jueves, 14 de diciembre de 2017

EMIGRACIÓN DE LOS TUATHA DE DANANN (Continuacion). SEGUNDA BATALLA DE MAG TURED.

1. Reinado de Bress. Su duración. 2. Reinado de Bress. Avaricia de este príncipe. 3. El file Corpré. Fin del reinado de Bress. 4. Guerra de los Fomoré contra los Tuatha De Danann. Los guerreros Fomoré Balar e Indech. 5. Llegada de Lug a Tara para luchar junto a los Tuatha De Danann. 6. Lug pasa revista a las gentes de oficio. 7. Segunda batalla de Mag Tured. Fabricación de los venablos. 8. Ruadan, el espía. 9. Segunda batalla de Mag Tured (Continuación). Herida de Ogmé y de Nuadu. 10. Segunda batalla de Mag Tured (Continuación y final). Muerte de Balar. Derrota de los Fomoré. La espada de Tethra cae en manos de Ogmé. 11. El arpa de Dagdé. 12. Los Fomoré y Tethra en la isla de los Muertos. 13. El cuervo y la mujer de Tethra.


1.

Reinado de Bress. Su duración.


Según la leyenda primitiva, los Tuatha De Danann no lucharon inmediatamente después de su llegada. Al principio, entre ellos y los Fomoré, o dioses de Domna, jefes de la población mítica que les había precedido en la isla, existió un arreglo por el cual aceptaron la supremacía del príncipe que, en el momento de su llegada, estaba investido de la realeza. Como todos los de su raza, este príncipe, Bress, hijo del Fomoré Elatha, era un tirano. Se dice que reinó durante siete años, pero está claro que tal cifra no pasa de ser una de las invenciones cronológicas que prodigaron los sabios irlandeses del siglo XI.
En el siglo XI se decía que la razón por la cual los Tuatha De Danann le aceptaron como rey estribaba en que Nuadu, su rey, había perdido una mano en la primera batalla de Mag Tured y, a consecuencia de esta mutilación, se encontraba incapacitado para ocupar el trono. En Irlanda era obligatorio que todo rey que resultara desfigurado por una mutilación grave fuera depuesto. Dian-Cetch, el médico de los Tuatha De Danann, y Creidné, su artesano del bronce, necesitaron siete años para fabricar la nueva mano que corrigió la deformidad de Nuadu y le permitió recuperar el trono, que ocupó por espacio de veinte años a partir del momento en que Bress descendió de él. Nuadu murió en la segunda batalla de Mag Tured.
Pero esos datos cronológicos son ajenos a la leyenda primitiva, en la que no se mencionaban los años en que ocurrieron tales acontecimientos. Según la tradición mitológica, que no conocía la primera batalla de Mag Tured, Nuadu perdía su mano en la única batalla de Mag Tured (que después fue considerada la segunda de ellas); entre el final del reinado de Bress y la batalla de Mag Tured no existió intervalo alguno de tiempo, ya que fue justamente el anheló de venganza de Bress, impotente para evitar su destronamiento, lo que provocó dicha batalla.

2.

Reinado de Bress. Avaricia de este príncipe.


Bress era exageradamente avaro, exigía impuestos exhorbitantes y no daba nada. Se cuenta, por ejemplo, que pretendió apropiarse de todas las vacas oscuras y sin pelo. A primera vista, y dado que había muy pocas vacas con tales características, semejante impuesto no resultaba exagerado; pero entonces Bress hizo encender un gran fuego de helechos y quiso hacer pasar por éste a todas las vacas del Munster, que, de esta manera, habrían reunido los requisitos del programa del impuesto, por lo que su leche hubiera pasado a ser propiedad real.
Pero lo que causaba más descontento era el mal recibimiento que se encontraba en su morada. En la vieja Irlanda, los festines constituían una costumbre muy arraigada: festines en casa de los jefes que ofrecían hospitalidad a sus vasallos y festines en casa de los vasallos que eran honrados frecuentemente con la visita de sus jefes. Pero se dice que cuando los vasallos de Bress salían del palacio de su soberano no había mancha alguna de grasa en sus cuchillos; y cualquiera que detestara el olor de la cerveza hubiera podido acercarse a ellos sin temor de verse incomodado por su aliento. La excesiva frugalidad de las comidas que Bress ofrecía a sus invitados tampoco estaba compensada por las diversiones que su espíritu pudiera encontrar en el palacio: en las asambleas llevadas a cabo en éste, jamás se oyó a un file narrar una historia o cantar un poema. Nunca vino un autor de composiciones satíricas a divertir al auditorio; nunca se oyó el sonido del arpa, la flauta o la trompeta; el rey no llamó nunca a un juglar o a un bufón para distraer a los tristes circunstantes. Si Bress hubiera solicitado el concurso de los file, músicos, juglares y bufones, se hubiera visto obligado a pagarles, y eso era justamente lo que su sórdida tacañería quería evitar. Por lo demás, Bress era Fomoré, y, por lo tanto, tan enemigo de las letras y las artes, como de los letrados y los artistas. Las letras y las artes son una creación de íos Tuatha De Danann, dioses del día y de la vida. Los Fomoré son los dioses de la ignorancia, así como de la noche y la muerte.

