Colman recurrió a dos medios: compuso un himno
en versos irlandeses que nos ha sido conservado por dos manuscritos de fines
del siglo XI, y se retiró junto con sus alumnos a una isla cercana a la costa
de Irlanda, pero situada a una distancia de nueve olas, porque —pretende
el texto irlandés que nos ha transmitido el recuerdo de ese episodio—, según
los sabios, se trata de un intervalo que las enfermedades epidémicas no pueden
franquear. Así pues, en el siglo VII de nuestra era los irlandeses
cristianos atribuían a la distancia de nueve olas un poder mágico en cuya
protección no habían dejado de creer, doctrina pagana que volvemos a encontrar
en la historia legendaria de la conquista de Irlanda por los hijos de Milé a expensas
de los Tuatha De Danann.
6.
Retirada
de los hijos de Milé.
Los hijos de Milé se sometieron a la sentencia de
Amairgen, desandaron el camino por donde habían venido y retornaron a la punta
sudoeste de Irlanda, donde habían quedado anclados sus navíos; embarcaron y se
alejaron hasta esa misteriosa distancia de nueve olas que había sido fijada por
la sentencia de Amairgen. De inmediato, los druidas y file de los Tuatha
De Danann cantaron poemas mágicos que provocaron un terrible viento que empujó
a la flota de los hijos de Milé hacia el mar abierto. Esto entristeció
profundamente a los hijos de Milé. Ese debe ser un viento druídico —dijo
Eber Dond, que, en su calidad de hermano mayor, parece haber sido el principal
jefe de la expedición—. Ved si sopla viento por encima del mástil. Alguien
trepó a lo alto del mástil y comprobó que allí no soplaba viento alguno. Esperemos
hasta que Amairgen nos reúna, exclamó el piloto de Eber Dond, que era un
alumno del célebre file. En efecto, esperaron a que todos los navíos se
hubiesen reunido nuevamente; y entonces Eber Dond, dirigiéndose a Amairgen,
manifestó que esta tempestad constituía una vergüenza para los sabios de la
flota. No es verdad, respondió Amairgen. Y entonces cantó su plegaria a
la tierra de Irlanda, apelando a la benevolencia de esta fuerza natural para
que les apoyase en su lucha contra los dioses.
¡Yo te invoco, tierra de Irlanda!
¡Mar brillante, brillante!
¡Montaña fértil, fértil!
En cuanto hubo terminado, la dirección del viento
cambió en sentido favorable. Eber Dond lo interpretó como una señal de que el
éxito inmediato estaba asegurado, y dijo: Golpearé con la lanza y la espada
a todos los habitantes de Irlanda. Pero en cuanto pronunció estas palabras
volvió el viento contrario, se levantó una tormenta y los navíos se
dispersaron. Muchos de ellos naufragaron, y toda su tripulación pereció; una de
las víctimas fue Eber Dond. Los que escaparon a la tormenta desembarcaron en
Irlanda a gran distancia del punto desde donde partieran cuando se hicieron a
la mar después de la sentencia de Amairgen.
7.
Segunda invasión a Irlanda por los hijos de Milé.
Conquista de la isla.
El segundo desembarco de los hijos de Milé sobre la
tierra de Irlanda se produjo en la desembocadura del Boyne, sobre la costa oriental
de Irlanda, frente a Gran Bretaña; y, tal como lo profetizara Eriu, Eber Dond,
el hermano mayor, no participó en el mismo. Había muerto; y, tal como lo
anunciara la diosa Eriu, no fue él, sino sus hermanos, quienes conquistaron
Irlanda.
