1. En la leyenda de Cuchulainn, Lug
desempeña el mismo papel que Zeus en la de Heracles. 2. La caza de los pájaros
misteriosos. 3. El palacio encantado. Nacimiento de Cuchulainn. 4. El mortal
Sualtam y el dios Lug, padres ambos de Cuchulainn. 5. Lug y Conn Cetchathach,
rey supremo de Irlanda en el siglo II de nuestra era. 6. A pesar de lo que más
tarde hayan dicho los cristianos, Lug era un dios. 7. Ogmé u Ogmios el campeón.
8. Dian-Cecht el médico. 9. Goibniu el herrero y su festín.
1.
En
la leyenda de Cuchulainn, Lug desempeña el mismo papel que Zeus en la de
Heracles.
Teóricamente, Dagdé es el dios supremo. Pero Lug, el
dios bajo cuya advocación se pusiera la gran fiesta del primero de agosto; que
mató a Balar, el dios de la muerte, con una piedra arrojada con su honda; Lug,
el doctor supremo y maestro de todas las artes, parece gozar, en la mitología
céltica, de un rango superior al de Dagdé. En la mitología griega, Heracles, el
héroe modelo, es hijo de Alcmena, mujer de Anfitrión. Este último es el padre
aparente; pero, en realidad, el verdadero padre del héroe al que la poesía
atribuirá tantas maravillosas hazañas no es otro que Zeus.[1] Irlanda posee un mito similar: en la versión irlandesa, Heracles se
llama Cuchulainn; el nombre de Alcmena es Dechteré, y el de Anfitrión, Sualtam.
Pero aquí es Lug —o sea, Hermes, el dios que en la mitología grecolatina se
llama Mercurio— quien toma el lugar de Zeus: Cuchulainn es hijo suyo, y no de
Dagdé. La mitología céltica no es una copia de la mitología griega: aunque
proveniente de creencias primitivamente idénticas a aquellas de las que deriva
la mitología griega, ha desarrollado los elementos provistos por la fábula
fundamental de una manera tan independiente como original.
2.
La
caza de los pájaros misteriosos.
Un día que los grandes señores del Ulster estaban
reunidos alrededor de su rey Conchobar en Emain Macha, capital de esta
provincia, llegó a la llanura vecina de Emain una bandada de pájaros. Esos
pájaros se comían la hierba y las plantas sin dejar siquiera las raíces. Los
habitantes del Ulster se entristecieron mucho al ver destruidos sus bienes de
esa manera, y el rey hizo preparar nueve carros para emprender la caza de
dichos pájaros. Cazar pájaros era una de las ocupaciones habituales del rey y
de los grandes señores del Ulster: perseguían a los pájaros en carro; y, como
no se conocía el arco, les lanzaban venablos con la mano o piedras con una
honda.
Al frente de los nueve carros estaba el de
Conchobar, que se subió a él. Su hermana Dechteré, una robusta joven, se sentó
a su derecha para servirle de cochero. Los carros restantes eran los de los
principales guerreros del Ulster: Conall Cernach, Fergus mac Roig, Celtchar,
hijo de Uithechar, Bricriu el Pendenciero, y otros cuatro cuyos nombres se han
olvidado. Persiguieron a los pájaros durante todo el día, avanzando sin
encontrar obstáculos.
Por entonces no había en los campos de Irlanda fosos
ni setos. Según la tradición, el más antiguo reparto de tierras se remonta a la
época de Diarmait y Blathmac, hijos de Aed Slane que, según Tigernach, fueron
reyes supremos de Irlanda
desde el 654 hasta el 665. Se dice que entonces el
territorio de Irlanda fue dividido en tantas porciones iguales como hombres
había, y que cada uno de ellos recibió nueve surcos de pantanos, nueve surcos
de tierra y nueve surcos de bosques. Pero parece que el resultado de la
operación no fue muy feliz, ya que una multitud de pequeñas explotaciones
sucedió a la explotación en común que había constituido la regla hasta
entonces, lo cual provocó una hambruna: hasta los más ricos se vieron reducidos
al ayuno, y sobrevino una epidemia que aniquiló a las tres cuartas partes de la
población. Los historiadores irlandeses han designado a esta epidemia con el
nombre de Buide Conaill.
