EL dragón es definido en la Encyclopaedia Britannica en 1877 como "el nombre dado por los antiguos a un enorme lagarto alado o serpiente (fabulosa)".
El texto también establece que "ellos (los antiguos) lo consideraron enemigo de la humanidad y su derrocamiento figura entre las grandes hazañas de los dioses y héroes de la mitología pagana. Un dragón vigilaba los jardines de las Hespérides, y su destrucción constituyó uno de los trabajos de Hércules. Su existencia parece que no ha sido discutida por los naturalistas más antiguos; aparecen figuras del dragón en las obras de Gesner y Aldrovando, e incluso se han exhibido ejemplares del monstruo, evidentemente formado de manera artificial con trozos de animales diferentes". También hay una referencia al género Draco, que comprende dieciocho ejemplares de lagartos alados, todos pequeños y propios de la India e islas del archipiélago malayo.
Tal es el exiguo relato acerca de la criatura que figura en la historia y mitología de todas las naciones, que en sus distintas formas ha sido venerado como un dios, dotado de atributos beneficiosos y perjudiciales, combatiendo como un monstruo, suponiéndole poderes sobrenaturales, ejercitándolos alternativamente para beneficio o castigo de la humanidad.
Su existencia está inseparablemente unida a la historia, desde la más remota antigüedad, de una nación que posee relaciones y memorias auténticas ininterrumpidamente extendidas desde el presente hasta el pasado remoto; la credibilidad de su existencia ha estado tan fuertemente arraigada que conserva su emblema en una insignia de oficio, en su ornamentación de muebles, utensilios y viviendas, y lo conmemora anualmente en la competición de barcos de dragón y en la procesión con imágenes de dragón; que cree, o parece creer, en su continuada existencia en profundos pozos y en las nubes del cielo, que lo propicia con sacrificios y ceremonias, construye templos en su honor y le profesa adoración; cuyas leyendas y tradiciones abundan en anécdotas de su intervención en los asuntos del hombre y cuyas obras científicas, de una antigüedad que rivaliza con la de nuestros clásicos más arcaicos, trata de su existencia como un hecho serio y aceptado, y diferencia sus especies con exactitud. Además, se refiere a él ocasionalmente, aunque no con mucha frecuencia, en la historia bíblica de la otra rama de la raza humana, antigua y casi conservadora, la de los judíos, no como un mito, o como un monstruo sobrenatural, sino como una realidad tangible, como una criatura terrible.
Igualmente, lo encontramos en otros valiosos documentos del pasado que aclara pasajes de la narración bíblica, y confirma por hechos paralelos el valor de su verdad histórica, tales como los fragmentos de la historia caldea dejados en herencia por el cuidado de los últimos historiadores, la esmerada narración de José y la gran resurrección de la sabiduría caldea y asiria llevada a cabo por el maravilloso trabajo, magníficamente dirigido por G. H. Smith y por aquellos que lo secundaron.
Entre los clásicos más antiguos de Europa, se confirma su existencia como un hecho científico, y está aceptado por poetas como una sólida base para analogías, comparaciones, alegorías y fábulas; aparece en la mitología de los godos y continúa la tradición y la fábula de cada país de Europa; tampoco está ausente en las imperfectas tradiciones del Nuevo Mundo139, donde su presencia puede considerarse relativamente indígena e indeterminada por las comunicaciones que dependen del denominado descubrimiento de los últimos días.
Volviendo a otros relatos populares, encontramos versiones igualmente limitadas e increíbles. Todos consideran que puede considerarse como fabuloso 140, y que hay una explicación suficiente para poder creerlo en una referencia 141 al género inofensivo de lagartos voladores a los que nos hemos referido antes.
Algunos lo consideran como una evolución de la fantasía, calificándolo de principios nocivos; de esta forma, Chambers 142 dice: "El dragón aparece en la mitología y en las poesías legendarias de casi todas las naciones como emblema de la destrucción y de principios anárquicos..., como una fuerza física mal dirigida y de pasiones animales indómitas... El dragón prepara abiertamente su trabajo, corre con los pies expandiendo las alas, con la cabeza y la cola levantadas, atropellando violenta y rudamente las buenas costumbres y la propiedad, escupiendo fuego y devastando toda la tierra."
El punto que me parece más interesante en este pasaje es la referencia a la teoría legendaria del modo del progreso del dragón, que curiosamente trae a la memoria la actitud de semierección del pequeño lagarto volador (Chlamydosaurus) que existe en Australia. Esta actitud también se le atribuye al extinguido dinosaurio americano, el Stegosaurus.
Nadie, que yo sepa, en los últimos tiempos ha osado hasta ahora apoyar la opinión de que este terrible monstruo fuese un contemporáneo real del hombre primitivo143, que puede haber sido coetáneo de él en una época relativamente reciente, pero que pasó luego a engrosar la lista de las especies extinguidas, dejando tras él sólo la tradición de su ferocidad y su terror, para imprimir su huella en las costumbres de todos los países.
Nadie se ha esforzado en recopilar el amplio volumen de materiales que rodean su historia en todas partes. Si se realizara perfectamente, tal vez se pudiera hacer un diagnóstico de la naturaleza real del dragón, y completar el capítulo de sus características, relaciones y hábitos, como se ha hecho con cualquier otra especie bien conocida.
El siguiente esbozo persigue únicamente iniciar la labor comenzada aquí; el acceso del autor a los materiales ha sido limitado y sólo suficiente para permitirle, piensa él, establecer la proposición que lleva implícita, amarrarlo como si fuera una de las características sobresalientes de la investigación, mientras va dejando una preciada información en manos de otros que se verían encantados de continuar y ampliar sus observaciones.
Al principio, será necesario asignar un significado mucho más amplio a la palabra dragón que aquel que se da al comienzo de este capítulo. El entendimiento popular actual lo asocia indudablemente con la idea de una criatura con alas, pero el lung chino, el drakwn griego, el draco romano, el dragón egipcio y el naga sánscrito no tienen un significado tan limitado, y aparece que en ocasiones se aplicó a una serpiente, lagarto o saurio de extraordinarias dimensiones, ni es siempre fácil determinar, por los pasajes en los que aparece varias veces este término, qué clase de monstruo era realmente.
Así, el dragón referido por Propercio en la siguiente cita puede ser una gran pitón. "Lanuvium144 es, de anciano, protegido por un viejo dragón; aquí, donde la ocasión de diversión que sucede rara vez no está perdida; donde está el descenso abrupto hacia una cueva oscura y profunda; donde —doncella, anda precavida todo el día-falta el tributo honorario a la serpiente rápida cuando demanda su comida anual y sisea y gira hacia la profundidad de la tierra. Doncellas, abandonad tal rito, palideced cuando la mano esté desprotegidamente confiada en la boca de la serpiente. Ella agarra el exquisito manjar si se lo ofrece una doncella; las propias cestas tiemblan en las virginales manos; si son castas, ellas vuelven y se abrazan a sus padres y los granjeros gritan: '¡Este año será fructífero!' "145.
Al mismo tipo se puede atribuir probablemente el dragón al que se refiere Aristóteles146. "El águila y el dragón son enemigos, pues el águila se alimenta de serpientes", y sigue147: "El Glanis en aguas sombrías suele ser destruido por la serpiente dragón." También se puede suponer que aquí se refiere al cocodrilo, pero sobre esto habla en otro pasaje, como sigue148: "Pero hay otros que, aunque viven y se alimentan en el agua, no toman en el agua más que aire, y tienen a sus crías fuera del agua; muchos de estos animales están dotados de pies, como la nutria y el cocodrilo, y otros no tienen pies, como la serpiente de agua."
Al dragón se le atribuye algún hábito inexplicable en el Libro IX 149: "Cuando el dragón ha tomado mucha fruta, busca el zumo de lechuga amarga; se le ha visto hacer esto."
Plinio, citando probablemente a Aristóteles150, también afirma que el dragón mitiga la náusea que se le produce en primavera con jugos de lechugas, y Eliano151 repite la historia.
También es posible que Plinio piense en alguna gran serpiente en la historia que narra152, después de Demócrito, que un hombre llamado Thoas fue retenido en Arcadia por un dragón. Cuando era un niño, llegó a cogerle cariño y lo crió con gran ternura; pero su padre, alarmado por la naturaleza y el monstruoso tamaño del reptil, se lo llevó y lo abandonó en el desierto. Thoas, tras ser atacado por unos bandidos que le tendieron una emboscada, fue liberado por el dragón, que reconoció su voz y fue en su ayuda. Hay que apuntar, en relación a esto, que hay muchos ejemplos auténticos de serpientes que muestran un considerable afecto por aquellos que las han tratado con amabilidad153.
La impresión del dragón de Plinio, que representaba una boa o una pitón, se ve reforzada por su afirmación154: "El dragón es una serpiente carente de veneno; su cabeza situada en el umbral de la puerta, los dioses debidamente propiciados por los sacerdotes, asegurarán buena suerte a la casa, se decía."