3.

El file Corpré. Fin del reinado de Bress.


Sin embargo, una noche llegó un file a la corte: era Corpré, cuya madre, Etan, también era literata. Pertenecía a la raza de los Tuatha De Danann. El rey lo hizo alojar en un cuartito sin luz ni fuego donde no había más mobiliario que una mesita sobre la cual, después de una larga espera, le sirvieron tres panes secos. Corpré se vengó con una sátira en cuatro versos:

Nada de manjares sobre platos servidos con diligencia,
Nada de leche de vaca para que crezcan los terneros;
Nada de asilo para el hombre que se extravía en las tinieblas;
Ningún salario para los bardos: que tal sea la prosperidad de Bress.

Se dice que esa fue la primera sátira que haya sido compuesta en Irlanda. Ya se sabe qué poder mágico ejercían sobre el espíritu del pueblo las sátiras de los fue. Esta puso fin al reinado de Bress: los oprimidos Tuatha De Danann se sublevaron y Bress huyó sin oponer resistencia, abandonando a Nuadu el trono y Tara —que, por entonces, como en la época heroica, era capital de Irlanda—. Así fue como la ciencia de los file consiguió su primera victoria.

4.

Guerra de los Fomoré contra los Tuatha De Danann. Los guerreros Fomoré Balar e Indech.


Bress fue en busca de asilo a casa de Elatha, su padre, quien le recibió muy fríamente, ya que parecía creer que la desgracia de su hijo era merecida. No obstante, le proporcionó tropas para reconquistar su trono y le recomendó a dos poderosos jefes de los Fomoré. El primero era Balar, el de los golpes poderosos, en irlandés balc-beimnech. Es de destacar que, habitualmente, este temible guerrero llevaba un ojo cerrado, ojo que no podía abrirse sin causar la muerte del desgraciado al que mirara. El segundo jefe de los Fomoré era Indech, al que en un lugar del "Libro de las conquistas" se le llama hijo del dios de Domna, es decir, del dios adorado por los Fir Domnann, la principal de las tres razas históricas que precedieron en Irlanda a la raza dominante conocida con los nombres de goidels, scots o fené.
Recordemos que las tres razas precélticas que luego fueron dominadas por los goidels, scots o fené, es decir, por los celtas occidentales, recién llegados y conquistadores, son: los Fir Bolg, Fir Domnann y Galioin; pero, para abreviar, se designa al conjunto de esos tres pueblos con los nombres compuestos Fir  Bolg o bien Fir Domnann, "hombres de Domna". A Indech, hijo del dios de esta población, en el "Libro de las conquistas" se lo llama mac De Domnann, "hijo del dios de Domna". En el mismo documento, unas líneas más arriba, se lee que Indech es hijo del dios rey de los Fomoré. Más adelante veremos que el rey de los Fomoré se llamaba Tethra. Pero lo que nos importa destacar es que el pensamiento irlandés asocia a los Fomoré —dioses malvados, míticos adversarios de los dioses buenos—, con las poblaciones históricas que precedieron a los irlandeses o a la raza céltica en la ocupación de Irlanda y constituyeron enemigos hereditarios de aquellos. Ya hemos subrayado anteriormente que en la India se observa un fenómeno similar: los Dasyu eran a la vez unos demonios enemigos de los dioses y los enemigos humanos, los morenos o negros adversarios históricos del pueblo blanco que cantaba los himnos védicos.

5.

Llegada de Lug a Tara para luchar junto a los Tuatha De Danann.


Los Fomoré se prepararon para reconquistar Irlanda. Los Tuatha De Danann, por su parte, estaban en condiciones de oponerles una vigorosa resistencia. Lug, hijo de Ethniu, fue uno de sus principales guerreros. Ethniu, su madre, era hija de Balar, el más terrible de los jefes de los Fomoré; pero por parte de su padre, llamado Cian o Dagdé, Lug era un Tuatha De Danann. Por su educación, pertenecía al bando de los Fomoré, ya que, según la costumbre irlandesa que consistía en educar a los hijos entre gente extraña a su familia, se había confiado su crianza a Taltiu, hija de Magmor y mujer de Eochaid mac Eirc, también llamado Mac Duach, último rey de los Fir Bolg que, como viéramos antes, fue muerto por los Tuatha De Danann. Pero Lug se acordó de su padre y resolvió combatir en las filas de los Tuatha De Danann. Se dirigió a Tara, la capital de Irlanda, donde Nuadu, rey de los Tuatha De Danann, había tomado el lugar del fugitivo Bress y organizaba la resistencia contra la invasión con que le amenazaban Balar el de los golpes poderosos e Indech, hijo del dios de Domna o del dios rey de los Fomoré.
Cuando Lug se presentó ante las puertas de Tara, fue detenido por el guardián de las mismas, y entre ambos se entabló el siguiente diálogo:

G.:  — ¿Qué eres?
L.:  — Soy carpintero.
G.:  — No necesitamos carpinteros porque tenemos uno muy bueno: Luchta, hijo de Luchaid.
L.:  — Pero soy un excelente herrero.
G.:  — No necesitamos herreros porque ya tenemos uno muy bueno: Colum Cuaellemeach.
L.:  — Soy campeón o guerrero profesional.
G.:  — No necesitamos campeones porque ya tenemos uno: Ogmé, hijo de Ethniu. (El Ogmios galo acerca del que Lucien escribió un interesante estudio en el siglo II de nuestra era.)
L.: — Bien, pero yo soy arpista.
G.: —No necesitamos arpista porque tenemos uno excelente: Abcan, hijo de Becelmas.
L.: — Soy file e historiador.
G.: — No necesitamos gente de esos oficios, ya que tenemos con nosotros a un hombre que es un cumplido maestro en poesía e historia: En, hijo de Ethoman.
L.: — Soy hechicero.
G.: — No necesitamos hechiceros porque entre nosotros se encuentran muchos druidas.
L.: Sea: soy médico.
G.: — No necesitamos médicos porque tenemos uno excelente: Dian-Cecht.
L.: — Pues bien, soy copero.
G.: — No necesitamos coperos porque ya tenemos nueve.
L.: — Y también soy un excelente artesano del bronce.
G.:  — No necesitamos artesanos del bronce porque tenemos con nosotros al famoso Creidné. (Creidné era el que, junto con Dian-Cecht, había reemplazado por otra artificial la mano que Nuadu, rey de los Tuatha De Danann, perdiera combatiendo contra los Fir Bolg.)

Pero todos estos ofrecimientos sólo eran un preludio para la oferta definitiva que Lug pensaba dirigir al rey de los Tuatha De Danann. Ve a ver a tu amo —le dijo al guardián de Tara—, enumérale todos los oficios diferentes de los que te acabo de hablar, y pregúntale si entre sus compañeros de guerra hay alguno que, como yo, conozca y practique todas estas profesiones. El guardián transmitió al rey este mensaje, y el rey ordenó que introdujeran a Lug, quien fue proclamado ollam o doctor supremo de las ciencias, y recibió el sobrenombre de "príncipe de las muchas ciencias", sabd il-danach. Lug no es otro que el dios galo al que César atribuye la creación de todas las artes: omnium inventorem artium. César, acorde con su costumbre de aplicar nombres latinos a todos los dioses galos, le llamó Mercurio.[1] Pero el nombre céltico de este dios aparece en dos inscripciones romanas del período imperial, una en Suiza y otra en España; y, en la Galia, constituyó el primer término de un nombre que llevaron muchas ciudades (la principal de las cuales fue Lyon): Lugu-dunum, después Lug-dunum.

6.

Lug pasa revista a las gentes de oficio.


