1. En qué se convirtieron los Tuatha De Danann
después de ser derrotados por los hijos de Milé. El fragmento titulado "De
la conquista del Sid". 2. El dios Dagdé. Su poder después de que Irlanda
fue conquistada por los hijos de Milé. 3. El palacio subterráneo de Dagdé en
Brug na Boinné, o Sid Maic in Oc. Oengus, hijo de Dagdé. Versión pagana de la
leyenda que concierne a Oengus y a ese palacio. 4. Versión cristiana de dicha
leyenda. 5. Los amores de Oengus, hijo de Dagdé. 6. El evemerismo en Irlanda y
Roma. Dagdé o "buen dios" en Irlanda; Bona dea, "la buena
diosa", compañera de Fauno en Roma.
1.
En qué se convirtieron los Tuatha De Danann después
de ser derrotados por los hijos de Milé. El fragmento titulado "De la
conquista del Sid".
Los Tuatha De Danann —vencidos, pero aún divinos,
inmortales y poderosos— se retiraron a unos palacios subterráneos. Según la
creencia céltica tal como se nos aparece en la literatura épica más antigua de
Irlanda, todavía moran en ellos; pero, de vez en cuando, salen a visitar ese
mundo del que antaño fueran únicos dueños y sobre el que aún hoy ejercen un
poder que, según las ocasiones, se manifiesta favorable o perjudicial para los
hombres. Por un privilegio que constituye uno de los atributos de la divinidad,
a menudo permanecen invisibles, y el hombre que obtiene su favor o es alcanzado
por su venganza sólo percibe los resultados de los actos del ser sobrenatural
que así le colma de beneficios o le persigue con su odio. A veces se muestran a
las miradas humanas bajo la forma de hombres o bien de animales, principalmente
pájaros. Ocupan un lugar considerable en las composiciones épicas consagradas a
las hazañas de los héroes de la raza de Milé.
Uno de los fragmentos que sirven de introducción a
la gran epopeya conocida con el nombre de "robo del toro de Cualngé",
Tain bo Cuailnge, contaba la historia más antigua acerca de los Tuatha
De Danann después de la conquista de Irlanda por los hijos de Milé. Poseemos
dos versiones de ese relato. Una de ellas llamada "Conquista del
Sid", es decir, "del palacio encantado de los dioses", es
anterior a los trabajos con los que los eruditos irlandeses del siglo XI,
especialmente Flann Manistrech y Gilla Coemain, desfiguraron las antiguas
tradiciones mitológicas al limitar la duración de la vida de los principales
jefes de los Tuatha De Danann y fijar la fecha en que se supone habrían muerto
esos personajes divinos a quienes la imaginación céltica creara y seguía
considerando inmortales. También existe una versión cristiana de la misma
pieza, cuyo autor acepta las doctrinas de Flann Manistrech y Gilla Coemain. Los
nombres de los jefes de los Tuatha De Danann, muertos, según el "Libro de
las conquistas", antes de que los hijos de Milé se establecieran en
Irlanda, no aparecen en esta redacción, sino que han sido reemplazados por
otros; y, gracias a sus nuevos desarrollos, el segundo relato está asociado a las
leyendas que adornaron, en Irlanda, la cuna del naciente cristianismo.
2.
El
dios Dagdé. Su poder después de que Irlanda fue conquistada por los hijos de
Milé.
Los Tuatha De Danann tenían un rey célebre llamado
Dagan. En dos pasajes de este relato, Dagan es un desdoblamiento de Dagdé,
en irlandés medio Dagda, palabra que, en esta leyenda, también
designa al mismo dios; ya hemos visto
el importante papel desempeñado por este divino personaje en la segunda
batalla de Mag Tured. Dagan o Dagdé es el dios supremo: su nombre más común, Dagdé,
significa "buen Dios"; Dagan significa literalmente el
"pequeño bueno".
En un texto irlandés que nos ha sido conservado por
un manuscrito del siglo XVI se dice que Dagdé era un dios principal, o el dios
principal de los paganos. En el documento que estamos estudiando, y que ha
llegado hasta nosotros por mediación de un manuscrito del siglo XII, se dice
que Dagdé o Dagan fue muy poderoso, incluso sobre los hijos de Milé, después
que éstos hubieron conquistado Irlanda. Porque los Tuatha De Danann, sus
vasallos, destruyeron el trigo y la leche de los hijos de Milé, de modo que
estos últimos se vieron constreñidos a establecer un tratado de paz con Dagdé;
y sólo entonces, gracias a la amistad del dios, aquellos pudieron comenzar a cosechar
trigo en sus campos y a beber la leche de sus vacas.