La suerte de la isla se decidió en una batalla que
se empeñó en Taltiu, lugar célebre debido a una asamblea periódica que allí se
realizaba y cuya fundación se atribuye al dios Lug. En dicha batalla perdieron
la vida los tres reyes y las tres reinas de los Tuatha De Danann, quienes, a
partir de ese episodio, se refugiaron en el fondo de las cavernas, donde
habitan en maravillosos palacios. Recorren Irlanda invisibles a los ojos de los
hombres, a quienes, según las circunstancias, prestan buenos o malos servicios
a los que es difícil atribuir un determinado autor. A veces adoptan formas
visibles, y entonces las operaciones de su divino poder aparecen totalmente
desprovistas de misterio. La continuación de su historia pertenece a la epopeya
histórica de Irlanda, y su vida se mezcla con la de los héroes igual que la de
los dioses griegos en la "Ilíada" y la "Odisea".[2]
En los capítulos siguientes examinaremos superficialmente estas similitudes.
Los hijos de Milé tomaron posesión de Irlanda.
Muerto Eber Dond, el mayor, dos de sus hermanos se disputaron la realeza. En
realidad, la muerte de aquél confería a Eremón, el segundo de los hijos de
Milé, la calidad de hermano mayor. Pero Eber Find, el tercero, no quería
reconocer ese derecho de mayorazgo. Nuevamente se recurrió al arbitraje de
Amairgen, quien decidió que, mientras éste viviera, la realeza pertenecía a
Eremón; una vez muerto Eremón, la corona pasaría a Eber Find. Tal fue la
segunda sentencia de Amairgen; pero ésta recibió una acogida menos favorable
que la primera. Frente a la decisión de Amairgen, los hijos de Milé habían
consentido en batirse en retirada y abandonar momentáneamente una Irlanda ya
medio conquistada; pero esta vez, Eber Find se negó a someterse a la sentencia
de Amairgen, exigió una partición inmediata de la isla y la obtuvo. Sin
embargo, este arreglo fue de corta duración: al cabo de un año, Eremón y Eber
Find se enfrentaron en una batalla en la que el segundo pereció; así, Eremón se
convirtió en único rey de Irlanda.
8.
Comparación
entre las tradiciones irlandesas y galas.
Es probable que los rasgos fundamentales de este
relato, lejos de provenir exclusivamente de tradiciones irlandesas, hayan
constituido una propiedad común a toda la raza céltica. Al igual que los
irlandeses, los galos creían descender del dios de los muertos; y, como
aquellos, pensaban que el dominio del dios de los muertos pertenecía a la
geografía, que se trataba de una comarca que existía realmente y estaba situada
más allá del Océano. Era la región misteriosa hacia la cual los marinos galos
de las costas del Océano trasladaban invisibles muertos a bordo de navíos de
origen desconocido, y para llegar a la cual necesitaban tan solo de un golpe de
remo o de una hora de navegación.[3]
La población precéltica de la Galia no provenía de allí.
Los druidas de fines del siglo I a. J.C. decían que
en la Galia había existido una población indígena anterior a la conquista
céltica, población que en Irlanda se conoce con el nombre de Fir Bolg, Fir
Domnann y Galioin. Y agregaban que existía un segundo grupo proveniente de las
islas más lejanas, es decir, del país de los muertos, las islas de los
Bienaventurados o los Todopoderosos de la mitología, griega: era la población
céltica que había sido la primera en franquear el Rhin e instalarse en las regiones
situadas al oeste de ese gran río en una época prehistórica, anterior a los
alrededores del año 500 a.J.C, y antes de Hecáteo de Mileto.[4]
En la fecha en que Timagenio recogía de los druidas esta enseñanza, es decir,
hacia fines del siglo que precedió al nacimiento de Cristo, los celtas
pertenecientes a esa primera ola migratoria ya habían olvidado su
establecimiento en la Galia, y no poseían otra creencia en cuanto a su origen
que la doctrina druídica acerca del origen mítico de los celtas. Finalmente,
existía un tercer grupo formado por los pueblos célticos que integraron la
segunda ola migratoria y que, establecidos primitivamente sobre la orilla
derecha del Rhin, en el lapso que va desde el siglo III hasta el siglo I antes
de nuestra era, fueron expulsados por los conquistadores germánicos y forzados
a buscar refugio en la orilla izquierda de ese río, o incluso más al oeste, en
diversas regiones de la Galia. A este lado del Rhin se había conservado el
recuerdo de su llegada.
