jueves, 14 de diciembre de 2017

Algunas conclusiones sobre el ciclo mitologico irlandes

1.  De una importante diferencia entre la mitología céltica y la griega. 2.  La tríada mitológica en los Veda y en Grecia. 3. La tríada en Irlanda. 4. La tríada en la Galia según Lucano: Tutates, Esus y Taranis o Taranus. 5. El dios galo al que los romanos llamaron Mercurio. 6. El dios cornudo y la serpiente mítica en la Galia. 7. El dualismo céltico y el dualismo iranio. 8. El naturalismo céltico.


1.

De una importante diferencia entre la mitología céltica y la griega.

Algunos textos de autores latinos y griegos, así como un gran número de inscripciones halladas en el continente y en las islas Británicas, nos facilitan los nombres de divinidades célticas, ya sean aislados o asociados a los nombres de divinidades greco-latinas. Algunos eruditos parecen esperar de los estudios célticos la precisa determinación de los atributos especiales de cada una de esas divinidades, y se diría que creen posible que algún día poseamos acerca de ellas un conjunto neto y preciso de leyendas análogo al que la mitología griega ha agrupado bajo el nombre de cada uno de sus dioses principales. Esto es una ilusión.
En efecto, si bien la mitología céltica ofrece un fondo de creencias semejante al que inspirara los rasgos generales de la mitología griega, se ha desarrollado de una manera muy distinta, sobre todo desde el punto de vista literario y artístico, y ha vivido en un medio que jamás dispuso de un Homero ni de un Fidias. El genio literario de Grecia ha creado caracteres claramente distintos y vigorosamente sostenidos por una muchedumbre de detalles para individualizar a unos dioses que no son sino desdoblamientos de otros, como en el caso de Faetonte, Apolo y Heracles, que son tres personificaciones del sol. Los escultores y pintores han dotado de características diferentes a esos dioses originariamente idénticos, separándolos netamente, tanto por la forma del cuerpo como por los objetos —tales como armas, vestidos, etcétera— a ellos asociados.
Cuando la escultura griega penetró en la Galia, hubo un intento de caracterización de esta índole; pero hoy sólo subsisten monumentos posteriores a la conquista romana, o sea que datan de una época en que la religión gala se encontraba en plena decadencia; y, salvo el pasaje de Lucien sobre Ogmios, carecemos de textos literarios que se refieran al movimiento religioso correspondiente a este período artístico.
La literatura irlandesa más antigua nos ofrece las concepciones mitológicas de los celtas en un período en que la civilización era mucho más primitiva. Por entonces, las creaciones de la mitología no habían adquirido aún los contornos precisos con los que quedan fijadas cuando el arte del dibujo alcanza cierta perfección y logra crear para cada nombre divino una forma antropomórfica distinta de todas aquellas otras a las que los demás nombres divinos sirven, por así decir, de etiqueta. Las composiciones épicas de Irlanda no poseen el valor estético de las griegas ni el de sus imitaciones romanas. No se ve a cada uno de los dioses presentarse con ese carácter netamente definido que permanece siempre estable y unitario en medio de las circunstancias más variadas, y que constituye una creación propia del genio literario griego. En Irlanda, como en la mitología védica, los rasgos que podrían caracterizar la figura de cada uno de los personajes designados con un nombre divino, a menudo permanecen vagos e indistintos: según las circunstancias, ciertos personajes pueden aparecer diferenciados o confundidos entre sí hasta formar uno solo.
Por ejemplo, en Irlanda no hay nada tan común como la tríada o conjunto de tres nombres divinos que, si en ciertos momentos parecen designar a otros tantos seres míticos distintos, en otros muestran claramente su carácter de nombres o adjetivos que expresan tres aspectos diferentes de la misma personalidad mitológica.

2.

La tríada mitológica en los Veda y en Grecia.

