jueves, 28 de marzo de 2019

LA SERPIENTE MARINA

En la oscura profundidad del gran lago salado

Impresionada yace la culebra gigante
Con nada que rompa su sueño malhumorado. 
Poets of the North, "Oelenschlaeger". 
Traducido por longfellow.
MONTAIGNE, escritor galo, dice251: "Aún en el otro lado hay un atrevimiento brutal a desdeñar y a condenar eso por falso, que para nosotros parece que no tiene muestras de probabilidad o verdad, lo cual es un error frecuente entre aquellos que se autoconvencen de que son más suficientes que el común de los mortales.

Pero la razón me ha enseñado que tan resueltamente es condenar algo por falso e imposible como el hecho de asumir la ventaja de tener las fronteras y los límites de la voluntad de Dios, y el poder de nuestra madre común, la Naturaleza, que nos hace sus esclavos, y que no hay ma-yor locura en el mundo que reducirlo a la medida de nues-tra capacidad y a los límites de nuestra suficiencia. 
Si denominamos a esas cosas monstruos o milagros que nuestra razón no puede alcanzar, ¿cuántos de esos ani-males se presentan a diario ante nosotros? Tengamos en cuenta desde el principio la venda que nos tapaba los ojos y cuán ciegos estábamos ante el conocimiento de la mayo-ría de las cosas que pasan por nuestras manos: realmente encontraremos que es una extraña costumbre, que la cien-cia les quite la rareza y que esas cosas que se nos presen-tan como novedosas las pongamos en duda por improba-bles e increíbles más que cualquier otra." 
Me parece que los comentarios de Montaigne dan por buena la fastidiosa cuestión de la existencia o no existen-cia de la serpiente marina, tal como se ha planteado con referencia a ella. 
La serpiente marina, a la vez aceptada y denegada por los científicos; tenida en cuenta e ignorada, según la esti-mación de la evidencia de razonadores, tal vez no científi-cos, pero inteligentes y educados; la valiosa base para sus artículos periodísticos, a modo de tabla de salvación para inclinarse en contra; su misteriosa aparición a intervalos muy largos y en lugares muy distantes; la serpiente marina se ha librado hasta ahora de ser capturada y de la honora-ble distinción de ser catalogada y etiquetada en nuestros museos. 
Creo realmente que esta fantástica criatura es un hecho real y sólido, y no una alucinación sobrenatural. Esta afir-mación, sin embargo, se mantiene con mucha dificultad. 
El temor al ridículo tapa la boca de muchas personas que podrían hablar sobre el asunto, mientras que su posición dependiente les fuerza a someterse a las protestas, medio burlas, medio avisos, de sus jefes. Cuando, por ejemplo, un naviero imaginativo gasta una broma a su desafortunado capitán de barco y hiere de tal forma su confianza (como sé que se ha dado el caso) que en su próximo viaje ya no verá más serpientes marinas o, en otras palabras, que el gran monstruo pertenece al mismo género que las serpien-tes dibujadas en las botas de los bebedores del Oeste, po-demos estar seguros de que se ha interpuesto, por lo me-nos, una gran barrera para cualquier conversación posterior sobre el asunto252; o cuando alguna intriga de un joven holgazán anima la monotonía de un largo viaje preparando de-liberados trucos para publicar a su vuelta, un montón de descréditos atañen necesariamente al monstruo en la última exposición de la chanza. 
Los hombres a veces se engañan a sí mismos, y mien-tras honestamente creen que han visto a su majestad oceá-nica, producen una historia que, al analizarla, se derrumba por completo y se ganan el calificativo de impostores. 
La sólida lógica de la ciencia, en manos de una de nues-tras mentes más preclaras, también ha sido organizada en contra de él, pero afortunadamente tiene más peso frente a los avatares especiales que frente a su existencia absoluta. 
Finalmente, las narraciones de diferentes observadores discrepan tanto en los detalles que tenemos dificultades para reconciliarlos, con excepción de la suposición que ellos relatan sobre las variadas criaturas, una suposición que espero que demuestre que no es improbable, así como el término serpiente marina es una diferenciación especí-fica injustificada del monstruo marino, las variadas criatu-ras designadas así en su conjunto como serpientes o no, por supuesto, siempre relatadas mutuamente. Al comenzar mi documento, debe tener presente la excelente advertencia proverbial de Glasse y admitir que es simplemente una historia de varias apariciones de una criatura o criaturas demasiado huidizas como para someterlas a un examen específico, y que hasta, por un golpe de suerte o de for-tuna, los ejemplares están seguros, su condición zoológica debe dejar un problema insoluble, aunque casi resuelto. 
Debo además afirmar mi convicción de que la ser-piente Midgard es sólo una corrupción de cuentos de la serpiente marina que ha pasado a través de los tiempos porque se le atribuyó una exsitencia sobrenatural, y tene-mos en las epopeyas probablemente las más remotas refe-rencias a ella, a menos que las serpientes que mencionó Aristóteles, que atacaron y asaltaron las galeras en las costa de Libia, fueran de esta especie. 
La costa de Noruega, profundamente mellada por fior-dos, cuyos canales en algunas partes tienen una profundi-dad igual a la del mar abierto, rara vez de menos de cuatro-cientas brazas, y se corresponde en cierto grado con la altura de los acantilados escarpados que los rodean, gene-roso en toda clase de pesca y, en temporada, de ballenas, que en un tiempo se acercaban a miles a su banco de arena, aparecen hasta los últimos treinta años como la caza predi-lecta de la serpiente. Los remos y las hélices son posible-mente los responsables de que no hayan aparecido en la superficie con posterioridad. 
La costa oeste de la isla de Skye es otra zona de la que se han dado numerosas noticias de la serpiente durante este siglo; se ha observado con menos frecuencia en la costa oriental de América, en las zonas costeras de China y en varias partes del océano abierto. Generalmente sigue la pista de las ballenas, y en dos casos hubo observadores que afirmaron que vieron a la serpiente peleando con ellas. 
No tengo duda acerca de que la literatura noruega contiene referencias frecuentes a la serpiente en épocas pasadas, pero la noticia más reciente que se da de ella en ese país que he sido capaz de procurarme está contenida en A Narrative of the North-East Frosty Seas, declarada por el duque de Mosconia a un caballero italiano llamado Galeatius Butrigarius, como sigue253: 
"El lago llamado Mos y la isla de Hoffusen en su cen-tro está en el grado 45,30 y 61. En este lago aparece un monstruo, que es una serpiente de enorme magnitud, y, como en otros lugares del mundo, sus resplandecientes es-trellas llaman la atención de forma portentosa, así lo hace en Noruega. Fue visto la última vez en el año del Señor de 1522, haciendo su aparición a lo lejos en la superficie del agua, emergiendo como una gran columna, y se dedujo que alcanzó una longitud estimada en veinte metros." 
Pontoppidan, el obispo de Bergen, que publicó su fa-mosa obra Natural History of Norway en 1755 y que en un tiempo desacreditó su existencia "hasta que empezó a sospechar por causa de la evidencia suficientemente acre-ditada por la experiencia de pescadores y marineros de Noruega, entre los que hay cientos que pueden testificar que las han visto todos los años", afirma que a los comer-ciantes que venían del Norte hasta Bergen cada año con su mercancía les parecía muy raro cuando les pregunta-ban si existían tales criaturas, tan ridículo como si les preguntaran si existían o no peces como la anguila o el bacalao. 
Según Pontoppidan, estas criaturas se mantienen siem-pre en el fondo del mar, excepto en los meses de julio y agosto, que es la temporada de desove, y entonces se acercan a la superficie cuando hace bueno, pero se zam-bullen de nuevo tan pronto como el viento mueve la ola más remota. 
Los pescadores noruegos suponían que tenía un gran reparo al aceite de ricino, con el que ellos se proveían cuando salían a alta mar, encerrándolo en un agujero en la popa y arrojando un poco por la borda cuando la serpiente marina hacía su aparición. Los pescadores de las islas Feroe tenían las misma idea con respecto a la ballena Tvold, de la que se suponía que tenía una gran aversión al aceite de ricinio y a las virutas de la madera del enebro. 
Olaf el Grande, en su History Septentrional, capítulo XXVII, escrita, no por observaciones personales, sino por referencias de otros, dice de ella que medía sesenta metros de largo y seis de perímetro, con una crin de cincuenta centímetros; que está cubierta de escamas, con ojos fero-ces que perturbaban a los barcos, y que se erigía como un mástil, derribando, a veces, a algunos hombres de cu-bierta. 
Aldrovando, citando a Olaf el Grande, dice que por Noruega aparece en ocasiones una serpiente que alcanza los treinta o sesenta metros de longitud, peligrosa para los barcos en tiempo bueno, y que alguna vez ha tirado a al-gún hombre del barco. Se dice que los barcos de comer-ciantes se ven envueltos por ella y se hunden. 
Olaf el Grande nombra además otra serpiente, de la que dice que habita en el Báltico o mar de Suecia; mide entre nueve y doce metros y que no ataca a nadie, a menos que se la provoque. 
Bernsen, en su narración sobre la fertilidad de Dina-marca y Noruega, dice que la serpiente marina, así como 
la ballena Tvold, hunde frecuentemente tanto hombres como barcos, y comerciantes noruegos informaron a Pontoppidan que la serpiente marina se erigía con frecuencia sobre sí misma y se dejaba caer encima del barco, incluso sobre bu-ques de varios cientos de toneladas de arqueo, y con su peso hundía la nave hasta el fondo, y que en ocasiones pueden sa-car la cabeza y tirar a un hombre del barco; pero Pontoppi-dan no da mucho crédito a esto y dice, además, que si se le tira cualquier cosa o algo, por muy ligero que sea, la toca, se zambullen en el agua o toman otro camino.
Fig. 67. Serpiente marina atacando a una nave. (De Olav el Grande.)
Hans (con el tiempo obispo) Egede, en su Full an Par-ticular Relation of my Voyage to Greenland, as a Missionary, in the year 1734, cita y describe a un monstruo ma-rino que él mismo vio cuando pasaba. Dice: "El 6 de julio de 1734, al abandonar las costas del sur de Groenlandia, un monstruo marino se apareció ante nosotros, cuya ca-beza, al levantarla, alcanzaba el punto más alto de nuestra embarcación. Su hocico era largo y afilado y expulsaba agua casi como una ballena; tenía zarpas grandes y an-chas, el cuerpo cubierto de escamas, la piel áspera y que-bradiza; en otros aspectos era corno una serpiente; cuando se sumergió, su cola, que la elevó por los aires, parecía te-ner una largura como la de un barco."
En otra obra, The New Survey of Old Greenland, Egede habla del mismo monstruo, añadiendo que el cuerpo era en su totalidad tan grueso y grande en circunfe-rencia como el barco en el que él navegaba. El dibujo (que reproduzco en la figura 68) parece ser que lo realizó otro misionero, Bing, quien afirmó que los ojos de la criatura parecían rojos, como si expulsaran fuego. Las zarpas que menciona Egede eran posiblemente canaletas como las de los saurios del liásico.
Fig. 68. Serpiente marina vista por Hans Egede, en 1734, por la costa sur de Groenlandia.
Pontoppidan lo considera como un monstruo diferente a la serpiente marina de Noruega, de la que ofrece una fi-gura que le facilitó el reverendo Hans Strom, hecha a par-tir de descripciones de dos de sus compañeros en Herroe, que fueron testigos oculares de su aparición.
Lawrance de Ferry, un capitán de la marina de No-ruega y comandante en Bergen en la época de Pontoppi-dan, realmente hirió a una de las serpientes noruegas e hizo que dos de sus hombres, que estaban con él en el barco en ese momento, testificaran bajo juramento la ver-dad de su afirmación, como sigue:
"A finales de agosto de 1746, estando de viaje, a mi vuelta de Trundheim, un día muy tranquilo y caluroso, con idea de entrar a puerto en Molde, sucedió que cuando estábamos llegando con mi nave a seis millas del susodi-cho puerto de Molde, en un lugar llamado Jule-Naefs, mientras leía un libro, oí una especie de voces que mur-muraban entre los remeros, que eran ocho, y observé que el hombre del timón se alejaba de tierra. Ante esto, pre-gunté la causa y se me informó de que había una serpiente marina ante nosotros. Entonces ordené al timonel que pu-siera rumbo a tierra otra vez y que llegara a la altura de esa criatura, de la que ya había oído yo muchas historias. Aunque los hombres tenían miedo, se vieron obligados a acatar mis órdenes. En ese tiempo, le serpiente marina pasó a nuestro lado y tuvimos que aparejar el buque, con el fin de acercarnos más a ella. Como la serpiente nadaba más deprisa que nosotros, tomé mi fusil que ya estaba car-gado y disparé, ante lo cual se zambulló inmediatamente en el agua. Remamos hacia el lugar en el que se había hundido (que en calma se ve perfectamente) y dejamos de remar, pensando que saldría de nuevo a la superficie; sin Embargo, no lo hizo. Cuando la serpiente se sumergió el agua su puso espesa y roja; tal vez algún tiro la hirió, pues la distancia era muy escasa. La cabeza de esta culebra, que sobrepasaba el medio metro por encima de la superfi-cie del agua, recordaba a la de un caballo. Era de color grisáceo y la boca era casi negra y muy grande. Tenía los ojos negros y la crin larga y blanca254, que pendía desde el cuello hasta la superficie del agua. Junto a la cabeza y al cuello vimos siete u ocho dobleces o roscas de esta ser-piente, muy gruesos, y en la medida de lo que pudimos averiguar había alrededor de una braza de distancia entre cada pliegue. Bergen, 1751." 
Pontoppidan remarca la peculiaridad de expulsar agua por los orificios nasales que muestra la criatura vista por Hans Egede, y afirma que no lo oyó en nigún otro caso.
Fig. 69. La serpiente noruega (según Pontoppidan).


