miércoles, 13 de diciembre de 2017

San Roldan y las dos moras

En tierras de Valdeorras se refieren infinidad de
leyendas y consejas. Es allí donde parece pervivir
mejor la memoria de las hazañas realizadas en
Galicia y en toda España por el gran emperador
Carlomagno y por sus compañeros, los doce Pares
de Francia, cuyas hazañas refiere el Arzobispo
Turpin, en un libro que muchos creen escrito en
Galicia.
Pero de los doce Pares de Francia, los que gozan
de más favor, desde luego, son Oliveros y Roldan,
especialmente éste, que ha recibido, por singular
respeto, no sólo el castellano «don», sino el más
elevado «san». Como paladín de la cristiandad, el
esforzado Roldan es una especie de santo. En la
historia que vamos a referir se le llama «San
Roldan».
Pues bien: San Roldan corrió toda la tierra de
Valdeorras combatiendo a los moros, que temblaban
ante la aproximación de su espada: y los persiguió
sin descanso en su retirada.

En una de sus cabalgadas, los moros huyeron,
subiendo la sierra de la Encina de la Lastra, y San
Roldan los perseguía montado en su caballo. Las
últimas en escapar, a pie y descalzas, eran dos
moras, ante cuya belleza quedó San Roldan des-
lumbrado, tanto, que, codicioso de alcanzarlas, picó
espuelas al bridón y las persiguió a rienda suelta;

pero por mas que galopaba, no lograba darles al-
cance.
Entonces San Roldan gritóles que no corriesen
más, que no les haría mal ninguno sí querían es-
perarle; pero sus exhortaciones no causaron efecto,
antes bien, cuanto más cosas les decía, más aprisa
huían las moras.
Iban subiendo una empinada cuesta, en lo alto de
la cual el camino se perdía de vista, oculto en la
ladera opuesta de la montaña. Las dos moras es-
taban llegando al lugar en que se ocultaba el ca-
mino, y el caballo de San Roldan, cubierto de
sudor, no podía ya alcanzarías.
Entonces San Roldan les echó una maldición.
En el acto las dos moras quedaron convertidas
en dos grandes piedras de seixo blanco, esto es,
cuarzo o pedernal, que aún se ven a uno y otro lado
del camino, en el lugar en que, desde la cuesta, va a
dar la vuelta para esconderse en la opuesta ladera.
Y los siglos pasaron; pero las dos piedras, blan-
quísimas, como sin duda era la piel de las dos
hermosas moras, allí están como testigo de la
hazaña de San Roldan.

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