jueves, 14 de diciembre de 2017

El hombre oso

Una vez había un niño que cuando jugaba solía imitar las maneras
de un oso y hasta pretendía que lo era. Los niños no sabían
mucho acerca de los osos. Únicamente sabían que era un animal.
Pero sucedió que antes de que este muchacho naciese, su
madre se había marchado de la casa, porque el padre se había
ido a la guerra. Esto había sucedido antes de que el niño naciese.
Cuando el padre se fue a luchar, se encontró un cachorrito de
oso, muy pequeño y desvalido, y le pareció al hombre un niño
pequeño. Lo miró y lloró por él, no sabía qué otra cosa podía
hacer: no quería matarlo ni tampoco dejarlo. Después de pensar
un rato, le puso un cordón alrededor del cuello y le dejó algunas
hojas para fumar. Luego le dijo:
Piraú-niño, tú eres un Nahuac. Tiráwa te creó y te cuidó. Él
se ocupará de ti, pero yo te pongo estas cosas alrededor del cuello
para que veas que tengo buenos sentimientos hacia ti. Espero
que cuando mi hijo nazca, el Nahuac lo cuidará y verá
cómo se hace un hombre bueno, y que Tiráwa cuidará de ti y de
mi hijo.
Después de estas palabras, el hombre estuvo mirando el osito
un buen rato; luego, continuó su camino.
En llegando el hombre de la guerra, contó a su mujer el encuentro
que tuvo con el osito, y cómo lo había cuidado, y hablade
con él.
Cuando el niño nació tenía todo el aspecto de un oso. Y conforme
iba creciendo se iba pareciendo más y más a un oso. Muchas
veces deseó el niño no ser como un oso, y así rogaba a Oso
para no parecerse a él. Otras veces acostumbraba decir en forma
graciosa a sus compañeros que podía convertirse en un oso.

El niño creció, se hizo hombre. Y cuando fue a la guerra con
un grupo de jóvenes, enseguida lo hicieron jefe de éste grupo.
Pasaron sobre el Agua Corredora, y cuando llegaron a un pueblo
los descubrieron los sioux, los cuales los persiguieron, los
rodearon y los atacaron. Como eran tantos sus enemigos, los
pawnees fueron derrotados y todos quedaron muertos.
La región donde sucedió esto es muy rocosa, y crecen allí muchos
cedros. Allí vivían también muchos osos. La batalla sucedió
por la mañana, y los pawnees fueron muertos.
Después de la lucha, por la tarde, llegaron al lugar dos osos.
Al pasar por el lugar donde estaba un montón de pawnees muertos,
la osa reconoció en uno de los cuerpos el del muchacho
que se parecía a un oso.
Ella llamó entonces al oso, y le dijo:
-Aquí hay un hombre que fue siempre muy bueno con nosotros.
Sacrificaba su tabaco, y siempre que comía, nos daba a nosotros.
Aquí hay un hombre que siempre nos imitaba, contaba
con nosotros y hablaba de nosotros. ¿Puedes hacer algo por él?
Entonces el oso dijo:
-Temo que no podré hacer nada. Yo no tengo ese poder, pero
lo intentaré. No puedo hacer nada si el sol no está brillando,
pues me parece tener más poder con su brillo sobre mi cabeza.
Aquel día era nuboso, frío y con nieve. Algunas veces las nubes
pasaban y el sol salía durante unos minutos, pero luego
las nubes lo volvían a cubrir de nuevo.
El hombre estaba cortado en pedazos, en pequeños trozos,
porque había sido el más valiente de todos. Los dos osos fueron
recogiendo los pedazos del hombre y los juntaron; entonces
el oso fue colocando los pedazos hacia abajo, mientras se
lo ponía junto al pecho, al mismo tiempo que la osa ponía su
cabeza para dar calor al cuerpo inerte del hombre. Estando así,
los osos trabajaron con sus medicinas sobre el cuerpo del hombre.
El oso gritó:
-jAtius, Padre, ayúdame! Deseo que brille el sol.
Al cabo de un rato, el hombre empezó a calentarse, y muy
pronto respiró un poco. A pesar de estar aún cortado en trozos,
el cuerpo del hombre empezaba a vivir.
Cuando volvió en sí por completo y abrió los ojos, el hombre
vio a los dos osos. El oso le dijo:
-Me alegra que estés viviendo. Fue la osa quien intercedió
para que te ayudase y te trajese a la vida. Pero no estás completamente
bien. Por eso debes venir a vivir una temporada con
nosotros hasta que estés curado de tus heridas.
Los osos se llevaron al hombre consigo. El hombre aún estaba
cortado en pedazos.
El hombre, viviendo con los osos, fue viendo su modo de vida.
Los osos le enseñaban tocio lo que sabían. Un día el oso le dijo:
-Ninguno de los seres que andan por el campo son tan buenos
y amables como los osos. Ningún animal se iguala a nosotros.
Tiráwa me hizo bueno. Se me ha creado para que viva aquí
y sea bueno y lo seré hasta el fin de mis días, lo mismo que a
todos los que ha creado Tiráwa con corazón. Tú debes mirar siempre
a tu alrededor, para dar lo que puedas. Tú serás bueno en
la guerra y bueno en la paz. Ahora que ya estás bien, yo te llevaré
a tu casa. Yo velaré por ti. Te daré una parte de mí mismo.
Si me matan, tú morirás. Si llego a viejo, tú también alcanzarás
larga edad.
El oso siguió' explicando al hombre lo que debía hacer. Le
dijo que él -el hombre- dependía del cedro, que siempre estaba
verde y joven. Le dijo que tomara ejemplo de ese árbol. Además
le aconsejó lo siguiente:
-Cuando estés en tu casa y truene y relampaguee, tira una
rama de cedro al fuego y deja subir el humo,- pero hazlo con rapidez.
El oso, tomando una piel de oso, le hizo una capa al hombre
para cubrir su desnudo cráneo. Sus heridas ya se habían curado
y se encontraba sano y fuerte.
La gente de su pueblo ya se había olvidado de él. Había pasado
mucho tiempo de aquella guerra y la gente suponía que todos
los guerreros habían muerto en ella.
Cerca ya de la aldea, el oso le dijo al hombre:
-Ve al pueblo y dile a tu padre que estás aquí. Luego, tráeme
un trozo de carne de búfalo, una cuenta azul, un poco de
tabaco y algunos dulces.
El padre se sorprendió y se alegró mucho al verlo. Luego, le
dio los regalos para el oso.
Cuando ya se separaban, el oso volvió sobre sus pasos, rodeó
al hombre con sus patas y lo abrazó fuertemente, mientras
ponía su boca en la del hombre, y le decía:
-Como mi piel te toca, te hace grande.
Luego, con las garras tocó las manos del hombre, y dijo:
-Como mis manos han tocado las tuyas, se han hecho buenas
y no harán nada malo. He frotado mis manos con las tuyas para
que pienses lo mismo que yo. Como mi boca ha tocado la tuya,
tú serás como yo.
Dicho esto, se marcharon los osos. Así, este hombre fue valiente
y bueno toda su vida: parecía un oso. Él fue quien inventó
la danza de los osos, que todavía se baila entre los pawnees.
Llegó a ser viejo y murió muy anciano. El viejo oso murió al
mismo tiempo.

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