miércoles, 13 de diciembre de 2017

Los contrabandistas

Junto a la torre de Hércules hay una playa en la
cual las olas han ido socavando la base de algunos
de sus parajes rocosos y formando como cuevas
naturales que se creían viviendas de las brujas de la
torre. Se tenía por cierto que celebraban en ellas
sus aquelarres y que desde allí dominaban toda la
comarca.
Ciertos hombres del pueblo aseguraban que en
las noches sombrías se les veía saltar por entre los
peñascos con teas de resina encendidas y que se
escondían en las cuevas. Todo el pueblo creyó a
estos hombres, que no eran más que contraban-
distas deseosos de que aquellos lugares estuvieran
solitarios, para ellos trabajar mejor en sus ocupa-
ciones clandestinas. Los contrabandistas se pusie-
ron de acuerdo con un clérigo de mala conducta y
junto con él decidieron explotar la credulidad de
algunos infelices. Varios de estos hombres confiados
le acompañaron una noche a las cuevas, con la
esperanza de poder contemplar en ellas un aquelarre
de brujas y al demonio en persona iniciando estas
lúgubres fiestas.
Aun cuando el espíritu del mal no acudía al
llamamiento, no por eso las gentes se desanimaron.
Iban, noche tras noche, fiados del cura, esperando
poder verlo cara a cara alguna vez.

Para que acudiese el diablo era necesario 
degollar una gallina negra, cuya sangre 
iba cayendo gota a gota sobre una hoguera, 
y agitar en el aire una vara
de ciprés cortada del árbol por una muchacha sol-
tera que no pasase de quince años.
Una noche en que todas estas crédulas gentes se
hallaban en las cuevas esperando al demonio y a su
cortejo de brujas, los contrabandistas de acuerdo
con el cura, cayeron sobre ellos, y fue tal la lluvia
de estacazos, que quedaron medio muertos y fueron
desposeídos de todo lo que llevaban.
Desde aquel día, las gentes de La Coruña, según
dice la leyenda, han dejado de creer en brujas y
menos aún que la torre de Hércules sea el centro de
todas la brujas de España.

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