Llegado el momento de organizar el ejército que combatiría contra los Fomoré, Lug y Dagdé fueron encargados de asignar a los hombres pertenecientes a los distintos cuerpos de oficio las funciones que deberían desempeñar en el combate. Llamaron a su presencia a los herreros, obreros del bronce, carpinteros, médicos, hechiceros, coperos, druidas, file, y convinieron con cada uno de ellos lo que deberían hacer durante la batalla que tendría lugar contra los Fomoré.
Goibniu, el herrero, fue el primero de los artesanos que respondió a la invitación de Dagdé y Lug. ¿Qué ayuda nos puedes ofrecer?, le preguntó Lug. Goibniu respondió: Fabricaré las armas nuevas que se necesiten; aunque la batalla durara siete años, podéis contar conmigo para reemplazar las lanzas cuyo hierro se separe de las astas, asi como las espadas que se quiebren. Con las lanzas que fabrico, un guerrero jamás yerra el golpe, y la carne a la que ese golpe alcanza deja para siempre de gozar de las dulzuras de la vida. Esto es más de lo que puede decir Dub, el herrero de los Fomoré.
Después de Goibniu el herrero le tocó el turno a Creidné, el artesano del bronce. Y tú, Creidné —le preguntó Lug—, ¿qué servicios nos prestarás? Creidné respondió: Fabricaré para todos los hombres de nuestro ejército los remaches que fijan las puntas de lanza a sus astas. Fabricaré la empuñadura de las espadas, el relieve central o umbo, y el borde de los escudos que necesiten nuestros guerreros.
Después de Creidné, le tocó el turno a Luchtiné, el carpintero. Y tú, Luchtiné —le preguntó Lug—, ¿qué ayuda nos prestarás? Luchtiné respondió: Proveeré tantos escudos y astas como sea necesario.
A continuación se presentaron los demás artesanos, cada uno de los cuales fue interrogado. Lug determinó el papel que cada uno desempeñaría durante la acción.

7.

Segunda batalla de Mag Tured. Fabricación de los venablos.


La batalla comenzó el primero de noviembre, fiesta de Samain, primer día del invierno céltico. Recordemos que los Tuatha De Danann habían llegado el primero de mayo, fiesta de Beltené, el primer día del verano.
A la cabeza de los Tuatha De Danann se encontraba su rey Nuadu; Tethra, el rey de los Fomoré, sólo desempeñó un papel secundario en esta famosa batalla, que duró varios días.
Los Fomoré vieron con asombro que las armas de los Tuatha De Danann permanecían en perfecto estado, mientras que muchas de las suyas, ya desde el primer día de lucha, se habían estropeado. Es que Goibniu el herrero, Creidné el artesano del bronce, y Luchtiné el carpintero, reemplazaban para los Tuatha De Danann las armas que la lucha había destruido o deteriorado gravemente. En su forja, Goibniu fabricaba un hierro de lanza en tres golpes, y al tercero quedaba perfecto. Los remaches salían de manos de Creidné, el artesano del bronce, a una rápida cadencia y perfectamente acabados. Apenas Goibniu terminaba un hierro de lanza, lo cogía con unas pinzas y lo lanzaba hacia las jambas de la puerta, donde se clavaba con la virola hacia adelante. Entonces Luchtiné el carpintero lanzaba un asta hacia la virola; y su golpe era tan certero y vigoroso que el asta penetraba hasta el fondo de ésta. Inmediatamente, Creidné, el artesano del bronce, que tenía en sus alicates los remaches terminados, los lanzaba sobre el hierro de lanza; y su movimiento era tan preciso y poderoso que los remaches nunca dejaban de alcanzar los agujeros que el herrero había practicado para ellos en el hierro, y penetraban en la madera justo hasta la profundidad deseada. Así era como el arma quedaba acabada en un instante, sin necesidad de retoque alguno, y podía ser entregada al guerrero que la necesitara.
Gracias a la maravillosa organización de la fábrica de armas, conducida por Goibniu, Luchtiné y Creidné, los Tuatha De Danann alcanzaron muy pronto una notable superioridad sobre los Fomoré. Como estos no comprendían la causa de tal situación, recurrieron al espionaje para averiguarla.

8.

El espía Ruadan.