Pero volvamos a Conchobar y a sus compañeros de
cacería. Decíamos que persiguieron a los. pájaros hasta muy lejos sin encontrar
obstáculos en su carrera. Esos pájaros eran muy hermosos, y, mientras volaban,
iban cantando. Estaban divididos en nueve grupos, cada uno de los cuales
contaba con veinte pájaros. Volaban por parejas, y los dos pájaros que
encabezaban cada grupo estaban amarrados entre sí con un yugo de plata; los
demás también estaban unidos dos a dos, pero no con un yugo, sino con una
cadena de plata.
Llegó la noche sin que los cazadores lograran
capturar uno solo de los pájaros que perseguían. Caía una nieve espesa.
Conchobar ordenó desuncir las bestias y buscar una casa donde pudieran
encontrar abrigo hasta el día siguiente.
3.
El
palacio encantado. Nacimiento de Cuchulainn.
Conall Cernach y Bricriu el Pendenciero partieron en
busca de un refugio; descubrieron una casa aislada que parecía haber sido
construida recientemente y entraron en ella. Les pareció muy pequeña y pobre:
dentro había sólo un hombre y una mujer, que les dieron la bienvenida. Conall y
Bricriu regresaron junto a sus compañeros y les dijeron: Hemos descubierto
una casa, pero es indigna de vosotros. Estaremos muy incómodos y no tendremos
qué comer.
Sin embargo, a falta de algo mejor, el rey y sus
guerreros se decidieron a buscar abrigo en esa casa. Y, ¡cosa extraña!, esta
pequeña habitación, que apenas parecía suficientemente grande como para un
hombre y una mujer, pareció ensancharse cuando entraron; y adquirió suficiente
cabida, no sólo para ellos, sino también para sus armas, caballos, cocheros y
carros. Les fueron servidos los manjares más abundantes, gustosos y variados:
algunos les eran familiares, pero otros eran totalmente extraordinarios, tal
como no los habían probado jamás.
Esta casa era uno de esos palacios mágicos que,
según las leyendas célticas, crean a veces los dioses cuando quieren ejercer
sobre los hombres una acción visible. Tanto en los cuentos galeses, como
bretones y franceses se habla de estos palacios.
Un tiempo después Dechteré dio a
luz, y Lug se le apareció en sueños para ponerla al tanto de su paternidad. Fue
Lug quien envió a los pájaros maravillosos, provocó la cacería y levantó la
mísera casita donde el rey Conchobar, su hermana Dechteré y sus compañeros
encontraron una hospitalidad tan brillante como inesperada.
4.
El mortal Sualtam y el dios Lug, padres ambos de
Cuchulainn.
Sin embargo, Lug no era el esposo de Dechteré:
cuando dio a luz, ésta estaba casada con uno de los principales personajes de
la corte de su hermano Conchobar. Su esposo se llamaba Sualtam, y consideraba a
Cuchulainn hijo suyo. Justamente el violento ardor de sus sentimientos paternales
fue causa de un accidente que le costó la vida. Pero Sualtam no fue el único en
ofrecer a Cuchulainn los cuidados que inspira el afecto paterno: también el
dios Lug velaba con igual ternura sobre la vida del héroe al que Irlanda canta
desde hace tantos siglos.
Acompañado de su cochero Loeg, Cuchulainn, cubierto
de heridas, se enfrenta al ejército de Ailill y Medb, que penetra en el reino
del Ulster. Este ejército reúne a los guerreros de cuatro de las cinco grandes
provincias de Irlanda que se han aliado contra la quinta, que es el Ulster; y
de todos los
hombres del Ulster, uno solo sostiene el peso de la
guerra: Cuchulainn. Ha provocado a combate singular a los principales guerreros
del ejército enemigo y los ha vencido en una sucesión de duelos; pero está
acribillado de heridas y abrumado de fatiga.
Entonces Loeg, su cochero, ve aproximarse a un
guerrero. El cráneo de éste, descubierto en parte, muestra una corona de
cabellos rubios y ensortijados; un blanco broche de plata fija a su pecho una
capa verde; los hilos de oro que adornan su túnica la tiñen de un amarillo
rojizo. En el centro de su escudo negro, la saliente de un umbo de
bronce brilla con el fulgor de la plata. Extrañamente, ese guerrero atraviesa
el ejército enemigo sin dirigir la palabra a nadie y sin que nadie le hable:
entre tantos hombres como hay reunidos, ninguno parece verlo.