Destaca, además, que la serpiente marina de Noruega difiere de las de Groenlandia en la piel, que en la primera es suave como el cristal y no tiene arrugas, excepto en el cuello, donde hay una especie de crin, que parece como algas flotando en el agua. Resumiendo las cuentas que hizo, estima su longitud en cien brazas o ciento ochenta metros. Afirma que se tiende en la superficie del agua (cuando está muy tranquila) en muchos pliegues que están en línea con la cabeza; se ven trocitos del lomo en la superficie cuando se mueve o cuando se retuerce, que a cierta distancia parecen toneles o barricas flotando en lí-nea, con una considerable separación entre cada uno de ellos. 
"La criatura no se afila gradualmente en un punto, como la anguila o la serpiente de tierra, pero el cuerpo, que parece tan grande como dos barricas, se hace notable-mente más pequeño justo donde comienza la cola. La ca-beza tiene en todas las especies una prominencia grande y ancha, pero algunas tienen un hocico puntiagudo, aunque en otras es plano, como el de la vaca o el caballo, con ori-ficios nasales grandes y varios pelos duros que les salen a cada lado como barbas." 
"Añádase que los ojos de esta criatura son muy gran-des y de color azul y que brillan como un par de platos de peltre. El animal en su conjunto es de un color marrón os-curo, pero está moteado con rayitas claras o lunares que brillan como el carey. Es de un tono más oscuro alrededor de los ojos y la boca, y en estas partes aparece bastante como en esos caballos que llamamos cabeza de moro." 
Él menciona dos lugares, uno en Amunds Vaagen, en Nordfiord, y otro en la isla de Karmen, donde hay cadáve-res abandonados en alta mar. Suponía que eran vivíparos. 
En una narración de los lapones de Finmark, por Knud Leems, con anotaciones de Gunner, obispo de Drontheim (Copenhague, 1767, tomo 4, en danés y en latín255), en-cuentro: "El mar de Finmark también genera culebras o serpientes marinas, de cuarenta pasos de longitud, igua-lando en tamaño la cabeza de una ballena, en forma de serpiente. Este monstruo tiene el cuello con crines, que recuerda a un caballo, un lomo de color gris y el vientre ti-rando a blanco. 
En los días con canícula, cuando el mar está en calma, la serpiente marina suele salir enrollada en varias espira-les, de las cuales unas están por encima y otras por debajo del agua. Los hombres de mar temen a este monstruo. Ni siquiera mientras ella sale a la superficie ellos se fían de los peligros de la profundidad." 
J. Ramus registra una gran serpiente de mar que fue vista en 1687 por mucha gente en Dramsfiorden. Fue en un día de mucha calma, y tan pronto como el sol apareció y el viento sopló muy levemente, salió disparado como un cable enrollado que de repente sueltan los marineros; tam-bién observaron que a veces extendía sus muchos anillos. 
El capitán (que con el tiempo sería Sir Arthur) de Ca-pell Brooke256 recopiló todas las narraciones que pudo du-rante su viaje al cabo Norte, referidas a la serpiente ma-rina, con los siguientes resultados: 
"Como he decidido al llegar a la costa hacer todas las averiguaciones con respecto a la verdad sobre los relatos que he recogido en Inglaterra el año pasado, de la ser-piente marina vista recientemente en esta parte de No-ruega, simplemente daré los informes que he recibido du-rante mi viaje a cabo Norte, dejando otros a sus propias conclusiones, y sin expresar, por lo menos hasta ahora, mi opinión al respecto. 
Los pescadores de Péjerstad dijeron que habían visto una serpiente hacía dos años en el Folden-Fjord, cuya longitud, en la medida en que se vio, era de dieciocho metros." 
En Otersoen, el oficial de correos, capitán Schielderup, ex miembro del servicio noruego del mar, que parecía un hombre inteligente, afirmó que la serpiente había estado realmente fuera de la isla durante un tiempo considerable el verano anterior en un estrecho, entre la isla y el conti-nente, y la descripción que dio es ésta: 
"Hizo su aparición por primera vez en el mes de julio de 1849 a la altura de Otersoen. Con anterioridad había oído con frecuencia la existencia de estas criaturas, pero nunca creyó en ellas. Durante todo el mes, el tiempo fue excesivamente bochornoso y tranquilo y la serpiente se dejó ver todos los días cerca del mismo punto del brazo de mar. 
Permaneció allí mientras duró el tiempo bueno, tum-bada sin moverse, dormitando bajo el sol. 
El número de personas que vivían en la isla, dijo, era de unas treinta, y fueron todas ellas a verla mientras per-maneció allí. Esto se me confirmó a través de las pregun-tas que fui formulando entre los habitantes, que me dieron una narración similar de ella. La primera vez que la vio fue en un barco a una distancia de ciento ochenta metros. La longitud que él pensó que tenía era de unos trescientos ells o ciento ochenta metros. De esto él no pudo hablar con exactitud, pero era de una considerable longitud, y más larga de lo que parecía, pues estaba tumbada con sus largos anillos por encima del agua a la altura de varios metros. Su color era grisáceo. La distancia a la que la vio no le permitió discernir si estaba o no cubierta de esca-mas; pero cuando se movió hizo un ruidoso crujido que él oyó perfectamente. Su cabeza tenía la misma forma que la de una serpiente, pero no vio si tenía dientes o no. Dijo que exhalaba un olor muy fuerte, que los barqueros tenían miedo de acercarse a ella, y la veían como portadora de una mala señal, pues como consecuencia el pescado había abandonado la costa. Tales fueron las peculiaridades que él me relató. 
Un mercader de Krogoën confirmó en todos los puntos la narración del capitán Schielderup y que mucha de la gente de Krogoén fue testigo. 
En la isla de Lekö obtuve por boca del hijo de Peter Greger, el comerciante, un joven que se dedicaba a la pesca, más información con respecto a la serpiente ma-rina. Fue en agosto del año anterior, mientras pescaba con otros en Viig o Veg-Fjord, cuando la vio. En ese momento ellos estaban en la orilla arrastrando sus redes y apareció a unos cincuenta metros de donde se encontraban, ante lo cual no se alarmaron pero inmediatamente se retiraron. Lo que se vio de ella sobre el agua, dijo él, parece ser que medía seis veces más que su barca, de color gris, y exten-día sus espirales a una gran altura sobre el nivel del agua. Su temor les impidió fijarse más en otras características. De hecho, todos ellos pusieron pies en polvorosa cuando sintieron al monstruo tan cerca. 
En Alstahoug me encontré con el obispo de Nordlands. El respetable prelado era un hombre sensible y bien infor-mado, entre cincuenta y sesenta años de edad. Ante el tes-timonio de otros con respecto a la existencia de la ser-piente marina, añadiré que el propio obispo, que fue testigo ocular de la aparición de dos de ellas en la bahía de Shuresund o Sórsund, en Drontheim Fjord, a unas ochenta millas noruegas de Drontheim. Estaba sólo a una escasa distancia de ellos y las vio en su totalidad. Estaban na-dando en largas espirales, parte de las cuales se podían ver por encima de la superficie del agua y cuya longitud él estimó que estaba alrededor de los treinta metros. Eran de color gris oscuro; las cabezas, apenas discernibles del resto del cuerpo, que estaban bajo el agua, sólo se vieron en un breve espacio de tiempo. Con anterioridad a este su-ceso, él trató estos relatos como meras fábulas; pero ahora era imposible, decía él, dudar de su existencia, pues un gran número de personas respetables las han visto en va-rias ocasiones. Él nunca se encontró con nadie que la hu-biera visto y se inclinó a pensar que era una fábula. 
Durante el tiempo que permanecí en Hundholm, ocu-rrió un hecho curioso. Un día, mientras cenaba en casa de Blackhall, y pensaba en la serpiente marina, preocupado de no haber oído nada durante algún tiempo, un joven, el patrón de un pequeño bote de pesca, que acababa de llegar de Drontheim, se unió a nuestra celebración. En el trans-curso de la conversación mencionó que unas pocas horas antes, estando cerca de Hundholm, y antes de entrar a puerto, dos serpientes marinas pasaron bajo el barco. Cuando las vio, él estaba en cubierta y, agarrando una es-taca, las golpeó cuando pasaron por el otro lado del barco, tras lo cual desaparecieron. Su longitud era enorme y el color grisáceo, y en el breve espacio de tiempo que tuvo para verlas, no notó ningún otro particular. 
No tuvo ninguna duda de que eran serpientes, como él las llamó, y la circunstancia fue relatada en su totalidad espontáneamente." 
El capitán Brooke resume los datos que recibió con las siguientes observaciones generales: 
"Tras buscar un punto vista general para todas las na-rraciones de las páginas anteriores referidas a la serpiente marina, ninguna persona razonable dudará del hecho de que algún animal marino de extraordinarias dimensiones y, con toda probabilidad, de la clase de las serpientes, haya sido visto por varias personas a lo largo de las costas de Noruega y Finmark. Estas narraciones, en su mayor parte, han venido dadas verbalmente de boca de pescado-res, unos hombres honestos y sin artimañas, sin motivo al-guno para tergiversar o para engañar; sin embargo, consi-derada esta idea, los detalles de sus afirmaciones han sido tan confirmados, en otras partes más distantes, que han tenido suficiente valor como para librarlos de cualquier acusación de esta clase. 
Los hechos son simplemente éstos: atravesando un es-pacio de más mil kilómetros, que se extiende hasta el punto más septentrional, se han recibido numerosas narraciones con respecto a la aparición de un animal llamado serpiente marina. De aquí se podría deducir que alguna credibilidad ya tendría; pero cuando estos varios relatos, en cuanto a la apariencia general del animal, su dimensión, el estado del clima cuando se dejaba ver y otras particularidades, están tan confirmados, uno por uno, a tales distancias, toda per-sona razonable se sentirá satisfecha por la verdad del hecho principal. Muchos de los informadores, además, eran de un rango y de una educación superiores, y las opiniones de ta-les hombres como el amtmand (gobernador) de Finmark, Mr. Steen, el sacerdote de Carlsö, prosten (deán) Deinboll de Vádso y el obispo de Nordland y Finmark, que fue in-cluso testigo ocular, no deben ser desatendidas. 
El obispo de Nordland ha visto dos a unos doce kiló-metros de Drontheim, la mayor de las cuales de unos treinta metros, y, en 1822, una tan voluminosa como un buey, y de unos cuatrocientos metros, apareció en la isla de Sóro cerca de Finmark, y fue vista por mucha gente." 
Como no tengo el Zoologist a mano, cito ahora un resumen de noticias breves extraídas de él, contenidas en el lllustrated London News, del 28 de octubre de 1848, como sigue: 
"Nos ha llamado la atención el Zoologist del año pa-sado, pues hay numerosas comunicaciones que tienden a autentificar la existencia de la gran serpiente marina. Así. en el número de febrero de 1847, encontramos párrafos ci-tados de los periódicos noruegos afirmando que en los al-rededores de Christiansund y Molde, en la provincia de Romsdal, en Noruega, varios testigos de gran respetabili-dad y credibilidad afirmaron haber visto la serpiente. En general, afirman que la han visto en los fiordos noruegos más grandes, rara vez en mar abierto. En la gran ensenada del mar en Christiansund se ha visto todos los años, aun-que sólo en la estación más cálida, en los días de canícula y sólo en unas aguas en calma total. 
Su longitud está establecida en unos quince metros, y dos veces más gruesa que una serpiente común, en pro-porción a la longitud. La frente era bastante afilada, los ojos cortantes, y desde la parte trasera de la cabeza co-menzaba una melena semejante a las crines de un caballo. El color de este animal era marrón negruzco. Nadaba rápi-damente, con movimientos serpenteantes como una san-guijuela. Uno de los testigos describe que el cuerpo tenía más de medio metro de diámetro, la cabeza era tan larga como un arca de aguardiente (una barrica de cuarenta li-tros) y casi del mismo grosor, no afilada, sino redonda. No tenía escamas, sino que tenía un cuerpo bastante suave. El stigo reconoció que la representación de Pontoppidan era como la serpiente que él vio." 
El escritor de este artículo recibió cartas de Soren Knudtzon, en las que afirmaba que varias personas vieron 
en los alredores de Christiansund una serpiente marina, y del doctor Hoffmann, un respetable cirujano de Molde, quien afimaba que, tendido en un considerable fiordo al sur de Christiansund, el rector Hammer, Krabt, el cura y varias personas vieron muy claramente durante un viaje una serpiente marina de buen tamaño. 
Otras cuatro personas vieron un animal similar el 28 de julio de 1845. 
La siguiente comunicación, datada en la casa del pá-rroco de Sund, el 31 de agosto de 1846, documenta la apa-rición de una supuesta serpiente marina el día 8, en la di-rección entre las islas Sartor Leer y Tos. Temprano ese día, justo cuando el buque de vapor Biórgvin pasaba por Rogne Fjord, remolcando un barco hacia Bergen, Daniel Solomonson, un técnico, vio un monstruo marino nadando desde Rogne Fjord con dirección oeste hacia su morada en Grönnevigskiaeset, en la parte norte de la parroquia de Sund. La cabeza apareció como un barco de faena (de unos seis metros de largo) con la quilla hacia arriba; de-trás de él se elevaba hacia delante en tres, y a veces en cuatro y cinco ondulaciones, cada una de ellas como de tres metros y medio de largo. En esa misma mañana, un muchacho que pescaba en el Rogne Fjord, vio una serpiente que él describió como de unos dieciocho metros." 
Para más información acerca de la serpiente marina de Noruega, estoy en deuda con el excelente capítulo, dedi-cado a la cuestión en general, contenido en la obra Ro-mance of Natural History, de Gosse, primera serie, de donde transfiero, sin abreviar, una afirmación que hizo el reverendo W. Deinboll, archidiácono de Molde: 
"El 28 de julio de 1845, J. C. Lund, librero e impresor, G. S. Krogh, comerciante; Christian Flang, aprendiz de 
Lund, y John Elgensen, jornalero, salieron a pescar a Romsdalfjord. El mar estaba, tras un día cálido y soleado, bastante tranquilo. Hacia las siete de la tarde, a escasa dis-tancia de la costa, cerca del punto de lastre y del remolca-dor Molde, vieron un animal marino largo que se movía lentamente, según les pareció a ellos, con la ayuda de dos aletas en la parte delantera del cuerpo, cerca de la cabeza, tal como ellos juzgaron desde el agua burbujeante, en am-bos lados. La parte visible del cuerpo parecía medir entre doce y quince metros, y se movía onduladamente como una serpiente. El cuerpo era redondo y de color oscuro y tendría varios ells257 de grosor. Al discernir un movimiento ondula-torio detrás del animal, dedujeron que parte del cuerpo está oculta bajo el agua. Que era sólo un animal lo vieron por su movimiento. Cuando el animal estaba a unos cien metros del barco, vieron casi perfectamente la parte delantera, que acababa en un hocico afilado; su colosal cabeza asomaba por encima del agua en forma de semicírculo. La parte infe-rior no estaba visible. El color de la cabeza era marrón os-curo, y la piel lisa. No se dieron cuenta de los ojos ni de la melena o cerdas de la garganta. Cuando la serpiente estaba a tiro de mosquete, Lund le dio un tiro y acertó a herirla en la cabeza. Después del disparo, se zambulló, pero volvió a emerger inmediatamente; levantó la cabeza como una ser-piente dispuesta a lanzarse sobre su víctima. Después de volverse y de enderezar su cuerpo, cosa que parece que ha-cía con gran dificultad, se precipitó como una flecha sobre el bote. Ellos alcanzaron la orilla y el animal, al darse cuenta de ello llegó, hasta aguas poco profundas, se sumer-gió y desapareció rápidamente."
Gosse cita, además, una afirmación hecha por un in-glés, que firmaba bajo el seudónimo de "Oxoniensis" en el Times, el 4 de noviembre de 1848, a tal efecto:

"El cura de una parroquia de Romsdalfjord, a unos dos días de viaje al sur de Drontheim, una persona inteligente, de cuya veracidad no tengo por qué dudar, me contó algo que él mismo había visto. El animal se elevó a veinticinco metros del barco en el que él estaba y fue nadando paralela-mente con él durante un buen tiempo. La cabeza la descri-bió como del tamaño de un tonel y la boca, que constante-mente abría y cerraba, estaba provista de formidables dientes; el cuello era más pequeño, pero su cuerpo, del que supuso que vio la mitad sobre la superficie del agua, no era menor en circunferencia que el de un caballo de tamaño mediano. Otro caballero, en cuya casa estuve, también vio una y me contó algo similar de ella; también se acercó a su barca mientras estaban en el fiordo y, cuando le dio un tiro, se revolvió sobre sí y los persiguió hasta la orilla, afortuna-damente cercana, y luego desapareció. Ellos expresaron una gran sorpresa ante la incredulidad general que se cernía so-bre la existencia de estos animales entre los naturalistas, y me aseguró que apenas había marineros en esos lagos que no la hubieran visto en una u otra ocasión. 
El reverendo Alfred C. Smith, de la Academia Militar, un naturalista que visitó Noruega en 1850, resume el re-sultado de sus investigaciones en estas palabras: "y no puedo negar mi credulidad en la existencia de algún enorme habitante de estos mares del Norte, cuando, según he visto, el hecho de su existencia ha sido claramente pro-bado por numerosos testigos oculares, muchos de los cua-les son muy inteligentes y reconocidos, y demasiado ho-nestos como para ponerlos en duda". 
Al pasar por estas numerosas narraciones, que se dis-tinguen por una coincidencia notable en la mayoría de las características descritas, seguiré con algunas de las que tu-vieron lugar en nuestras propias costas. 
En 1809, McLean, párroco de Eigg, comunicó al doc-tor Neil, secretario de la Sociedad Werneriana, la si-guiente afirmación258: 
"Yo vi el animal por el que usted pregunta en junio de 1808, en la costa de Coll. Remando a lo largo de la costa, observé a una distancia de unos ochocientos metros un objeto a barlovento, que me sorprendió sobremanera. Al verlo la primera vez me pareció una roca pequeña; pero como sabía que no había ninguna roca en esa situación, fijé la vista en él y vi que elevaba considerablemente la cabeza por encima del agua y, tras un lento movimiento, distinguí perfectamente uno de sus ojos. Alarmado ante la extraña aparición y la magnitud del animal, me conduje a un punto que no estaba demasiado distante de la orilla. Cuando estábamos casi en línea entre él y la costa, el monstruo dirigió la cabeza, que aún estaba por encima del agua, hacia nosotros saltando violentamente debajo del agua. Con la certeza de que quería damos caza, nos apura-rnos por llegar a tierra. Justo cuando saltamos a una roca, y habíamos tomado una posición tan alta como considera-mos oportuno, vimos cómo vino rápidamente bajo el agua hacia la popa de nuestra embarcación. Cuando estaba a unos pocos metros de la barca, buscó un lugar poco pro-fundo y levantó su monstruosa cabeza por encima del agua, con un movimiento sinuoso de aparente dificultad, libre de la ensenada donde estaba nuestro barco, y donde el monstruo podía estar en peligro de encallar. Continuó moviéndose, con la cabeza fuera del agua y con su ondu-lación, durante casi un kilómetro antes de dejar de verlo. La cabeza era un tanto ancha y ovalada; el cuello era algo pequeño; los hombros, si es que puedo llamarlos así, con-siderablemente más anchos y de ahí se remataba en punta hasta la cola, que mantenía bajo el agua, por lo cual no pude verlo con la precisión que habría deseado. No tenía aletas, en lo que yo pude percibir, y creo que se movía por ondulaciones progresivas arriba y abajo. Su longitud al-canzaría los veinte o veinticinco metros. Cuando estaba cerca de mí, no levantó la cabeza completamente; mante-nía el cuello bajo el agua, y no pude, pues, percibir ningún filamento brillante, si es que los tenía. Su progresivo mo-vimiento bajo el agua me pareció rapidísimo. En el mo-mento en que lo vi, estaba cerca de la isla de Canna. La tripulación de trece barcos de pesca, según me han dicho, estaba tan aterrorizada ante su apariencia que todos ellos huyeron a la ensenada más próxima para su seguridad. Al pasar por Rum camino de Canna, la tripulación de un barco lo vio venir hacia ellos, con su ondulación y la ca-beza sobre el agua. Uno de los hombres dijo que la cabeza era tan grande como un bote, y su ojo grande como un plato. Los hombres estaban muy asustados, pero el mons-truo no les ocasionó la menor molestia." 
Extraigo, a continuación, de las páginas del Inverness Courier, algunas notas pertinentes sobre una descripción del monstruo marino que vieron los reverendos señores McRae y Twopeny, contenidas en el Zoologist, y añado el artículo allí referido. Cuento con la ventaja de haber oído de un caballero que relató a McRae que él pudo compro-bar su afirmación, pues él mismo, en ese mismo tiempo y En esa localidad, observó la misma aparición, aunque a una distancia mayor. 
Lo siguiente es el artículo en el Inverness Courier: "Estamos encantados de ver que dos caballeros que nos apoyaron el otoño pasado con una narración de lo que ellos creían que era un extraño animal visto en la costa oeste, en Inverness-shire, han publicado en el Zoologist, un periódico mensual de historia natural, una cui-dadosa descripción de la criatura que vieron que debe ser parecida a la llamada serpiente marina de Noruega. Ad-juntamos el artículo de la revista al completo. Hay un cierto temor al ridículo cuando se haga público con este misterioso y desacreditado monstruo, que debemos elo-giar la osadía de estos dos religiosos por poner sus nom-bres; especialmente si vemos que otros observadores no han sido tan valientes y se han visto obligados a dar esa información de forma anónima. 
La enorme serpiente, si es que se puede llamar ser-piente, aparece invariablemente en tiempo tranquilo y cá-lido, y no en otro. Hay algunos fiordos noruegos y mangas de mar donde son frecuentes, y apenas es vista en mar abierto. En el caso presente, el límite en el que el animal ha sido visto en nuestras costas es Lochduich al norte y el estrecho de Mull al sur, sólo a una quinta parte del espacio entre el cabo Wrath y el Mull de Kintyre, y es en esa parte donde más se ve. Rogamos que presten su atención los lectores de la costa oeste al hecho, ahora confirmado como de indudable evidencia, del supuesto animal que se vio allí el año pasado y de la posibilidad de que aparezca e nuevo este año cuando haga bueno. Si acierta a pasar otra vez, sería deseable que se diera una completa y exacta narración del fenómeno." 
321 
Lo que sigue es el artículo del Zoologist259: 
Aparición de un animal, del que se cree que es la lla-mada serpiente marina de Noruega, en la costa oeste de Escocia, en agosto de 1872, por el reverendo John McRae, pastor de Glenelg, Inverness-shire, y el reve-rendo David Twopeny, vicario de Stockbury, Kent. 
El 20 de agosto de 1872 salimos de Glenelg en una pequeña barca guardacostas, el Leda, para una excursión a Lochourn. Nuestra tripulación estaba formada, aparte de nosotros, por dos damas, F. y K., un caballero, G. B., y un muchacho de Highland. La ruta bordeaba el estre-cho de Sleat, que en esa parte divide la isla de Skye de la tierra firme, siendo la anchura del canal en esa parte de unos tres kilómetros. 
La mar estaba en calma y hacía bueno, ni una leve brisa, y las aguas en perfecta tranquilidad. A medida que la barquita iba avanzando con remos, percibimos una masa oscura a unos doscientos metros por detrás de no-sotros, hacia el Norte. Mientras lo mirábamos con nues-tros catalejos (llevábamos tres a bordo) otro bulto negro similar se levantó a la izquierda del primero; luego otro y otro, de forma regular. No nos cupo duda de que era una sola criatura viva; se movió lentamente ante nuestra sorpresa y desapareció. La primera masa, que era evi-dentemente la cabeza, volvió a aparecer y fue seguida de los otros bultos negros, como al principio. Unas veces asomaba tres; otras, cuatro, cinco o seis, y se sumergía de nuevo. Cuando emergía, la cabeza salía primero si es que estaba sumergida, y los bultos iban apareciendo en un orden regular, empezando siempre por el que estaba más próximo a la cabeza, elevándose pausadamente; pero cuando se hundía, se hundían todos juntos de repente, a veces dejando la cabeza visible. Daba la impre-sión de que era una criatura que encorvaba el lomo al sol. No había apariencia de ondulación; cuando los bul-tos se hundían, no emergían otros bultos en los interva-los intermedios. El mayor número que contamos fue siete, ocho con la cabeza, como se muestra en el gráfico número 1 (se ofrecen dos grabados). Las partes estaban separadas por espacios de aproximadamente su longitud y la cabeza era más pequeña y plana que el resto, y la nariz ligeramente visible sobre el agua; pero no volvi-mos a ver asomar la cabeza ni este día ni otro, ni pudi-mos ver el ojo; no teníamos medios para medir la longi-tud con precisión; pero tomando la distancia desde el centro de uno de los bultos al siguiente era de unos dos metros, y podía ser menor la longitud de la parte visible, incluidos los intervalos sumergidos, que sería de unos trece metros. 
Luego, mientras observábamos la criatura, empezó a aproximarse a nosotros, causando una gran agitación en el mar. Casi todo el cuerpo, si no todo, había desapa-recido ahora y la cabeza avanzó a gran velocidad en medio de una lluvia de finas gotitas de agua, que evi-dentemente se producían por el rápido movimiento del animal -no se sabe cómo- y no porque arrojara un chorro. F. estaba alarmada y se retiró a la cabina, gri-tando que la criatura estaba pasando por debajo de no-sotros. Cuando estaba a cien metros de nosotros, se hundió y viró en dirección a Syke, justo bajo la superfi-cie del agua, pues podíamos trazar su dirección por las olas que levantaba en un mar en calma a una distancia de un kilómetro o más. Después de esto, continuó mos-trándose a intervalos corriendo a toda velocidad a cierta distancia, mientras íbamos por esa parte del estrecho, sólo con la cabeza y una pequeña parte de cuerpo visibles; pero no volvimos a verla ese día tan cerca ni tan bien como la primera vez. 
En una ocasión F. y K. y G. B. vieron una aleta a una escasa distancia de la cabeza, pero ninguno de nosotros estaba observando en ese momento. A nuestra vuelta, el día siguiente, estábamos de nuevo en la parte norte de Lochourn, que está a unos cinco kilómetros, con un día cálido y soleado como el anterior. A medida que nave-gábamos tranquilamente por la tarde, la criatura apare-ció otra vez hacia el sur, a una distancia mayor que el primer día. Ahora se mostraba en tres o cuatro líneas alargadas, como se ve en el gráfico número 2, y parecía considerablemente más larga que el día anterior; nos pu-simos tan cerca como pudimos y nos pareció como de unos veinte metros. Pronto empezó a correr, mostrando una pequeña parte de su cuerpo, como el día precedente. y parece que se acercaba a Lochourn. Luego, a media tarde, cuando aún nos encontrábamos en el embocadero de Lochourn y con ayuda de los remos, nos acercamos a la isla de Sandaig, adonde vino rápidamente pasando de nosotros a cuarenta y cinco metros al sur, a su vuelta de Lochourn. Iba a gran velocidad, dejando sólo visible su negra cabeza y seguida de un remolino de agua tras ella. Al pasar a nuestro lado, se podía oír bien el ruido de su chapoteo desde la barca. No se veía ningún órgano de movimiento, ni elementos que expulsaran líquido como el día anterior, sino simplemente un alboroto en el agua a su paso. Su avance era uniforme y suave, como el de un tronco arrastrado a gran velocidad. Durante el resto del día, a medida que tomábamos el camino de vuelta a casa hacia el Norte por el estrecho de Sleat, lo vimos ocasionalmente hasta que cayó la noche, manteniéndose a distancia, como antes, y sólo mostrando la cabeza y una pequeña parte de su cuerpo. Parece que cada día se mantenía junto a nosotros y, cuando remábamos, nos in-clinábamos a pensar que quizá se sintiera atraída por el sonido de los remos. Su única salida en esta dirección hacia el Norte era por el estrecho de Kylerhea, que se-para a Skye de tierra firme con sólo quinientos metros de anchura y dejamos nuestro bote a la deriva para ver si esta extraña criatura tomaba esa ruta o si se daba la vuelta hacia el Sur. Sólo tenemos que añadir a este re-lato, de lo que nosotros mismos vimos, los siguientes ejemplos de gente que la vio, de cuyos datos no tengo duda. Los barqueros a cada lado de Kylerhea la vieron pasar rápidamente la tarde del día 21 y oyeron el chapo-teo del agua; estaban sorprendidos y pensaron que debía tratarse de una multitud de marsopas, pero no entendían por qué iban tan deprisa. 
Finlay McRae, de Bundaloch, en la parroquia de Kintail, estaba en el embocadero de Lochourn el día 21, con otros hombres en su barco, y vieron la criatura a una distancia de ciento cuarenta metros. Dos días des-pués Alexander Macmillan, constructor de barcos de Dornie, estaba pescando en un barco a la entrada de Lochduich, a mitad de camino entre Druidag y Castledonan, cuando vio al animal, lo suficientemente cerca como para oír el ruido y ver las ondas que iba dejando a su paso rápido por el agua. Él dice que lo que parecía su cabeza iba seguida de cuatro o más bultos o "semicírcu-los", como él los llamó, y que unas veces salían y otras se hundían todos juntos. Estimó su longitud en no me-nos de entre veinte y veinticinco metros. Lo vio dos días seguidos en Lochduich. En todas estas ocasiones, su hermano, Farquhar, estaba con él en el barco y am-bos se asustaron mucho y remaron hacia la orilla con una gran precipitación. 
Una dama en Duisdale, en Skye, un lugar por encima del estrecho que está enfrente de Lochourn, dijo que mientras miraba al mar con un catalejo vio un ob-jeto extraño en el mar, que parecía como ocho focas en fila. Fue más o menos en el mismo momento en que lo vimos nosotros. También fuimos informados de que en ese instante lo vieron desde la isla de Eigg, entre Eigg y tierra firme, a unos treinta kilómetros al sudoeste en Lo-chourn. No estamos autorizados a citar el nombre de es-tos dos últimos ejemplos.
john mcrae.

david twopeny.
P. S.-Los escritores del artículo anterior apenas es-peran que el público crea en la existencia de la criatura que vieron. Es más, buscan la falta de credibilidad y el ridículo que el asunto levanta siempre, en parte por el relato del animal descrito como una serpiente, sin evi-dencias suficientes, pero sobre todo por las exageracio-nes y fábulas con las que el tema ha sido acosado. Sin embargo, están seguros de que dejarán un documento de lo que vieron, de modo que los naturalistas lo tomen como una muestra de evidencia, o no, dependiendo de que merezca la pena o no lo que piensan. Con toda pro-babilidad, el animal se dejaría ver de nuevo en esas cos-tas, y será siempre en la "temporada muerta", tan conve-niente para editores de periódicos, pues no se ha visto más que en los días cálidos del verano o primeros de otoño. Hay sobradas posibilidades de que hubiese visi-tado esas mismas con anterioridad.

En el verano de 1871, una criatura grande fue vista durante algún tiempo corriendo de acá para allá en Lochduich, pero no se dejó ver lo suficiente como para que alguien supiera lo que era. También, varios años antes, un caballero bien conocido de la costa oeste, que aún vive, estaba cruzando el estrecho de Mull, desde Mull hasta tierra firme, "una tarde muy tranquila, cuan-do", según escribe él, "nos llamó la atención un mons-truo que salió a la superficie, a no más de cuarenta y cinco metros de nuestro barco. Emergió sin el más leve movimiento del agua, haciendo un ligero ruidito, y es-tuvo flotando algún tiempo en la superficie, pero sin mostrar la cabeza ni la cola, dejando al descubierto úni-camente la cresta de su lomo, que no era de una ballena ni de otro animal que hubiera visto antes. La espalda era afilada y con forma de sierra, de color muy oscuro, casi negro. Estuvo quieta durante unos pocos minutos y luego se sumergió tranquilamente sin causar la menor agitación. Yo diría que sobre unos doce metros, no me-nos, aparecieron en la superficie." 
Se ha de remarcar que los habitantes de la costa oeste están bastante familiarizados con la aparición de ballenas, focas y marsopas, y cuando los ven, los reco-nocen a la primera. Si la criatura que persiguió el barco de McLean en la isla de Coll en 1808, y de lo que hay una narración en el Transactions de la Sociedad Werneriana (vol. I, pág. 442), era uno de los animales norue-gos, no es fácil de decir. Los supervivientes que cono-cieron a McLean dicen que él sólo contaba la verdad. 
El público no parece creer en la criatura hasta que haya sido capturada, y no parece que vaya a hacerlo, por varias razones; una de ellas tiene, de todos los relatos contados, poder para moverse rápidamente. El día 20, mientras estábamos tranquilamente en el embocadero de Lochourn, nos adelantó una lancha lentamente y, mien-tras la mirábamos, calculamos su velocidad en nueve ki-lómetros por hora. Cuando el animal nos pasó rápida-mente el día siguiente a una distancia parecida, y estando tranquilos más o menos en el mismo punto, estuvimos de acuerdo en que iba dos veces más rápido que la lancha y pensamos que su velocidad no sería menor de dieciséis o diecinueve kilómetros por hora. Podría haberse Lanzado, pero posiblemente se hundió. Hay tres relatos sobre su modo de lanzarse en Noruega; en un caso, se hundió y en los otros dos persiguió a los barcos, que estaban cerca de la orilla, pero desaparecieron cuando se encontró en aguas poco profundas. 
Podríamos mencionar que cuando vimos esa criatura e hicimos un dibujo de ella, no habíamos visto ni la Na-tural History de Pontoppidan ni sus grabados de la ser-piente marina, que tenía un parecido muy notable con el primero de nuestros propios grabados. Considerando el gran conjunto de evidencias razonables de la de No-ruega, extendida durante una montón de años, que per-manece después de haber dejado de lado fábulas y exa-geraciones, es sorprendente que ningún naturalista de ese país se haya ocupado nunca de redactar algo sobre el animal. En ese medio tiempo, como el público estaba dudoso a la hora de dar crédito a nuestra historia, expo-nemos las siguientes explicaciones, todas las caíales se me han propuesto: marsopas, bultos de algas, barriles vacíos de arenques, sacos, troncos de madera, olas del mar y ¡pieles hinchadas de cerdo!, pero como todas es-tas teorías se nos presentan con más dificultades que la existencia del propio animal, nos vemos en la obligación de dejarlos.
El editor del Zoologist añade:
Llevo mucho tiempo expresando mi firme convic-ción de que existe un enorme animal marino descono-cido para nosotros, los naturalistas; mantengo esta cre-encia tan firmemente como antes.
Rechazo totalmente la evidencia de las representa-ciones publicadas; pero no permito que estas figuras imaginarias interfieran con una firme convicción.
De nuevo tenemos aquí las mismas semajanzas gene-rales, observadas bajo las mismas condiciones climáticas como en el caso de la serpiente noruega. En cuanto a la persecución, que podía deberse bien a motivos de urgen-cia de curiosidad, bien a la furia, es curioso encontrar una historia destacable de un incidente similar en Kotzebue's Voyages, donde afirma que Kriukoff, mientras estaba en un barco en la isla de Beering, fue perseguido por un ani-mal parecido a una serpiente roja, inmensamente largo, con la cabeza como la de un león marino, pero con unos ojos desproporcionadamente grandes. "Fue una suerte", observó Kriukoff, "que estuviéramos tan próximos a la orilla, porque si no el monstruo nos habría devorado; le-vantaba la cabeza por encima de la superficie y los leones marinos se asustaban tanto que algunos se apresuraban a meterse en el agua y ¡otros se escondían en la orilla!"

La última noticia de su aparición en aguas británicas está extraída de Nature, como sigue:
Con la esperanza de que cada observación bien auto-rizada, que indique la existencia de grandes serpientes marinas, sea permanentemente registrada, le envío a us-ted los siguientes particulares:

A eso de las tres de la tarde, el 3 de septiembre de 1882, un grupo de damas y caballeros se encontraban en el extremo norte del muelle de Llandudno, con dirección hacia el mar abierto, cuando observaron un extraño ob-jeto en el agua cerca de Little Orme, que se movía rápi-damente hacia el Oeste, hacia Great Orme. Apareció justo a la salida del embocadero de la bahía y estaría como a un kilómetro y medio de los observadores. Lo observaron durante unos dos minutos y en ese intervalo atrévesó casi la mitad de la anchura de la bahía, desapa-reciendo luego de repente. La bahía tiene una anchura de tres kilómetros; por esa razón, fuera lo que fuese, ten-dría que moverse a una velocidad de cincuenta kilóme-tros por hora. Estimaron que sería de un tamaño pare-cido al de una lancha, es decir, sesenta metros; la rapidez de su movimiento es particularmente destacable, pues es mayor que la de un barco mediano. El color era negruzco y el movimiento era como el de un sacacor-chos o el de una serpiente con ondulaciones verticales. Tres de los observadores hicieron un gráfico de memo-ria, por separado, de lo que la impresión dejó marcado en su mente y, comparando los dibujos, con ligeras va-riaciones, estaban de acuerdo en las líneas básicas de la representación del objeto que habían visto. El grupo es-taba compuesto por W. Barfoot, J. P., de Leicester, F. J. Marlow, procurador de Manchester, y otros. Ellos des-cartaron las teorías de pájaros o marsopas como parte de este particular fenómeno. 
F. T. MoTT. 
Birstall Hill, Leicester, 
16 de enero de 1833.
También hay que mencionar que el doctor Hibbert260 afirma que la serpiente marina fue vista en el mar de Shetland, así como ejemplos de otras vistas en la isla Stonness, Valley Island y Dunvossness.