Bress, el rey de Irlanda destronado que quería recuperar su corona, tenía un hijo llamado Ruadan, quien, por su ascendencia, hubiera podido militar en cualquiera de los dos ejércitos beligerantes, ya que su madre, Brigit, era hija de Dagdé, uno de los principales jefes de los Tuatha De Danann y de quien Bress, Fomoré de nacimiento, era el más ardiente enemigo.
Este parentesco no debe sorprendernos: Bress, el jefe Fomoré, es yerno de Dagdé, uno de los jefes de los Tuatha De Danann, lo mismo que Lug, otro de los jefes de los Tuatha De Danann, resulta, por parte de madre, nieto de Balar, uno de los jefes de los Fomoré. También Brian, Iuchar e Iucharba, tres personajes que en los textos reciben el nombre de "los tres dioses del genio o de Dana", tri dei Dana, tri dee Donand, los tres principales jefes de los Tuatha De Danann, son hijos del Fomoré Bress, y sólo pertenecen a los Tuatha De Danann por línea materna, ya que son hijos de Brigit, hija de Dagdé. Análogamente, la mitología griega nos relata el combate entre dioses y Titanes, encabezados los unos por Zeus y los otros por Cronos, padre de aquél, quien, junto con sus compañeros, resulta vencido por su hijo.
Ruadan, uno de los guerreros Fomoré, era hermano de Brian, Iuchar e Iucharba, a quienes la mitología irlandesa clasifica entre los Tuatha De Danann. Por parte de madre era nieto de Dagdé, a quien hemos visto encargarse, junto con Lug, de la organización del ejército de los Tuatha De Danann. Cuando los Fomoré le enviaron al campo de los Tuatha De Danann, Ruadan fue bien recibido; y aprovechó para visitar la fábrica de armas donde con tanta habilidad trabajaban Goibniu el herrero, Luchtiné el carpintero y Creidné el artesano del bronce. Cuando hubo observado el procedimiento que empleaban estos tres para confeccionar las armas que tan temibles efectos surtieran sobre los Fomoré durante el combate, regresó donde éstos y les contó lo que había visto. Entonces recibió la orden de regresar con los Tuatha De Danann y matar a Goibniu el herrero, de modo que en la próxima batalla los Tuatha De Danann no pudieran reemplazar las armas rotas o perdidas. Lo mismo que la primera vez, Ruadan fue bien recibido por los Tuatha De Danann, y fue a pedirles a los tres obreros que le entregaran una lanza, cosa que éstos hicieron después de fabricar Goibniu el hierro, Creidné los remaches y Luchtiné el asta. Una mujer, cuyo oficio consistía en aguzar las armas que salían de manos de esos hábiles obreros, le afiló su lanza y se la entregó. Ruadan regresó de inmediato a la forja y golpeó al herrero con la misma arma que éste le había dado. El herrero resultó herido, pero tuvo suficiente fuerza para tomar la lanza y volverla contra Ruadan, a quien mató atravesándolo de parte a parte.

9.

Segunda batalla de Mag Tured (Continuación). Heridas de Ogmé y Nuadu.


La batalla empezó de nuevo. Muchos guerreros del ejército de los Tuatha De Danann recibieron heridas que los textos del siglo XI transforman en golpes mortales. Sobre todo, se citan las hazañas de dos guerreros Fomoré de quienes ya hemos hablado. Uno era Indech, hijo del dios de Domna o del rey de los Fomoré, quien hirió a Ogmé, el Ogmios galo de Lucien. El otro —el más temible— era Balar, el de los golpes vigorosos, Balcbeimnech; Balar alcanzó a Nuadu Argat-lam, "el de la mano de plata", rey de los Tuatha De Danann que, según la versión moderna de la leyenda, había perdido su mano natural veintisiete años antes, mientras combatía contra los Fir Bolg en la primera batalla de Mag Tured. Sin embargo, la forma más antigua de esta leyenda sólo menciona una batalla de Mag Tured, en la cual, sin duda, Nuadu perdía su mano al principio del combate, se la hacía reemplazar y volvía a la lucha para recibir una nueva herida que hubiera sido mortal si un dios hubiera podido morir. De hecho, esta herida sólo fue causa de su muerte cuando la leyenda evemerista, ya en los tiempos cristianos, rebajó a la categoría humana a los maravillosos inmortales adorados por los paganos.
La grave herida que sufrió Nuadu cuando fue golpeado por segunda vez no provino de lanza ni espada. Balar poseía un ojo maligno que, habitualmente, mantenía cerrado; pero cuando lo abría, su mirada era mortal para aquel en quien se fijara. Esa mirada es el rayo. Así pues, Balar, el Fomoré, miró con su ojo maligno a Nuadu, el rey de los Tuatha De Danann, y éste fue derribado y puesto fuera de combate; incluso se dice que murió —en la medida en que un dios puede morir—, lo cual no le impidió ser un dios viviente en los tiempos históricos y, ya en la época pagana, bajo el imperio romano, recibir en un templo construido a orillas del Severn el piadoso homenaje de sus fieles.
Tampoco los dioses homéricos, aunque inmortales, son invulnerables; ni Afrodita y Ares, al mezclarse con las tropas de los troyanos bajo los muros de Ilion, sitiada por los griegos, afrontan impunemente la temible lanza de que está armado Diomedes, el domador de caballos. Afrodita, a pesar de ser hija de Zeus, el dios supremo, es herida en la mano y ve derramarse su sangre; presa de violentos dolores, lanza un alarido y huye hacia el Olimpo, morada de los dioses. Evidentemente, en medio del combate esta diosa estaba fuera de lugar; pero no así Ares, dios de la guerra. Y sin embargo la lanza de Diomedes hirió a Ares en la cintura. El dios herido gritó como lo hubieran hecho nueve o diez mil hombres juntos, e, imitando a la diosa del amor, se refugió en el Olimpo donde Zeus, justo y bueno, después de soltarle una severa reprimenda, hizo vendar y curar su herida.[2]
Así pues, lo mismo en éste que en tantos otros aspectos, existe una gran similitud entre las mitologías griega e irlandesa. Pero volvamos al campo de batalla de Mag Tured, donde los Tuatha De Danann se enfrentan con los Fomoré y donde Nuadu, rey de los primeros, acaba de ser puesto fuera de combate por Balar, dios del rayo y uno de los principales jefes de los Fomoré, es decir, de los dioses de la muerte y la noche.[3]