Cuchulainn se dio cuenta de que se trataba de un side,
un dios amigo que conocía sus males y se había apiadado de él. Eres un
bravo, ¡oh Cuchulainn!, le dijo el extranjero. No he hecho nada
extraordinario, respondió aquél. Vengo a ayudarte, continuó el
guerrero. ¿Quién eres?, preguntó Cuchulainn. Soy tu padre de los side
—contestó el desconocido—. Soy Lug, hijo de Ethné. El dios sumió a
Cuchulainn en un sueño mágico que duró tres días y tres noches, y vendó y curó
sus heridas.
5.
Lug y Conn Cetchathach, rey supremo de Irlanda en el
siglo II de nuestra era.
Por tanto, el dios Lug del ciclo mitológico, el
vencedor de Balar, dios de la muerte, reaparece vivo y todopoderoso en el ciclo
de Conchobar y Cuchulainn. Volvemos a encontrarlo en el ciclo osiánico. La
pieza a la que vamos a referirnos ha sido retocada por un escritor cristiano;
pero resulta fácil determinar en qué consisten las adiciones introducidas entre
los datos primitivos de la leyenda.
Conn Cetchathach, rey supremo de Irlanda en la
segunda mitad del siglo II d.J.C, se encontraba una mañana, al amanecer, sobre
las murallas de Tara, su residencia real. El azar le hizo pisar una piedra
mágica llamada Fal que antaño fuera traída a Irlanda por los Tuatha De
Danann cuando vinieron a establecerse en la isla, antes de la llegada de los
hijos de Milé. En cuanto el pie de Conn tocó dicha piedra, ésta soltó un grito
tan poderoso que no sólo fue oído por Conn y quienes le rodeaban, sino por toda
Tara y fuera de ésta, hasta los límites de la llanura que la rodeaba, llamada
Breg.
En ese momento se encontraban junto a Conn tres
druidas que se contaban entre los oficiales de su guardia personal.
Interrogados por aquél acerca del significado del grito de la piedra, su
nombre, procedencia, el lugar donde iría a parar luego y por quién había sido
llevada a Tara, los druidas solicitaron un plazo de cincuenta y tres días; y
cuando expiró ese plazo, uno de ellos estuvo en condiciones de responder a
todas las preguntas, excepto a una —que, lamentablemente, era la más
importante—: ¿qué significaba el grito de la piedra? A ese respecto sólo pudo
proporcionar indicaciones incompletas. La piedra ha profetizado —dijo—.
No ha gritado una sola vez: yo he contado varios gritos, y el número de
éstos es el de los reyes de tu raza que habrá hasta el fin del mundo. Pero en
cuanto a sus nombres, no puedo decírtelos.
Un momento después el rey y todos los presentes
advirtieron que los rodeaba una niebla; y muy pronto fue tal la oscuridad que
no era posible distinguir cosa alguna. Entonces oyeron el paso de un jinete que
se les acercaba: éste les disparó tres venablos, mientras Conn y el druida
principal gritaban, espantados e impotentes. Pero el misterioso jinete dejó de
amenazarlos, se aproximó a ellos, saludó a Conn y le invitó a acompañarlo a su
casa.
Conn aceptó y siguió al desconocido hasta una
hermosa llanura donde se levantaba una poderosa fortaleza. Delante de la puerta
crecía un árbol de oro; Conn vio en la fortaleza un espléndido palacio. El
desconocido le hizo entrar. El rey irlandés fue recibido por una mujer joven
que llevaba una corona de oro y fue conducido por su guía hasta una sala que
contenía una cuba de plata con aros de oro, llena de cerveza. Allí había
también un trono sobre el que su guía tomó asiento: Conn no había visto jamás
un hombre tan alto y hermoso.
Entonces, éste le habló así: Soy Lug, hijo de
Ethné, nieto de Tigernmas. Y a continuación anunció cuánto duraría el reinado
de Conn y en qué batallas debería combatir; predijo el nombre de sus sucesores,
la duración y los principales acontecimientos de sus reinados.
6.
A pesar de lo que más tarde hayan dicho los
cristianos, Lug era un dios.