Lo primero que oímos acerca de la aparición de la ser-piente marina en aguas americanas es sobre una que se vio en la costa de Maine, en la bahía de Penobscot, a interva-los, durante treinta años, desde 1809. El reverendo Abraham Cummings, que lo certifica, la vio a una distancia de unos setenta metros y calculó que tendría unos veinte me-tros de longitud; fue vista por unos británicos en su expe-dición a Bagaduse, durante la primera guerra americana, y la estimaron en unos noventa metros. La siguiente docu-mentación habla de una aparición en agosto de 1817, que fue vista con frecuencia en el puerto de Gloucester, cabo Aure, a unos cincuenta kilómetros de Boston. Es el tema de un reportaje publicado por un comité designado por la Sociedad Lineana de Nueva Inglaterra. El doctor Hamilton resume así los resultados: 
"Se han recogido las declaraciones de muchos indivi-duos de conducta intachable, que no deja lugar al más mí-nimo fraude. No concuerdan en todos los detalles, pero en cuanto a su gran tamaño y a su forma de serpiente están totalmente de acuerdo." 
Se tomaron once declaraciones en las que la longitud media estimada se encontraba entre quince y treinta me-tros. Fue vista tumbada perfectamente, extendida sobre la superficie del agua, moviéndose rápidamente a una velo-cidad de un kilómetro en dos o, como mucho, en tres mi-nutos; el modo de avance es descrito generalmente como una ondulación vertical. La décima declaración afirma: "El 20 de junio de 1815, mi ayudante me informó de una extraña aparición en la superficie del mar en la ensenada. Cuando lo divisé a través del catalejo, me sentí satisfecho de que fuera un animal acuático, con forma, movimientos y apariencia que nunca había visto antes. Estaba como a unos cuatrocientos metros de la orilla y se movía con gran rapidez hacia el Sur; medía como unos diez metros. De pronto se volvió y mostró su enorme largura. Creo que unos treinta metros. Entonces vino hacia mí rápidamente y se colocó totalmente sobre la superficie del agua. Su apariencia fue en ese momento como la amarra de una boya. Vi treinta o cuarenta protuberancias o bultos tan grandes como barriles. La cabeza mediría como unos dos o dos metros y medio, y se parecía a la de un caballo. Pa-reció entonces como de unos treinta y cinco metros de largo, con un cuerpo de tamaño uniforme; el color era ma-rrón oscuro. No vi ni ojos, ni crines, ni agallas, ni narices. No vi ni aletas ni labios." 
Uno del comité de la Sociedad Lineana fue testigo ocular, y el coronel Perkins, de Boston, publicó en 1848 una noticia que era una copia de una carta que él había es-crito en 1820, detallando su experiencia personal como confirmación del reportaje de la Sociedad, en los siguien-tes términos: "Unos momentos después de mi exclama-ción, vi en el lado opuesto al puerto, a unos tres kilóme-tros de donde la había visto por primera vez, o creo que la vi, la serpiente, el mismo objeto, moviéndose con rapidez por el puerto, en la orilla oeste. Al acercarse a nosotros, fue fácil distinguir que su movimiento no era el de una serpiente común, ya fuera de tierra o de agua, sino un mo-vimiento vertical de gusano. Con la mayor aproximación que me permitió juzgar, llegué a ver unos doce metros de su cuerpo. No era, seguramente, una continuación de su cuerpo, que forma de la cabeza a la cola (con excepción de los trozos que parecían moverse en el agua), sino que fue visto sólo en tres o cuatro partes. Sin embargo, era muy evidente que su longitud sería mayor de lo que se veía, pues en sus movimientos dejaba tras sí una conside-rable estela. Yo tenía un catalejo preciso y estaba a unos quinientos u ochocientos metros del animal. La cabeza era plana en el agua, y el animal era, en la medida en que lo pude distinguir, de color chocolate. Creo que vi en la frente un cuerno de entre veinticinco y treinta centímetros con forma de pasador. Se congregó un montón de gente en ese momento, muchos de los cuales habían visto el mismo objeto y la misma aparición. Desde el momento en que lo vi por primera vez hasta que pasó por donde yo estaba, y poco después de que desapareciera, corrieron quince o veinte minutos. 
Posterior al tiempo del que he estado hablando, la ser-piente fue vista por varios de los miembros de la tripula-ción de nuestros guardacostas, y en algunos casos, a escasa distancia. El capitán Tappan, una persona a la que conozco bien, la vio con la cabeza por encima del agua -sesenta o noventa centímetros-, bien moviéndose rápidamente, bien despacio. También vio lo que explica la apariencia de lo que yo vi, el cuerno en la frente. Esto era, sin duda, lo que vio el capitán Tappan con la lengua en posición verti-cal en la boca, y con la apariencia que yo le había dado. 
Uno de los técnicos, mientras yo estaba en los alrede-dores del cabo Ann, lo vio estupendamente a escasos me-tros de distancia. Se movía despacio y, al acercarse a la barca, se sumergió y no se dejó ver más." 
El doctor Hamilton261 afirma que se volvió a ver un animal de similares características en agosto de 1819, a la altura de Nahant, Boston, y permaneció en los alrededo-res durante unas semanas. Lo vieron unas doscientas per-sonas, contaron treinta pliegues, y la cabeza, con forma de serpiente, se elevaba medio metro sobre la superficie. 
El agua estaba tranquila, y el tiempo bueno y sereno. Cuando desapareció lo hizo con movimientos ondulato-rios, marcando curvas perpendiculares a la superficie del agua que parecían una cuerda de corcho. Apareció de nuevo en Nahant en julio de 1833. "Primero lo vieron el sábado por la tarde, pasando entre Egg Rock y el pro-montorio, dirigiéndose hacia el puerto de Lynn, y otra vez el domingo por la mañana, en la cabecera de South Shores. Fue vista por cuarenta o cincuenta damas y caba-lleros, insistiendo en que no estaban mintiendo." 
El Zoologist de mayo de 1847 contiene un relato de una serpiente marina que en Mahone Bay, a unos sesenta y cinco kilómetros al este de Halifax, vieron unos oficia-les de guarnición, cuando estaban pescando en una excur-sión: "Nos quedamos sorprendidos ante la visión de un enorme banco de oreas, que parecían anormalmente exci-tadas y que en sus brincos se acercaron tantísimo a nuestra pequeña embarcación que alguno del grupo se divertía ha-ciéndoles fuego con sus rifles. En ese momento navegába-mos a unos ocho kilómetros por hora, y estaríamos atrave-sando Margaret's Bay, 'cuando de repente', a una distancia entre ciento cuarenta y ciento ochenta metros a estribor, vimos la cabeza y el cuello de un habitante de las profundidades, parecidos a los de una culebra común, na-dando, con la cabeza muy elevada e inclinada hacia ade-lante en una curva que hacía el cuello, de modo que éra-mos incapaces de ver el agua por debajo de él. La criatura pasó rápidamente dejando una estela regular, desde el co-mienzo hasta el final, de lo que estaba fuera del agua, por lo que estimamos su longitud en unos veinticinco metros, y esto contando más allá de la marca. Es muy difícil dar las dimensiones correctas de cualquier objeto en el agua. 
La cabeza de la criatura la calculamos en unos dos metros, más o menos lo mismo que la porción de cuello que al-canzamos a ver; la longitud total, con hemos confirmado antes, entre veinticinco y treinta. El grosor del cuello igualaba al tronco de un árbol de mediano tamaño. La ca-beza y el cuello eran marrón oscuro o casi negro, interca-lado con rayas blancas. No recuerdo haber visto ninguna parte del cuerpo." 
Se despertó un considerable interés en 1848 con el re-lato de la serpiente marina que vieron el capitán y los ofi-ciales del barco de Su Majestad, Dedalus, a su paso del cabo de Buena Esperanza a Santa Elena, 24° 44' latitud Sur, y 9° 22' longitud Este. En este caso las condiciones habituales de tiempo sereno y ausencia de oleaje están au-sentes. El oficial lo describe al Ministerio de Marina en los siguientes términos:
Fig. 70. Serpiente marina vista por la tripulación del barco de Su Majestad "Dedalus", en 1848.
H. M. S. Daedalus, Hamoaze, 11 de octubre.
SEÑOR: En respuesta a su carta de este día, solici-tando información de la verdad de la afirmación publicada en el Times, de una serpiente marina de extraordinarias di-mensiones que vimos desde el barco de Su Majestad Dedalus, a mi cargo, a su paso por las Indias Orientales, tengo el honor de relatarle, para información de mis minis-tros del Almirantazgo, que a las 17 horas del pasado 6 de agosto, en 24° 44' de latitud Sur y 9° 22' de longitud Este, con tiempo oscuro y nublado, viento fresco del noroeste, con fuerte oleaje del sudoeste, la embarcación rumbo nordeste-norte, el guardiamarina Sartoris vio algo muy inu-sual, que se aproximaba al barco por el bao. La circunstancia fue transmitida inmediatamente al oficial de guardia, lugarteniente Edgar Drummond, con el que William Barrett, el capitán, yo estaba paseando en ese momento por cubierta. La compañía del barco estaba cenando.

Nos llamó la atención un objeto, como una serpiente enorme, con la cabeza y los hombros, de metro y medio, que llevaba constantemente fuera del agua; nos acercamos todo lo que pudimos para compararlo con nuestra gavia mayor, y medía, por lo menos, dieciocho metros en lo que vimos a ras del agua, pues no distinguimos más obser-vando las ondulaciones verticales u horizontales. Pasó rá-pidamente, pero tan cerca de nosotros por sotavento que, si hubiera sido un hombre de mi confianza, habría recono-cido sus rasgos a simple vista, y ni al pasar por nuestro lado o por la estela que dejaba nuestro barco, desvió lo más mínimo su rumbo al sudoeste, a veinte o veinticinco kilómetros por hora, aparentemente con un fin determi-nado. El diámetro de la serpiente era de unos treinta y cinco-cuarenta centímetros a partir de la cabeza, que era sin duda la de una serpiente, la cual en ningún momento, durante los veinte minutos que estuvo bajo nuestra observa-ción, hundió en el agua; su color era marrón oscuro con un tono blanco amarillento en la garganta. No tenía aletas, pero sí algo parecido a la crin de un caballo, o a un matojo de al-gas, en el lomo. Lo vieron el brigada, el contramaestre y el timonel, aparte de yo y los oficiales arriba mencionados. 
Estoy haciendo un gráfico de la serpiente inmediata-mente después de haberla visto, que espero que esté listo para enviarlo con el correo de mañana a los ministros del Almirantazgo. 
peter m'quhoe, Capitán. 
Al almirante Sir W. H. Gage, G. C. B. Devonport.
Este dibujo figuró en el Illustrated London News en ilustración de una breve pero valiosa memoria, y reproducida a menor escala aquí.

Un monstruo similar, quizá el mismo, se encontró un poco después 20° más al sur, como se describió en una carta dirigida al editor del Globe.
Mary Ann of Glasgow. Glasgow, 19 de octubre 1848.
SEÑOR: Acabo de atracar a puerto, en un viaje de Malta a Lisboa, y me ha llamado la atención un repor-taje relativo a un animal que vieron el capitán y su tripu-lación del barco de Su Majestad Dedalus, y me tomo la libertad de comunicarle la siguiente circunstancia:
"Cuando abandonaba el puerto de Lisboa, el pasado 30 de septiembre, avistamos al bergantín americano Daphne, de Boston, capitán Mark Trelawny; nos dio la señal para que nos acercáramos, mientras el segundo de a bordo nos entregaba un paquete de cartas, para enviar-las en el primer vapor hacia Boston cuando llegásemos a Inglaterra. El segundo me dijo que cuando estuvo en 4° 11' latitud Sur, 10° 15' longitud Este, con viento muerto, el 20 de septiembre, vieron el más extraordinario animal que jamás habían visto. Por su descripción, parecía una enorme serpiente o culebra, con cabeza de dragón. 
Inmediatamente después de haberla visto, se trajo una carga de fusiles, que cargados con clavos y otras clases de piezas de hierro que se pudo reunir, se des-cargó sobre el animal, en ese momento a una distancia de cuarenta metros del barco. Inmediatamente levantó la cabeza por los aires y se zambulló violentamente, de-mostrando que la carga había surtido efecto. El Daphne, al socaire en ese momento, viró a estribor, hacia el ani-mal que espumajeaba y azotaba el agua a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, había desaparecido de las pro-ximidades del bergantín y, aunque evidentemente herido huía a una velocidad de quince o dieciséis nudos por hora, a juzgar por las veces que aparecía en la superfi-cie. El Daphne lo persiguió durante un rato, pero se hizo de noche y el capitán se vio obligado a cambiar de bor-dada y continuar su viaje." 
Por la descripción dada por el segundo de a bordo, el animal debía medir cerca de treinta metros, y el relato coincide en muchos aspectos con el que ofreció el capi-tán del Dedalus al Almirantazgo.
james henderson, Capitán.
La narración de la criatura que vieron los oficiales y la tripulación del Dedalus excitó más de lo normal la aten-ción que se prestaba a estas historias, pues la condición social de los observadores garantizaba más la veracidad de sus afirmaciones y la exactitud de su juicio. Sobrevino una considerable correspondencia, incluido un ataque ma-gistral sobre la identificación de la criatura por parte del profesor Owen, al que nos referiremos más adelante. Tam-bién provocó otra historia sobre una serpiente marina que apareció en el Bombay Bi-monthly Times, de enero de 1849.
Veo, en su periódico del 30 de diciembre, un párrafo en el que se expresa la duda sobre la autenticidad de la narración dada por el capitán M'Quhoe de la gran "ser-piente marina". Cuando volví a la India, en el año 1829, estaba en la popa del Royal Saxon, hablando con el capi-tán Petrie, el comandante del barco. Estábamos a bas-tante distancia del cabo de Buena Esperanza, en la ruta normal de barcos a este país, navegando a buena veloci-dad (siete u ocho nudos) en agua serena. Fue a medio-día, cuando otros pasajeros estaban comiendo; el timo-nel, un pasajero del puente y nosotros mismos éramos las únicos que estábamos en popa. El capitán Petrie y yo mismo, en el mismo instante, fijamos la vista literal-mente atónitos por la aparición, a breve distancia, de un animal del que no se puede dar una descripción más co-rrecta que la que dio el capitán M'Quhoe. Pasó a unos treinta metros del barco sin alterar lo más mínimo su rumbo; pero a medida que se nos acercaba volvió lenta-mente la cabeza hacia nosotros. Aparentemente un ter-cio de la parte superior de su cuerpo estaba por encima del agua, casi en su largura total, y vimos cómo el agua se arremolinaba a su paso, pero no fuimos capaces de percibir su movimiento... Vimos a esta criatura casi en su totalidad, con excepción de una pequeña parte de la cola, que estaba bajo el agua; estábamos comparando su longitud con la del Royal Saxon (de unos ciento ochenta metros) cuando pasó y pudimos calcular su longitud en una dimensión mayor que al animal descrito por el capi-tán M'Quhoe. No estoy seguro de nuestra latitud y lon-gitud en ese momento, ni recuerdo tampoco la fecha, pero debió ser a finales de julio.

R. davidson, 
Cirujano superintendente, 
Fuerza Subsidiaria de Nagpore. 
 Kamptu, 
3 de enero de 1849.
De nuevo, el lugarteniente coronel Thomas Steele, de la Guardia de Coldstream, escribió al Zoologist: "Acabo de recibir el siguiente relato de mi hermano, el capitán Steele, de la Novena de Lanceros, que en su viaje a la In-dia, en el Barham, vio una serpiente marina. Conside-rando que pueda serle interesante, como ha corroborado con el artículo del Dedalus, me he tomado la libertad de enviarle una extracto de la carta de mi hermano: 'El 28 de agosto, a 40° de longitud Este y 37° 16' de latitud Sur, a eso de las dos, estábamos todos preparados para cenar, cuando el primer oficial nos llamó a cubierta para ver la más extraordinaria visión. A unos quinientos metros del barco estaban la cabeza y el cuello de una serpiente enorme, vimos como unos cinco o seis metros por fuera del agua y levantaba un chorro de agua lejos de la ca-beza; por debajo del lomo tenía una cresta como la de un gallo262, que iba muy lentamente por el agua, pero dejaba una estela de unos quince o veinte metros como si arrastrase un cuerpo muy largo tras él. El capitán puso rumbo a ella, pero al acercarnos se sumergió. Era de color verde con motas claras. Lo vio todo el mundo que estaba a bordo.' Mi hermano no es naturalista y creo que es la pri-mera vez que se ve que el monstruo arroja agua."