Es de destacar que él atribuye al dragón el mismo deseo y capacidad de atacar al elefante, como se le atribuye a la serpiente Pa del oeste de China, y los viejos viajeros árabes a las serpientes de Borneo.
La Shan-hai-king, una obra china de extraordinaria antigüedad, a la que se hará mención especial más adelante, dice: "La serpiente Pa engulle elefantes y tras tres años expulsa los huesos; la gente pudiente, después de comerlo, se cura de tisis."
Diodoro de Sicilia, hablando de la región del Nilo en Libia, dice que, según el relato, se producen allí serpientes muy grandes y en gran número, las cuales atacan a los elefantes cuando están cerca de lugares húmedos, los envuelven entre sus pliegues hasta que caen exhaustos y luego los devoran.
Diodoro, en otro pasaje referente a los cocodrilos e hipopótamos de Egipto, hablando de Etiopía y Libia, menciona una variedad de serpientes, así como otra clase de bestias, incluidos los dragones de tamaño inusual y feroz.
Así mismo, El Edrisi dice: "On peut encoré citer le serpent de Zaledj dont parlent Ben Khordadébe, l'auteur du Livre des Merveilles, et divers autres écrivains qui s'accordent à dire qu'il existe dans les montagnes de l'ile de Zaledj une espéce de serpent qui attaque l'elephant et le buffle, et qui en les abandonnent qu'aprés les avoir vaincu"155.
Artemidoro también, siguiendo a Estrabón156 serpientes de treinta codos de largo, que pueden vencer a elefantes y toros. En esto no exagera nada; pero las serpientes indias y africanas son de un tamaño enormemente mayor, y se dice de ellas que les crece hierba en la espalda".
Ifícrates, de acuerdo con Bryant157, "narró que en Mauritania había dragones tan monumentales que les crecía hierba en la espalda".
No se sabe si es a las grandes serpientes o a los dragones de verdad a los que se refiere Plinio en los siguientes textos, que doy en gran extensión: la sorpresa que expresa ante la creencia de Juba de que tenían cresta, me lleva a sospechar que, posiblemente, se confundieran unas especies con otras; que Juba podría estar perfectamente acertado en cuanto a las crestas, y que las bestias en cuestión, en vez de ser pitones de gran magnitud, eran más bien criaturas con forma de lagarto, de gran tamaño y volumen, que se corresponden con la idea china de dragón y, además, con crestas en forma de cuerno, similares a las que la gente suele representar a los monstruos.
Hay que señalar aquí que, si postulamos la existencia del dragón, no estamos seguros de limitarnos a una única especie, ni siquiera a dos, pues de la misma forma que algunas causas produjeron la gradual destrucción de una, habría producido efectos sumamente parecidos en la otra; no debemos ser demasiado críticos al comparar las descripciones de los diferentes autores en distintos países y épocas, pues se refieren a animales parecidos pero no idénticos.
"África produce elefantes, pero es la India la que los produce más grandes, lo mismo que el dragón, que está perpetuamente en guerra con el elefante y es de un tamaño tan enorme, que fácilmente puede envolverlo con las alas y rodearlo con la cola. El resultado es igualmente fatal para ambos; el elefante, vencido, cae a tierra, pero su peso aplasta al dragón que está entrelazado a su alrededor158.
La sagacidad que cada animal muestra en su propio comportamiento es maravillosa, pero en éstos es sobresaliente. El dragón tiene muchas más dificultades para trepar a grandes cumbres y, por tanto, observando el camino, que tiene las huellas de sus pisadas, cuando va a comer se precipita sobre ellos desde lo alto de un árbol. El elefante sabe que es incapaz de luchar contra los pliegues de la serpiente y por eso busca árboles o rocas contra los que rozarse.
El dragón está al acecho y trata de prevenirlo, primero inmovilizando las patas del elefante con los pliegues de su cola; mientras el elefante, por su parte, trata de desengancharse con su trompa. Sin embargo, el dragón mete la cabeza en sus orificios nasales, deja de respirar y hiere las partes más tiernas. Cuando se lo encuentra inesperadamente, el dragón se levanta sobre sí mismo, arrastra a su oponente y vuela especialmente a la altura de los ojos; ésta es la razón por la que frecuentemente se encuentran elefantes ciegos y tienen un esqueleto hambriento y miserable.
Hay otra historia, también relacionada con este combate. Se dice que la sangre del elefante es particularmente fría; por esta razón, durante los calores tórridos del verano, el dragón la busca con verdadera avidez. Así, se tumba, enroscado y oculto en el río, a la espera de que los elefantes vengan a beber; se lanza sobre ellos, los amarra por la trompa y luego les clava los dientes detrás de las orejas, el único sitio que el elefante no puede protegerse con la trompa. Se dice que los dragones son de un tamaño tan enorme que pueden beberse toda la sangre; consecuentemente, el elefante, sin sangre, cae a tierra exhausto; mientras, el dragón, intoxicado con el trago, queda aplastado debajo de él, y así comparten su destino159.
Etiopía produce dragones, no tan grandes como los de la India, pero todavía con veinte codos de largo. Lo único que me sorprende es que Juba cree que tienen cresta. Los etíopes son conocidos como los asaquéis, que son muy abundantes, y sabemos que en esas costas cuatro o cinco de ellos se encuentran retorcidos y entrelazados como mimbre en una valla, y de este modo zarpan, con la cabeza erecta, hacia las olas para encontrar mejores fuentes de alimento en Arabia" 160.
Plinio continúa su drescipción, separada de los dragones, grandes serpientes de la India, como sigue:
"Megástenes161 nos informa de que en la India las serpientes crecen tanto como para engullir ciervos y toros; mientras, Metrodoro dice que cerca del río Rhyndacus, en Ponto, su tamaño les permite devorar los pájaros que pasan volando sobre ellos, sea cual sea la altura o la velocidad a la que vuelen.
Es un hecho bien conocido que durante las guerras Púnicas, en el río Bagrada, los ejércitos romanos, a las órdenes de Régulo, atraparon una serpiente de treinta y cinco metros de largo, asediándola como a una fortaleza, con ballestas y otras armas de guerra. Su piel y su mandíbula se conservaron en un templo en Roma hasta la época de la guerra de Numancia.
Las serpientes, que en Italia se conocen con el nombre de boa, dan cuenta de estos relatos increíbles, pues alcanzan una dimensión tal que en una ocasión se encontró un niño entero en el estómago de una, uno de los que fueron asesinados en la colina del Vaticano durante el mandato del emperador Claudio"162.
Aristóteles nos dice que: "En Libia las serpientes, como ya se ha señalado, son muy grandes. Según algunas personas, cuando navegaban por la costa, veían los huesos de muchos bueyes, y decían que eso era un evidencia de que los habían devorado las serpientes. Y al pasar los barcos, las serpientes atacaban a las trirremes, y algunas de las serpientes se lanzaban sobre las barcas y las hacían volcar" 163.
Se desconoce si los dragones descritos por Benjamín de Tudela, que viajó por Europa y por el Este hasta regresar a Castilla en 1173164, que infestaban las ruinas del palacio de Nabucodonosor en Babilonia, hasta hacerlo inaccesible, eran criaturas de la imaginación de la mente medieval, que gustaba de engalanar los hechos, o si por el contrario eran serpientes venenosas. Pero surge la duda sobre si los denominados dragones en los viajes posteriores eran simplemente boas, pitones u otras serpientes grandes, como las que describe John Leo, en su descripción de un viaje a África, que estaban en las cavernas del Atlas. Él dice: "Hay muchos dragones monstruosos que son gruesos a medias, pues tienen el cuello y la cola delgados, lo cual hace que sus movimientos sean lentos 165. Son tan venenosos que cualquier cosa que mordían o atacaban moría al instante." También está la opinión de Job Ludolfo, según la cual (en Etiopía) "los dragones son de enormes dimensiones, muy voraces, pero no venenosos" 166.
Supongo que en la actualidad los números, tamaños y la naturaleza terrorífica de las serpientes representan muy débilmente el poder que defendían en los primeros tiempos de la existencia del hombre, o el terror que inspiraban entonces. Este asunto ha sido muy bien tratado por un escritor del siglo pasado167, por lo que no dudo en transcribir lo más destacado.
"Es probable que, en los primeros tiempos, cuando el arte era poco conocido y la humanidad estaba escasamente esparcida sobre la tierra, las serpientes continuaran siendo dueñas indiscutibles del bosque, llegando a una magnitud asombrosa, cayendo ante ella todos los demás animales. Así sería como la serpiente ejerció su tiranía durantes siglos. Los animales de esta especie llegaron a alcanzar con el tiempo una longitud de treinta a cuarenta metros, siendo el león, el tigre e incluso el propio elefante débiles oponentes. Ese horroroso hedor que las serpientes más comunes y las más inocuas aún hoy difunden, podría llegar en aquéllas a ser demasiado poderoso para cualquier ser vivo y, mientras capturaban a sus víctimas, envenenaban la atmósfera a su alrededor. De esta forma, tras haber vivido durante largos períodos en bosques escondidos y deshabitados, y encontrar que su apetito era más voraz y la cantidad de víctimas iba descendiendo, es posible que osaran penetrar audazmente desde su retiro a las partes cultivadas del campo y llevar así la consternación a los humanos, tal como antes lo hicieran con los seres de rango inferior.
Tenemos muchas historias de la antigüedad que nos presentan tal imagen y muestran todo un país abatido bajo los estragos de una sola serpiente. En esa época el hombre no había descubierto que de la unión de muchos esfuerzos; resulta un gran propósito. Las multitudes que se le enfrentaban sólo añadían nuevas víctimas a la desgracia general e incrementaban el desconcierto y el terror. Por eso, el animal iba enfrentándose uno a uno a aquellos que tenían más fuerza, la mejor armadura y el coraje más impertérrito. En esos encuentros debían caer por centenares, hasta que uno más afortunado que los demás, bien por un golpe de suerte o bien porque cogió al monstruo en su momento de aletargamiento y en mal estado, pudo matarlo y así liberar a su país de la destrucción. Tal era la original ocupación de los héroes.
Pero a medida que nos acercamos hacia una antigüedad más culta, encontramos a estos animales menos formidables, siendo atacados de una forma más próspera.
Sabemos que, mientras Régulo dejó su ejército en las riberas del río Bagrada en África, una enorme serpiente se interpuso en su camino. Plinio aseguró que medía treinta y cinco metros de largo y que había destruido gran parte del ejército. Sin embargo, al final llevaron las armas para luchar contra ella, la asediaron desde la distancia y la dieron muerte. Se llevaron el botín a Roma y el general fue ovacionado por su triunfo.
Tal vez haya pocos hechos mejor determinados que éste: una ovación era un honor muy importante y sólo se concedía por alguna proeza significativa que no era digna de triunfo. Ningún historiador se ofrecería para inventar esa parte de la historia; al menos, sin estar sujeto a la más vergonzosa identificación.
La piel se conservó durante muchos años en el Capitolio, y Plinio dice que la vio allí.
Esta clase de animales, como la de los peces, parece que no tenía límites en su crecimiento; sus huesos son, en gran medida, cartilaginosos y son, por ende, capaces de expandirse mucho.
Por tanto, la mayor, la serpiente que más creció y que llegó a una longeva edad, alcanzó un tamaño descomunal. Leguat nos asegura que él vio una en Java que medía quince metros de largo 168. Carli mide su crecimiento en más de doce metros y hay una ahora en el Museo Británico que mide diez.
Wentworth, que tuvo varios negocios en Berbice, en América, nos asegura que en ese país alcanzaban una longitud enorme. Describe que equivocó una serpiente india con un tronco, la cual, al ir a sentarse encima, empezó a moverse. Un soldado que iba con él la disparó, pero la serpiente murió del susto. Medía once metros. Fue enviada a La Haya.
Una vida de hostilidad salvaje en el bosque ofrece a la imaginación una de las más tremendas imágenes en la naturaleza. En esos calurosos países donde el sol seca cada uno de los arroyos en muchos kilómetros a la redonda, donde hubo un gran río en la estación lluviosa, se convierte en verano en un monótono lecho de arena; en los países donde un lago nunca está seco o los arroyos son perennes, se considera por todos los animales como el mayor don de la naturaleza. Cuando lo descubren, ningún peligro les disuade de intentar mitigar su sed. De esta forma, la vecindad de un arroyo, en el corazón del trópico, es generalmente el lugar adonde los animales hostiles de la naturaleza se acercan para relacionarse.
En las orillas de este punto envidiable se ven miles de animales de varias especies arriesgándose para apagar su sed, o preparándose para prender a su víctima. Los elefantes son observados en una larga fila, marchando desde las oscuridades del bosque. Los búfalos están allí, dependiendo de la cantidad para su seguridad; las gacelas sólo se fían de su rapidez; el león y el tigre esperan una ocasión apropiada para cazar.
Pero, sobre todo, las serpientes más grandes están en guardia allí y defienden el acceso al lago. No pasa una sola hora sin que haya combates mortales, pero la serpiente, defendida por sus escamas y naturalmente capaz de soportar multitud de heridas, es, de entre todos, la más formidable. Es también la más vigilante, pues todas duermen con los ojos abiertos estando, consecuentemente, siempre observando, así que, cuando su rapacidad está satisfecha, pocos de los otros animales osan aproximarse a ella."
Leemos sobre una serpiente exhibida en los tiempos de Augusto en Roma, de la que Suetonio nos dice que "medía cincuenta codos de largo"169. Pero en la actualidad hay muy pocos relatos auténticos de serpientes que sobrepasen los diez metros, y hay algunos que no dan crédito a nadie que hable de serpientes de dimensiones mayores que ésta. Sin embargo, hay algunas de las historias anexas para las que pido credibilidad y aparentemente podemos concluir que la pitón y la boa alcanzan excepcionalmente los doce metros de largo e incluso más.
Wallace 170 habla, por meros rumores, de pitones de Filipinas, que destruyen los rebaños jóvenes, que llegan a superar los trece metros.
El capitán Sherard Osborn171, en su descripción de Quedan en la península de Malaya, habla también de un caso de creencia popular: "Los nativos de Tamelan declararon en su mayoría que eran especies de boa constrictor, pero hablaban de monstruos de espesos bosques, que podrían, caso de que salieran, hacer desaparecer a todo el pueblo. Una feliz hazaña, por la que Jadíe, con un movimiento sagaz de cabeza, me aseguró que 'oular Bessar' o gran serpiente era bastante competente.
Era raro pero interesante encontrar entre los malayos una fuerte creencia sobre el extraordinario tamaño que podían llegar a alcanzar la boa constrictor o la pitón; mantenían que en los retirados bosques de Sumatra y Borneo, así como en algunos de las islas menores que no estaban habitadas, se encontraron serpientes de entre doce y quince metros de largo en alguna ocasión."
El mayor McNair dice172: "Uno de los atletas más competitivos de Singapur ofrece un relato de un monstruo que él encontró. Había herido a un verraco en la selva, y fue siguiéndole el rastro con sus perros, cuando, tras penetrar en lo más profundo del bosque, oyó que los perros ladraban y avanzó cautelosamente preparado para volver a disparar al verraco; sin embargo, para su sorpresa, vio que los perros estaban ladrando a una pitón del tamaño del jabalí, que había echado sus anillos alrededor de la desafortunada bestia y la aplastó hasta darle muerte. Un tiro directo dejó al reptil retorciéndose en el suelo y vio que medía casi diez metros. Pero estos casos de tamaña longitud son raros."
Desgraciadamente, la excitante historia de una serpiente de entre doce y quince metros, que extraje del periódico North China Daily News del 10 de noviembre de 1880, que tuvo lugar en la península de Malaya, carece de la autenticidad del nombre del narrador. Es como sigue:
El Strait Times relata la excitante historia de una pitón de la siguiente forma: "Un deportista que hace unos pocos días se adentró en la jungla que se extiende entre Buddoh y Sirangoon, llegó a una cabaña solitaria en una comarca llamada Campong Batta, que tenía sobre el tejado la piel de una enorme boa o pitón (cualquiera que sea el nombre correcto). La cabaña la ocupaban un malayo y su esposa, de quien nuestro reportero recogió el siguiente extraordinario relato. Una noche, como una semana antes, el malayo se despertó por los gritos de su mujer que pedía auxilio. Con total oscuridad e imaginando que la alarma era debida a unos ladrones, cogió su arma afilada y se fue a tientas a donde ella estaba durmiendo, y allí su mano topó con un reptil viscoso. Pasó un largo minuto hasta que pudo comprender la situación y, cuando se enteró, descubrió que el brazo entero de su mujer bajaba por la garganta del monstruo, adonde iría la parte superior del cuerpo de la mujer inmediatamente. Sin atreverse a atacar al monstruo por temor a causar la muerte de la mujer, el marido, con gran claridad de pensamiento, tomó dos bolsas que tenía a su alcance y comenzó a meterlas de prisa en las esquinas de las mandíbulas de la serpiente, con la intención de abrirle bien la boca y poder recuperar el brazo de su esposa. La boa no había soltado a su presa cuando atacó al marido envolviéndolo en sus fatales anillos; pero se apoyó en los brazos y, cuando vio su oportunidad, atacó al monstruo tan fuertemente con su arma, que rápidamente lo soltó y desapareció por una abertura en la parte baja de la caseta. Tenía el hombre las ropas llenas de sangre, igual que el suelo de la cabaña, y el brazo de la mujer estaba azul por la presión que había recibido de las fauces de la boa. Cuando amaneció, el marido descubrió la parcela en la que había árboles plantados casi en ruinas, pues la boa, retorciéndose por la agonía, había destruido las raíces de los árboles, y en medio de los escombros yacía muerto el monstruo. El malayo aseguró a nuestro informador que había recibido no menos de sesenta dólares de manos de los chinos, que recorrieron largas distancias para recabar trozos de carne con supuestas propiedades medicinales, y que había rechazado seis dólares por la piel, pues prefirió quedarse con ella como trofeo. Fue descomponiéndose tras estar varios días al aire libre sin darle el uso curativo. No hay datos que den la medida exacta de este gran reptil, pero la piel, que posiblemente ya habría encogido algo, medía entre siete y ocho brazas (de diez a doce metros)."
Bontius habla de serpientes en las islas asiáticas. "Las más grandes," dice él, "algunas veces sobrepasan los diez metros y tienen tal capacidad de garganta y estómago que pueden engullir un verraco entero."
McLeod, en Voyage of the Alceste, afirma que durante su cautiverio de varios meses en Whidah, en la costa de África, tuvo la oportunidad de ver serpientes que medían el doble173.
Broderip, en su Leaves from the Notebook of a Naturalist (Parker, 1852), habla de una serpiente de nueve metros de largo, que atacó a la tripulación de un barco malayo anclado por la noche cerca de la isla de Célebes.
C. Collingwood, en Rambles of a Naturalist, asegura que "Low me confirmó que había visto una (pitón) muerta que medía nueve metros y yo sé de buen tinta que una de ocho metros ha muerto por aquí. En Borneo decían que alcanzaba los doce metros, pero no puedo asegurarlo".
Las grandes pitones existen aún en el sur y oeste de China, aunque de tamaño mucho más reducido si lo comparamos con las descritas en las obras antiguas, como afirmaban muchos escritores, de los que creo que es suficiente extraer una noticia de uno de los primeros misioneros que exploraron ese país.
"Pour ce qui est des serpens qu'on trouve dans Chine l'Atlas raconte que la Province de Quansi, en produit de si grands et d'une longueur si extreme, qu'il est presque in-croyable; et il nous assure, qu'il s'en est trouve, qui étaient plus longs que ne seraient pas dix perches attachées les unes avec les autres, c'est-á-dire, qu'ils avaient plus de trente pieds géométriques. Flore Sienois dit, 'Gento est le plus grand de tous ceux que sont dans les provinces de Quansi, de Haynan, et de Quantun... il devore les cerfs... II s'éléve droit sur sa queue, et combat vigoureusement, en cette posture, contre les hommes et les bêtes farouches'" 174.
Desgraciadamente no tenemos pistas acerca de la longitud real de la serpiente bomma, descrita por J. M. da Sorrento en A Voyage to Congo in 1682, contenida en una colección de viajes de Churchill publicada en 1732 175. "La carne que comen es, generalmente, de criaturas salvajes y, sobre todo, de una clase de serpiente llamada bomma. En cierta ocasión, estando en un banquete en Baia, observé las ventanas, en lugar de con tapices, adornadas con la piel de estas serpientes tan anchas como un buey grande, y proporcionalmente muy largas."
Es bien sabido que serpientes inofensivas de tres y medio a cuatro metros de largo abundaban en el norte de Australia; pero es sólo a partir de los últimos años cuando he llegado a saber con una creencia firme, de boca de los nativos del interior, de la existencia cerca de la unión del Darling y el Murray, al sur del continente, de una serpiente de enorme dimensión.
He sabido por G. R. Moffat que en el curso bajo del Murray entre Swan Hill y la unión del Darling —en la época en que conoció la región (entre 1857 y 1867)— los negros tenían numerosas historias de la existencia de una serpiente enorme en el monte bajo de Mallee. Era llamativa por su tamaño, de nueve a doce metros, y sobre todo por su circunferencia, rapidez y su repugnante hedor; esto último, en realidad, constituía una protección para ella, puesto que era imposible acercarse sin reconocer su presencia.
Moffatt aprendió personalmente de Beveridge, hijo de Peter Beveridge, del destacamento de Swan Hill, que realmente él había visto una y que su relato cuadraba mucho con los de los negros. Como respuesta a una pregunta que remití a Australia, recibí la nota que cito a continuación176:
Henry Liddell, que residía en el río Darling en 1871-1872, me informa de que ha oído, de boca de los jinetes y de los transportistas de víveres, narraciones similares a la de Moffatt, con respecto a la existencia de grandes serpientes de la especie boa en las localidades próximas, es decir, por los restos de campo que se extienden al este de la unión del Darling y el Murray, en el terreno perteneciente a Pooncaira.
Las describe en gran número, en lugares áridos y rocosos, entre grandes cantos; con cerca de doce metros; gruesas como el muslo de un hombre, y con un olor tan característico como el que describió Moffatt. Hablaban de ellas como si fueran muy comunes, y no como algo fenomenal, entre Wentworth y Pooncaira.
La anaconda, sobre la que se conservan muchos de los mitos de los indios de Brasil, la describe Condamine de esta forma, en su Travels in South America: "La más rara y singular de todas es una gran serpiente anfibia de ocho a diez metros de larga y más de treinta centímetros de grosor, según sabemos. Los americanos de Maynas la llaman Jacumana o "madre de las aguas", y normalmente habita en los grandes lagos que se forman tras las inundaciones" 177.
Ulloa, también en su Voyage to South America 178, dice: "En los países bañados por el vasto río (el Marañón) se cría una serpiente de una magnitud pavorosa, de la más nociva naturaleza. Hay quienes, para dar una idea de su tamaño, afirman que puede engullir una bestia entera y que éste fue el fin miserable de un hombre. Pero lo que parece todavía más asombroso es la atractiva cualidad que se atribuye a su respiración179, que arrastra irresistiblemente a cualquier criatura que acierte a estar en su radio de atracción. Los indios la llaman Jacumana, es decir, "madre del agua", pues le gustaban los lagos y los lugares pantanosos; se puede considerar casi como un anfibio. He recogido una gran cantidad de sufrimientos que conciernen a este particular, y lo único que puedo decir es que la magnitud del reptil es realmente asombrosa."
John Nieuhoff, en su Voyages to Brazil180, al hablar de la serpiente Guaku o Liboya, dice: "Es indudablemente la mayor de las serpientes, algunas de cinco, siete o, incluso, nueve metros de largo y de un grosor de la cintura de un hombre. Los portugueses la llaman Kobra Detrado, o la serpiente corzo, porque sería capaz de devorar un corzo entero o cualquier venado que se pusiese en su camino; después de haber engullido dicho venado, se queda dormida y entonces la cazan. Yo vi una en Paraiba, que medía nueve metros y era gorda como un barril. Esta serpiente, que es una criatura devoradora, ávida de presas, salta desde setos y troncos, se planta sobre la cola y derriba tanto a hombres como a bestias salvajes; a veces salta desde los árboles sobre el viajero, a quien se aferra y golpea con la cola hasta dejarle sin respiración."
La más grande (boa de agua) que se encontró un europeo, la describió un botánico, doctor Gardiner, en su Travels in Brazil. Había devorado un caballo y la encontraron muerta, enrollada a las ramas de un árbol colgando sobre el río, adonde fue a parar por una inundación; medía casi doce metros.
La siguiente sección habla sobre las serpientes aladas, una creencia que prevaleció en los primeros tiempos y está fuertemente avalada en varias obras independientes.
Serpientes aladas
En mi opinión, Herodoto habla sin la menor duda sobre este asunto en los siguientes pasajes: "Arabia181 es la última de las tierras habitadas yendo hacia el sur, y es el único país que produce incienso, mirra, casia, canela y lédano." "El incienso lo obtienen por medio de la goma, que los griegos tomaron de los fenicios. Queman todo esto y así obtienen la fragancia, pues los árboles que producen incienso están custodiados por serpientes aladas, de pequeño tamaño y multicolores, de las que varias están colgadas por los árboles. Son de la misma clase de las serpientes que invaden Egipto y no hay, excepto el humo de la goma, nada que las haga bajar de los árboles."
Y sigue182: "Los árabes dicen que el mundo entero podría estar plagado de estas serpientes si no fueran controladas de la forma que sé que se les hace a las víboras." "Ahora, con respecto a las víboras y a las serpientes aladas, si aumentaran con tanta rapidez como lo permite la naturaleza, sería imposible para el hombre mantenerse sobre la tierra. De acuerdo con esto, se ha visto que cuando el macho y la hembra están juntos, en el mismo momento de la fecundación, la hembra agarra al macho por el cuello, aferrándose a él de tal forma que no puede escapar hasta que ella le muerde el cuello totalmente y entonces el macho perece; pero después él se venga en la hembra por medio de la cría, pues cuando aún no ha nacido, roe a su paso la matriz y luego el vientre de la madre. Contrariamente, otras serpientes, que son inofensivas, ponen huevos e incuban una gran cantidad de crías. Las víboras se encuentran en todos los rincones del mundo, pero las serpientes aladas no se ven más que en Arabia, donde están todas congregadas; eso hace que parezcan tan numerosas."
Herodoto estaba tan interesado en asegurar la probabilidad de su existencia, que visitó Arabia con tal fin; él dice 183: "Fui una vez a cierto lugar en Arabia, casi exactamente en frente de la ciudad de Buto, para hacer averiguaciones acerca de las serpientes aladas. Al llegar, vi los huesos negros y las costillas de serpientes en tal cantidad que era imposible describirlo; de costillas había por montones, unos grandes, otros pequeños, otros medianos. El lugar donde se encontraban era la entrada de una estrecha garganta entre montañas escarpadas, por donde se tenía acceso a una gran explanada que se comunicaba con las grandes planicies egipcias. La historia cuenta que con la llegada de la primavera las serpientes emigraban de Arabia a Egipto, pero se encontraban en esa garganta con unos pájaros llamados íbises que les prohibían la entrada y las destruían a todas. Los árabes aseguran, y los egipcios lo admiten también, que se debe a que los egipcios prestaban servicio al ibis y lo veneraban mucho." Él además184 describe la serpiente alada con forma de serpiente de agua, y afirma que no tiene plumas en las alas, sino que recuerdan en gran medida a las del murciélago.
Aristóteles establece brevemente, como un hecho común, que en su época había serpientes aladas en Etiopía185. Tanto las de dos como las de cuatro alas están representadas entre los egipcios, y Cooper las considera emblemáticas de las deidades, y que significa que las cuatro esquinas del mundo están abrazadas y protegidas por la Suprema Providencia.
José186 afirma sin error que creía en la existencia de las serpientes voladoras, en su relato sobre la estratagema que Moisés utiliza para atacar a los etíopes, las cuales invadieron Egipto y penetraron hasta Menfis. De aquí podemos deducir que en su época las serpientes aladas no eran peculiares de Arabia, sino que, como cabría esperar, lo mismo infestaban las tierras desérticas que bordeaban las zonas fértiles del Nilo.
En la traducción de Whiston leemos que "Moisés evitaba los enemigos, y tomaba y dejaba su ejército delante de aquellos enemigos que eran apresados en su ataque; él no iba por el río, sino por tierra, donde ofreció una magnífica demostración de su sagacidad; cuando el suelo estaba impracticable, debido a la multitud de serpientes (que produce en gran cantidad y son singulares en su producción, ya que no se dan en otros países, y son peores que otras en poder y en malicia, con una ferocidad infrecuente, alguna de las cuales se eleva del suelo sin ser vista y también pueden volar, para de esta forma caer sobre los hombres desprevenidos y hacerlos presas de su poder), Moisés inventó una magnífica estratagema para mantener su ejército seguro e ileso, haciendo cestas parecidas a arcas, de junco, las llenó de íbises y se los llevó con ellos; este animal es el peor enemigo imaginable de las serpientes, porque vuelan sobre ellas cuando las tienen cerca y al pasar ellos las cogen y las devoran como si lo hicieran los ciervos; pero los íbises son criaturas dóciles y sólo atacan a la especie de las serpientes. Sobre estos íbises no digo más por el momento; a partir de los griegos se desconoce esta clase de pájaro. Sin embargo tan pronto como Moisés llegó a la tierra que producía serpientes, soltó a los íbises, que repelieron la especie de la serpiente y los usó para su auxilio antes de que el ejército viniera a este territorio".
Estas afirmaciones de Herodoto y de José son ambas muy precisas para explicarlas en la teoría a la que ellos se refieren del lanzamiento y salto de las serpientes que narra Nieuhoff, que en su día infestan las palmeras de Arabia y pasan de árbol en árbol; o al jáculo de Plinio187, que lanza desde las ramas de árboles y va volando por el aire como si lo lanzase con un arma, y que Eliano describe y Lucano dibuja188 en este pasaje: "¡Contemplad en lontananza! Alrededor del tronco de un árbol estéril, una feroz serpiente —África la llama jáculo— se enrosca y luego se lanza y despega su vuelo desde la cabeza y las sienes perforadas de Paulus: no hace efecto ningún veneno, la muerte le llega por causa de la herida. Se entendió entonces cuán lentas vuelan las piedras que se arrojan con honda, cuán quedamente silba el vuelo de la flecha escita."
Solino, cuya obra, Polyhistor, es principalmente una recopilación de la Historia Natural de Plinio, da un relato similar al de la multitud de serpientes aladas en las ciénagas de Arabia, y afirma que su mordedura era tan fatídica que la muerte seguía a la mordedura antes de que se sintiera dolor; también hace referencia a su destrucción por parte de los íbises, probablemente citando a otros autores más que por propio conocimiento.
Cicerón habla del ibis como un pájaro muy grande, con patas fuertes y un pico largo y calloso, que destruía
gran cantidad de serpientes, manteniendo así Egipto libre de enfermedades pestilentas, matando y devorando las serpientes voladoras llegadas desde los desiertos de Libia con el viento del sudoeste y así prevenir del daño que podrían causar sus mordeduras mientras estuvieran vivas, o de alguna infección después de muertas.
No hay pocas alusiones en la antigua historia a serpientes en cantidades tan numerosas que llegaron a constituir una plaga; un punto destacable es la terrorífica mortandad que las feroces serpientes causaron entre los israelitas, y otro189 es la emigración de los neuri desde su propio país al de los budini, una generación anterior al ataque de Darío, como consecuencia de la incursión de una inmensa multitud de serpientes. Está confirmado que algunas de ellas se produjeron en su propio país, pero la mayoría venía de los desiertos del Norte. El hogar de los neuri parece ser que estuvo en el noroeste del Ponto Euxino (mar Negro) más que en la situación de Polonia, y creo que en el presente el único reptil que ha existido allí es la víbora, común al resto de Europa. Diodoro de Sicilia 190 menciona una tradición según la cual las cerastas hicieron en una ocasión una irrupción hasta Egipto de tal magnitud como para haber despoblado una gran parte de los distritos poblados.
Estas historias son interesantes como muestra del instinto migratorio que se da en ciertas serpientes, tanto periódica como ocasionalmente, y así se corrobora más extensamente el relato de la invasión anual de serpientes en Egipto, referido en una página anterior. Creo que también confirman la impresión de que las serpientes eran más numerosas en los días de la historia primitiva, y tenían una mayor área de distribución que la que tienen en la actualidad, y posiblemente algunas especies, tales como las serpientes voladoras arábigas, que llegaron a extinguirse, entonces existían. Así, Plinio habla de la boa que se da comúnmente en Italia y alcanza tal tamaño que se encontró un niño entero dentro de una de ellas, que había sido muerta en la colina del Vaticano durante el reinado del emperador Claudio. En la actualidad no existen serpientes allí que respondan a esa descripción.
Ejemplos paralelos de invasiones de animales que afectan materialmente la prosperidad del hombre son, sin duda, familiares para mis lectores, tales como la migración ocasional de lemmings, paso de ratas, vuelo de langostas o los estragos causados por el escarabajo de Colorado; pero tal vez muchos ignoren que una terrible plaga se puede establecer en el curso de muy pocos años, por la prolífica multiplicación incontrolada de un animal tan inofensivo, inocente y útil como es el conejo común. Los descendientes de unas pocas parejas importadas arrasaron enormes extensiones de regiones de Australia y Nueva Zelanda, necesitándose un gasto descomunal para su extirpación y en el presente191 han causado tal destrucción en la propiedad de los últimos campos, que se han tenido que abandonar grandes extensiones de suelo y rendirse ante ellos.
Es interesante encontrar en la obra del geógrafo árabe El Edrisi una tradición de una isla en el Atlántico, llamada Laca en la costa noroeste de África, que antiguamente estuvo habitada, pero abandonada debido a la excesiva multiplicación de serpientes. Según Escalígero, las montañas e dividen el reino de Narsinga del de Malabar producen muchas bestias salvajes, entre las cuales se pueden citar los dragones alados, que son capaces de destruir todo aquello que se acerque a su hálito.
Megástenes cuenta que las serpientes aladas se encuentran en la India, donde se afirma que son nocivas, vuelan sólo por la noche y que el contacto con su orina destruye partes de animales.
Amiano Marcelino (que escribió alrededor del siglo iv d.C.) asegura que el ibis es uno entre las incontables variedades de pájaros de Egipto, sagrado, afable y muy valioso para acumular huevos de serpiente en su nido para alimentarse y disminuir así el número de serpientes. También se refiere al encuentro que tuvieron con un tropel de serpientes aladas cargadas de veneno procedentes de las ciénagas de Arabia a las que, volando por el aire, devoraron antes de que éstas abandonaran su región. Y Estrabón 192, en su descripción geográfica de la India, habla de serpientes de dos codos de largo, con alas membranosas como las de los murciélagos: "Vuelan por la noche y sueltan gotas de orina o de sudor, que ocasionan la putrefacción de la piel de las personas que no están prevenidas." Isaías habla de feroces serpientes voladoras, donde el término "feroces" rinde cuenta a la edición alejandrina de los setenta de qanatoutes "mortal", mientras que el término "feroz" está explicado por otras autoridades, refiriéndose a la sensación de quemazón que produce la mordedura y al color brillante de las serpientes193. Hay una evidencia paralela sobre la creencia en serpientes aladas, que viene reforzada por alusiones fortuitas en los clásicos. Así, Virgilio alude a las serpientes con alas estridentes en el verso:
Illa autem attolit stridentis anguibus alis 194.
Lucano 195 se refiere a las serpientes aladas de Arabia como componentes de una pócima de encantamiento, hecha por una hechicera de Tesalia, Ericto, con objeto de resucitar a un cadáver, dando respuesta a las preguntas de Sexto, hijo de Pompeyo. Hay otros pasajes en Ovidio y otros poetas en los que se usan las palabras "serpientes aladas", pero que omito reproducir aquí, pues en el contexto no está claro que no se propusieran hacer referencia al monstruo al que el término dragón estaba normalmente restringido por consenso popular.
Me veo en la obligación de referirme, aunque por supuesto sin darles un peso de consideración, a las numerosas historias populares del Este, donde las serpientes aladas siempre tenían un protagonismo destacado, siempre tenían algo mágico y sobrenatural en su naturaleza. Tales cuentos se encuentran en las primeras páginas de las Noches Arábigas, o en el variadísimo folclore chino, como nos dijo N. P. Dennys de Singapur196.
La noticia más reciente que encontramos de serpiente alada está en la obra de P. Belon du Mans. publicada en 1557, titulada Portraits de quelques animaux, poissons, serpents, herbes et arbres, hommes et femmes d'Arabie, Egypte, et Asie, observes par P. Belon du Mans. Contiene la descripción de un dragón bípedo alado, con la noticia "Portrait du serpent ailé" y el cuarteto:
Dangereuse est du serpent la nature Qu'on voit voler prés le mont Sinai Qui ne serait, de la voir, esbahy, Si on a peur, voyant se pourtraiture?
Esto está copiado por Gesner, que repite la historia del vuelo de Arabia a Egipto197. Le doy una importancia considerable al breve extracto que ofreceré en una página más adelante sobre la célebre obra china de geografía e historia natural, el Shan Hai King, o Clásico de la Montaña y el Mar. Shan Hai King parece ser una obra muy antigua y, como observa Wylie, aunque se la ha considerado con recelo, recientemente la han investigado eruditos de gran talento, quienes han llegado a la conclusión de que, al menos, es tan antigua como la dinastía Chow y, posiblemente, anterior. Ahora, como la dinastía Chow comenzó en 1122 a.C., es, si esta última suposición es correcta, de una época anterior a las obras de Aristóteles, Herodoto y todos los otros autores que hemos citado, y además es la obra más antigua sobre historia natural de cuantas existen, y la descripción de la serpiente alada de las montañas de Sien (vide infra), el documento más antiguo de la existencia de tales criaturas.
Dragón Clásico y Dragón Medieval
Mientras que las serpientes voladoras que acabamos de tratar ayudarán en gran medida, si aceptamos la realidad de su antigua existencia, a la explicación de la creencia de un dragón alado en Egipto, Arabia y países colindantes, apenas parece probable que fuera suficiente una creencia tan extendida. Esto ya lo hemos analizado; pero ahora nos proponemos examinarlo con gran detalle, con referencia a los países tan lejanos de su hábitat como para aceptar que su improbable descripción haya llegado hasta allí.
Los poetas de Grecia y Roma introducen el dragón en sus fábulas, como ilustración, cuando la clase de poder y fiereza lo requieren. Homero, en su descripción del escudo de Hércules, habla de "El horror escamoso de un dragón con cola llena el campo central, horrible, con los ojos torcidos que miran de soslayo y lanzan fuego reluciente". Así Hesíodo198 —750 a 700 a. C—, al describir el mismo objeto, dice: "En el centro estaba el horrible terror de un dragón mirando de soslayo hacia atrás con los ojos relucientes de fuego; la boca, también, estaba llena de dientes que dibujaban una hilera blanca, pavorosa e inaccesible, y sobre la frente, se cernía una terrorífica lucha. Sobre él había cabezas de serpientes terribles, pavorosas, doce en total, que acostumbraban a dejar una cicatriz en la raza humana sobre la tierra, quienquiera que acertara a hacerle la guerra al hijo de Júpiter."
Aquí está lo digno de destacar que Hesíodo distingue entre el dragón y las serpientes.
Ovidio199 coloca el dragón que mató Cadmo en Beocia, cerca del río Cefiso. Dice de él que estaba escondido en una cueva, que estaba adornado con crestas y que era de un color dorado. Él, como otros poetas, hace especial referencia a los ojos que brillaban por el fuego y hay que apuntar que un brillo similar es el que mencionan aquellos que han observado las pitones en su estado nativo. Dice que el dragón era azul 200, y que poseía un aguijón terriblemente destructor, largos anillos constrictores y un hálito venenoso.
La historia de Ceres volando hacia el cielo en una carroza tirada por dos dragones, que luego prestó a Triptolemo para que pudiera viajar por toda la tierra y distribuir maíz a sus habitantes, la detallan o hacen alusión a ella muchos poetas, así como Medea volando desde Jasón en una carroza tirada por dragones alados. Ceres201 va más allá haciendo rozar las olas del océano, muy posterior al estilo de los personajes mitológicos dibujados en los grabados que ilustran los pasajes de Shan Hai King 202.
Amiano Marcelino, cuya historia acaba con la muerte de Valerio en el año 378 d.C., hace referencia, como un ejemplo importante de credulidad, a un vulgar rumor que dice que la carroza de Triptolemo aún existía, y que dio la posibilidad a Juliano, que lo había servido formidablemente, tanto en mar como en tierra, de atravesar las murallas y entrar así en la ciudad de Heraclea. Aunque las explicaciones racionales están reforzadas por la teoría de Bochart y Le Clerc, que dicen que la historia está basada en el significado equívoco de una palabra fenicia, que lo mismo significa dragón alado que barco sujeto con clavos y cerrojos de hierro; o por la de Filodoro, como citó Eusebio, que decía que ese barco se llamaba "Dragón alado", pues llevaba la figura de un dragón en la proa; o simplemente que cambió en otras fases la creencia en un dragón, sin perjuicio para él.
Diodoro de Sicilia coloca al dragón de Cólquida y al vellocino de oro de forma sumaria como sigue:
"Se dice que Frixo, el hijo de Atamas y Nefele, para escapar de los engaños de su madrastra, huyó de Grecia con su hermanastra Helena, y que mientras se iban, bajo la protección de los dioses, a lomos del carnero con un vellocino de oro desde Europa a Asia, la chica cayó accidentalmente al mar y por eso se llamó Helesponto. Frixo, sin embargo, llegó seguro a Cólquida, sacrificó el carnero para cumplir el oráculo y colgó su piel en un templo dedicado a Marte.
Tras esto el rey supo por un oráculo que encontraría la muerte cuando unos extranjeros, que llegarían por barco, se alzaran con el vellocino de oro. En este relato, así como la crueldad innata, el hombre estaba inducido a ofrecer sacrificio con la matanza de sus invitados; de acuerdo con eso una vez conocida la noticia de tal atrocidad por todas partes, nadie osaría poner un pie en sus dominios. También rodeó el templo con un muro y colocó una rígida guardia de soldados taurios, que dieron origen a una prodigiosa ficción entre los griegos, pues contaban que unos toros, que exhalaban fuego por la nariz, hacían guardia ante el templo y que un dragón custodiaba la piel, ya que la ambigüedad del nombre taurios se confundió con el de toros, y la matanza de los invitados proporcionó la ficción de la expiación del fuego. De la misma forma, tradujeron el nombre del prefecto Draco, a quien se había asignado la custodia del templo, al de la horrible y monstruosa criatura de los poetas."
No erraron tampoco otros al dar un explicación similar de la fábula de Frixo, puesto que decían que éste fue transportado en un barco que llevaba en la proa la imagen de un carnero y que Helena, que estaba inclinada sobre un costado por el mareo, se cayó al mar.
Entre otros asuntos de poesía, eran dragones los que custodiaban el jardín de manzanos de las Hespérides y los dos que le lamieron los ojos a Pluto en el templo de Escolapio, con el feliz efecto de que llegó a ver.
Filostrato203 hace distinción entre dragones de monte y dragones de pantano. Los primeros tenían una moderada cresta, que iba creciendo a medida que envejecían, cuando una barba de color azafrán le salía en el mentón; los dragones de pantano no tenían cresta. Habla del enorme tamaño que pueden llegar a alcanzar, de modo que pueden matar fácilmente elefantes. Eliano describe su longitud como de treinta o cuarenta a cien codos, y Posidonio menciona uno, de cuarenta metros, que cazó la vecindad de Damasco, y otro, cuya guarida estaba en Macra, cerca del Jordán, medía un acre, con un volumen tal que dos hombres a caballo, con el monstruo en el medio, no podrían verse.
Ignacio afirma que había en la biblioteca de Constantinopla el intestino de un dragón de treinta y seis metros, donde estaban escritas La Ilíada y La Odisea en letras de oro. No hay ambigüedad en la descripción de Lucano204 de un dragón etíope: "Tú también, el dragón, brillando con reflejos dorados, que te arrastras por todas las tierras como divinidades no dañinas, abrasando África que se rinde mortalmente, con las alas; tú mueves el aire desde lo alto y persiguiendo todos los rebaños, que partes en pedazos enormes toros, enrollándolos con tus anillos. Ni siquiera el elefante está seguro, a pesar de su tamaño; todo lo llevas a la muerte y no necesitas ningún veneno para un destino fatal." Visto que el dragón al que Plinio hace referencia (ver pág. 200) también combatiendo al elefante, evidentemente no tiene alas, y pudo haber sido lo mismo una serpiente descomunal o un lagarto que se corresponda con la idea china de dragón.
Acercándonos a períodos posteriores, sabemos por Marcelino205 que en su día había estandartes de dragones entre las insignias de los jefes del ejército romano, pues al hablar de la entrada triunfal de Constantino en Roma, después de su triunfo sobre Majencio, él menciona que numerosos jefes oficiales que lo precedían fueron rodeados por dragones sembrados por doquier, que se aferraban a las partes doradas y adornadas con joyas de sus lanzas; las bocas de los dragones abiertas como para captar el viento, que hacía que silbaran igual que si estuvieran enfadados, mientras los anillos de la cola también se agitaban con la brisa. Y de nuevo habla de Silvano206 arrancando la seda púrpura de la insignia de los dragones y estandartes, y asumir así el título de emperador.
Varias naciones, como los persas, partos, escitas, etc., portaban dragones en sus estandartes: de ahí que los propios estandartes se llamaran dracones o dragones.
Es posible que los romanos tomaran esta costumbre de los partos o, como Casaubón, de la Dacia, o Codín de Asiria; pero mientras los dracones romanos, como sabemos por Amiano Marcelino, eran figuras de dragones pintados de rojo en sus banderas, entre los persas y los partos eran, como las águilas romanas, figuras en relieve, por eso los romanos se equivocaban con frecuencia y los tomaban por dragones reales.
El dragón juega un papel importante en la mitología celta. Entre los celtas, como con los romanos, era la bandera nacional.
Mientras el dragón de Cymri, de influencia romana
Esparce con calma el ala sobre la bóveda de Carduel dorada207.
Las fábulas de Merlín, Nennio y Geoffry la describen de color rojo, tan diferente del dragón sajón, que era
blanco. El héroe Arturo lleva un dragón en su escudo y la tradición le ha dado la fama de imperecedero en Faene Queen. Un dragón infestó los dominios de Lludd e hizo que todos los brezos en Inglaterra resonaran con gritos cada tarde. Un dragón de enorme tamaño y aliento pestilente se escondía en una caverna en Gales, y destruyó dos comarcas con su veneno, antes de que el sagrado San Sansón lo cogiera y lo arrojase al mar.
En la caballería céltica, la palabra celta designaba a un jefe, un pendragon, una especie de dictador creado en tiempo de peligro, y como de los caballeros que mataban a un jefe en batalla se decía que mataban a un dragón, esto ayuda, indudablemente, a mantener viva la tradición popular que ve al monstruo que trajeron consigo en su emigración desde el centro ario hacia el Oeste.
La tribu de los teutones que invadieron y se asentaron en Inglaterra traía efigies de dragones en sus escudos y banderas, y esto también ilustraba las enseñas de varias tribus germánicas208. También sabemos que el propio Thor fue un matadragones209 y que tanto Sigfrido como Beowulf se ocupaban de lo mismo en la canción de los Nibelungos y en la épica que lleva el nombre del último210. Los Berserkers no sólo denominaban dragones a sus barcos, sino que además llevaban en la proa la figura de la cabeza de un dragón; una moda que rige en la actualidad entre los chinos, que celebran anualmente una fiesta del barco-dragón, en la que unos barcos largos con forma de serpiente, con un feroz dragón en la proa, toman parte en carreras y en desfiles de barcos de canalete.
Tan arraigadas estaban las leyendas populares sobre dragones, que nos encontramos historias sobre ellos que han ido pasando a través de la literatura de la Edad Media, y como en los héroes de antaño, los santos cristianos ganaban su principal renombre por las proezas ante dragones. Así, entre los matadragones211 podemos encontrar a:
1. San Felipe el apóstol aniquiló a un dragón enorme en Hirápolis, Frigia.
2. Santa Marta mató al terrible dragón llamado Tarasque en Aquisgrán.
3. San Florencio mató un dragón similar que frecuentaba el Loira.
4. San Cado, San Maudet y San Pablo lograron similares hazañas en Bretaña.
5. San Keyne de Cornualles acabó con un dragón.
6. San Miguel, San Jorge, Santa Margarita, el Papa Silvestre, San Sansón, el arzobispo de Dol, Donato (siglo IV), y San Clemente de Metz mataron dragones.
7. San Román de Rouen terminó con la vida del terrorífico dragón llamado La Gargouille, que hacía estragos en el Sena.
Además, los restos fósiles de animales descubiertos de cuando en cuando, y ahora relegados a su verdadera posición en la serie zoológica, se suponía que eran los genuinos restos, bien de dragones bien de gigantes, según las tendencias de cada individuo que se pronuncie al respecto: en el presente, muchos de los grandes huesos fósiles de animales extinguidos de todas clases, en China, son atribuidos a dragones y constituyen un importante grupo en la farmacopea china (véase el extracto sobre huesos de dragón del Pen-tsaou-kang-mu, en las páginas 244-246).
El grabado adjunta del esqueleto de un iguanodonte, encontrado en una mina de carbón de Bernissant, ilustra perfectamente la posición de semierección que adoptaba el dragón de la fábula.
Entre las últimas creencias supervivientes de esta naturaleza se puede citar el dragón de Wantley (Wharncliffe, Yorkshire), al que dio muerte More, de More Hall. Él se hizo con una armadura adornada con clavos y, dirigiéndose a la fuente donde el dragón tenía su cubil, le dio una patada en la boca, único sitio en el que era vulnerable. El gusano de Lambton es otro ejemplo.
Las explicaciones que los mitólogos han intentado sobre estas leyendas, basadas en suposiciones de que los dragones de los que tratan son simplemente símbolos de fenómenos naturales, son muy ingeniosas, y quizá en muchos casos suficientes, pero no afectan, como ya he apuntado, a la creencia primitiva y conservadora en su existencia previa como una realidad.
De esta forma, el autor de British Goblins sugiere que para el prototipo del dragón rojo, que frecuentaba las cavernas y guardaba tesoros en Gales, debemos echar un vistazo a las cavernas de la vieja fábula aria, y saca como consecuencia los dragones que expulsan fuego de la tradición moderna del reluciente martillo de Tor y la lanza brillante de Odín.
Las historias de damas custodiadas por dragones tienen su explicación si se supone212 que las damas estaban recluidas en la parte segura de un castillo feudal, rodeado de muros que el aventurero tenía que escalar para conseguir el acceso a la dama; cuando había dos muros, los autores de romances decían que el asaltante vencía a dos dragones, y así sucesivamente. San Román, cuando libró a la ciudad de Rouen del dragón que vivía en el Sena, simplemente protegió a la ciudad de exceso de líquido, igual que de Apolo (el Sol) se decía que destruyó la serpiente Pitón o, en otras palabras, secó las aguas. Y el doctor Percy supone que el dragón de Wantley fue un apoderado pícaro y demasiado grande para su edad, que defraudaba a algunos niños de su hacienda, pero fue obligado a restituir a través de un caballero llamado Mores, que fue contra él preparado con las "armas de la ley", hasta que el apoderado murió de vejación.
Más aún, nuestros tiranos, conocidos como "dragones", se llamaban así porque iban armados con dragones, esto es, con pequeños mosquetes que escupían fuego como los dragones y tenían la cabeza de un dragón en la boca del arma.
Este caprichoso artilugio se da también entre los chinos, pues un jesuita, que acompañó al emperador de la China en un viaje al oeste de Tartaria en 1683, dice: "Ésta fue la razón de su venida a su país con tal arma y semejante preparación militar; mandó traer varios ejemplares de cañones para que fueran descargados de cuando en cuando en los valles, con el propósito de que el ruido y el fuego, al salir de la boca de los dragones, con los que había adornado los cañones, esparcieran el terror por doquier."
Aunque los dragones han sido totalmente desterrados de todas las obras modernas sobre historia natural, todavía se consideran bastante ortodoxos hasta un poco antes de la época de Cuvier; ejemplares sin duda fabricados ingeniosamente, como la sirena de Barnum, se exhibían en los museos y los viajeros a veces se los llevaban de vuelta, como si fueran historias auténticas de su existencia, fábulas que han ido filtrándose a través del tiempo y las naciones hasta encontrar un hogar en un pueblo tan remoto de su punto de partida como para borrar totalmente su paso y su origen.