10.

Segunda batalla de Mag Tured (Continuación y final). Muerte de Balar. Derrota de los Fomoré. La espada de Tethra cae en manos de Ogmé.


Queriendo vengar a Nuadu, Lug se aproximó a Balar, cuyo ojo maligno había vuelto a cerrarse. Al darse cuenta de que avanzaba hacia él este nuevo adversario, Balar comenzó a levantar el párpado que velaba el ojo temible; pero Lug, más rápido que él, le lanzó con su honda una piedra que lo alcanzó en el ojo maligno y le atravesó el cráneo. Balar cayó muerto en medio de sus espantados guerreros. Ya hemos comentado anteriormente que Balar era el abuelo materno de Lug, su matador.
Los Fomoré fueron derrotados; e incluso la espada de su rey, Tethra, cayó en manos de los vencedores como parte del botín: el héroe Ogma —o, mejor, Ogmé—, uno de los Tuatha De Danann, se apoderó de la misma. Y después que la sacó de la vaina y la limpió, la espada tomó la palabra y relató las hazañas que había cumplido hasta entonces. En efecto, el desconocido autor del relato de la segunda batalla de Mag Tured dice que en esa época las espadas hablaban; y a ello se debe justamente el poder mágico de que habían disfrutado hasta entonces. Hablaban, o más bien parecían hablar; porque, según el narrador cristiano, las voces que se oían pertenecían a los demonios escondidos en dichas armas. El escritor épico irlandés agrega que los demonios habitaban en ellas porque, en esa época, los hombres adoraban a las armas y las consideraban como protectores sobrenaturales.
El culto de la espada también fue conocido entre los germanos: era el símbolo del dios llamado Tyr en escandinavo antiguo y Zio en antiguo alemán. Su nombre tiene la misma raíz que el del Zeus griego y del Júpiter romano; pero los atributos que adquiriera entre los germanos han llevado a considerarlo idéntico al Marte romano. Era representado por medio de una espada, al igual que, en la Roma primitiva, Marte lo había sido por una lanza, sin que todavía se le levantara estatua alguna.
La espada de Tethra, dios de los Fomoré y de los muertos, ofrece una gran similitud tanto con la del dios germánico de la guerra llamado Zio o Tyr, como con la lanza de Marte. Ahora bien, como ya hemos dicho, Ogmé se apoderó de la espada de Tethra. En Irlanda, Ogmé representa al campeón divino, al prototipo del hombre que ha convertido la guerra en una profesión. Gracias a Lucien sabemos que se le honraba en la Galia y que los celtas lo llamaban Ogmios. En el siglo II, época en que escribió Lucien, se le habían erigido estatuas en las que se le atribuían las insignias del Heracles griego: la piel de león, la maza, el carcaj y el arco. Pero esas estatuas se diferenciaban de las del semidiós helénico en dos puntos: lo representaban como un anciano y le atribuían el don de la elocuencia, figurado por medio de cadenas que partían del extremo de su lengua y arrastraban en su seguimiento a los encantados oyentes.
Tales estatuas eran obra de artistas griegos. Si esos escultores no- hubieran estado tan influenciados por las tradiciones de su raza y de la mitología nacional helénica, en lugar del arco y la maza de Heracles, hubieran puesto entre las manos de Ogmios el gæsum, o lanza céltica, y la espada de Tethra.[4]

11.