Como rey de los dioses, Dagdé gozaba de una gran
autoridad; y fue él quien repartió entre los Tuatha De Danann (o sea, entre los
dioses que habían sido derrotados por la venturosa raza de Milé) los sid, maravillosos
palacios escondidos en las profundidades de la tierra, debajo de las colinas o
de los pliegues más o menos elevados del terreno, palacios que ordinariamente
permanecían inaccesibles para los hombres. Así, por ejemplo, Dagdé le dio un sid
a Lug, hijo de Ethné, y otro a Ogmé; y se reservó dos para sí mismo. En
irlandés se conocía al principal de ellos con dos nombres, el primero de los
cuales era Brug na Boinné, o "castillo del Boyne", porque
estaba situado sobre la orilla izquierda de este río, no lejos del sitio donde,
en 1690, Jacobo II, vencido en la batalla de Drogheda, perdió definitivamente
la corona. El segundo nombre de este misterioso palacio era Sid o Brug Maic
ind Oc; "palacio encantado" o "castillo de Mac ind Oc"
o "del hijo de los jóvenes". (Más adelante veremos por qué causa.)
3.
El palacio subterráneo de Dagdé en Brug na Boinné o
Sid Maic ind Oc. Oengus, hijo de Dagdé. Versión pagana de la leyenda que
concierne a Oengus y a ese palacio.
El lugar donde la más antigua tradición irlandesa
sitúa el palacio subterráneo de Dagdé se cuenta entre los visitados con más
interés por los arqueólogos. Se pueden admirar allí tres altas y anchas tumbas,
dos de las cuales han sido abiertas y ofrecen a la curiosidad de los
aficionados y a las investigaciones de los eruditos sendas cámaras funerarias,
amplias y actualmente vacías. En la literatura irlandesa se menciona a menudo
el palacio subterráneo que Dagdé habría poseído allí, en Brug na Boinné. Un
poema atribuido a Cinaed ua Artacain, muerto en 975, pretende que dos esposos
dormían en el mismo lecho desde antes de la batalla de Mag Tured. Esos esposos
eran Boann —divinización de la ribera del Boyne—, y el mismo dios Dagdé.
Cuando la edad media cristiana transformó a los
Tuatha De Danann en hombres mortales, se dijo que Brug na Boinné —donde, según
la tradición pagana, se encontraba el palacio subterráneo de Dagdé— era el
cementerio donde esta raza primitiva enterraba a sus jefes. La "Historia
de los cementerios", "Senchas na relec", escrita probablemente
hacia fines del siglo XI, pretende que allí habrían recibido sepultura Dagdé,
Lug, Ogmé y otros célebres personajes de la raza de los Tuatha De Danann. En
efecto, parece confirmado que ese lugar sirvió como cementerio real en la época
histórica. Durante los cuatro primeros siglos de nuestra era, la mayor parte de
los reyes supremos de Irlanda fueron enterrados allí. Sus predecesores habían
sido inhumados en Cruachan, Connaught. Según se dice, Crimthann Nia Nair, que
reinó a comienzos de nuestra era, fue el primer rey supremo de Irlanda
perteneciente a la raza de Milé que se hizo enterrar en Brug na Boinné; y se
cuenta que dicha determinación fue motivada por el hecho de que tuvo por esposa
a un hada perteneciente a la raza de los Tuatha De Danann.
Sería interesante determinar si los tres vastos
sepulcros de orillas del Boyne, el de Knowth, el de Newgrange y el de Dowth,
pueden ser atribuidos a los reyes de Irlanda de los cuatro primeros siglos de
nuestra era, o si es preciso suponerlos pertenecientes a las poblaciones
prehistóricas anteriores a la raza céltica conocidas con el nombre de goidels y
scots. Esta segunda hipótesis parece la más próxima a la verdad. Los griegos
atribuyeron sus monumentos prehistóricos a los Cíclopes, originariamente seres
mitológicos. Es probable que también los irlandeses hayan confundido a sus
dioses imaginarios con una raza precéltica realmente existente que, en la época
en que dominaba en la isla, antes de la llegada de los goidels o scots
que la redujeron al estado de población vasalla o servil, habría enterrado a
sus jefes en los sepulcros de las riberas del Boyne. Una cosa es segura, y es
que se trata de monumentos funerarios que se remontan a una remota antigüedad,
tres de los cuales, sobre todo, presentan grandes dimensiones: el principal de
ellos, el sepulcro de Newgrange, es una eminencia artificial que cubre una
extensión de más de ochenta áreas y que abriga una de las más vastas cámaras
funerarias de Europa occidental. Es probable que las sepulturas de los reyes
supremos que dominaron en Irlanda durante los cuatro primeros siglos de nuestra
era deban ser buscadas, no en esos monumentos tan justamente célebres, sino en
los alrededores de los mismos.