Uno de los oficiales del barco escribió: "Al mirar por un lado del barco vi algo maravilloso, que recordaré mien-tras viva. Tenía la cabeza como a unos cinco metros por encima del agua y la movía de arriba a abajo, dejando ver a veces su enorme cuello, que estaba rematado por una gran cresta en forma de sierra. Estaba rodeado de cientos de pájaros y al principio pensamos que era una ballena muerta. Dibujaba una estela en el agua como la de un barco, y pudimos verle la cabeza y parte del cuerpo, que estimamos en unos veinte metros de largo, pero podía ser más. El capitán trató de acercar el barco hasta el animal, pero cuando nos encontrábamos a unos cien metros se hundió lentamente en las profundidades del mar. Mientras cenábamos, se dejó ver otra vez." 
El Times del 5 de febrero de 1858 contiene una afirma-ción que hizo el capitán Harrington, del barco Castilian, certificada por su jefe y los segundos oficiales, como sigue: 
"Barco Castilian, 12 de diciembre de 1857; N.E. de Santa Elena, distancia quince kilómetros. A las 18,30 ho-ras, fuerte viento y nublado, el barco navega a unos veinte kilómetros por hora. Mientra los oficiales y yo estábamos en popa, mirando hacia la isla, quedamos atónitos ante la visión de un enorme animal marino, que levantaba la ca-beza por encima del agua a unos veinte metros del barco, cuando desapareció repentinamente durante medio mi-nuto, para aparecer otra vez de la misma forma, mostrándonos perfectamente el cuello y la cabeza, unos tres o tres metros y medio por encima del agua. La cabeza tenía forma de toca de monja y supuse que el diámetro tenía unos dos metros en la parte más gruesa, con una especie de rollo o copete de piel, que se enroscaba hacia arriba hasta medio metro; el agua estaba revuelta en varios metros a la redonda de su cabeza, en tal medida que, la primera vez que lo vi, tuve la impresión de que el barco se había que-brado, a causa, supuse, de algún agente volcánico desde la primera vez que pasé por esta isla; pero su segunda apari-ción disipó mis temores al respecto, y tuvimos la seguridad de que era un monstruo de extraordinaria longitud, que pa-rece que se movía lentamente hacia tierra. El barco iba muy rápido para permitirnos llegar a tiempo para formar una estimación correcta de su extrema largura; pero por lo que vimos desde cubierta, dedujimos que tendría más de sesenta metros de longitud. El contramaestre y varios de los miembros de la tripulación que lo observaron desde el mastelero del castillo de proa, afirman que era más del do-ble de la longitud del barco, en cuyo caso alcanzaría los ciento cincuenta metros. Puede ser que pertenezca a la es-pecie de la serpiente; era de color oscuro en la cabeza y es-taba cubierto de lunares blancos." 
Un escritor del New York Sun (tengo el recorte, pero, por desgracia, no la fecha) discutió la autenticidad de las mejores historias, diciendo: "La serpiente marina de Lynn parece la más auténtica, pues el autor ha visto a varias personas que las vieron desde la playa, y conoce a otras personalmente o conoce su reputación. El primer animal de esta especie que se vio en Lynn fue en 1638, y lo vio el doctor John Josselyn; Cabot vio otra en 1819. Amos Lawrance, uno de los pilares del viejo Boston, dice: 'Nunca he tenido la menor duda acerca de la existencia de la ser-piente marina desde la mañana en que la vio a la altura de Nahant el anciano Marshal Prince, a través de su famoso catalejo. Durante las dos horas siguientes conversé con Samuel Cabot y Daniel P. Parker, creo, y una o más perso-nas que estaban a su lado, que se pasaron parte de aquella mañana dando cuenta de sus movimientos. Además, el co-ronel Harris, comandante en Fort Independence, me dijo que habían visto a la criatura numerosos soldados suyos mientras hacían turno de centinela al amanecer, un tiempo antes de haberla visto en State Street, en donde nos encon-trábamos entonces.' Tal es la historia de la serpiente ma-rina de Lynn, y lo siguiente es un extracto del reportaje de la Sociedad Lineana de Boston, realizado por el doctor Bigelow y F. C. Gray: 'El monstruo medía entre veinticinco y treinta metros; llevaba la cabeza normalmente medio metro por encima del agua; el cuerpo, de color marrón os-curo, con treinta o cuarenta protuberancias más, compara-bles según algunos con barricas de veinte litros, según otros con bramante de boyas, y llamadas por otros mano-jos de lomos. Movimientos muy rápidos -más rápidos que los de las ballenas-; nada a casi dos kilómetros en tres minutos, y a veces más, deja una estela tras él; caza caballa, arenque y otros peces que saltan fuera del agua cuando está cerca. Sólo sale a la superficie del agua en tiempo cálido y sereno. Un diestro tirador hizo fuego con-tra él desde nuestro barco y, con un buen tino, notó que lo había herido en la cabeza. La criatura se volvió contra él y se zambulló bajo el barco y apareció cien metros al otro lado.' En febrero de 1846, se publicó una carta en varios Periódicos, firmada por el capitán Lawson, dando una des-cripción de una serpiente monstruosa que él mismo vio a la altura de los cabos Charles y Henry. La longitud se es-timó en unos treinta metros y se vio que tenía en la es-palda pinchos afilados. La cabeza era pequeña en propor-ción con su longitud." 
Adjunto a continuación unas breves afirmaciones que han aparecido en distintas fechas en varias publicaciones. 
El News of the World, del 28 de septiembre de 1879, afirma que el capitán J. F. Cox, capitán del barco británico Privateer, que llegó al rompeolas de Delaware el 9 de sep-tiembre procedente de Londres, dice: "El 5 de agosto, a ciento sesenta kilómetros al oeste de Brest (Francia), con tiempo bueno y sereno, a las 17,00 horas, mientras pa-seaba por cubierta, vi que algo negro emergía de las aguas, de unos seis metros, con forma de una culebra in-mensa de un metro de diámetro. Estaba a unos trescientos metros del barco y venía hacia nosotros. Volvió la cabeza parcialmente hacia nosotros y se zambulló con un gran chapoteo, tras haber estado arriba unos cinco segundos, pero volviendo a asomarse otras tres veces a intervalos de diez segundos, hasta que viró totalmente y se alejó de no-sotros a gran velocidad, haciendo que el agua bullera a su alrededor. Le vi los ojos y su forma perfectamente. Era como una enorme anguila o culebra, pero negra como el carbón, y parece que iba haciendo mucho esfuerzo para alejarse del barco. He visto muchas clases de pescado, en cinco océanos diferentes, pero nunca había sido tan afor-tunado de ver la gran culebra marina." 
El Singapore Daily News, del 6 de abril de 1878, en sus noticias de Australia cita que en Wellington (Nueva Zelanda), el 26 de febrero (este mes se corresponde con el de agosto del hemisferio Norte): "El capitán del vapor Durham asegura haber visto el monstruo serpiente a la altura de las islas Nerowas. Diez metros del monstruo fue-ron visibles por fuera del agua. La tripulación y los pasa-jeros corroboraron la afirmación." 
El Australian Sketcher, en su número del 24 de no-viembre de 1877, asegura: "El capitán W. H. Nelson, del buque americano Sacramento, que llegó a este puerto pro-cedente de Nueva York el 20 de octubre, notificó que ha bía visto la serpiente marina en su viaje. El párrafo del Argus dijo acerca del asunto: 'La fecha en que se vio a la criatura fue el 30 de julio, y la localización del barco a 31° 59' latitud Norte y 37° longitud Oeste. El hombre al timón fue el primero en divisar el monstruo y fue entonces a lla-mar al capitán Nelson, para contarle lo que había visto; pero este último, teniendo el mismo sentimiento de incre-dulidad con respecto a la serpiente marina que muchas otras personas, no tuvo prisa por ir a comprobarlo. Al lle-gar a cubierta, sin embargo, fue recompensado con una momentánea vista distante de la supuesta serpiente marina, de la que el timonel, por su parte, declaró haber visto casi en su totalidad. Presuntamente se observaron unos doce metros de monstruo. Tenía un tamaño como un tonel de harina de circunferencia y era de color amarillento; la ca-beza era plana. Los ojos, totalmente visibles. El capitán Nelson está convencido de que lo que vio era algún extra-ordinario monstruo marino. Hemos obtenido de John Hart, el timonel, un dibujo a lápiz de la criatura, del que damos un grabado. El dibujo viene acompañado de una descrip-ción más amplia en la que el escritor dice: 'Éste es un di-bujo exacto de la serpiente marina que vi estando a bordo del Sacramento, en viaje desde Nueva York a Melbourne, cuando me encontraba en el timón. Tenía el cuerpo de una culebra muy grande; su longitud me pareció como de unos quince o veinte metros. La cabeza era como la de un cai-mán con un par de aletas a unos tres metros de la cabeza. El color era marrón rojizo. En el momento en que la vi es-taba totalmente extendida, con la cabeza sobresaliendo un metro de la superficie del agua, y al levantar nueve o diez metros por detrás, hundió la cabeza.'"
Fig. 71. Serpiente marina vista desde el barco "Sacramento", 30 de julio 1877. (De the "Australian Sketcher".)


Confieso que no he concedido mucha importancia a este último ejemplo, debido al sospechoso parecido con la ilustración dada en el Sketcher como de un caimán, sugi-riendo que posiblemente esa criatura podría haber sido arrastrada por el viento o llevada por las corrientes al lugar en el que fue vista. Es cierto que Gosse cita el tamaño del caimán más grande documentado sólo en veintitrés metros y medio, mientras que el cálculo de la supuesta serpiente marina en este ejemplo estaba entre los doce y los dieciocho metros. Pero frente a este puede argüir la di-ficultad que supone calcular la longitud o la altura cuando se dispone sólo de un breve espacio de tiempo de observa-ción, y sin ningún objeto relativamente cercano como para establecer una comparación263; yo no estoy muy seguro de que el cálculo de Gosse sea correcto. El doctor Dennys, de Singapur, me ha asegurado que hace unos años, un caimán de unos diez metros de largo, rondó durante algunos días en la pequeña cala de marea que corre a lo largo, durante unos kilómetros más arriba de esta ciudad; recuerdo per-fectamente que Gregory, topógrafo general de Queensland, me informó de que en los ríos del norte de la colonia había caimanes que igualaban en longitud a la ballena-barco, es decir, ocho metros y medio. 
El Graphic del 19 de abril de 1879 contiene un dibujo "de un monstruo marino visto desde el vapor City of de Baltimore, en el golfo de Aden, el 28 de enero". La des-criptiva carta de prensa dice así: 
"Lo siguiente es un extracto de una narración dada a nuestro corresponsal, el mayor H. W. I. Sénior, del estado mayor de Bengala, a quien debemos indudablemente el dibujo del que está tomado nuestro gráfico: 'El 28 de enero de 1879, a eso de las 10 de la mañana, estaba en la cubierta de popa del barco City of Baltimore, a 12° 28' de latitud Norte, y 43° 52' de longitud Este. Observé un ob-jeto largo negro, una viga de la popa de un barco a estri-bor, a una distancia de un kilómetro, saltando rápidamente del agua y dejándose caer otra vez con un chapoteo per-fectamente audible, y avanzando cada vez más cerca a una rápida velocidad. En un minuto había avanzado ochocien-tos metros y se vio con exactitud que era la 'auténtica ser-piente marina'. Grité: '¡La serpiente marina! ¡La serpiente marina! ¡Llamad al capitán!' El doctor C. Hall, médico del barco, que estaba leyendo en cubierta, saltó al instante para ver el monstruo, lo mismo que la señorita Greenfield. uno de los pasajeros a bordo. En ese momento, estaba sólo a unos quinientos metros y un poco por detrás del barco, que navegaba a una velocidad de unos diez nudos por hora, dirección Oeste. Al acercarse a la estela del barco, la serpiente viró un poco su camino y pronto quedó fuera de la vista, por el resplandor de la luz del Sol reflejada en las olas del mar. Eran sus movimientos tan rápidos que, cuando se aproximó a la estela del barco, cogí mi catalejo, pero no vi nada, pues se sumergía rápidamente para desa-parecer de mi campo de visión. Yo quería ver si tenía es-camas o no; pero por la mejor vista que obtuve del mons-truo, cuando estaba a unos tres 'cables', es decir, a unos quinientos metros de distancia, me pareció ver que no te-nía escamas. No obstante, no puedo decirlo con certeza. La cabeza y el cuello, de unos sesenta centímetros de diá-metro, salían por encima del agua unos diez o doce me-tros, y el monstruo abría sus fauces al subir, y las cerraba de nuevo al bajar la cabeza y zambullirse, para reaparecer inmediatamente a unos cien metros más adelante. El cuerpo no fue visible en su totalidad, pues dejaba parte por debajo del agua, pero el chapoteo en la superficie era tan ligero que permitía darse cuenta de ello, aunque de cuando en cuando salpicaba un poco por detrás de la ca-beza. La forma de la cabeza no era como la de los dibujos de dragones que he visto normalmente, con apariencia de buldog y cejas. Cuando el monstruo había lanzado la ca-beza suficientemente lejos del agua, se dejaba caer como si fuera un pesado tronco, antes de hundirse del todo en el agua'."
Fig. 72. Serpiente de mar vista desde el vapor "City of Baltimore" en el golfo de Aden, 28 enero 1879. (Del "Graphic", del 19 de abril de 1879.)


La afirmación del mayor Senior está refrendada por dos personas a las que menciona como co-testigos. 
Estando en Singapur, en 1880, recibí el testimonio per-sonal del capitán Anderson, en ese momento oficial jefe del Pluto (propiedad del Gobierno del Estrecho) y antigua-mente comandante de la compañía de servicio de P. y O. 
El capitán Anderson me aseguró que había visto serpien-tes marinas en dos ocasiones. Una, a la altura de Ushant, cuando era oficial jefe del Delta en 1861. No se registró nada ni se envió noticia alguna a los periódicos, por temor al ridículo. En esa ocasión la compañía del barco al completo vio la criatura; estaba a ocho (?) kilómetros de distancia y dejó a la vista cuatro metros y medio de su cuerpo. Recor-daba a una serpiente, con una larga melena alrededor del cuello. Parece que iba navegando y movía la cabeza de un lado a otro como una culebra. No expulsaba agua, y fue ob-servada durante un cuarto de hora. 
La segunda ocasión fue en el mar Rojo, cuando capita-neaba el Sumatra, en un viaje por el exterior en octubre o noviembre de 1877. A la altura de Mocha vio un animal, a ocho kilómetros de distancia, que lavantaba el cuerpo por encima del agua como una serpiente. Todos exclamaron: "¡Hay una serpiente marina!" Pero no registraron nada ni enviaron ninguna notificación del asunto. Poco después, un soldado vio a esta criatura, cerca de Suez, y lo notificó. 
En 1881 tuve una vez más el testimonio personal de un testigo ocular. 
J. H. Hoar, del destino de pilotos, Shanghai, China, me informó de que había visto una serpiente marina hacía unos cuantos años, cuando estaba destinado en Ningpo, en la costa china, un poco al sur de la desembocadura del Yangtse-kiang. Estaba en ese momento vigilando un barco, desde lo alto de la loma en la isla de Lowchew, Chinsang, en la parte sur de la isla frente a un paso de diez kilómetros. Esta isla se extiende al este de Worth Point. La colina en la que se encontraba estaba a cuarenta y cinco metros de altitud, la culebra a una distancia de unos doscientos treinta metros y la profundidad del agua era de siete brazas. Le llamó la atención porque un grupo de chi-nos chillaba "¡Shê!", que significa "culebra". La vio tum-bada en la superficie del agua, parecida a dos mástiles de un junco de extremo a extremo, pero con un ligero intervalo. De pronto se levantó levemente y apareció del todo extendida en la superficie del agua. La examinó con el ca-talejo y le vio un ojo, que parecía del tamaño de una taza de café, de color pizarra. La cabeza era plana por arriba. Calculó su longitud entre treinta y seis y cuarenta metros. 
Supo que era la tercera vez que se la veía en ese lugar en el espacio de ocho años. Sloman publicó un artículo en uno de los periódicos locales, a partir de las afirmaciones de los observadores chinos. Hoar evitó hacerlo por el mismo temor al ridículo. Debo hacer notar que hay una bahía, no muy lejos de ese lugar, entre las islas Chusan, considerada desde antiguo como la morada de un gran dragón marino, y al pasar por allí los juncos toman ciertas precauciones supersticiosas. 
Tengo mis dudas a la hora de identificar la serpiente ma-rina con el dragón marino de China. El doctor Dennys264 dice: "Por supuesto nuestra vieja amiga, la serpiente ma-rina, aparece en China, y su descripción no difiere mucho de la hecha en otras partes. Según una leyenda popular, el rio Chien Tang estuvo en un tiempo invadido por una gran kiau o serpiente marina, en 1129 d.C., y se dice que un gra-duado fue quien se echó a la corriente para encontrar y des-truir al monstruo. Hay que destacar que se supone que la mayoría de los dioses chinos aparecen en forma de culebras de agua, y que las serpientes marinas señaladas en los docu-mentos chinos siempre han morado en las desembocaduras de los ríos." 
El reverendo Butler, de la misión presbiteriana en Ningpo, me informó de que los chinos suponían que un dragón que acechaba a los barcos, dominaba un estrecho paso llamado Quo Mung, fuera de Chinaye. Antiguamente había dos en los alrededores, que eran muy feroces y ha-cían naufragar a los barcos. Tenían que apaciguarlos con la ofrenda anual de una joven de buena presencia y cuerpo perfecto. Al final, uno de los escritores decidió acabar con esto. Se armó y saltó al agua; afloró la sangre a la superfi-cie. Había matado a uno de los dragones. El otro se retiró a un lugar estrecho. Se erigió un templo en honor al héroe en Peach Blossom. 
Hay que destacar que tanto malayos como chinos atri-buyen el origen del ámbar gris bien al dragón marino, bien a la serpiente marina. Por eso, en la descripción de la isla de Ambergris o isla de la Saliva del Dragón, conte-nida en la History of Ming Dynasty, Libro 325, del que W. P. Groeneveldt ofrece un extracto (traducido) en sus Notes on the Malay Archipelago and Malacca, reunidos a partir de fuentes chinas265, encontramos que se afirma que "esta isla parece una simple montaña y está situada en el mar de Lambri, a una distancia de un día y una noche de Sumatra. Se eleva abruptamente sobre el mar, que rompe en ella con olas muy altas". 
"Cada primavera numerosos dragones vienen a jugar a esta isla y dejan detrás su saliva. Los nativos van tras ellos en canoas para recoger esta saliva, que luego se llevan consigo. 
La saliva del dragón es, al principio, como grasa, de color negro y amarillo, y con olor a pescado; con el paso del tiempo se contrae en grandes bultos, y éstos también se encuentran en el vientre de un gran pez, del tamaño de un peck chino (unos diez litros, N. de la T.) y también con olor a pescado. Cuando arde despide una fragancia pura y deliciosa. 
Se vende en el mercado de Sumatra; un tael, peso ofi-cial, cuesta doce monedas de oro de aquel país, y un cati266, ciento noventa y dos piezas de esa moneda, igual que unas nueve mil monedas chinas de cobre; no es que sea muy barato." 
El doctor F. Porter Smith267 manifiesta que no puede haber duda de que esa sustancia costosa, olorosa, amarilla y gomosa que se encontraba flotando en el mar, o en el vientre de algún enorme pescado del océano índico, y es conocida por los chinos en la actualidad como lung sin, o saliva de dragón, sea realmente ámbar. Se dice que el dra-gón lo escupe. 
"Una sustancia similar, llamada kih-tiau-chi, traída an-tiguamente de Cantón y Foochow, se dice que es el huevo del dragón o una especie de serpiente marina llamada kih tiau. El nombre kih tiau es curiosamente como el nombre griego para un monstruo marino." 

Uno de los más destacables relatos de monstruos mari-nos, que creo que merece la pena realmente, es el de un animal que se vio en el estrecho de Malaca en 1876. 
La primera noticia acerca de él aparece en el Straits Ti-mes Overland Journal, del 18 de septiembre de 1876, en forma de editorial breve. 
"Nuestro amigo Henry Lee, de Land and Water, que en su último trabajo ha encontrado muchas dificultades para describir los hábitos y peculiaridades de la serpiente ma-rina268, estará encantado de oír que los pasajeros y oficia-les del vapor Néstor, que llegó aquí esta mañana, son uná-nimes en la conclusión y están de acuerdo en el hecho de que vieron un extraordinario monstruo marino entre Ma-laca y Penang en su viaje a ese puerto, un lunes a medio-día. Medía unos setenta metros, con unos quince de gro-sor, cabeza cuadrada, con rayas negras y amarillas, algo parecido a una salamandra." 
Esto tuvo su continuación, al día siguiente, en una carta del capitán.
SEÑOR: Con relación a su párrafo en su emisión de ayer, referente a nuestro monstruo marino que se corres-ponde con la noción popular de la serpiente marina, es-toy dispuesto a demostrarle la exactitud de la afirmación que ya le hicieran a usted el médico y un pasajero de mi barco.