En la mitología védica Varuna, el más antiguo de los dioses; Yama, el dios de la muerte; y Tvastri, padre del dios supremo Indra, son tres formas de la misma idea. Yama es el padre de la raza divina y, en consecuencia, bajo la forma de Tvastri, también es padre de Indra. También Varuna recibe el nombre de dios padre. Varuna es dios de la noche, variante de la muerte, que es el dominio de Yama; ha sido vencido y destronado por su hijo Indra (quien por otra parte, habiendo vencido a su padre Tvastri, le quitó la vida). Así pues, Yama, Varuna y Tvastri, que a menudo parecen tres dioses distintos, sólo son en realidad tres nombres del mismo dios, o tres expresiones para designar una misma concepción mitológica.
En la mitología griega, Brontes —o el ruido del trueno—, Estéropes y Arges —dos nombres del relámpago— tienen por origen tres expresiones que designan dos formas de una mismo fenómeno, lo cual ha dado lugar a imaginar que esas tres expresiones designaban tres personajes distintos, agrupados bajo el nombre de Cíclopes.[1] Esta es una tríada en el más riguroso sentido del término, ya que los Cíclopes constituyen tres personificaciones del mismo fenómeno natural. Tal es también el caso de las Carites, llamadas Gracias[2] por los romanos, y del triple Gerión, personificación de la noche.[3]
Pero tanto los Cíclopes como las Carites y Gerión sólo ocupan un lugar secundario en el Panteón griego. Los dioses más importantes —Hades, Poseidón, Zeus, todos hijos de Cronos[4] — aparecen por tríadas lo  mismo que los dioses griegos secundarios y los grandes dioses védicos a los que acabamos de referirnos y como los dioses célticos de los que hablaremos más adelante. Sin embargo, desde la época a la que se remontan los documentos más antiguos, el genio griego ha dotado a los tres hijos de Cronos de atributos tan diferenciados que resulta imposible confundirlos entre sí.

3.

La tríada en Irlanda

El espíritu céltico no manifiesta una especial necesidad de atribuir a cada palabra una idea netamente diferente de la que se expresa con otro término. En los viejos textos irlandeses leemos que, en determinado momento, los Tuatha De Danann tuvieron tres reyes simultáneamente: Mac Cuill, Mac Cech y Mac Grené. A través de Cermait, su padre, todos ellos eran nietos de Dagdé, dios supremo; los tres reinaron sobre Irlanda al mismo tiempo y resultaron muertos en la batalla de Tailtiu. La mujer del primero se llamaba Fotla; la del segundo, Banba; y la del tercero, Eriu. Ahora bien, como esas tres mujeres no son sino tres nombres de Irlanda, resulta evidente que se trata de una sola mujer; y, así como la triple esposa se reduce a la unidad, también los tres esposos forman uno solo.
Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Grené produjeron un desdoblamiento. En el "Diálogo de los dos doctores", uno de los más antiguos documentos que nos hablan de tal desdoblamiento, encontramos que los elementos constitutivos del mismo aparecen designados como Brian, Iuchar y Uar. Lo mismo que Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Grené, Brian, Iuchar y Uar pertenecen al grupo de los Tuatha De Danann y lo dominan: son los dioses de la ciencia y del genio literario y artístico. Brigit, su madre, es a la vez una diosa y una file femenina; es hija de Dagdé, o "buen dios", el dios supremo, el gran rey de los Tuatha De Danann. Por lo tanto, sus hijos Brian, Iuchar y Uar tienen el mismo abuelo que Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Grené.