El autor cristiano al que debemos el retoque de esta
pieza que ha llegado hasta nosotros, pone en boca de Lug las siguientes
palabras: Yo no soy un scal, es decir, uno de esos seres demoníacos que
poseen el privilegio de la inmortalidad: pertenezco a la raza de Adán; y aunque
hoy me encuentro ante vos, no por eso he dejado de sufrir la ley de la muerte. He
aquí una adición relativamente moderna cuya finalidad ha consistido en
conseguir que el clero cristiano tolerara este extraño relato. Lug, que predijo
para Conn Cetchathach la historia de ese mismo príncipe y la de sus sucesores,
es el dios que mató de una pedrada a Balar en la batalla de Mag Tured y que más
tarde engendró al famoso héroe Cuchulainn. El palacio mágico donde recibió a
Conn es el mismo donde, dos siglos antes, alojara durante una noche a
Conchobar, rey del Ulster, a su hermana Dechteré y a otros ocho guerreros con
sus carros y caballos, y donde les hiciera servir un festín tan suculento que
en el palacio de los reyes del Ulster no se había visto jamás algo comparable a
aquello.
Ya hemos dicho que le estaba consagrado el primer
día de agosto; las ceremonias religiosas que se celebraban ese día atraían a
multitud de personas, y se convirtieron en ocasión de asambleas públicas en las
que el comercio, los asuntos políticos, los juicios y los juegos se repartían
el interés de los asistentes. César lo considera el más importante de los
dioses galos: a sus ojos, es idéntico a Mercurio. Ya en tiempos de César se le
había levantado un gran número de estatuas en la Galia.[2]
El nombre de Lugudunum, o "fortaleza de
Lugus", en irlandés Lug, pertenecía a cuatro ciudades de la Galia muy
importantes hoy en día: Lyon, Saint-Bertrand-de-Comminges, Leyde y Laón.
Bajo el imperio romano Lugudunum perdió su
segunda u y se escribió Lugdunum, nombre verosímilmente idéntico
al Lugidunum que el geógrafo Ptolomeo señala en Germania y que, fundado
por los galos, en la época de Ptolomeo —a comienzos del siglo II de nuestra
era— había caído en manos de los germanos victoriosos.
Probablemente debamos reconocer también el nombre
del dios Lugus o Lug en el primer término de un compuesto geográfico de Gran
Bretaña, Lugu-vallum; esa palabra designaba a una ciudad acerca de cuyo
exacto emplazamiento no sabemos que se haya llegado a un acuerdo, pero que se
encontraba cerca del muro de Adriano. A partir del siglo VII se menciona una
abadía de Irlanda llamada Lug-mag o "campo de Lug".
Los irlandeses paganos pretendían que Lug habitaba
en su isla, e incluso decían dónde estaba situado el palacio subterráneo que,
según ellos, le habría asignado Dagdé a guisa de morada cuando Irlanda fue
conquistada por los hijos de Milé.
7.
Ogmé
u Ogmios el campeón.
Entre los dioses que desempeñan un papel en el ciclo
mitológico, hay tres respecto de los cuales no se conoce texto alguno que los
cite en la epopeya heroica y que, sin embargo, seguían ocupando un lugar en el
pensamiento de los irlandeses cristianos. Se trata de Ogmé, Dian-Cecht y
Goibniu. Ogmé u Ogma, el Ogmios de Lucien, es el héroe que, en la batalla de
Mag Tured, se apoderó de la espada del rey Fomoré Tethra. Se le apodaba
"el de la faz solar", grian-ainech. Se le atribuía la
invención de la escritura ogámica que sirvió para las inscripciones funerarias
de la época pagana y cuya tradición no fue perdida por los monjes irlandeses
del siglo IX ni por los escribas de tiempos posteriores. Se lo consideraba hijo
de Elada —cuyo nombre significa "composición poética" o
"ciencia"— y hermano de Dagdé. También se tenía la pretensión de
conocer la ubicación del sid o palacio subterráneo que Dagdé asignara a
Ogmé después de la conquista de Irlanda por los hijos de Milé: tal es la
doctrina antigua a su respecto. A partir del siglo XI, Ogmé dejó de ser
considerado un dios para ser clasificado entre los guerreros que habrían muerto
en la segunda batalla de Mag Tured. También se dijo que había sido enterrado en
Brug na Boinné, localidad situada a considerable distancia de Mag Tured. Se
trata de dos leyendas contradictorias y de diferente origen, pero ambas
relativamente modernas.