Cuando estaba en el puente en ese momento (sobre las diez de la mañana) con el primer y tercer oficiales, nos vimos sorprendidos por la presencia de un extraordi-nario monstruo que llevaba nuestra ruta, y a la misma velocidad que nuestro barco, a una distancia de nosotros de unos ciento ochenta metros. Tenía la cabeza cua-drada, lomo de dragón, cola con rayas blancas y un cuerpo inmenso, que medía casi cinco metros de grosor cuando se alzó. La cabeza medía unos tres metros y me-dio de anchura y aparecía a veces hasta dos metros por encima del agua. Cuando la cabeza estaba al mismo ni-vel que el agua el cuerpo se extendía totalmente y enton-ces el cuerpo se levantaba medio metro por encima del agua, llegando a tener casi cinco metros alguna vez. La larga cola del dragón, con escamas blancas y negras avanzaba con movimientos ondulatorios y, unas veces la cabeza, otras el cuerpo y otras la cola, formaban como objetos prominentes sobre el agua. 
El animal, o como quiera que se llame, se acercaba sin temor a nosotros y fue a nuestro lado durante seis minutos más o menos a estribor, y finalmente se dio la vuelta por proa, permaneciendo a la vista para deleite de todos los que estábamos a bordo, casi durante media hora. Su longitud se calcula en más de sesenta metros.
john W. webster,

Comandante del Nestor.
 Singapur,

18 de septiembre de 1876.
Cameron, propietario del periódico, me informó rápi-damente de que el capitán Webster le había advertido de ciertas dudas que podrían surgir sobre su afirmación, pero insistió en que se publicara. Fue confirmado por H. R. Beaver, un comerciante de Singapur y otros pasajeros del barco.

El mismo periódico (Straits Times Overland Journal), el 2 de noviembre de 1876, ofreció el siguiente extracto del China Mail: 
"Es más que probable que el capitán Webster, del va-por Nestor, sea 'entrevistado' muy exhaustivamente cuando atraque en el puerto de Londres. No se encuentra uno todos los días una auténtica serpiente marina y como las observaciones efectuadas por los oficiales del barco, entendemos, se han hecho del mismo modo ante el cónsul Medhurst en Shanghai, para enviar al Field, los naturalistas estarán en condiciones de perseguir sus logros cuando llegue el capitán. Autoridades competentes son de la opi-nión de que la parte del monstruo que antes se suponía su cabeza ha de ser una joroba, y la cabeza estaría bajo el agua, lo cual acabaría con la idea que tenían los pasajeros del vapor. El movimiento ondulatorio del enorme animal explicaría la afirmación de que esta protuberancia o jo-roba se levantara a veces hasta dos metros por encima del agua. La rayas alternas amarillas y negras, todo lo que se pudo ver de su cuerpo, pudieron dar la impresión de que la cola era como la de un dragón cubierta de escamas, aunque esa conclusión no se tiene necesariamente como cierta. Si la cabeza de esta desconocida "silueta" estaba realmente bajo el agua, esto hacer suponer que la longitud sería proporcionalmente mayor. Era de unos sesenta me-tros antes, hay que pensar ahora en setenta y cinco, lo cual, con baos de trece o quince metros, le da unas dimen-siones similares a un leviatán o a una antigua fragata." 
Un corresponsal del Celestial Empire, de Shanghai, es-cribió de esta forma al periódico:
SEÑOR: Si es cierto que uno de los que observaron al monstruo marino desde el Néstor está aún aquí, sería de desear que diera un relato más exhaustivo de lo que vio. Sólo un listillo negaría la posibilidad de tal bestia, y el propio profesor Owen ha destacado que la única parte absolutamente increíble de la narración de aquellos que lo vieron es la afirmación de su sinuosidad vertical, im-posible para cualquier clase de serpiente.

El monstruo que se vio desde el Néstor, sin embargo, era uno de los quelonios, "el padre de las tortugas", se-gún lo llaman los nativos de Sumatra, que creen ciega-mente en su existencia, y a quienes se aparece de cuando en cuando. Así, Baumgarten, en su Malaysien, publi-cado en Amsterdam en 1829, describe al monstruo y calcula su longitud y anchura en cincuenta y cinco y treinta metros, respectivamente, medidas que se acercan mucho a las que dio el capitán Webster. Baumgarten269 añade que es una creencia general en Sumatra (vol. II, pág. 321, Ed. 1820), que quienquiera que lo vea morirá en ese año. "No he sido", dice ingenuamente, "capaz de probarlo."
David Aitken, de Singapur, escribió al Daily Times en los siguientes términos:
ESTIMADO SEÑOR: Como muchos otros, me he quedado sorprendido con las dimensiones que usted ha dado sobre la serpiente marina. Son realmente enormes y sobrepasan todo aquello que he visto u oído hasta ahora. La serpiente más grande de la que he oído hablar realmente fue una que pasó entre los bergantines de re-conocimiento, Krishua y Menx, bajo el mandato del lu-garteniente Ward, de la marina de la India, cuando ins-peccionaban la costa de Sumatra, hacia los años 1858 y 1859, Este monstruo pasó junto a los bergantines un do-mingo por la mañana cuando estaban anclados frente a Malaca. Su longitud se midió tomando como referencia la del Krishua, a unos treinta metros. Veinte fue la me-dida media que se dio.
En el mismo lugar o cerca, otro grupo de reconoci-miento anterior había visto otro monstruo.
Stephen Cave, diputado por Shoreham en 1861, comu-nicó a Gosse una breve afirmación, que arroja luz sobre la comida del monstruo. Se da en forma de extracto de su diario escrito durante un viaje a las Indias Occidentales en 1846, en los siguiente términos:

"Jueves, 10 de diciembre, Madeira, a bordo del barco de la Marina Thomas, conocí al capitán Christmas, de la Marina danesa, un propietario en Santa Cruz, con algún cargo en la corte danesa. Me dijo que en una ocasión él vio una serpiente marina entre Islandia y las islas Feroe. Estaba en medio de una tempestad en una fragata que él capitaneaba, caundo un inmenso banco de marsopas em-pujaron el barco como si lo persiguiesen; he aquí que una criatura con un movimiento de cuello como un cisne, del grosor de la cintura de un hombre, con la cabeza como un caballo, se izó lenta y grácilmente de la profundidad y, al ver el barco, desapareció inmediatamente, la cabeza pri-mero, como un pato zambulléndose. Sólo lo vio un par de segundos. La parte que sobresalía del agua mediría unos veinticinco metros. Es un hombre singularmente inteli-gente y de ningún modo permitiría que su imaginación fuera excesiva." 
Algunos periodistas divertidos pasaron un buen rato con la publicación de la historia de la serpiente marina que vio el capitán Drevar, con el que terminaré mi lista de apariciones. Sin embargo, como se verá, el capitán manejó bien sus armas y yo creo que él vio realmente lo que contó. No he hablado con el propio capitán, pero en Singapur me encontré con muchos que habían oído la historia completa de su propia boca, y su impresión era que era un hombre sincero.
La serpiente marina del barco Pauline
Al editor del Calcuta Englishman:
SEÑOR: Como no estoy seguro de que mi notifica-ción referente a la serpiente marina haya llegado a la Shipping Gazette de Londres, adjunto una copia que puede ser interesante para muchos de sus lectores. He estado enviando un montón de extractos a periódicos in-gleses, y todos ellos han ridiculizado mi afirmación. Yo puedo reírme y mofarme del asunto como el que más, pero no veo por qué, si la gente no puede refutar mi afir-mación, utilizan falsedades para hacerlo. El Daily Tele-graph dice: "Se oyó perfectamente cómo las costillas del malogrado pez se rompían una tras otra, con un ruido como el de un pequeño cañón, sus bramidos cesa-ban. Para usar las elocuentes palabras del principal es-pectador 'nos asustó a todos con terror'." Si el escritor supiera algo sobre marineros no escribiría tales tonte-rías. Temor y terror no están en la redacción de Jack y esas elocuentes palabras las deja para las descripciones siempre dudosas: "lucha entre hombre y perro". Estoy tan seguro de que vi lo que describí, como de que me encontré el anuncio de que el Telegraph tiene la mayor tirada del mundo, advirtiéndomelo a cada esquina de Londres. Es fácil para ese periódico hacer que un hom-bre bueno, grandioso e interesante, parezca ridículo. Me extraña poco que mis parientes escriban diciendo que, si ellos hubieran visto un ciento de serpientes marinas, nunca lo habrían publicado, y una señora también escri-bió que se compadecía de alguien que había contado a alguien que había visto la serpiente marina. Es cierto que es triste para un hombre ver más, sentir más y saber más que sus compañeros; pero tengo algo de la filosofía que hizo que O'Connell se alegrara de ser el hombre más abusivo del Reino Unido, pues él también tenía po-der para dar a las personas un lengüetazo con el lado ás-pero de su lengua. Si yo tuviera ese poder, no lo usaría nunca, pues el desprecio es la mejor respuesta, y esta carta es la única noticia que he tomado de las muchas afirmaciones absurdas, etc.
george drevar,
Capitán del Pauline.
Barco Pauline,

Chittagong, 15 de enero de 1876. 
  
 
Fig. 73. Serpiente marina atacando a una ballena, según lo vio el capitán Drevar del barco "Pauline", en 1876.


Barco Pauline, 8 de enero de 1875, 5° 13' latitud Sur, 35° longitud Oeste, cabo Roque, nordeste de Brasil a treinta kilómetros de distancia, a las 11,00 horas. 
El tiempo es tranquilo y sereno; el viento y el mar, moderados. Observados unos puntos negros en el agua y una columna blanquecina de unos diez metros de altura por encima de ellos. Al primer vistazo, todos parecían cachones, como si el mar los salpicara como surtidores y la cumbre brillara al sol; pero este pilar cayó como una ro-ciada. Caían y se izaban alternativamente en una rápida sucesión, y unos buenos prismáticos me permitieron ver que era una monstruosa serpiente marina que había ro-deado dos veces a un gran cachalote. La cabeza y la cola, cada una de unos nueve metros, actuaban como palancas, haciendo que la víctima y la propia serpiente girasen a gran velocidad. Se hundían cada dos minutos más o me-nos, para volver a salir a la superficie todavía girando, y los bramidos del cachalote y de otras dos ballenas que estaban por allí, furiosas y excitadas, hacían del mar en ese lugar una auténtica caldera hirviendo, con un ruido ensordecerdor y confuso. Este extraño suceso duró unos quince minutos y acabó con un trozo de la cola del cachalote ele-vado por los aires, y luego hacia atrás y hacia adelante, azotando el agua furiosamente en el último estertor, cuando el cuerpo entero desapareció de nuestra vista, hundiéndose por la cabeza hacia el fondo, donde, sin duda, la serpiente se daría un atracón y donde el monstruo de los monstruos puede estar varios meses en estado de coma, digiriendo el gran bocado. Entonces, los dos cacha-lotes más grandes que había visto jamás, se movieron len-tamente hacia el barco, sus cuerpos más elevados sobre el nivel del agua de lo normal, sin expulsar agua ni hacer ruido alguno, sino como paralizados por el miedo; tanto es así que un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar los últimos movimientos agonizantes de la pobre ballena, que estaba indefensa entre los anillos del vicioso mons-truo, igual que un pajarito en las garras de un halcón. Te-niendo en cuenta que la ballena estaba rodeada por dos anillos, creo que la serpiente mediría unos cuarenta y ocho o cincuenta metros, y dos o dos y medio de grosor. Tenía un color como el congrio, y la cabeza, con la boca siempre abierta, era casi la parte más grande de su cuerpo... Creo que el cabo San Roque es un punto para las ballenas a su paso desde el sur hasta el norte del Atlán-tico... Escribí esto pensando que no volvería a ver la ser-piente; pero a las 7 de la mañana del 13 de julio, en la misma latitud y a unos ciento treinta kilómetros al este del San Roque, quedé atónito al ver de nuevo el mismo o si-milar monstruo. Lanzaba la cabeza y unos doce metros de su cuerpo en posición horizontal fuera del agua al pasar junto a nosotros a estribor. Empecé a meditar por qué éra-mos agraciados con tal extraño visitante, y deduje que la banda pintada de blanco de medio metro de anchura por encima del cobre, le podría parecer un compañero a la ser-piente y, sin duda, atraía su atención... Mientras pensaba esto, me sacaron de mi despiste unos gritos: "¡Ahí está otra vez!" A escasa distancia hacia sotavento se elevaba dieciocho metros en el aire, con un tamaño como un leviatán que inexorablemente se dirigía hacia nosotros. Como no estaba seguro de que fuera sólo nuestro tablero lo que veía, preparamos todas nuestras hachas y estábamos deci-didos a, si el bruto arremetía contra el Pauline, troncharle el espinazo con todas nuestras fuerzas y el desgraciado se encontraría por una vez en su vida con la horma de su za-pato. Esta afirmación es estrictamente cierta y el hecho fue atestiguado por mis oficiales, por la mitad de la tripulación y por mí mismo, y estamos dispuestos a prestar juramento si fuere necesario y demostrar así que no estamos equivo-cados... Un barco, tres años después, naufragó a causa de una serpiente marina en el océano índico. 
george drevar, 
Capitán del Pauline. 
Chittagong, 15 de enero de 1876.
Fig. 74. Serpiente marina atacando a una ballena. Final de la lucha.
El capitán George Drevar, del barco Pauline, se per-sonó en la comisaría de Policía un miércoles por la ma-ñana, en la calle Dale, ante Raffles, magistrado a sueldo, acompañado por algunos de sus oficiales y parte de la tripulación del barco, e hicieron la siguiente decla-ración:
"Nosotros, los abajo firmantes, capitán, oficiales y tripulación del barco Pauline, de Londres, declaramos solemne y sinceramente que el 8 de julio de 1875, a 5° 13' latitud Sur y 35° longitud Oeste, observamos tres enormes cachalotes y a uno de ellos le rodeó el cuerpo con dos vueltas lo que nos pareció una gran serpiente marina. La cabeza y la cola medirían más allá de los ani-llos, como diez metros, y la anchura, dos y medio o tres. La serpiente envolvió a su víctima durante quince minu-tos, para hundirla de repente, la cabeza primero."
george drevar, capitán;
horatio thompson,
henderson landello,
owen baker,
william lewan.
"De nuevo, el 13 de julio, se vio una serpiente simi-lar a unos doscientos metros, saliendo de la superficie, con la cabeza y el cuello unos metros por encima del agua. Esta vez sólo lo vieron el capitán y un marinero."

george drevar, capitán.
"Unos instantes después, se elevó unos veinte metros perpendicularmente en el aire, hecho que vieron el ofi-cial jefe y los siguientes marineros: Horario Thompson, Owen Baker, William Lewan. Y hacemos esta solemne declaración, creyendo conscientemente que es verda-dera."

george drevar, capitán; 
william lewan, auxiliar; 
horatio thompson, oficial jefe; 
john henderson landello, segundo oficial; 
owen baker.
Alguna confirmación de la historia del capitán Drevar está refrendada por una cita del reverendo Henry T. Cheeves, en The Whale and his Captors. El autor dice:

"A partir de una afirmación hecha por un capitán de barco en 1818, jurada ante el juez de paz en el condado de Kinebeck, Maine, parece que la serpiente marina y la ballena entraron en conflicto. A las seis de la tarde del 21 de junio, en el paquebote Delia, que navegaba entre Bos-ton y Hallowell, en el cabo Ann, a tres kilómetros oeste-sudoeste, rumbo norte-nordeste, el capitán Shuback West y otros quince a bordo vieron un objeto al frente, del que no dudaron era la serpiente marina, o la criatura tantas veces descrita bajo ese nombre, enzarzada en una pelea con una gran ballena... 
La serpiente lanzaba su cola a unos seis u ocho metros en perpendicular, rodeando a la ballena con tremendos golpes, que repetía rápidamente y que se oían perfecta-mente, durante dos o tres minutos; en ese momento ambas desaparecían, moviéndose en dirección sudoeste, pero al cabo de unos pocos minutos reaparecían junto al paque-bote, bajo el sol, brillando tan claramente como para evi-tar ser vistas a primera vista, cuando los terribles golpes de la serpiente volvían a dar en el mismo sitio que al prin-cipio. Se hundían otra vez durante un breve espacio y rea-parecían a babor del paquebote; la ballena primero y de-trás la serpiente, que seguía golpeando con su cola y que la mantenía fuera del agua un rato, agitándola en el aire, así como la cabeza que sacaba a unos cinco o seis metros, como si quisiera echar una ojeada a la superficie del mar. Después de verla en esta posición unos pocos minutos, la serpiente y la ballena desaparecieron de nuevo y no se volvió a ver nada desde la borda. El capitán West opinaba que la ballena trataba de escapar cuando lanzaba agua una de las veces que salió a la superficie, y la última vez que apareció, se hundió antes de que saliera la serpiente."
Fig. 75. Serpiente marina atacando a una ballena. (De bocetos del capitán Davidson, del vapor "Kiushiu-maru".)
Desde los mares del Japón nos llega una corroboración destacable e independiente más reciente. Se publicó tanto en la prensa local como en el San Francisco Californian Mail-Bag de 1879, del cual extraigo la noticia y los recor-tes ilustrativos (Fig. 75).
"Los grabados adjuntos son facsímiles de un boceto que nos envió el capitán Davidson, del vapor Kiushiu-maru270 , y está insertado como un ejemplar de dibujos cu-riosos que nos envían con frecuencia para su publicación. La afirmación del capitán Davidson, que está refrendada por su oficial jefe, McKechnie, es como sigue:
Sábado, 5 de abril a las 11,15 horas, cabo Satano, a quince kilómetros; el oficial jefe y yo mismo vimos una ba-llena que saltaba por el agua, a unos cuatrocientos metros.