Entre Brian, Iuchar y Uar sólo existe una diferencia nominal; incluso puede decirse que entre Iuchar y Uar la diferencia es meramente aparente, ya que el segundo de esos nombres ha sido obtenido recortando tres letras al primero. Los autores que escriben los dos últimos nombres de esta tríada con la forma Iucharba y Iuchair han seguido un procedimiento análogo, ya que Iuchair no es sino una forma abreviada de Iucharba.
Tanto Brian como sus dos hermanos o asociados —llamados a veces Iuchar y Uar, y otras Iucharba e Iuchair— tienen una misma y única historia. Los tres matan al dios Cein, también llamado Cian; y los tres mueren también en un mismo lugar, a manos del dios Lug. A los tres se les describe de la misma manera, poseen una cabellera rubia y visten una capa verde sobre una túnica de un rojo amarillento. Los tres llevan una lanza muy fuerte y extremadamente aguzada. Sobre el muslo de cada uno de ellos cuelga una espada con empuñadura de marfil. Rojos son los escudos de los tres; y, aunque los nombres de sus caballos son diferentes, todos tienen el mismo sentido, significan "viento". Sus tres padres nutricios se llaman Victoria, Dignidad y Fuerza protectora. Los nombres de sus tres concubinas son Paz, Placer y Alegría, el de sus tres reinas, Bella, Bonita, Encantadora. Sus tres castillos se llaman, Fortuna, Riqueza y Generosa Hospitalidad. Finalmente, los tres engendran un hijo único cuyo nombre, Ecné, significa "ciencia, literatura, poesía".
Brian, Iuchar y Iucharba pertenecen al ciclo mitológico. En el ciclo de Conchobar y Cuchulainn aparece un desdoblamiento de aquellos que, pese a ciertas apariencias históricas, pertenece no obstante a la mitología. Opinamos que en la leyenda de Clothru, esposa a la vez de sus tres hermanos, debemos reconocer también una tríada mitológica. De esta asociación conyugal nació un hijo único, Lugaid. Debido a un extraño fenómeno, ese hijo, que más tarde se convirtió en rey supremo de Irlanda, tenía grabadas sobre la piel dos líneas circulares rojas, una en el cuello y otra en la cintura. Esas líneas separaban cada una de las porciones de su cuerpo por las que se asemejaba a cada uno de sus tres padres. Tenía la cabeza parecida a la del primero; la parte superior del cuerpo, hasta la cintura, se asemejaba a la del segundo; y se parecía al tercero por la parte inferior del cuerpo. Se casó con su madre, de la que tuvo un hijo que le sucedió en el trono de Irlanda.
La tríada surge del hábito de emplear tres sinónimos para expresar una misma idea mitológica. Sobre este punto, los irlandeses han conservado a veces el sentido de la realidad. Así, en uno de los manuscritos del Glosario de Cormac, leemos que la mujer del gran dios Dagdé tenía tres nombres: se llamaba Mentira, Engaño y Vergüenza. Según la misma obra, también Dagdé poseía tres nombres: además de Dagdé se le llamaba Cera y Ruad-rofhessa. No tenemos noticia de que se hayan supuesto tres dioses para justificar esos tres nombres. Pero en cambio, de un dios único, del dios padre llamado Cronos por los griegos, los irlandeses hicieron tres dioses. Ese dios que originariamente fuera dueño del mundo y que, vencido por su hijo, se convirtió en dios de los muertos, en Irlanda fue transformado en tres dioses diferentes. El primero de ellos, que primero fue rey, resultó destronado; el segundo fue muerto por su nieto en una batalla; el tercero, vencido y acosado, se vio obligado a refugiarse en el país de los muertos, sobre el cual reina. Los irlandeses llamar-on al primero Bress, al segundo Balar y al tercero Tethra; y sin embargo, originalmente, esos tres nombres designaban a una misma divinidad.