La más antigua tradición irlandesa situaba el
palacio subterráneo del dios Dagdé precisamente debajo de ese cementerio. Ese
palacio había sido construido por sus vasallos expresamente para él; y, sin
embargo, el término consagrado para designar ese lugar no era "palacio de
Dagdé", sino "palacio de Mac ind Oc", Brug Maic ind Oc, o
sea, probablemente, "palacio del Hijo de los Jóvenes". "Mac ind
Oc" era un nombre de Oengus, hijo de Dagdé y de Boann; sus padres,
inmortales ambos, permanecían eternamente jóvenes y no sufrieron jamás la
acción de la vejez. ¿A qué se debe que el palacio de Dagdé lleve el nombre de
su hijo ?
Una leyenda irlandesa nos lo explica. Cuando,
después de la derrota de los Tuatha De Danann a manos de los hijos de Milé,
Dagdé repartió entre los jefes de sus vencidos vasallos las residencias
subterráneas o sid que habitarían en adelante, todos esos jefes se
reunieron a su alrededor, salvo uno, que estaba ausente; y éste era
precisamente Oengus, el hijo de Dagdé. Dagdé había confiado la educación de su
hijo a otros dos dioses, uno de los cuales era Mider de Bregleith, célebre en
la epopeya irlandesa debido a su amor por Etain, esposa de Eochaid Airem, rey
supremo de Irlanda. Así pues, Oengus no fue tenido en cuenta en el reparto. Un
tiempo después éste vino a quejarse ante su padre, que rechazó su reclamación.
Oengus solicitó que se le permitiera pasar la noche en el misterioso palacio de
su padre en Brug na Boinné. Dagdé consintió en ello y, graciosamente, agregó el
día a la noche solicitada (entendiéndose que se trataba sólo del día
siguiente). Pero Oengus, una vez instalado, pretendió que, dado que el tiempo
sólo se compone de días y noches, la cesión que se le había hecho era perpetua;
y su padre se vio obligado a entregarle su residencia de Brug na Boinné.
Esta era maravillosa. Según la leyenda irlandesa,
presenta tres árboles perpetuamente cuajados de frutos;[1]
se ven en ella dos cerdos, uno vivo y en pie y el otro cocido, y, en
consecuencia, listo para ser comido; a un lado se encuentra una vasija que
contiene una excelente cerveza; y, en fin, nadie muere allí jamás. En ese
cuadro, conservado por un manuscrito del siglo XII, pero que se remonta a una
fecha mucho más antigua, la doctrina pagana de la inmortalidad de los dioses
persiste intacta y sin restricción alguna. Cuando fue compuesto ese relato, estaba
muy lejana la época en que se diría que los Tuatha De Danann habían muerto y
sido enterrados en Brug na Boinné. La época en que se propagó esta nueva
doctrina fue aquella en que, al triunfar definitivamente el cristianismo sobre
el paganismo, se pretendió conciliar las antiguas leyendas paganas con las
enseñanzas de los sacerdotes cristianos. Ello ocurrió en el siglo XI, cuando
fueron compuestos la "Historia de los cementerios", "Senchas na
relee", y el "Libro de las conquistas, "Lebar Gabala".
4.
Versión
cristiana de dicha leyenda.
Cuando las ideas cristianas comenzaron a mezclarse
con las tradiciones célticas de Irlanda, resultó de ello una modificación del
relato mitológico que acabamos de reproducir. El autor de esta nueva
redacción admite que, tal como lo relata en el siglo XI el "Libro de las
conquistas", "Lebar Gabala", los principales jefes de los Tuatha
De Danann —Dagdé, Lug, Ogmé— murieron antes de la época en que los hijos de
Milé llegaran a Irlanda. Ogmé fue una de las víctimas de la segunda batalla de
Mag Tured; en cuanto a Dagdé y Lug, perecieron algunos años más tarde. Los
hijos de Milé conquistaron Irlanda después de derrotar a los Tuatha De Danann
en batallas donde éstos perdieron cierto número de sus guerreros. Los
sobrevivientes se reunieron y eligieron dos jefes: Bodhbh Dearg —y no Dagdé,
como en la leyenda primitiva— quien repartió los palacios encantados o sid de
Irlanda. Manannan, por su parte, procuró a los Tuatha De Danann los privilegios
de que disfrutan en la epopeya heroica irlandesa. Por medio de un procedimiento
mágico llamado feth fiada los convirtió en invisibles; y por el festín
de Goibniu, el célebre herrero, les aseguró la inmortalidad: los cerdos
constituían su principal alimento, y esos eran los cerdos de Manannan, que,
después de comidos, volvían otra vez a la vida. Así pues, en la nueva doctrina,
los principales jefes de los Tuatha De Danann, a quienes los celtas paganos de
Irlanda adoraran como dioses, se vieron reducidos a la calidad de simples
mortales que habrían reinado en Irlanda en una época anterior a la invasión de
los hijos de Milé —los celtas— y que un buen día murieron; las hadas masculinas
y femeninas de la leyenda heroica representan una fracción de los descendientes
de esa raza primitiva que ha obtenido, por procedimientos mágicos, parte de los
privilegios de la divinidad.