8.
Dian-Cecht
el médico.
Dian-Cecht, o el dios "del rápido poder",
es un hijo de Dagdé. El file Corpré —otro personaje mitológico que,
mediante una sátira, lograra el destronamiento del Fomoré Bress— era nieto de
Dian-Cecht por parte de madre. Dian-Cecht curó, con la ayuda de Creidné, la
herida que el dios Nuadu recibiera cuando combatía contra los Fir Bolg al
frente de los Tuatha De Danann. Es el médico de los Tuatha De Danann; y,
durante largo tiempo, fue en Irlanda el dios de la medicina.
El manuscrito 1395 de la biblioteca de Saint-Gall
contiene un folio de pergamino sobre uno de cuyos lados se ha pretendido
representar a San Juan Evangelista; escribas irlandeses del siglo VIII o IX
escribieron en la otra cara encantamientos en parte cristianos y en parte paganos.
En uno de esos encantamientos se leen estas palabras: Admiro la curación que
Dian-Cecht dejó en su familia, para que la salud venga a quienes él ayude. Así
pues, los irlandeses cristianos de los siglos VIII y IX todavía consideraban a
Dian-Cecht como una potencia sobrenatural, y lo invocaban cuando estaban
enfermos.
9.
Goibniu
el herrero y su festín.
Ya hemos visto a Goibniu fabricando los hierros para
las lanzas de los Tuatha De Danann en la batalla mítica de Mag Tured. El
manuscrito de Saint-Gall que acabamos de citar contiene, en la página ya
mencionada, un encantamiento destinado a asegurar la conservación de la
mantequilla; y, en esta pieza, se pronuncia el nombre de Goibniu por tres
veces: ¡Ciencia de Goibniu! ¡Del gran Goibniu! ¡Del muy grande Goibniu! ¿Por
qué esta triple invocación respecto de la mantequilla?
Los irlandeses de los siglos VIII y IX consideraban
a Goibniu como una especie de dios de la cocina; y, en efecto, el festín de
Goibniu era el que les aseguraba la inmortalidad a los Tuatha De Danann. Ese
festín consistía principalmente en cerveza, y esta cerveza presenta en Irlanda
una sorprendente analogía con el néctar asociado a la ambrosía entre los
griegos.[3] ¿A qué se debía que en Irlanda Goibniu, el herrero divino cuyo nombre
deriva de goba, gobann, "herrero", estuviera encargado de
preparar la bebida maravillosa que daba inmortalidad a los. dioses? Lo
ignoramos, pero se trata sin duda de un mito muy antiguo que parece haber sido
compartido con la raza helénica, ya que en el primer canto de la
"Ilíada", Hefesto —herrero como Goibniu— es quien sirve de beber a
los dioses.[4]
El clero cristiano de Irlanda parece haber tenido
menos confianza en la ciencia del herrero Goibniu que el escriba desconocido a
quien debemos la transcripción del encantamiento destinado a conservar la
mantequilla al que acabamos de referirnos. La plegaria que el "Libro de
los himnos" atribuye a San Patricio pide el socorro de Dios contra los
sortilegios de las mujeres, los herreros y los druidas, contra toda ciencia que
pierda al alma del hombre; y dentro de esta ciencia maldita está
comprendida la "ciencia" de Goibniu, invocada por el encantamiento de
Saint-Gall en los siglos VIII y IX, es decir, la ciencia del herrero divino que
conservaba la mantequilla de sus adoradores humanos y que, por medio de su
festín, aseguraba a los dioses la inmortalidad. Se trata de una ciencia
diabólica a la que el santo apóstol de Irlanda consideraba enemiga.
[1]
Hesíodo, "El escudo de
Hércules", versos 27 y siguientes.
[2]
Deum
máxime Mercurium colunt; hujus sunt plurima simulacra; hunc omnium inventorem
artium ferunt, hunc viarum atque itinerum ducem, hunc ad questus pecuniæ
mercaturasque habere vim maximam arbitrantur. "De
bello gallico", l. VI, c. 17, par. 1.
[3]
"Odisea", l. V, versos
93, 199; l. IX, 359.
[4]
"Ilíada", l. I, versos
597-600.
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