El arpa de Dagdé.


Los Fomoré se resarcieron de la pérdida de la espada de Tethra apoderándose del arpa de Dagdé, provocando así que Lug, Dagdé y Ogmé se lanzaran en su persecución.
Creyéndose fuera del alcance de sus enemigos, los jefes de los Fomoré se detuvieron para comer. Se establecieron en una sala y colgaron de la pared el arpa de Dagdé. Lug, Dagdé y Ogmé penetraron temerariamente en el lugar y, antes de que sus sorprendidos enemigos tuvieran tiempo de precipitarse sobre ellos, Dagdé le dirigió la palabra a su arpa. Ven, le gritó. Al reconocer la voz de su amo, el instrumento musical se desprendió inmediatamente de la pared y se precipitó hacia Dagdé con tanta premura que mató a nueve personas a su paso y fue a colocarse entre las manos del dios que, tomándola, arrancó de ella maravillosos sonidos. Por entonces existían tres piezas principales para arpa cuya ejecución ponía de relieve la superioridad de los grandes artistas: la primera provocaba sueño, la segunda risas; la tercera, gemidos y lágrimas. Dagdé interpretó la tercera de ellas en primer lugar: las mujeres de los Fomoré gritaron de pena y también lloraron. Luego interpretó la segunda, y tanto los jóvenes como las mujeres se echaron a reír. Finalmente ejecutó la primera pieza; y entonces mujeres, niños y guerreros se quedaron dormidos. Lug, Dagdé y Ogmé se aprovecharon de ese sueño para abandonar la sala y regresar sanos y salvos a reunirse con el grueso de su ejército sin que los Fomoré, que querían matarlos, les infirieran herida ni golpe alguno.

12.

Los Fomoré y Tethra en la isla de los Muertos.


Los Fomoré habían sucumbido definitivamente. Abandonaron Irlanda y regresaron a su patria, esa misteriosa comarca situada más allá del Océano y donde las almas de los muertos encuentran, junto con un nuevo cuerpo, una segunda patria. Allí es donde reina su dios Tethra, cuya espada cayera en manos de los Tuatha De Danann, vencedores en la batalla de Mag Tured.
Uno de los fragmentos más antiguos que integran el segundo ciclo de la epopeya heroica irlandesa nos describe a la joven y bella mujer que, para los celtas, desempeña el papel de mensajera de la Muerte y que conduce a la maravillosa morada de los difuntos las almas de los jóvenes seducidos por su irresistible belleza. Ella se dirige a Connlé, hijo de Conn, rey supremo de Irlanda, y le dice: Los inmortales te invitan. Serás uno de los héroes del pueblo de Tethra. Día tras día se te verá en las asambleas de tus abuelos, en medio de aquellos que te conocen y te aman. Y muy pronto Conn, el rey de Irlanda, vio, llorando, cómo su hijo se lanzaba a la barca de vidrio que servía para los viajes de la terrible hechicera. La barca se alejó cada vez más, hendiendo las olas. Desde la ribera, el padre la contempló alejarse hasta que desapareció. Su hijo no regresó, y él ignora a dónde fue; o, más bien, lo sabe demasiado: fue a habitar en el país del que no se regresa, el imperio de Tethra, rey de los Fomoré que continúa siendo el amo de esta lejana comarca a pesar de que, en la batalla de Mag Tured, haya abandonado su espada en manos del victorioso Ogmé.
Otra pieza, perteneciente al ciclo de Conchobar y Cuchulainn, nos permite asistir a una justa literaria entre Nedé, hijo de Adné, y Fercertné. Fercertné acaba de ser elegido ollam, o sea, jefe de los file del Ulster. El joven Nedé, que ha ido a terminar sus estudios en Alba —Gran Bretaña— bajo la dirección de Eochaid Ech-bel, o "el de la boca de caballo", se ha hecho a la mar para regresar a Irlanda y disputarle a Fercertné la alta dignidad de que éste ha sido investido. Llega de improviso, se viste con la ropa que constituye la insignia del ollam y se sienta en el sitial reservado para tan respetado personaje. Fercertné entra furioso en la sala y, ante el auditorio atraído por la curiosidad, dirige al joven pretendiente una serie de preguntas destinadas a poner a prueba la ciencia de éste, para así demostrar su ignorancia y reducirlo al silencio. Nedé sale airoso de este improvisado examen. Esta es una de las preguntas: ¿Qué es, ¡oh joven sabio!, lo que recorres presuroso? Nedé respondió: La respuesta es fácil: es el campo de la edad, la montaña de la juventud, la caza de las edades en persecución del rey en la casa de tierra y piedras (es decir, en este mundo terrestre), entre la vela y su extremo, entre el combate y el odio del combate (es decir, a la luz y durante las luchas de la vida hasta el término de ésta y en la paz de la muerte, esta paz que se encuentra) entre los bravos guerreros de Tetina. Y Tethra, según una glosa de este viejo fragmento, es el nombre del rey de los Fomoré. Esta glosa parece haber existido ya hacia fines del siglo IX o comienzos del X, dado que se la encuentra en la recensión más antigua del "Glosario" de Cormac. Tethra es uno de los nombres más antiguos que los irlandeses hayan dado al dios de la muerte.