El palacio subterráneo de Brug na Boinné no le
habría correspondido a Dagdé, muerto desde mucho tiempo atrás, sino a Elcmar,
padre nutricio de Oengus. Y habiendo este último expulsado del palacio a Elcmar
con la ayuda de Manannan mac Lir, mora allí desde entonces —invisible gracias
al encantamiento llamado feth fiada—, así como inmortal —debido a que
bebe la cerveza del festín de Goibniu el herrero—, y excelentemente nutrido
—dado que dispone de los cerdos de Manannan que, después de comidos, vuelven a
la vida.
Esta redacción, relativamente reciente, nos ha sido
conservada por el "Libro de Fermoy", manuscrito del siglo XV que hace
algunos años fuera adquirido por la Real Academia de Irlanda, mientras que la
redacción primitiva, a la que hiciéramos referencia en primer término, aparece
en el Libro de Leinster, transcrito hacia mediados del siglo XII y uno de los
más preciados manuscritos del Colegio de la Trinidad de Dublín. El autor cristiano
de la adaptación contenida en el "Libro de Fermoy" compuso una
continuación del antiguo relato, la cual puede resumirse como sigue:
Cuando Elcmar fue expulsado del palacio subterráneo
de Brug na Boinné por su alumno Oengus gracias a la ayuda que Manannan mac Lir
prestara a este último, se encontraba ausente uno de los principales personajes
de la corte de Elcmar: su intendente. Cuando éste regresó a Brug na Boinné, el
nuevo amo lo confirmó en el puesto que ocupara con el anterior. Poco tiempo
después, dicho intendente fue padre de una niña a la que llamaron Eithné.
Justamente por entonces la mujer de Manannan mac Lir, el protector de Oengus,
dio a luz una niña a la que llamaron Curcog. De acuerdo con la costumbre,
Manannan mac Lir escogió un padre nutricio para su hija, elección que recayó
sobre Oengus. Curcog, hija del dios Manannan, fue criada en Brug na Boinné, y
Eithné, la hija del intendente, fue una de sus servidoras.
Un buen día se descubrió, con gran sorpresa, que
Eithné no comía. A pesar de que se encontraba bien de salud y no mostraba
señales de enflaquecimiento, todos cuantos
la amaban se inquietaron por ella hasta que Manannan mac Lir descubrió
la causa del extraño fenómeno. Tiempo atrás, Oengus había recibido la visita de
uno de sus vecinos, otro jefe de los Tuatha De Danann, que vivía en un palacio
subterráneo análogo a Brug na Boinné situado a cierta distancia. Ese personaje
había insultado gravemente a Eithné, cuya alma sin mácula se había indignado
tanto a causa de esa injuria, que el poder de su castidad había ahuyentado al
demonio que le servía de guardián, el cual había sido sustituido por un ángel
enviado por el Dios verdadero. A partir de entonces, Eithné ya no pudo ingerir
la carne de los cerdos mágicos ni beber la cerveza encantada de que se nutrían
los Tuatha De Danann, y fue por obra de un milagro del Dios verdadero que su
vida fue conservada.
Sin embargo, ese milagro perdió muy pronto su
utilidad, ya que Oengus y Manannan viajaron a la India y trajeron a su
regreso dos vacas que producían leche inagotablemente; y como la India era la
tierra de la justicia, esa leche no presentaba en absoluto el carácter
demoníaco que caracterizaba al alimento habitual de los Tuatha De Danann. La
leche de esas vacas fue puesta a la disposición de Eithné, quien se encargó de
ordeñarlas y vivió de esa leche durante largos años.
En efecto, los acontecimientos que acabamos de
mencionar se desarrollaron bajo el reinado del mitológico Eremón, primer rey de
Irlanda perteneciente a la raza de Milé; y, cuando San Patricio, en el siglo V
de nuestra era, vino a evangelizar Irlanda, Eithné aún vivía, y moraba en el
palacio de Brug na Boinné junto con Curcog, su ama, hija de Manannan mac Lir, y
bajo la autoridad de Oengus. Si hemos de creer al "Libro de las conquistas",
el rey mitológico Eremón fue contemporáneo de David, rey de los judíos, en el
siglo XI antes de nuestra era. Así pues, cuando San Patricio trajo a Irlanda
las luces de la religión cristiana, Eithné debía rondar los mil quinientos años
de edad.