4.

La tríada en la Galia según Lucano: Teutates, Esus y Taranis o Taranus.

En la Galia volvemos a encontrar las tríadas divinas. Para comprender bien el sentido de las mismas es preciso determinar, en primer término, a cuál de los dos grupos en que se divide el panteón céltico pertenece cada una de ellas.
Lucano habla de la más célebre de las tríadas divinas adoradas en la Galia en unos versos muy conocidos que hemos citado a menudo: los dioses que la componían se llamaban Teutates, Esus y Taranis o Taranus. Pertenecían al grupo de los dioses de la muerte y la noche, de los malvados dioses padres
que los irlandeses denominaron Fomoré. Se les ofrecía sacrificios humanos.[5] El objeto de esos sacrificios consistía en conseguir que la temible tríada, considerada como divinidad de la muerte, aceptara el alma de la víctima a cambio de otras personas más queridas cuya vida estaba amenazada.[6] 
Esas terribles inmolaciones se practicaban sobre todo en la guerra: los cautivos eran ejecutados y esa matanza constituía un acto religioso. Los galos establecidos en Asia fueron quienes introdujeron esa costumbre bárbara, que estuvo vigente entre ellos hasta la primera mitad del siglo II antes de nuestra Era.[7] En la Galia persistió hasta largo tiempo después de esa fecha, y se la menciona en la descripción de la Galia escrita por Diodoro de Sicilia hacia el año 44 a. J.C. Los prisioneros de guerra, dice Diodoro, son sacrificados a los dioses; se les quema junto con los animales que la suerte de las armas haya hecho caer en manos de los vencedores o bien se les mata de alguna otra manera.[8] Así es exactamente como procedían los galos en la época en que César les hizo la guerra, entre el 58 y el 51 a. J.C. Después de explicar que los galos tienen un dios que, según él, es idéntico al Marte romano, el autor de los Comentarios agrega: ''Cuando han resuelto empeñar el combate, habitualmente le dedican a ese dios el botín que esperan alcanzar; después de la victoria, inmolan en honor de aquél todo cuanto tenga vida".[9]
Existen dos inscripciones que nos informan acerca del nombre, o de uno de los nombres de la divinidad gala a la que César designara con el nombre latino de Marte. Una es una dedicatoria a Marte Tutatis, y ha sido encontrada en Gran Bretaña. La otra, descubierta en Seckau, Estiria, se dirige a Marte Latobius Harmogius Toutatis Sinatis Mogenius. Así pues, Tutatis o Teutates es el dios al que, durante la guerra, inmolaban los galos a sus cautivos. Es uno de los nombres y una de las personificaciones de ese dios padre que reinaba sobre los muertos. Se creía que poseía el poder de proteger al galo amenazado de muerte que le enviaba al otro mundo, como reemplazante, un cautivo inmolado.
Taranis o Taranus —si se admite la corrección de M. Mowat -, es un desdoblamiento de Teutates o Tutatis. La etimología de su nombre establece que se trata de un dios del rayo, taran, en galés, en cómico y en bretón, es el nombre del rayo. Ahora bien, en Irlanda, el dios del rayo es Balar, uno de los tres principales jefes de los Fomoré. Su ojo, el ojo maligno cuya mirada mata, no es otra cosa que el rayo. Taranus ha sido considerado idéntico al Júpiter romano. Sin duda, el arma de Júpiter es el rayo; pero al no poseer los romanos una religión dualista como la de los galos, Júpiter une a ese atributo accesorio cualidades fundamentales de dios bueno y dios hijo que impiden asimilarlo al Taranus céltico. Júpiter es el hijo de Saturno o Cronos; es el dios del día y de la vida, Taranus, en cambio, lo mismo que Balar, es el dios de la muerte, padre de los dioses de la vida. He ahí por qué, tal como nos lo relata Lucano, en la Galia se le ofrecían sacrificios humanos.
Esus, del que una moneda de Gran Bretaña nos ha conservado la variante Aesus, ha sido clasificado por Lucano, con toda justicia, como pretendiente a la misma tríada, dado que también se le ofrecían sacrificios humanos. No cabe duda de que la madera que se le ve cortar en el bajo relieve galo-romano del museo de Cluny está destinada a la hoguera del sacrificio. Cuando fue esculpido ese monumento —en tiempos de Tiberio, entre los años 13 y 37 de nuestra Era— en la Galia estaba prohibido el sacrificio de víctimas humanas. Pero la supresión de esta costumbre era bastante reciente, ya que, siete años antes del comienzo de nuestra Era, Denys de Halicarnaso todavía la menciona usando el verbo en tiempo presente: y, si bien bajo el reinado de Tiberio ya no se practicaba esta lúgubre ceremonia, persistía sin embargo el ceremonial, ya que bajo Claudio, en el año 43 o 44 de nuestra Era, Pomponio Mela nos habla de él: no pudiendo ya matar hombres, los druidas se contentaban con sacar algunas gotas de sangre a personas de buena voluntad.

5.

El dios galo al que los romanos llamaron Mercurio.

