El joven indio solía rondar
las orillas del arroyo Yhaguy. Hasta allí llegaban a lavar la ropa unas
mozas que respondían con risas a las atrevidas palabras de Kavare. Las
endulzaba el indio con su facilidad para versificar y contar historias
fantásticas de las que eran protagonistas principales las flores, los árboles y
los animales.
Una siesta en la que Kavare no encontró a nadie en el
arroyo, se alejó un poco de la corriente y se adentró en un bosquecito cercano.
Grande fue su sorpresa cuando descubrió que detrás de los árboles había una
laguna de quietas aguas. Diestro en la natación, Kavare no perdió ni un segundo
y se tiró a la laguna.
Nada el muchacho relajado.
Se desliza mansamente sobre la superficie de plata.
Al llegar al centro mismo, una fuerza extraña lo estira
hacia las profundidades. Kavare se deja llevar. Ducho en “remansos” sabe que en
unos momentos el agua lo devolverá a la superficie. Pero el fondo de la laguna
parece no existir y el joven pierde el conocimiento. Cuando despierta se halla
en un aposento nuevo para él. Una joven le habla delicadamente al oído y luego
se aleja dejándolo en compañía de varias mujeres que le atienden
proporcionándole comidas, bebidas y todo lo necesario para que no se sienta
abrumado por el cambio. Cada noche la joven de la exquisita voz le visita y
pide sus favores. El joven, encantado con la nueva situación, no se preocupa demasiado
por las cosas de su vida anterior.
Cierto día Kavare pregunta a la mujer por qué sólo aparece
de noche. Entonces ella le confiesa que si él viera su rostro a la luz del día
ella desaparecería para siempre de su vida. Terribles palabras que despertaron
la natural curiosidad de Kavare. Los pensamientos del joven indio lo llevan a
anhelar lo prohibido. Jamás pensó que sería cierto lo dicho por la joven.
Kavare busca dos piedras duras y, cuando
llega la noche y con ella la joven a visitarlo, Kavare golpea las piedras entre
sí y deja que un montón de paja seca que había juntado previamente, arda con
las chispas. La luz de la fogata desata el hechizo: de inmediato la joven
desparece de su vista y un arco iris se instala sobre la laguna. Un arco iris que
fulgura como retorciéndose en sus propios colores hasta hundirse en las aguas.
Kavare despierta.
Está ahora en la casa de sus padres.
Cuenta los hechos vividos tan recientemente. Los padres lo
escuchan atentos y nerviosos.
“Hijo, dice su madre, has estado preso de una Sirena”. Un
tiempo que para él no fue más allá de algunos días, en la realidad humana ocupó
un espacio de dos años. “Has tenido suerte en regresar” le dice el padre ahora
y se dispone a contar historias viejas de cuando unos tíos suyos fueron
raptados por la misma extraña mujer, lejos en una laguna llamada...
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