Ahora bien, un día de verano más bochornoso que de
costumbre, Curcog tuvo ganas de tomar un baño; y, acompañada de sus servidoras,
entre las que se encontraba Eithné, se dirigió a las riberas del Boyne. Después
de bañarse en el río regresaron á Brug na Boinné. Pero Curcog advirtió muy
pronto que le faltaba una de sus mujeres: Eithné. Ocurre que, al abandonar sus
vestidos en la orilla como lo hicieran sus compañeras antes de descender al
río, ésta se había despojado, junto con la ropa, del encantamiento que la convertía
en invisible para los humanos. Ya se ha mencionado anteriormente este
encantamiento, llamado feth fiada.
El alma de Eithné estaba preparada para recibir la
nueva fe que Patricio había traído a la isla; y, a pesar de que no había
escuchado la prédica cristiana, la misteriosa acción que esta fe ejercía sobre
ella se había tornado más poderosa que los encantamientos de los paganos.
Eithné se había convertido en una mujer ordinaria, y sus miradas ya no podían
penetrar a través del velo mágico que oculta a los Tuatha De Danann de los ojos
humanos. Así pues, había dejado de ver a sus compañeras y no había podido
acompañarlas cuando regresaron al castillo subterráneo de Brug na Boinné.
Incluso se le hizo imposible ver la ruta encantada que conducía a ese palacio
mágico. Vagó por las orillas del Boyne sin saber dónde se encontraba, buscando
en vano los caminos y senderos ahora invisibles que había frecuentado durante
siglos. Finalmente, se detuvo ante un jardín rodeado de muros donde había una
casa. Delante de la puerta estaba sentado un hombre vestido con una clase de
ropas que ella no había visto jamás: se trataba de un monje, y la casa era una
iglesia. Eithné habló con el monje y le relató su historia; y aquél, que la
había recibido con benevolencia, la condujo ante San Patricio, quien la
instruyó y la bautizó.
Algún tiempo más tarde, mientras se encontraba
sentada en la iglesia del monje, no lejos de las orillas del Boyne, se oyeron
muchos ruidos y gritos; pero, a pesar de que se distinguían muchas voces, no se
veía a nadie. Oengus y su gente estaban buscando a Eithné, quien se había
tornado tan inaccesible para sus miradas como ellos para las de su antigua
compañera. A sus gritos de dolor se mezclaban gemidos y sollozos: lloraban por
Eithné, a quien habían perdido para siempre.
Eithné, que comprendió la causa de su pena, acusó
una tristeza tan violenta que se desvaneció y estuvo a punto de expirar. No
obstante, recobró el sentido; pero contrajo una
enfermedad de la que ya no se repuso. Finalmente
murió: expiró con la cabeza apoyada sobre el pecho de San Patricio, que había
venido a ofrecerle los últimos auxilios de la religión; y fue enterrada en la
iglesia del monje que fuera el primero en acogerla. Desde entonces, esta
iglesia llevó el nombre de Cill Eithné, o "iglesia de Eithné".
Así finaliza la segunda redacción de la pieza cuya
primitiva versión se titula "De la conquista del Sid".
5.
Los
amores de Oengus, hijo de Dagdé.
Acabamos de apreciar el resultado de la intromisión
del pensamiento cristiano en una de las viejas leyendas del paganismo irlandés.
Ahora nos referiremos a otro cuento, también pagano, pero que no ha sido objeto
de retoques cristianos. Pertenece igualmente a la epopeya heroica y al ciclo de
Conchobar y Cuchulainn, y se basa sobre un episodio de la historia de Oengus.
Nos relata una aventura de este personaje divino sucedida antes de la época en
que despojara a su padre Dagdé del palacio subterráneo de Brug na Boinné, es
decir, cuando se hallaba en plena juventud. Un día que se encontraba durmiendo,
Oengus vio en sueños, cerca de su lecho, a una joven: en toda Irlanda no había
otra tan bella. Después desapareció. Cuando se despertó por la mañana, Oengus
estaba tan enamorado que no pudo probar bocado en todo el día. A la noche
siguiente, la joven reapareció: llevaba consigo un arpa; y, acompañándose con
ese instrumento, cantó la música más dulce que hubiera sido oída jamás. Después
partió; y a la mañana siguiente, cuando se despertó, Oengus estaba más
enamorado que nunca.
Entonces se enfermó. Los médicos de Irlanda se
reunieron y buscaron en vano la causa de esta enfermedad. Finalmente uno de
ellos, Fergné, la descubrió. Tú estás enamorado, le dijo, y Oengus
confesó la verdad. Entonces fueron a buscar a Boann, madre de Oengus, a quien
éste contó sus penas. Por orden de Boann, durante un año se buscó por toda
Irlanda a la mujer con quien soñara su hijo. Pero los esfuerzos fueron en vano,
porque no se la encontró. Boann solicitó el consejo del hábil médico que había
descubierto la causa de la enfermedad de Oengus, y aquél le sugirió que se
dirigiera al padre de Oengus, Dagdé, rey de los side de Irlanda (es
decir, según el anónimo narrador, de las hadas irlandesas).
Side de Irlanda es la fórmula con la
que fueron designados los Tuatha De Danann en la literatura irlandesa a partir
del momento en que, habiendo sobrevivido a su derrota de Taltiu, se
convirtieron en contemporáneos de los hijos de Milé —es decir, de los hombres—.
A los dioses en general se los llama side, y esta expresión comprende en
primer término a los dioses del día, la vida y la ciencia —o Tuatha De Danann,
que vinieron del cielo para habitar Irlanda— y luego a los dioses de la noche y
la muerte —los Fomoré, cuyo lugar de origen o domicilio es el misterioso país
de los muertos—. Cuando San Patricio vino a evangelizar a los irlandeses, éstos
adoraban a los side, tanto Tuatha De Danann como Fomoré, y distinguían a
los primeros con el nombre de side de Irlanda.
Así pues, el rey de los side de Irlanda era
Dagdé; y el médico consultado aconsejó dirigirse a éste para encontrar remedio
a la enfermedad de Oengus. Boann tuvo en cuenta la sugerencia y mandó buscar a
Dagdé, quien acudió prestamente. ¿Por qué me habéis llamado?, preguntó
al entrar. Boann le informó de la enfermedad de su hijo y de la causa de la
misma. ¿Cómo podría yo ayudar a este niño?, respondió Dagdé. Yo no sé
más que tú, dijo Boann. Entonces intervino el médico: En vuestra calidad
de rey supremo de los side de Irlanda, tenéis bajo vuestra dependencia a Bodb,
rey de los side de Munster, célebre por su ciencia en toda Irlanda. Mandad
preguntarle dónde se encuentra la mujer que ha enamorado a vuestro hijo.
Dagdé consintió en ello, y envió una embajada a
Bodb, rey de los side de Munster. Los embajadores le contaron a Bodb
cómo había enfermado Oengus, y agregaron: Dagdé os ordena buscar por toda
Irlanda a la mujer de quien se ha enamorado su hijo. Bodb respondió: Así
lo haré. Necesito un año para efectuar la búsqueda, y encontraré lo que
deseáis.
Los embajadores regresaron al cabo de un año, y Bodb
les dijo: He descubierto a la mujer en el lago de las Bocas de Dragones,
cerca de la crott o arpa de Cliach. Los embajadores volvieron junto a Dagdé
y le transmitieron la buena noticia. Pusieron a Oengus en una carreta y lo
llevaron al palacio de Bodb, rey de los side de Munster; era un palacio
encantado conocido con el nombre de "Sid de los hombres de
Femen". Oengus fue recibido con alegría y, después de tres días y tres
noches de festejos, se habló del objeto del viaje. Bodb le dijo: Voy a
llevaros a donde se encuentra la que amáis. Veremos si la reconocéis.
Entonces Bodb condujo a Oengus cerca del mar, a un
lugar donde se encontraban ciento cincuenta muchachas, que caminaban por
parejas: las dos muchachas que formaban cada pareja estaban amarradas entre sí
con una cadena de oro. En medio de esas ciento cincuenta muchachas había una
mucho más alta que las demás: sus compañeras no le llegaban a los hombros. ¡Ahí
está! —exclamó Oengus—. ¿Cómo se llama? Bodb le respondió: Caer,
nieta de Ormaith; Ethal Anbual, su padre, vive en el sid o palacio encantado de
Uaman, en la provincia de Connaught. Oengus dijo tristemente: No me
siento con fuerzas para arrancarla de en medio de sus compañeras. Y se hizo
conducir nuevamente a su residencia ordinaria, que por esa época se encontraba,
aparentemente, en el castillo de uno de sus tutores, ya que Dagdé todavía vivía
con Boann, su mujer, en el castillo subterráneo de Brug na Boinné, que más
tarde sería llamado castillo de Mac Oc, es decir, de Oengus, hijo de Dagdé.
Después de cierto tiempo, Bodb llegó a Brug na
Boinné para visitar a Dagdé y Boann y contarles el resultado de sus
investigaciones. He descubierto —les dijo— a la mujer de la que se ha
enamorado vuestro hijo. Su padre vive en el Connaught, es decir, en el reino de
Ailill y Medb. Haríais bien en ir a verles y solicitar su ayuda, ya que con
ella podéis obtener para vuestro hijo la mano de la esposa que desea.
Los nombres de Ailill y Medb nos transportan al
corazón mismo del primer ciclo de la epopeya heroica irlandesa, cuyo fundamento
consiste en acontecimientos históricos contemporáneos de Jesucristo. No hay
razón alguna para poner en duda la realidad de la existencia de los personajes
que desempeñan los principales papeles de ese ciclo: aunque la mayor parte del
relato sea obra de una imaginación que hacía caso omiso de las leyes de la
naturaleza, ello no impide que exista en esta vasta epopeya un fondo de verdad
histórica.
Por entonces, el hombre no se contentaba con poblar
el mundo de dioses a quienes atribuía los actos más extraños: también creía
que, mediante la magia, el hombre podía elevarse al nivel de la divinidad,
luchar contra ella de igual a igual e incluso, a veces, vencerla. Así pues
Dagdé, el gran dios, va a solicitar el apoyo de Ailill y Medb —rey y reina,
respectivamente, del Connaught, y ambos simples mortales-, y cuenta con la
ayuda de éstos para constreñir a uno de los dioses secundarios del Connaught,.
Ethal Anbual, padre de la bella Caer, a que le entregue esta muchacha de la que
se ha prendado Oengus.
Dagdé partió hacia el Connaught acompañado de un
numeroso séquito: contando el que le transportaba, los carros sumaban sesenta
unidades. Cuando llegó al palacio de Ailill y Medb fue recibido con muestras de
gran alegría, y, antes de que planteara el objeto de su visita, transcurrió
toda una semana de festines. Finalmente, Dagdé les dijo al rey Ailill y a la
reina Medb: En vuestro reino se encuentra el palacio encantado que habita
Ethal Anbual, padre de la bella Caer; mi hijo Oengus ama a esta muchacha y
quisiera desposarla: ha enfermado por esta causa. Ailill y Medb le
respondieron: Pero nosotros carecemos de autoridad sobre ella. No podemos
dárosla.
Dagdé les rogó que mandaran buscar al padre de la
muchacha, cosa que hicieron. Pero Ethal Anbual se negó a escuchar al mensajero
que le enviaron, y dijo: No iré. Sé muy bien de qué se trata y no entregaré
mi hija al hijo de Dagdé. Entonces Dagdé y Ailill reunieron sus ejércitos y
marcharon a atacar el palacio encantado donde vivía Ethal Anbual. Hicieron
sesenta prisioneros, sin contar a Ethal, y condujeron sus cautivos a Cruachan,
residencia de Ailill y Medb,, Ethal fue llevado a presencia de Ailill, que le
dijo: Dale tu hija a Oengus, hijo de Dagdé. Ethal respondió: Carezco
de poder para hacerlo. Ella es más poderosa que yo. Y entonces explicó que
su hija pasaba alternativamente un año en forma humana y un año con forma de
pájaro, y agregó: El próximo primero de noviembre mi hija se encontrará,
bajo la forma de un cisne, cerca del lago de las Bocas de Dragones. Se verán
allí pájaros maravillosos, y mi hija estará rodeada por otros ciento cincuenta
cisnes. Entonces Ailill y Dagdé acordaron la paz con Ethal y lo pusieron en
libertad.
Dagdé le contó a su hijo lo que acababa de saber; y,
el primero de noviembre siguiente, Oengus se dirigió al lago de las Bocas de
Dragones. Allí vio a la bella Caer bajo la forma de un cisne acompañado de
ciento cincuenta cisnes que iban por parejas; los dos cisnes de cada pareja
estaban amarrados entre sí con una cadena de plata. Ven a hablarme, ¡oh
Caer!, exclamó Oengus. ¿Quién me llama?, preguntó Caer. Oengus le
dijo su nombre y le expresó su deseo de bañarse con ella en el lago. Entonces
fue convertido en cisne, y por tres veces se zambulló en el lago junto con su bienamada.
Después, y siempre bajo la forma de cisnes, se dirigieron juntos a Brug na
Boinné. Cantaron un canto tan bello que todos sus oyentes se durmieron, y su
sueño duró tres días y tres noches: jamás la música irlandesa había alcanzado
un éxito tan grande. Desde entonces, Caer fue la mujer de Oengus.
6.
El
evemerismo en Irlanda y Roma. Dagdé o "buen dios" en Irlanda; Bona
dea, "la buena diosa"," compañera de Fauno en Roma.
Es probable que Oengus se hiciera ceder por su padre
el palacio de Brug na Boinné después de este casamiento. El punto acerca del
cual este relato no deja duda alguna es que la tradición pagana de Irlanda
consideraba a los dioses contemporáneos de los héroes. Según ella, Dagdé, rey
de los dioses, interviene en el ciclo de Conchobar y Cuchulainn —que habrían
vivido en una época contemporánea del comienzo de nuestra era—; mientras que
los cronólogos cristianos, tales como Gula Coemain y el autor del "Lebar
Gabala" en el siglo XI, así como Keating y los Cuatro Maestros en el siglo
XVII, ubican la muerte de ese mismo Dagdé mil o incluso mil setecientos
cincuenta años antes.