Así, pues Teutates, Taranis o Taranus y Esus sólo constituyen tres aspectos de ese dios de la muerte y padre del género humano al que César llamara Dis pater. Como ya dijéramos, también en Irlanda posee tres nombres: Bress, Balar y Tethra, y es el jefe de los Fomoré. De entre el grupo divino opuesto a él, fue Lug, más anteriormente Lugus, quien le derrotó. En irlandés, Lug significa "guerrero"; y, en efecto, el acto más importante de ese dios consistió en matar a Balar, el dios de la muerte. César presenta a Lug como idéntico al Mercurio romano, ya por entonces confundido con el Hermes griego. Pero si bien Lug en su carácter de dios de las artes y el comercio, se asemeja a ese Mercurio-Hermes, entre dicha semejanza y la identidad existe aún una enorme distancia. Ya hemos formulado una observación análoga respecto del Júpiter romano y el Taranis o Taranus galo: dado que los mitógrafos romanos creían en la realidad de sus dioses lo mismo que en la de los ajenos, en cuanto observaban la existencia de ciertos puntos comunes entre dos personalidades mitológicas, concluían automáticamente que las mismas eran idénticas. Tal es el origen de la fusión de su mitología con la de los griegos; y mediante el empleo de ese método lograron convencerse a sí mismos y a los griegos romanizados de que los dioses galos y los dioses romanos eran los mismos. Esta doctrina era falsa, el dios galo, a quien César llamó Mercurio, constituye una concepción mitológica original que, si bien coincide con el Mercurio-Hermes respecto de algunos puntos, en otros difiere de él. Así, por ejemplo, Lug es un dios guerrero.
Los galos no le llamaban exclusivamente Lugus, sino de muchas otras maneras. Y el elemento fundamental de varios de los nombres que le aplicaban lo constituye una raíz SMER cuyo valor aún no ha sido determinado. Sobre un vaso descubierto en Sanxey, cerca de Poitiers, se lee la dedicatoria DEO MERCVRIO ATUSMERIO. La base de una estatua de Mercurio hallada en Meaux ofrece la leyenda DEO ADSMERIO. Sobre uno de los altares romanos de París conservados en el museo de Cluny, M. Mowat ha descifrado las cinco letras SMERI o SMERT. Con ellas comienza la inscripción, muy borrosa actualmente, grabada sobre un bajorrelieve que representa a un personaje que está a punto de asestar un mazazo a una serpiente. Ese personaje es una variante de Lugus, y, la serpiente, una de las formas del dios malvado indoeuropeo.
En la cuenca del Rin, el dios identidificado con el Mercurio romano pierde a menudo su nombre galo; pero entonces se encuentra acompañado por una diosa que sí ha conservado ese nombre: se trata de Rosmerta, y Ro-smer-ta tiene la misma raíz que Atu-smer-iu-s o Ad-smer-ius, y que la palabra incompleta Smer-i,., o Smer-t...

6.

 El dios cornudo y la serpiente mítica en la Galia.

La serpiente del altar del museo de Cluny —esa serpiente a la que el dios céltico identificado con Mercurio se dispone a asestar un mazazo; esa serpiente que constituye una de las personificaciones del dios malvado—, reaparece en otros monumentos que últimamente han sido objeto de profundos estudios. En la mayor parte de los monumentos publicados hasta ahora, dicha serpiente aparece con cabeza de carnero. Monumentos hallados en Autun, Montluçon, Epinal, Vandoeuvre (Indre) y La Guerche (Cher) la muestran asociada a divinidades galas con el carácter de atributo de las mismas. Uno de los más curiosos de estos monumentos es el de Autun; donde el dios aparece en cuclillas, tricéfalo y cornudo, mientras dos serpientes con cabeza de carnero le forman una especie de cinturón.
Las tres cabezas del dios nos recuerdan la tríada gala: Teutates, Esus y Taranis o Taranus, así como la tríada irlandesa: Bress, Balar y Tethra. Además, tiene cuernos. En Irlanda, el padre de Bress se llama Buar-ainech, es decir, "el de la cara de vaca". En cuanto a las serpientes con cabeza de carnero, se trata de los monstruos con cabeza de cabra, los goborchind de Irlanda. Sobre el altar de Vandoeuvre (Indre), el dios cornudo, si bien se encuentra en cuclillas, no es tricéfalo; pero, en cambio, se le ve acompañado de otros dos dioses que se encuentran de pie, con lo cual se completa la tríada. Y las dos serpientes, en lugar de servirle de cinturón, están situadas en las dos extremidades del bajorrelieve.
En la Galia, el dios cornudo — padre de Bress y, en consecuencia, también de sus dos variantes Balar y Tethra— no se llamaba, como en Irlanda, "el de la cara de vaca", Buar-ainech se le denominaba Cernunnos. Opinamos que Cernunnos es el primer padre, el dios fundamental de la noche y la muerte; sus cuernos son el creciente de la Luna, reina de la noche. Tutatis, Esus y Taranis o Taranus son sus hijos, o, si se quiere, desdoblamientos suyos. El nombre de Cernunnos está grabado sobre la tercera cara del altar número tres del museo de Cluny, y en la parte inferior del mismo se distingue claramente una figura humana con cuernos. La parte baja del cuerpo se encuentra muy borrosa; pero, dada la altura del monumento, no cabe duda de que el dios se encuentra en cuclillas, tal como los otros dos dioses cornudos que mencionáramos, el de Autun y el de Vandoeuvre (Indre). En cambio, no le acompaña serpiente alguna, ya que el escultor ha desglosado el mito en dos cuadros, representando a Cernunnos sobre la tercera cara del altar y, sobre la cuarta, la muerte de la serpiente.
Según la doctrina céltica tal como la encontramos en Irlanda, el dios de la muerte perece a manos de su nieto pero continúa vivo y reina con un nombre diferente; entre los galo-romanos, en cambio, el mito ha adoptado una forma diferente. Según el sistema que inspirara el bajorrelieve de París, el dios del crepúsculo no mata a su padre, el dios de la noche, sino únicamente a la serpiente que de ordinario acompaña a ese temible dios. Por lo demás, y a pesar de que los indoeuropeos suelen confundir a la noche con la tormenta, la serpiente representa más bien la tormenta y el rayo que no la noche; así pues, no tendría nada de raro que esta distinción hubiera continuado vigente en la Galia hasta el siglo primero de nuestra Era.
También existen representantes del dios cornudo sin el emblema de la serpiente, como los bajorrelieves de Beaune y Reims. El dios de Reims lleva una especie de saco del que caen bellotas o hayucos que un ciervo y un buey, situados en la parte inferior, parecen esperar. Recordemos que, cuando los irlandeses paganos inmolaban sus hijos al gran ídolo Cromm cruach, la "curva sangrienta", esperaban obtener a cambio leche y trigo. Este ídolo sólo era una grosera imagen del dios de la muerte, dios que, según se creía, proporcionaba el alimento y la vida a sus crueles adoradores a cambio de víctimas inocentes.

7.

El dualismo céltico y al dualismo iranio.

Así, el estudio de la mitología irlandesa nos permite conocer los puntos fundamentales de la mitología céltica continental. La religión céltica se fundaba sobre la creencia en dos principios, negativo y maligno el primero, bueno y positivo el segundo (que, no obstante, provenía de aquél): esos dos principios se oponen y luchan uno contra el otro igual que Ormazd y Ahriman en la antigua religión del Irán. Sin embargo, sería un error atribuir a dicho dualismo un origen iranio y considerar a los druidas como alumnos de los magos. Entre los celtas, como en la literatura védica, la palabra devos —dîa en irlandés y douê en bretón— designa a los dioses bienhechores, a los dioses hijos, opuestos al padre malvado; y no está como en la literatura irania, exclusivamente reservada para señalar a los dioses enemigos. En cuanto al malvado dios padre que es derrotado por su hijo, carece del carácter de absoluta perversidad que distingue al Ahriman iranio. Por el contrario, permanece como uno de los dioses principales, dê(v)i, y bajo su imperio se verifica el prodigio de la bienaventurada vida de los muertos; y la singular mezcla de crueldad y paternalismo que lo distingue constituye justamente uno de los aspectos más extraños y curiosos de la religión céltica.

8.

El naturismo céltico.

Los irlandeses paganos asocian a ese dualismo, y en flagrante contradicción con él, tanto creencias panteístas atestiguadas por una larga invocación que, aparentemente, constituye un fragmento de un antiguo ritual— como doctrinas naturalistas similares a las que encontramos al principio de la Teogonia de Hesíodo. Según éste, la tierra y el cielo existieron antes que los dioses, y son quienes los engendraron. Por un momento, en el Libro de las Conquistas, la tierra, el mar y las fuerzas de la naturaleza parecen ser consideradas más poderosas que los dioses contra quienes se las invoca; asimismo, se les ofrece como testigos de los juramentos.
¿Qué papel desempeñaron el panteísmo y el naturalismo en el mundo céltico?
El panteísmo es una doctrina filosófica que probablemente no haya tenido jamás demasiados adeptos. Pero, en cambio, el culto de los diversos aspectos de la naturaleza —como por ejemplo el culto de las montañas, los bosques, los ríos-puede que haya resultado más accesible a las muchedumbres. Las inscripciones romanas de la Galia nos han conservado dedicatorias a esas divinidades secundarias, como en el caso del dios Vosgos, Vosegus, que no es sino el grupo de montañas que lleva ese nombre; la diosa Ardenas, Arduinna, cuyo nombre está acompañado por dos árboles en la inscripción, y que es un bosque muy conocido; y la diosa Sena, Sequana, cuyo culto parece haberse celebrado principalmente en la zona donde nace dicho río. Volvemos a encontrar la misma idea en el tercer poema litúrgico de Amairgen, donde se destacan las tres invocaciones siguientes: " ¡Montaña fértil, fértil! ¡Bosque accidentado! ¡Río de abundante, abundante caudal!". Por lo tanto, ese culto secundario era común a Irlanda y a la Galia (a las que, por otra parte, no pertenecía en exclusiva, ya que también se lo encuentra en Grecia y Roma. El culto a las ciudades, como por ejemplo el de la dea Bibracte entre los Eduens, y el de la fortaleza de Tara, en Irlanda, pertenecen al mismo orden de ideas.
Pero, en el pensamiento de los celtas, todas esas actividades sólo ocupan un segundo plano. Los grandes dioses son aquellos cuyas sangrientas luchas inspiraron los relatos legendarios que constituyen el ciclo mitológico irlandés. Ellos eran quienes recibían en primer término el homenaje de los fieles: porque, según una creencia común tanto a los celtas de las islas Británicas como a los del continente, era de aquellos, de su favor o de su odio, que dependían la prosperidad o la desgracia de los individuos, las familias y los pueblos.
Tal es el resultado general al que parece conducir el estudio de los textos clásicos concernientes a la religión céltica -tanto latinos como griegos— cuando se combina dicho estudio con el empleo de los medios de información de que disponemos actualmente. En primer término, quiero mencionar las inscripciones cada vez más numerosas que, sobre todo desde hace algunos años, salen a la luz en las regiones antaño ocupadas por los galos, y que van a engrosar el material de investigación de los epigrafistas; además, quiero llamar la atención sobre los monumentos figurativos que el celo de M. Alexandre Bertrand ha reunido en cantidad considerable y clasificado tan ordenadamente en las salas del museo de Saint Germain. Y, finalmente, insistiré acerca de las ediciones de textos irlandeses que debemos a los tan prolongados y meritorios trabajos de O'Curry y O'Donovan, a la Academia de Irlanda y a los eruditos celtistas,[10] al eminente paleógrafo,[11] que, desde el punto de vista de nuestros trabajos, son la principal gloria de aquélla; a MM. Whitley Stokes y Windisch, a quienes ningún injusto ataque despojará jamás del honor de haber sido, junto con M. Hennessy, los primeros en dar a conocer la literatura épica de Irlanda en el continente.



[1]      Hesíodo, "Teogonia", versos 139-145.
[2]      "Teogonia", verso 907. Cf. Max Müller, "Lectures on the science of language, second series", 2a edición, p. 369-376.
[3]      "Teogonia", verso 287; Esquilo, "Agamenón", v. 870.
[4]      Hesíodo, "Teogonia", versos 455-457.
[5]      Lucano, "Farsalia", t. I, versos 444-446.
[6]      César, "De bello gallico", libro VI, cap. XVI, par. 2,3.
[7]      Discurso pronunciado ante el senado por el procónsul Cneius Manlius, el año 187 a. J. C, según Tito Livio, libro XXXVIII, cap. XLVII; comparar con Diodoro de Sicilia, libro XXXI, cap. 13, edición Didot, t. II, p. 499. En este caso se trata de acontecimientos ocurridos el año 167 a. J.C.
[8]      Diodoro de Sicilia, libro V, cap. XXXII, par. 6, edición Didot, t. I, p.273, 274.
[9]      César, "De bello gallico", l. VI, cap. XVII, par. 2, 3.
[10]     Cometería una ingratitud si no dejara constancia de los servicios que me ha prestado la introducción con que M. Robert Atkinson ha encabezado el Libro de Leinster.
[11]     M. J. T. Gilbert.

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