miércoles, 13 de diciembre de 2017

La leyenda del Nuberu

¿No conocéis al Nuberu? En Asturias es un per-
sonaje popular. Ser entre dios y genio; hombre
sobrenatural, que dirige las nubes y descarga las
tormentas donde le parece, con grave riesgo de las
cosechas y de los frutos. Por eso los labradores
asturianos, cuando le ven venir montado en su
nube, lanzan al vuelo las campanas y lo exorcizan
de mil maneras; porque el Nuberu no es cristiano.
Algunos cristianos le buscan un parentesco con el
viejo Wotan de los germanos. Pero los asturianos
dicen que vive en tierras de Egipto y que... Pero si
te interesa lo que dicen, escucha su leyenda.
El Nuberu vive muy lejos, en Egipto, en lo alto
de una montaña. Allí tiene su palacio, que com-
parte con su mujer y sus hijos. Todos los días, el
Nuberu inicia su viaje en una nube. Su nombre es
Juan Cabrito; es muy alto y muy feo. Viste pieles
sobre su cuerpo, y se toca con un viejo sombrerón
de anchas alas. Su fuerza es colosal.
Cierto día, como tantos otros, el Nuberu vino a
Asturias a lanzar sus tormentas. Era por Megu-
yines, en el puerto de Sueve, y cuando le vieron
venir se asustaron mucho y acudieron al señor cura.
Éste, que era un santo varón, se encaró con el
Nuberu, y después de tocar un rato la campana, le
dijo a grandes voces:

—Descárgalo aquí.
Y puso su zapato en medio de su huerta. 
¡Y hubo que ver cómo se puso de granizo la 
huerta del señor cura!
Al Nuberu le hizo mucha gracia aquella salida, y
tanta risa le dio, que se le escapó la nube y se le
hizo de noche en Asturias. Entonces pidió hospita-
lidad en casa de un labrador, quien sin saber, por
supuesto, con quien se las jugaba se la negó. Un
poco más allá, llamó a otra puerta. Era un labrador
joven, pero pobre, y cordialmente le dio entrada en
su casa. A la mañana siguiente, cuando se iba ya a
marchar, el Nuberu le dio las gracias por su aco-
gida, y le dijo:

Si vas a tierra de Egito (sic),
pregunta por Juan Cabrito.
 Y desapareció. Se dio el caso de que
poco despues llamó el Rey a  los cristianos
para que fueran a defender el santo Sepulcro
en Palestina. Y allá fue nuestro labrador.
Tuvo mala fortuna de caer prisionero,y después 
de mil peripecias fue a dar con sus huesos 
en Egipto. Entonces se acordó de su
 huésped de una noche y pregunto 
sencillamente  por el don Juan Cabrito. 
Muy extrañados quedaron todos al ver 
que conocía a  tan alto y poderoso señor, 
y le indicaron su morada en lo alto del monte.

El asturiano subió pacientemente la montaña y
llegó al castillo. Preguntó por el amo, y su mujer
salió a decirle que no estaba en casa; pero que no
tardaría en llegar, y que esperase. A poco llegaron
los hijos del Nuberu y dijeron a su madre:
—¡Madre, a cristianazu nos huele!

— Callad, hijos; que es un asturiano amigo
 de vuestro padre,  que le está esperando.
Por fín llegó el Nuberu y tuvo una gran alegría al
ver al labrador.
—¡Hombre —le dijo—, casualmente vengo de tu
pueblo! Pero no te apures, que tus tierras están muy
bien. Yo me encargo de regarlas suavemente y te
estás haciendo muy rico. No así tu vecino; a ése le
echo las piedras, y el hombre no levanta cabeza.
—Y, ¿qué novedades hay por mi pueblo? —pre-
guntó, interesado, el asturiano.
—Pues muy importante para ti. Todos te creen
muerto, y como estás haciéndote tan rico, creo que
hay varios que cortejan a tu mujer, y no sé si la
convencerán. No puedo darte muchos detalles, pues
apenas me vieron llegar se pusieron a tocar «la
perrina», y tuve que salir corriendo.
El joven labrador se disgustó mucho por aquella
noticia. Entonces el Nuberu le prometió que al día
siguiente le llevaría a su pueblo en una nube, antes
de que su mujer se decidiera a casarse.
Y así fue. El labrador llegó a su casa y fue
recibido por su mujer con los brazos abiertos, en-
contrándose un saneado patrimonio. Que aún fue a
más, pues el Nuberu, agradecido, no dejó de regarle
sus tierras suavemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario