Había una vez un gallito que tenía que ir a la boda de su tío Perico.
Entonces se lavó y lustró bien el pico y las plumas. Cuando estuvo
listo salió.
Iba cantando y caminando cuando
de pronto encontró en un charquito un grano de trigo y se dijo:
—Si no pico pierdo el grano y si pico me mancho el pico y no puedo ir
a la boda de mi tío Perico. ¿Qué hago? ¿Pico o no pico?
Miró y miró el grano de trigo hasta que por fin picó y gluc... se lo comió.
El barro le ensució el pico y se puso a llorar.
Entonces pensó en pedirle ayuda al pasto y le dijo:
—Pasto, pastito, ¿me limpias el pico para ir a la boda de mi tío
Perico?
Y el pasto le dijo:
—No.
—Mira que llamo a la vaca para que te coma. ¡Vaca... vaca!, come al
pasto que no quiere limpiar mi pico, para ir a la boda de mi tío Perico.
Y la vaca le dijo:
—No.
—Mira que llamo al palo para que te pegue. ¡Palo... palo!, pégale a la
vaca; que la vaca no quiere comer al pasto, que el pasto no quiere limpiar mi
pico para ir a la boda de mi tío Perico.
Y el palo le dijo:
—No.
—Mira que llamo al fuego para que te queme. ¡Fuego... fuego!, quema al
palo que no quiere pegar a la vaca, que la vaca no quiere comer al pasto, que
el pasto no quiere limpiar mi pico para ir a la boda de mi tío Perico.
Y el fuego le dijo:
—No.
Entonces el gallito desconsolado se puso a llorar más fuerte. En ese
momento pasaba por ahí el tío Perico que al verlo le preguntó:
—¿Por qué lloras gallito?
—Porque el fuego no quiere quemar al palo, el palo no quiere pegar a
la vaca, la vaca no quiere comer al pasto y el pasto no quiere limpiar mi pico
para ir a tu boda.
—Pero gallito, no seas tonto —dijo el tío Perico—, ven a mi casa, te
lavas el pico y listo.
Y así fue, cuando llegó a la casa de su tío, se lavó el pico y después
fue a la fiesta donde se divirtió mucho.
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