Lo mismo que Zeus en la mitología griega, Dagdé es
el rey de los dioses; pero no es en la mitología griega, sino en la latina,
donde encontraremos un mito casi idéntico al de Dagdé. Dagdé significa 'buen
dios". Los romanos tenían una divinidad a la que llamaban la Buena diosa, Bona
dea. Se la consideraba idéntica a la Tierra,[2]
y también Dagdé era el dios de la tierra. Se dice que Bona dea llevaba
el nombre de bona, "buena", porque otorgaba a los hombres
todos los bienes que sirven para nutrirlos:[3]
también Dagdé poseía este atributo. Ya hemos visto que, cuando los hijos de
Milé —los irlandeses— se malquistaron con los Tuatha De Danann, carecieron de
trigo y leche hasta el momento en que firmaron un tratado de paz con Dagdé, lo
cual les aseguró para el futuro la obtención del fruto de su trabajo.
Bona dea, también
llamada Fauna, era la parienta o asociada de Fauno, es decir, su hija,[4]
su mujer[5]
o su hermana[6]. Ahora bien, Fauno estaba
considerado como un dios, en Roma se le rendía culto y en una isla del Tíber se
alzaba un templo en su honor.[7]
En una época remota debe haber sido considerado como el dios supremo, porque se
dice que, a los ojos de ciertas personas, Bona dea, su parienta, era
idéntica a Juno, razón por la que se la representaba con un cetro en la mano
izquierda.[8]
Más tarde, Fauno fue desplazado del rango de dios supremo por Júpiter, dios de
la aristocracia romana y de la ciudad de Roma.[9]
Bajo la influencia de la ciencia griega, la
mitología romana pasó por un período de evemerismo cuyos resultados fueron, en
más de un aspecto, similares a los que produjo en Irlanda el evemerismo
inspirado por los estudios cristianos. El dios Fauno fue transformado en un rey
de los aborígenes, es decir, de la población que habitaba Italia cuando
llegaron a ésta Evandro y Eneas. Uno de los textos concernientes al pretendido
rey Fauno habla de su mujer y de su hija, que no son otras que la "buena
diosa", Bona dea, transformada en simple mortal, pero elevada al
rango de reina o princesa. También Dagdé, el "buen dios", divinidad
suprema de los paganos, fue transformado por los cristianos en un rey que
habría gobernado Irlanda antes de la llegada de los hijos de Milé. Es de destacar
que, en el relato romano, Evandro y Eneas intervienen en condiciones análogas a
las que, en el relato irlandés, presentan los hijos de Milé: como éstos, son
extranjeros que llegan por mar y fundan un nuevo régimen por las armas.
[1]
Esos árboles pueden ser comparados
con el árbol de la misteriosa isla de Fand, en la leyenda de Cuchulainn. Las
ramas maravillosas que Bran mac Febail y Cormac mac Airt se llevaron del país
de los dioses, provienen de un árbol similar. Los griegos, al igual que los
celtas, imaginaban árboles en la morada de los dioses. Según Hesíodo, las
Hespérides guardan, más allá del Océano, manzanas de oro y árboles frutales;
son los árboles del viejo jardín de Febo, que Sófocles nos muestra allende el
mar y en la extremidad de la tierra, en* las fuentes de la noche, donde
comienza la bóveda del cielo; son los árboles de los jardines de los dioses,
allí donde se encuentra el lecho de Zeus ("Teogonia", versos 210-216;
Sófocles, fragmento 326, edición 'Didot, p. 311; Eurípides,
"Hippolyte", verso 163, edición Didot, p. 163). La leyenda irlandesa
sitúa en Brug na Boinné el lecho de Dagdé —rey de los dioses, como Zeus—, y
tres árboles frutales.
[2]
Auctor
est Cornelius Labeo huic Maiæ;, id est Terræ, ædem kaledis Maiis dedicatam sub
nomine Bornæ decæ, et eandem esse Bonam deam et Terram ex ipso ritu occultiore
sacrorum doceri posse confirmat. Macrobio, "Saturnales", I,
12.
[3] Bonam
quod omnium nobis ad victum bonorum causa est. Macrobio,
"Saturnales", I, 12.
[4] Servius,
ad. libr. VIII "AEneid.", 314, Ed. Thilo, t. II, p. 244.
[5]
Arnobio, I, 36. Migne,
"Patrología latina", t. V, col. 759.
[6]
Lactancio, I, 22. Migne,
"Patrología latina", t. VI, col. 244, 245.
[7]
Tito Livio, l. XXXIII, c. 42; l.
XXXIV, c. 53; Vitruvio, l. III, c. II, par. 3; Ovidio, "Fastos", l.
II, verso 193.
[8] Sunt
qui dicant hanc deam potentiam habere Junonis, ideoque regale sceptrum in
sinistra manu ei additum. Macrobio, "Saturnales", I,
12.
[9]
S. Aurelius Víctor, "Origo
gentis romanæ", país. 4-9. Dionisio de Halicarnaso, l.1, c. 31.
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