Poco después saltó otra vez y vi que algo la había ata-cado. Agarré los prismáticos y al siguiente salto vi perfec-tamente que algo tiraba del vientre de la ballena. No vol-vió a saltar claramente fuera del agua y mi oficial jefe y yo vimos lo que parecía ser una criatura de la especie de las serpientes, que se alzaba unos diez metros por encima del agua. Tendría un grosor como el mástil de un junco y, tras estar diez segundos en posición vertical, se dejó caer al agua, sumergiendo primero la parte superior. Con los prismáticos vislumbré que el color de la bestia parecía el de un pez." 
Hay una interesante historia271 de una lucha entre una culebra de agua y una trucha, de A. W. Chase, asistente de investigación de las costas de Estados Unidos, que, magnis componere parva, se puede aceptar a modo de ilustra-ción de cómo una criatura de forma de serpiente puede lu-char con una ballena; sólo, como en la superficie o en aguas no demasiado profundas quiere agarrarse a las ro-cas, podemos imaginarla con unas garras o tenazas, de la extensión de las mandíbulas, para agarrarse a su enemigo hasta que pueda rodearlo con sus anillos o golpearlo vio-lentamente con la cola272. 
"La trucha, a primera vista, estaba en el agua a favor de la corriente. Medía, como aparecerá más adelante, veintidós centímetros... Este nuevo enemigo de la trucha era una gran culebra de agua común, a rayas amarillas y negras. Se deslizó en el estanque por la superficie hasta llegar a la trucha, cuando se sumergió y, por medio de un movimiento diestro, agarró a la trucha de tal modo, con sus fauces, que la serpiente cerró la boca a la trucha. La lucha había comenzado. La trucha hizo uso de su cola y de las aletas, y pudo hundir a la culebra; sin embargo, cuando estaban cerca del fondo, la culebra aseguró la cola a las piedras o a las raíces que encontró, tras lo cual tiró de la trucha hacia su zona sin darle la más mínima ventaja. La batalla continuó durante veinte minutos, cuando la culebra se las arregló para sacar la cola fuera del agua y agarrarse a la raíz de uno de los sauces que colgaban sobre el estan-que. La batalla acabó, pues la culebra poco a poco fue ro-deando la raíz con la cola llevándose consigo el pez a tie-rra. Cuando la mitad de su cuerpo estaba ya enrollado, soltó la primera vuelta y extendió el final de su cola en to-das las direcciones hasta que encontró otra raíz y se agarró; de este modo, usando los dos extremos, tiró de la trucha hacia la arena. Ahora que la tenía controlada, se desen-roscó, puso la trucha a tres metros del agua y supongo que la engulliría", etc., etc. 
El capitán Drevar sigue a Pontoppidan (puede que de forma inconsciente) al identificar la serpiente marina con el leviatán de las Escrituras, citando a Isaías XXVII, 1: "Ese día, el Señor con su dura espada grande y fuerte cas-tigará a Leviatán, la serpiente huidiza, y a Leviatán, la ser-piente tortuosa, y matará al dragón que hay en el mar." Al leer el pasaje anterior, es el dragón el que está en el mar, y no el leviatán, que sería identificado con la serpiente ma-rina, a menos que los dos, el dragón y el leviatán, estén en yuxtaposición, que no parece ser el caso. 
Estas versiones que he recogido aquí son, en su mayo-ría bien confirmadas, o declaradas bajo juramento por per-sonas responsables y bien conocidas. El capitán Drevar, en un pequeño panfleto que mandó imprimir para circula-ción privada, dice: "¿Puede una persona cabal imaginar que yo haya ejercido mi mandato sobre hombres con una mentira deliberada?" Se puede formular una pregunta similar, creo, con la posibilidad de una única réplica en el caso de las historias del capitán M'Quhoe y otros oficiales y comandantes de varios navios y barcos mercantes, y de otros muchos testigos respetables que han afirmado, bien por mera afirmación, bien bajo juramento, que han visto varios monstruos marinos. Digo "creo" porque, por su-puesto, hay cabida para el escepticismo. 
"La autoridad, en materia de opinión, se divide en tres clases principales: la autoridad de los testigos; ellos testi-fican sobre asuntos de hecho. El juicio sobre éstos es, nor-malmente, fácil, aunque no siempre; pero este testimonio sustituye siempre las facultades de otros por las nuestras, que, tenidas en cuenta durante mucho tiempo, constituyen la esencia de la autoridad. 
Ésta es la clase que admitimos justamente con la me-nor reserva. Tampoco siempre; unos admiten, otros recha-zan, la autoridad de un capitán de mar o un marinero o dos sobre la existencia de una serpiente marina"273. 
Yo, por mi parte, pertenezco a la primera de estas dos categorías. Creo en las afirmaciones que he recogido y en el sentido del razonamiento, sólo de aquellos que hacen lo mismo. 
Que ha habido errores a veces es indudable. Gosse re-coge dos ejemplos en los que largos trozos de algas han excitado la imaginación de capitanes de barco de tal modo que ordenaron lanzar barcas y prepararse para atacar. 
La credibilidad de historias de fantasmas es más perju-dicial cuando las supuestas apariciones se investigan y se trazan a partir de una simple causa; los muy escépticos pueden argüir paralelamente que la transformación, en unos pocos ejemplos, de una supuesta serpiente marina en algas, o la admisión de la acertada sugerencia de que fue simulado por una foca, un grupo de marsopas o cualquier otro animal muy normal, afecta en gran medida al con-junto de la cuestión. 

Y éste, sin duda, sería el caso si las condiciones de los diferentes ejemplos fueran las mismas en todos ellos. Pero la duda y el error de capitanes o tripulación en miles de ejemplos, como en el caso de la naturaleza de las algas en la superficie y azotadas en fantástico movimiento por la agitación de las olas del mar, no aporta nada positivo a las historias de la criatura vista en la calma de los fiordos y bahías que se enrosca en sí misma, anillo tras anillo, saca la cabeza del agua, muestra sus fauces provistas de dien-tes, ojos llamativos y zarpas o garras, que persigue y ame-naza a los barcos, que presenta un objeto tangible a un ti-rador y, cuando se la descubre, desaparece en medio de una pavoroso chapoteo. 
La probabilidad de que una foca gigante o un grupo de marsopas se tomaran erróneamente por serpientes ma-rinas por parte de capitanes y sus oficiales de la marina, es pequeña, pero es casi, si no totalmente, imposible cuando los observadores son pescadores de las costas como las de Noruega, acostumbrados a ver focas y mar-sopas casi todos los días de su vida. Por tanto, podemos aceptar libremente que ha habido los errores ocasionales, tal como hemos perdonado muchos casos que son clara-mente burlas. 
Una explicación racional es bastante posible en algu-nos casos, como, por ejemplo, en el de la criatura de apa-riencia anormal que vio la tripulación del yate de Su Majestad, el Osborne, en el Mediterráneo, de la que se sugi-rió, con gran acierto, que podía ser, si recuerdo correcta-mente, una especie de tiburón, mientras que la supuesta serpiente marina que el mar arrojó a la isla de Stronsa, en 1808, demostró, bajo examen científico, que era un tibu-rón del género Selache, que probablemente pertenece a la especie conocida como "el tiburón sin corteza". 
La gran espina oceánica de tiburón, muy poco cono-cida excepto por los balleneros, que han declarado que al-canzó por lo menos dieciocho metros de longitud, puede haber ocasionado un idea falsa, y debe haber en las pro-fundidades marinas especies de peces, de formas extrañas y posiblemente de tamaño gigantesco, cuya aparición oca-sional podría dejar perplejo a cualquier observador. 
Por ejemplo, en noviembre de 1879, venía una ilustra-ción en el Graphic de "otro monstruo marino", que se su-pone que era un boceto tomado en el golfo de Suez desde el barco de Su Majestad Philomel, acompañado de la si-guiente nota de prensa a modo de descripción: 
"Este extraño monstruo", dice W. J. Andrews, ayu-dante oficial del Philomel, "fue visto por los oficiales y la compañía del barco a eso de las 17,30 horas, el 14 de oc-tubre, al pasar por el golfo de Suez, cabo Zafarana to-mando ruta noroeste, a ciento diez kilómetros, 28° 56' lati-tud Norte, 32°54' longitud Este. 
Cuando lo vimos la primera vez estaba a algo más de dos kilómetros de distancia del puerto, sacando el hocico por encima de la superficie del agua y marcando profun-das olas que mostraban la posición de su cuerpo. Entonces abrió la boca, como se ve en el dibujo, y la cerró varias veces, agitando el agua que pasaba entre sus fauces, lan-zándola en todas las direcciones como si fuese un surtidor.
Fig. 76. Otro monstruo marino. Un boceto del golfo de Suez, del barco de Su Majestad "Phitomel", 14 de octubre de 1879. (Del "Graphic" de noviembre de 1879.)
De cuando en cuando aparecía una parte del lomo y de la aleta dorsal, a cierta distancia de la cabeza. Tras permane-cer unos instantes en la posición descrita, desapareció, para volver a la superficie otra vez y repetir el movimiento de elevar la cabeza, abrir la boca varias veces y girar lenta-mente de un lado a otro como lo había hecho antes.
Al acercarse al barco, el monstruo se deslizó rápida-mente, dejando un rastro de gran anchura, como la estela de un barco, y desapareció bajo las olas.
El color de la porción del cuerpo que se vio era negro, así como la mandíbula superior. La mandíbula inferior era gris alrededor de la boca, pero de un brillante color sal-món por debajo, como el vientre de algunas clases de la-gartos, que se va volviendo rojo a medida que se acerca a la garganta. El interior de la boca parecía gris con rayas blancas, paralelas a los bordes de la boca, perfectamente marcados. Podían haber sido filas de dientes o alguna sus-tancia parecida a las ballenas. La altura del morro que sobresalía del agua era por lo menos de cinco metros y la extensión de las fauces de casi ocho."
La ciencia conoció un pez equivalente, lo suficiente-mente extraño, pero de tamaño simulado, en 1882. Fue Streich, del Consulado Alemán en Shanghai, quien me llamó la atención sobre una descripción de este pez en el Daheim, un periódico familiar ilustrado, publicado en Leipzig, con una figura ilustrativa, de la cual deduje que el monstruo que vio la tripulación del Philomel era sólo un ejemplar adulto y gigantesco de una especie que perte-necía al mismo orden, quizá al mismo género, que el Eurypharynx, adaptado a vivir en las profundidades del océano, que sólo aparece en la superficie en raras ocasio-nes debido a alguna condición anormal. Ofrezco un facsí-mil de ambos gráficos, con el fin de que mis lectores pue-dan establecer las comparaciones oportunas. La nota de prensa del Daheim reza así:
"Un Pez Nuevo"274


"Las exploraciones de las profundidades del mar el año pasado, que superan los ocho mil metros de profundi-dad, trajo a la luz algunos animales extraordinarios, de los que, hasta el presente, no se tenía conocimiento. El más curioso fue uno que encontró el vapor francés Le Travailleur, en cuya plantilla se encontraba un grupo de naturalistas, entre los que se encontraba Milne Edwards. Estaban completamente volcados en la exploración del fondo del mar. 
Entre Marruecos y las islas Canarias, a dos mil tres-cientos metros de profundidad, la draga cogió el animal más maravilloso, que a primera vista nadie pensó que fuera un pez. Este pez, del que ofrecemos aquí un dibujo, habita en el fondo del mar donde la temperatura está a +5°C, en una especie de limo rojizo compuesto de conchas de pe-queños globigerinae. Debido a la curiosa forma de la boca, recibió el nombre de Eurypharynx Pelicanoides, es decir, pelícanoide de fauces anchas. Esta criatura se distin-gue de todas las de su clase por la peculiar forma de su boca, cuya mandíbula inferior tiene una estructura diferente a la de cualquier otro pez, con sólo dos dientecillos y una bolsa enorme de piel elástica, similar al saco que tienen los pelícanos en la mandíbula inferior. En este saco (fauces anchas ) recoge su comida y, como su estó-mago es de muy pequeñas dimensiones, podemos, por analogía con otros peces, deducir que la digiere en parte en este saco.
Fig. 77. Eurypharynx Pelicano/des. (Del Daheim.)


El aparato natatorio de este pez no está muy desarro-llado, y reducido a un número de espinas que sobresalen por el lomo y por el vientre. 
Las aletas pectorales, que se encuentran inmediata-mente tras los ojos, son también muy pequeñas, de lo cual podemos colegir que este pez no se mueve mucho y que no es un buen nadador. 
Sólo habita en el fondo del mar. Su cuerpo va decre-ciendo gradualmente hasta el final, donde acaba con una cola que parece una cuerda. El órgano respiratorio tam-poco está muy desarrollado. Seis hendiduras (¿agallas?) permiten que entre el agua. 
El color del pez (su tamaño no lo encontramos) es ne-gro terciopelo." 
Antes de continuar, debo indicar que debemos desterrar de nuestra mente la posibilidad de la denominada serpiente marina, ya que es simplemente un ejemplo de esas serpien-tes de mar de las que hay muchas especies y numerosos ejemplares conocidos, y que existen en la costa de muchos países tropicales, que rara vez sobrepasan el metro o los dos metros de longitud, a pesar de que Dampier275 men-ciona una que vio él en la costa septentrional de Australia, que era muy larga (pero no especifica su largura) y gorda como la pierna de un hombre. Da un curioso ejemplo de estos mordedores, que observó no lejos de las islas Scoutens, a la altura de Nueva Guinea: 
"El día 23 vimos dos serpientes, y a la mañana si-guiente pasó otra junto a nosotros, que fue furiosamente agredida por dos peces que se mantuvieron a su lado cinco o seis días. Tenían forma de caballas y un color amarillo verdoso. La culebra se alejó de ellos rápidamente, mante-niendo la cabeza por encima del agua. El pez quiso mor-derle la cola, pero cuando se giró, ese pez se había reti-rado y otro estaba intentándolo; así la tuvieron entretenida por turnos. Ella todavía se defendía hasta que finalmente se fue nadando a gran velocidad hasta que los perdió de vista." 
Leguat276 habla de una serpiente marina, de más de veinticinco kilos de peso, que él y sus compañeros tuvie-ron la desgracia de capturar y probar, cuando quedaron abandonados por orden del gobernador de Mauricio, en una pequeña isla a la altura del puerto, a unos diez kiló-metros de la orilla. Él dice: 
"Era una serpiente marina espantosa que nosotros, en nuestra gran ignorancia, tomamos por una lamprea o an-guila. Este animal nos pareció muy extraordinario, pues te-nía aletas, y no sabíamos que existieran tales criaturas como las serpientes marinas. Es más, estábamos acostum-brados a descubrir criaturas que eran nuevas para nosotros, tanto de tierra como de mar, que no pensamos que éste fuera a ser otra cosa aparte de una extraña clase de anguila que no habíamos visto antes, y no podíamos sino pensar que se parecía más a una serpiente que a una anguila. En una palabra, el monstruo tenía cabeza de serpiente o coco-drilo y una boca llenas de largos dientes afilados y encor-vados... Cuando llegaron nuestros proveedores les relata-mos lo que nos había pasado y les enseñamos la cabeza de la anguila, pero lo único que dijeron fue que ellos nunca habían visto nada así." 
A pesar de la impresión de Leguat, creo que era sólo una especie de congrio. 
Las serpientes de mar abundan en la costa de Malaya, especialmente en el océano índico. Niebuhr dice: 
"En el océano Indico, a una cierta distancia de la tierra, hay un montón de serpientes de agua de entre treinta y cua-renta centímetros de longitud, que sobresalen por encima de la superficie del agua. Cuando estas serpientes se empiezan a ver, es la señal de que la costa está exactamente a dos gra-dos de distancia. Nosotros vimos algunas de estas serpien-tes, por vez primera, la tarde del 9 de septiembre; el 11 de-sembarcamos en el puerto de Bombay"277 
Estas serpientes marinas tienen fama de ser, en su ma-yoría, si no todas, venenosas. Su movimiento en el agua consiste en una ondulación en sentido horizontal, y no vertical; respiran por pulmones; su hogar está en la super-ficie y perecerían si fueran metidas durante un largo pe-ríodo bajo el agua.
Fig. 78. Scoliophis Atlánticas. Muerta en la costa cerca de Boston, en 1817, y en ese momento era, supuestamente, la joven serpiente marina.