13.

El cuervo y la mujer de Tethra.


La mitología céltica pretendía atribuirle a la muerte atractivos muy superiores a los de la vida, pero no conseguía suprimir uno de los más vivos sentimientos de la naturaleza. Tampoco la mensajera de la muerte adopta siempre, en la literatura irlandesa, los seductores rasgos con los que aparece en la leyenda de Connlé.
A menudo los dioses se tornan visibles revistiendo forma de pájaros. Los pájaros divinos de los Tuatha De Danann, dioses de la luz y la vida, muestran un hermoso plumaje; van por parejas, y sus cabezas emplumadas están reunidas mediante una cadena o un yugo de plata. Cuando Lug, el vencedor de la batalla de Mag Tured, quiere engendrar al célebre héroe Cuchulainn, la venida de aquél es anunciada por la aparición de una bandada de dichos pájaros. Son nueve veces veinte, en nueve grupos de veinte cada uno, unidos dos a dos. Unos llevan yugos de plata; otros, cadenas del mismo metal.
Pero los pájaros que anuncian la presencia de los Fomoré, dioses de la muerte y la noche, no son así: en este caso, se trata de cuervos o cornejas. La mujer de Tethra es la hembra del cuervo o de la corneja; es el pájaro de lúgubre plumaje que se cierne sobre los campos de batalla y que, después del combate, desgarra con su pico ensangrentado el pecho desnudo y lívido de los muertos decapitados e insepultos. Un manuscrito de fines del siglo XI nos ha conservado un cuarteto compuesto por un poeta del siglo IX:

Lo que la mujer de Tethra desea es el fuego del combate:
Es el flanco de los guerreros desgarrado por la espada,
Es la sangre, son los cadáveres bajo los cadáveres;
Ojos sin vida, cabezas cortadas: he ahí las palabras que la complacen.

Y un viejo gramático irlandés que, a más tardar hacia fines del siglo XI, escribió glosas sobre las palabras oscuras de este cuarteto, explicó las palabras "mujer de Tethra" por medio de un sustantivo irlandés que significa "corneja" o "cuervo".




[1] "De bello gallico", libro VI, c. XVII, par. 1.
[2] "Ilíada", libro V, versos 855 y siguientes.
[3] El dios céltico del rayo no es —como en la mitología griega, donde el rayo constituye el atributo característico de Zeus— el dios de la luz por excelencia. En este punto existe una diferencia fundamental entre ambas mitologías.
[4] El arco no parece haber sido un arma céltica, y es probable que ningún dios céltico lo haya llevado antes de la intervención de los estatuarios griegos. Tampoco resulta creíble que un dios céltico haya tenido por insignia, originaria mente, una piel de león, ya que este animal no pertenece a las áreas de influencia de tales dioses. A los ojos de los celtas, el rey de los animales salvajes es el jabalí, único que, incluso en la actualidad, se enfrenta a porfía con los cazadores en nuestros bosques, y responde a los ataques de éstos golpeando a su vez.

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