El segundo de los tres artículos de que se componía
la enseñanza druídica acerca de la etnografía gala, pertenece a la mitología:
es el que considera a la más antigua población céltica establecida en la Galia
como proveniente de las islas extremas. El tercer artículo, que atribuye a los
galos llegados más recientemente un origen transrrenano, pertenece en cambio al
dominio de la historia. En cuanto al primer artículo, donde las poblaciones
más" antiguas de la Galia, o precélticas, son consideradas como indígenas,
responde a una creencia generalmente admitida en la antigüedad según la cual se
consideraba indígena a todo pueblo cuyas migraciones hubieran sido olvidadas; y
está probado que, entre los pueblos que carecen de anales escritos, el recuerdo
de las migraciones acaba siempre por desaparecer.
9.
Los
Fir Domnann, Bretones y Pictos en Irlanda.
Pero volvamos a Irlanda y a los relatos legendarios
con los que se completa la doctrina tradicional de los orígenes nacionales.
Eremón, convertido en el único amo de Irlanda, les asignó a los conquistadores
el norte, el oeste y el sudoeste de la isla (o sea que repartió entre éstos el
Ulster, el Connaught y el Munster). El Leinster lo dejó para los primitivos
habitantes de Irlanda, y le otorgó la realeza a Crimthan Sciathbel, un Fer Domnann.
Crimthan se encontró muy pronto enfrentado a una tribu bretona a la que se
llamaba "los hombres de Fidga", Fir Fidga o Tuath Fidga, quienes
habían invadido el reino de Crimthan y que eran más fuertes que los soldados de
éste: sus dardos envenenados causaban heridas mortales. Ese fue el momento en
que llegaron a Irlanda los pictos, en
irlandés Cruithnech. Desembarcaron en la costa
meridional de Leinster, en la desembocadura del río de Slaney, que desagua en
el mar cerca de Wexford. Crimthan se alió con ellos y un druida picto le enseñó
la forma de curar las heridas que sus soldados recibían luchando contra los Fir
Fidga. La receta consistía en tomar, un baño cerca del campo de batalla, dentro
de un agujero donde se había de vertir previamente la leche de ciento veinte
vacas blancas sin cuernos. Gracias a este tratamiento, los soldados de Crimthan
obtuvieron la victoria de Ard-Lemnacht. Los pictos, autores de este éxito,
ejercieron, durante cierto tiempo, una gran influencia en Irlanda. Más tarde,
Eremón los expulsó y les obligó a abandonar la isla para establecerse en Gran
Bretaña.
Pero consintió en darles por esposas a las viudas de
aquellos guerreros de la raza de Milé que habían perecido en el mar antes de la
conquista de Irlanda, si bien puso para ello una condición: que, entre los
pictos, las herencias se transferirían a través de las mujeres y no de los
hombres. Los jefes pictos consintieron en establecer entre ellos este derecho
de sucesión por rama femenina, y juraron por el sol y la luna que observarían
eternamente esta nueva legislación. Desde entonces, los goidels o scots
—también llamados hijos de Milé—, fueron los únicos amos de Irlanda. Resulta
difícil determinar exactamente en qué punto de este relato acaba la fábula y
comienza la historia.
[1]
Ese sería el nombre antiguo del
río de Kenmare, en el condado de Kerry. Hennessy,
"Chronicum Scotorum", p. 389. También
Nemed desembarcó allí.
[2]
Ver, por ejemplo, la
"Odisea", l. XVII, versos 485-488. Dice el poeta que los dioses
adoptan la apariencia de extranjeros para aparecer en cualquier parte, recorrer
las ciudades y observar a los hombres y sus malas acciones.
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