Es una cuestión abierta si los congrios existen o no, en las profundidades oceánicas, o a dimensiones más remotas que los individuos más grandes que conocemos. El mayor Wolf, destinado en Singapur mientras yo estuve allí en 1880, me dio una información que me parece que corro-bora esta idea. Afirma que mientras cenaba, hace unos años, con un capitán retirado del 39º Regimiento, enton-ces residente en Wicklow, este último le informó de que, una vez que fue con su ayudante a la costa, éste pidió per-miso para dejar de estar con él, con el fin de darse un baño. Al recibir el permiso, se dispuso a tomarlo y nadó más allá de las aguas superficiales hacia las produndidades. Un guardacostas, que lo estaba observando desde el arrecife, quedó horrorizado al ver algo como un enorme pez que perseguía al hombre después de que hubiera puesto ya rumbo a la costa. Temía gritar por miedo a que el hombre se desconcertase. Sin embargo, el hombre oyó un chapoteo o ruido detrás de él, miró a su alrededor y vio un gran pez, con una cabeza como la de un buldog, arro-jándole agua como para darle alcance. Huyó frenética-mente hacia la orilla y cuando hizo pie caminó tan rápido como pudo, pero se rompió uno de los pulgares debido a la fuerza con la que había golpeado el suelo. La historia fue corroborada por un tal Burbidge, un granjero, que de-claró que en una ocasión, cuando él estaba bañándose a un kilómetro o así de ese mismo lugar, el agua empezó a arremolinarse a su alrededor, cosa que le alarmó mucho, y nadó rápidamente, pues lo perseguía algo que se corres-pondía perfectamente con lo que había descrito el otro na-rrador, que él supuso que era un gran congrio. En ambos casos la largura se calculó en unos seis metros. Gosse con-sidera la longitud mayor documentada en tres metros. 
Como sólo estamos familiarizados con una breve por-ción de historias sobre serpientes marinas, podríamos ima-ginar que realmente han sido originadas al ver algún con-grio monstruoso, pero hay detalles, tomados en su conjunto, que descartan esa idea. Debemos, por tanto, buscar en más sitios afinidades con la serpiente marina. 
Y en primer lugar, las autoridades que creen y no creen en su existencia. 
El profesor Owen, en 1848, acometió la historia del Dedalus de una forma muy académica y extendió sus ar-gumentos como para abarcar la improbabilidad general de otras historias que se afimaron anteriormente. Era, de he-cho, el principal científico que se oponía. 
Charles Lyell, por otro lado, estaba, creo yo, conven-cido de su existencia por las numerosas historias que reco-piló con motivo de su segunda visita a América, especial-mente la evidencia que le ofreció J. W. Dawson, de Pictou, por una que vio, en 1844 en Arisaig, cerca del nor-deste de Nueva Escocia, y por otra en agosto de 1845 en Merigomish, en el golfo de San Lorenzo. 
Agassiz también se une a él: "Me he preguntado, con relación a este asunto, si hay o no un animal como la ser-piente marina. Hay muchos que pondrían en duda su exis-tencia, a menos que se la trajeran para poder diseccionarla con un cuchillo; pero la han visto tantos en los que puedo apoyarme, que es erróneo seguir dudando. Sin embargo, lo cierto es que si un naturalista ha trazado el boceto de un ictiosaurio o un plesiosaurio a partir de los restos de que disponemos, podría hacer un dibujo muy similar de la ser-piente marina tal como se ha descrito. Hay razones para pensar que es una locura, pero yo todavía considero pro-bable que haya sido la buena suerte de alguien en la costa de Noruega o norte de América, lo que le ha permitido en-contrar un representante vivo de esta clase de reptil, que se considera extinguida." 
Z. Newman fue el primer científico en confirmar que creía en su existencia para señalar posibles afinidades zoológicas, y fue capaz de ello seguido por Gosse, quien, en su encantadora obra278 frecuentemente citada, discute exhaustivamente la cuestión completa. 
Sin embargo, me parece a mí que Gosse renuncia a gran parte de las ventajas de su argumento, debido a la aceptación demasiado estricta de las autoridades, y pasa sin tocar, como todos los que le precedieron, la cuestión del aparato respiratorio de la criatura; así mismo, omite insistentemente, lo que podría haberle servido bien, la no-table coincidencia de las temporadas y condiciones climá-ticas bajo las cuales la criatura normalmente se dejaba ver, que se puede citar, primero, como un argumento favorable a la realidad de las diferentes historias y, segundo, para corroborar las características de la naturaleza y los hábitos de la criatura que él relata. 
Tanto Newman como Gosse trabajaron con desventaja, pues no contaban con alguna de las últimas historias, tales como la de la serpiente vista desde el Nestor en el estre-cho de Malaca, que amplía sustancialmente la conclusión general a la que felizmente llegaron. 
En casi todos los casos citados, y en todos aquellos en los que la criatura aparecía en la profundidad de los fiordos de Noruega o en las bahías de otras costas, las fechas de sus apariciones fueron, durante algún tiempo, en los meses de julio y agosto, con tiempo bueno y sereno. Las condi-ciones de estos últimos veranos, en latitudes altas, no se han obtenido durante mucho tiempo, y por eso los auspi-cios favorables para la aparición de la criatura no se darían más que en unas pocas semanas cada temporada, y durante el resto del año estaría recluida en las profundidades de los fiordos, donde se presume que tendría su hogar perma-nente, o en algún lugar en el océano, si, como parece ser el caso, su aparición en las bahías y fiordos se debía simple-mente a una visita temporal, posiblemente relacionada con su reproducción, pues si su lugar fijo de residencia fueran los fiordos, imaginamos que su presencia sería anual, en vez de hacerlo a intervalos tan irregulares y distantes. 
También hemos de deducir que no era una criatura que tuviese una respiración pulmonar. 
El profesor Owen, en su historia sobre la discusión acerca del Dedalus, basa su argumento principal en contra del carácter serpentino de la criatura vista en este y otros ejemplos en los que no había ondulación del cuerpo, ni era vertical, algo no característico de las serpientes, y del hecho de que no se hayan descubierto restos que el mar haya arro-jado a las costas de Noruega. Dice: 
"Una serpiente, animal con respiración pulmonar, con largos receptáculos pulmonares, se zambulle con esfuerzo y normalmente flota cuando muere; de este modo, la serpiente hasta su descomposición abre el áspero tegumento y deja sa-lir los gases atrapados... Durante su vida, las exigencias de la respiración de la gran serpiente la obligarían a salir frecuen-temente a la superficie, y al morir e hincharse, estaría
Tendida en la corriente, extendida a lo largo y ancho,

Flotando tumbada como una cruz.
Tal espectáculo, representativo de la especie si es que existió, no estuvo a la vista de los incontables viajeros que surcaron los mares en las muy distintas direcciones."

Pero, al asumir que no era ni una serpiente ni un ani-mal de respiración pulmonar, los sólidos argumentos que aplica con tanta insistencia se vienen abajo», y puedo en-tonces afirmar que una revisión de conjunto de los casos recogidos acerca de su aparición favorece totalmente la primera presunción, mientras que una pequeña reflexión mostrará la necesidad de la segunda. Ni una criatura con respiración pulmonar, ni una criatura provista de pulmo-nes, podrían existir posiblemente, ni siquiera una corta temporada, en las bahías interiores de zonas tan pobladas como Noruega y Escocia sin estar expuestas a una cons-tante observación; pero éste no es el caso. Mientras tanto, no hay dificultad a la hora de imaginar que una criatura adaptada a vivir en las profundidades del océano pueda respirar fácilmente en la superficie, incluso durante un tiempo considerable, pues sabemos que peces de muchas especies, sobre todo la carpa, pueden continuar con vida durante días, incluso semanas, cuando se les saca del agua, siempre y cuando estén en condiciones húmedas. 
De nuevo, el poder de constricción, una característica de boas y pitones, nos lleva a relacionarlas, con ellas, cosa que no es necesario señalar, se da por supuesta, incluso en la acción que se afirma en la historia de Drevar, pues una criatura con forma de serpiente, que ataca a otra, puede enroscarse a sí misma con el simple propósito de mante-ner un apoyo mientras hace pedazos a su víctima con sus poderosos dientes y fauces. Esta acción es propia de una anguila, que, una vez que pica el anzuelo, se agarra a las algas del fondo para evitar ser capturada. 
Tampoco nos vemos obligados a aceptar de cualquier modo la sugerencia del capitán de que el monstruo engulle a su víctima igual que una serpiente de tierra. Puede fácil-mente trocearla, abrirla y comérsela, lo mismo que una an-guila, y tampoco es descabellado suponer que un monstruo tan poderoso buscase sus presas entre criaturas de gran ta-maño, como focas, marsopas y los cetáceos más pequeños. 
Esta serpiente marina se vio antiguamente en las costas de Noruega con más frecuencia de la que ahora considero probable, y sus visitas están relacionadas con su tempo-rada de reproducción, interrumpida a causa de la presen-cia de un gran número de barcos de gran tamaño y sobre todo por la introducción del vapor. Como ejemplo para-lelo, puedo mencionar que en los primeros días de asenta-miento en Australia, los cachalotes acudían a los puertos de la costa para parir, y eran tan numerosos como para propiciar la denominación de "estación ballenera" a Hobart Town, Spring Bay y muchos otros puertos de Tasmania y sur de Australia. En la actualidad, los cachalotes rara vez se acercan a más de quince kilómetros de la costa, y los grupos de ballenatos encuentran escasa ocupación en el océano que se extiende desde la gran ensenada australiana hasta el cabo sur de Tasmania. Gosse elimina de su análi-sis sobre historias de serpientes marinas todas aquellas que relataron los observadores noruegos y americanos y se queda sólo con un selecto y restringido número de los casos de Gran Bretaña. 
Con este recorte, pierde como base de su argumento un número de narraciones que yo considero tan creíbles como las que él cita, y de las que se podrían extraer de-ducciones positivas, de más peso que las de similar carác-ter que las que él usa. 
La narración del monstruo que vio Hans Egede, por ejemplo, donde la criatura se exhibía más claramente que en alguno de los casos que seleccionó Gosse, indicaba es-pecíficamente que tenía zarpas y aletas, cosa que en los últimos casos hay que suponer, por el movimiento progre-sivo y uniforme de la criatura, con la cabeza y el cuello por encima de la superficie y aparentemente sin verse afectada por ningún movimiento ondulante. Esto la separa definitivamente de la clase de serpientes, sin que haga falta confirmar más las proporciones del cuerpo en com-paración con las del cuello, como nos proporciona la ver-sión corregida de Egede. 
La criatura que se vio en el estrecho de Malaca, y una que cita Newman en el Zoologist, muestran características que confirman la historia de Egede. En el último ejemplo, "el honorable capitán George Hope afirma que, cuando fle-taba el buque de Su Majestad Fly, en el golfo de Califor-nia, con un mar en perfecta calma y transparente, vio en un momento un enorme animal marino, con la cabeza y ras-gos generales de un caimán, excepto el cuello, que era mu-cho más largo y que, en lugar de patas, la criatura tenía cuatro largas aletas, semejantes a las de las tortugas, las an-teriores más largas que las posteriores. La criatura era per-fectamente visible y todos sus movimientos observados con facilidad. Parece que estaba persiguiendo a su presa en el fondo del mar. Sus movimientos eran, de alguna forma, serpenteantes y con un cuerpo como dividido en anillos claramente perceptibles". Gosse, al comentar esta historia, dice: "A menos que este oficial esté notoriamente equivo-cado, lo que él vio era un animal que no podía ser más que un enaliosaurio, un reptil marino de gran tamaño, con fi-gura de saurio y con aletas como las de las tortugas."
En el primer caso, la criatura era mucho más robusta y gigantesca, en contraposición a la forma más esbelta y si-nuosa observada más frecuentemente, y debemos inferir consecuentemente que no hay sólo una, sino varias espe-cies distintas de monstruos marinos, desconocidos y que rara vez se dejan ver, pertenecientes a diferente géneros y, tal vez, órdenes, pero todas popularmente incluidas bajo el título de "serpiente marina".

El intento de clasificarlos presenta dificultades. Sin embargo, Gosse ha revisado muy hábilmente el escaso material de que dispone y, de acuerdo con la sugerencia que hizo Newman, ha elaborado el argumento por el cual uno de los antiguos enaliosaurios existe todavía. Esta forma, nos dice la paleontología, comenzada en la etapa carbonífera, consigue su máximo desarrollo en el jurásico y continuó hasta cerca de los períodos cretáceos. Esta su-gerencia racional se ve reforzada por el argumento para-lelo de que unos pocos peces ganoideos y especies de terebrátulas han continuado existiendo hasta el presente; que ciertos animales placoideos, de los cuales no tenemos huellas, y que consecuentemente debían de ser muy esca-sos durante el período Terciario, reaparecen abundante-mente como especies recientes; que el iguanodonte está representado por la iguana de los trópicos de América y que el Trionychidae, o tortuga de río, que comenzaron du-rante el Wealden y desaparecieron desde entonces hasta el período presente, están ahora abundantemente representa-dos en los ríos del Viejo y del Nuevo Mundo. 

Los puntos son coincidentes entre los más septentrio-nales y las formas más frecuentemente vistas de serpiente marina y ciertos géneros de enaliosaurios, como el plesiosaurio, con un cuello largo como un cisne, una cabeza aplastada como la de un lagarto y un movimiento por me-dio de aletas. Se presenta una dificultad con relación a es-tos puntos comunes en cuanto al aparato respiratorio. Los paleontólogos apoyan la idea de que el plesiosaurio y sus afines tenían respiración pulmonar con largos cuellos adaptados a su habitual elevación por encima de la super-ficie del agua. Tal estructura y hábito, como he dicho an-teriormente, creo que son imposibles en el caso de un ani-mal de tan escasa aparición como la serpiente marina, y soy incapaz de calcular cuán inflexible es la teoría con re-lación a las antiguas formas que he mencionado. ¿No es posible que haya alguna forma marina que combine las características de la salamandra y el saurio; que el tritón enano de Europa, la gran salamandra que habita las pro-fundidades del lago Biwa en Japón y la famosa forma fó-sil, el Homo Diluvii Testis de Sheuzberg, tengan un primo marino que los relacione con las formas gigantescas que se batían en los mares oolíticos? ¿No es posible que la cresta que coronaba su cabeza tenga alguna relación con el aparato branquial análogo al de los anfibios, y que las crines que tenía alrededor del cuello, como barbas, que describió el capitán Anderson cuando estaba en el Delta en el 1861, tengan un origen parecido?
En resumen, debo expresar firmemente mi propia con-vicción, que espero, tras el estudio detallado de las pági-nas precedentes, sea compartida por mis lectores, que per-mita que las narraciones de la serpiente marina sean lo que sea; que permita que sea serpiente, saurio o pez o al-guna forma intermedia entre ellos, e incluso que deje que esas narraciones nunca lleguen a determinarse o sólo a mucha distancia en el tiempo; sin embargo, hay que sacar al monstruo de las regiones del mito y acreditarlo con una existencia real, de modo que su nombre incluya, no sólo uno, sino probablemente muy distintas especies gigantes-cas, relacionadas a mayor o menor distancia, habituadas a morar en las profundidades del océano y que sólo ocasio-nalmente se dejen ver por una tripulación favorecida por la fortuna con tal maravillosa visión.
NOTA: Con mucho placer añado el siguiente testimonio de una creencia en la existencia de la serpiente marina, de un país del que hasta este momento no se le suponían tradiciones relacionadas con ella. Mis investigaciones en Birmania, sobre una creencia entre sus ha-bitantes en varios seres denominados mitológicos, me conducen ines-peradamente por las huellas de la siguiente información, por la cual es-toy en deuda con los eruditos y la cortesía de F. Ripley, traductor gubernamental en el Departamento de Secretariado, Rangún.


EXTRACTO del Kavilakhana dépané, págs. 132-133:
(Autor-Mingyi Thiri Mahazeyathu, el Myaunghla Myoza, Nanig-ngan-gya Wundauk, o viceministro de Asuntos Exteriores de Su Ma-jestad el último rey de Birmania.)
"La criatura Nyan es denominada en el idioma de Mágadha Tanti-gáha, en bengalí Gara, en el de Sakkata, Gráha o Avagráh, y en birmano, Nyan.
De aquí se extraen los siguientes pasajes:
'Tanti-gáha: La criatura Nyan, de inmensa longitud de cien a dos-cientas brazas', en el Shri Sariputtara Apadan.
'Graho o Avagraho: un monstruo predador, con forma de lom-briz', en el Amarakosha Abhidhan;
y
'Dvagar samudda maha nady sanga mela táká yazantu vigera iti-chate', en el comentario del Amarakosha Abhidhan.
De estas obras, que contienen definiciones de dos palabras que designan a la criatura Nyan, se deducirá que allí existió un monstruo dañino con forma de lombriz que habita los estuarios y las desembo-caduras de los grandes ríos.
Teniendo en cuenta los instintos predadores de esta criatura, se comprenderá que pueda atacar a animales tales como elefantes. De aquí, el Dhammathats, con realación a la decisión de casos de alquiler de ganado, como desea puntualizar que no hay culpa por haber per-dido lo que pertenece a los accidentes naturales, hace la siguiente anotación:
'No habrá culpa si los bueyes mueren porque una culebra se des-liza por debajo de ellos.'
'No habrá culpa si los búfalos mueren porque una paloma se ha posado a descansar en sus cuernos.'
'No habrá culpa si los bueyes y búfalos mueren por haber comido saltamontes.'
'No habrá culpa si los elefantes mueren por haber sido enrollados en los anillos de Nyan.'
'No habrá culpa si los caballos mueren porque los ha lamido una sanguijuela.'
La versión poética del Pokinnaka Dhammathat, que es una reco-pilación de varios Dhammathats, en la misma dirección, dice:
(Aquí sigue un verso, el mismo en efecto que el de arriba.)
De tales páginas se verá que hay un terrible monstruo de extraordi-naria longitud, que es capaz de capturar animales como los elefantes."
"En la forma de juramento de lealtad administrada por sucesivos reyes a sus feudatarios y vasallos, se encuentra la siguiente impreca-ción:
'Que me muera a manos de caimanes y Nyans.'"
(Aquí sigue una nota explicativa con respecto a las cuatro espe-cies de peligros que se pueden encontrar en el océano.)
"En el reino del rey Alaung-mindara-gyé, el fundador de la ciu-dad de Ratana Singha -cuando se fue a una expedición contra Ayud-hara o Yodhaya (Siam) y estaba cruzando el río Martaban- perdió dos o tres elefantes, que fueron destruidos tan pronto como entraron en el agua. El rey averiguó por los habitantes de las tierras bajas que habían sido capturados y mordidos por la criatura Nyan. Dos o tres elefantes se perdieron de forma similar en Ava, cuando también averi-guó que los había capturado el Nyan. Por eso se dice que el Nyan mide entre cien y doscientas brazas. La forma de juramento y lealtad contiene una imprecación en la que el Nyan cumple su parte. Y hay escritos que hacen mención de su existencia." 

No hay comentarios:

Publicar un comentario