Por ejemplo, Pigafetta, en un relato del reino del Congo213, "reunió los discursos de E. Lopes, un portugués", hablando de la provincia de Bemba, que define cómo "en la costa marina del río Ambrize hasta el río Coanza hacia el sur", dice de serpientes, "hay también otras criaturas que, siendo grandes como ramas, tienen alas como dragones, con cola larga, mandíbulas enormes y varias hileras de dientes, y se alimentan de carne cruda y son de color verde y azul con la piel pintada como escamas, y tienen sólo dos pies214. Los negros paganos solían venerarlas como a dioses, y aún hoy se pueden ver algunas que son conservadas como prodigios. Y como son muy raras, los jefes las conservan curiosamente y permiten que la gente las adore, y atienden a sus rogativas debido a los dones y oblaciones que la gente les ofrece".
Y John Barbot, agente general de la Compañía Real de África, en su descripción de las costas de Guinea del sur215: "Algunos negros me aseguraron que ellas (esto es, las serpientes) medían nueve metros. También me dijeron que había serpientes aladas o dragones que tenían la cola en horquilla y una escalofriante anchura de boca, llena de dientes afilados, extremadamente malignos para los humanos y más concretamente para los niños. Si creemos este cuento de los negros, son de la misma clase que las serpientes aladas que algunos autores dicen que encontraron en Abisinia, que eran fuertes enemigos de los elefantes. Algunas de estas serpientes se han podido ver en los alrededores del río Senegal y son adornadas y veneradas como lo son las serpientes en Wida o Fida, es decir, de un modo más religioso."
Ulises Aldrovandi216, que publicó un extenso libro sobre serpientes y dragones, totalmente convencido de la existencia de estos últimos, ofrece dos grabados de madera de un ejemplar que él declara haber recibido en el año 1551, de un verdadero dragón etíope seco.
Lo describe diciendo que tenía dos patas armadas con garras y dos orejas con cinco tubérculos prominentes y llamativos por detrás. Todo él estaba adornado de verde y escamas oscuras. Por encima llevaba alas preparadas para volar y tenía un cola flexible y larga de color amarillento, del mismo brillo que el vientre y la garganta. La boca estaba provista de dientes afilados, la parte inferior de la cabeza, hacia las orejas, la pupila del ojo, negra con tono ámbar alrededor, y dos orificios nasales abiertos.
Él critica a Amiano Marcelino por no creer en los dragones alados y declara, para justificar su censura, que ha oído, de boca de hombres de confianza, que en una zona del territorio de Pistora llamada Cotone se vio un enorme dragón cuyas alas estaban entretejidas con tendones de un codo de largo y eran de considerable anchura; esta bestia poseía también dos pies cortos provistos de garras como las de un águila. El animal entero estaba cubierto de escamas. El hueco de la boca estaba provisto con dientes grandes, dos orejas, y era tan grande como un oso peludo. Aldrovandi sostiene su argumento con citas de clásicos y con referencias a autores más recientes. Cita a Isidoro, quien afirmó que las serpientes aladas de Arabia se llamaban Sirenas, y cuyo veneno era tan efectivo que tras el mordisco llegaba la muerte antes que el dolor; esto confirma la narración de Solino.
Cita a Gesner diciendo que en 1543 supo que apareció en Estiria una especie de dragón, dentro de los confines de Alemania, que tenía patas como los lagartos y alas del estilo de un murciélago, con una mortífera mordedura, y dice que estas afirmaciones están confirmadas de mano de Froschonerus en su obra sobre Estiria (idque Froschone-rus ex Bibliophila Stirio narrabat). Clasifica a los dragones (a los que considera esencialmente animales alados) en ápodos o con dos o cuatro patas.
Se refiere a una descripción de Escalígero217 de una especie de serpientes de un metro y medio de largo y gruesas como el brazo de un hombre, con alas cartilaginosas que penden de los lados. También menciona una narración de Brodeo, referente a un dragón alado que un campesino mató con un azadón cerca de Sanctones, y se lo llevó a Francis, el invencible rey de los galos, al que afirmaron ver muchos hombres de probada reputación, quienes pensaban que había emigrado de regiones ultramarinas con la ayuda del viento.
Cardano218 declara que mientras vivió en París, vio cinco dragones alados en el Museo William; eran bípedos y estaban dotados de unas alas tan finas que apenas podrían volar con ellas. Cardano dudaba si estaban fabricadas, pues las habían enviado en vasijas en diferentes momentos y todas presentaban la misma forma característica. Bellonio asegura que vio cadáveres de dragones alados, cuidadosamente preparados, que él consideró que eran de la misma clase que aquellos que volaban de Arabia a Egipto; eran gruesos de vientre, tenían dos patas y dos alas, como un murciélago y cola de serpiente.
Habría sido inútil multiplicar los ejemplos de historias, sin duda fábulas, que se daban en la época medieval, y, por tanto sólo añadiré dos de aquellos que, aunque poco conocidos, son posiblemente, muestras válidas del total. Es divertido encontrar cómo historias de la huida de Simbad desde el valle de los Diamantes reaparecen en Europa durante la Edad Media, sustituyendo el dragón por la roca. Atanasio Kircher, en el Mundus Subterraneus, cuenta la historia de un hombre de Lucerna que, vagando por el monte Pilato, se precipitó en una cueva sin salida y, al buscarla, descubrió la guarida de dos dragones que dieron más muestra de ternura de lo esperable. Sin recibir daño alguno por parte de ellos, se quedó los seis meses de invierno, sin otro sustento que el que se extraía al lamer la humedad de la roca, en lo cual basa su siguiente ejemplo: Al saber que los dragones se preparaban para volar al exterior con la llegada de la primavera, estirando y desplegando sus alas, se sujetó con su cinto a la cola de uno de ellos y así es como salió al mundo exterior, donde, desgraciadamente, la vuelta a la dieta a la que se había deshabituado después de tanto tiempo, lo mató. Sin embargo, en memoria del hecho, legó sus bienes a la Iglesia y se erigió un monumento ilustrativo de su huida en el Colegio Eclesiástico de San Leodegario, en Lucerna. El propio Kircher lo vio y fue aceptado como prueba irrefutable de la historia.
Otra historia es un relato ofrecido también por A. Kircher219, sobre una lucha entre un dragón y un caballero llamado Gozione, en la isla de Rodas, en el año 1349 d.C. Describe a este monstruo con el volumen de un caballo o un buey, con el cuello largo y la cabeza de serpiente —con las orejas de un mulo—, la ancha abertura de la boca provista de dientes afilados, ojos chispeantes como si echasen fuego, cuatro patas con garras como un oso, una cola como la de un cocodrilo y el cuerpo entero cubierto de duras escamas. Tenía dos alas, azules por arriba, pero de color de sangre, y amarillas por debajo; era más rápido que un caballo y avanzaba parte volando, parte corriendo. El caballero, al ser solicitado por el magistrado jefe, se retiró al campo y construyó una imitación de dragón de papel y estopa, y compró un corcel y dos valerosos perros ingleses; ordenó a los esclavos que castañetearan los dientes y que enroscaran la cola ayudándose con cuerdas, mientras él incitaba al caballo y a los perros al ataque. Tras practicar durante dos meses, los perros apenas podían mantener su ferocidad con sólo ver una imagen. Entonces partió hacia Rodas y, después de ofrecer promesas solemnes a la iglesia de San Esteban, restauró la cueva, instruyó a sus esclavos para que, desde una roca elevada, fueran testigos del combate y se apresurasen con los remedios, si, tras haber dado muerte al dragón, lo derrotaban las exhalaciones venenosas, o para ponerse a salvo, caso de resultar él muerto. A entrar a su cubil, provocó a la bestia con gritos y chillidos, y luego esperó fuera. El dragón apareció atraído ante la expectación de un presa fácil y lo atacó, corriendo y volando; el caballero hizo añicos su lanza en cuanto tocó el cuerpo escamoso y saltando del caballo continuó luchando con la espada y el escudo. El dragón se levantó sobre sus patas traseras, intentando agarrar al caballero con las delanteras, dándole así una oportunidad de golpearlo en las partes más blandas del cuello. Al final los dos cayeron juntos, el caballero exhausto por la fatiga del combate o por las exhalaciones mefíticas. Los esclavos, siguiendo instrucciones, fueron rápidamente hacia allí, quitaron al dragón de encima de su señor y le dieron agua en sus gorras para reanimarlo, tras lo cual montó su caballo y volvió triunfante a la ciudad, donde fue recibido al principio desagradecidamente, pero luego lo recompensaron con el más alto rango, magistrado de la provincia220.
Kircher creía piadosamente en los dragones. Dice: "Puesto que los animales de este tipo en su mayoría buscan sus guaridas y lugares de sustento en cavernas subterráneas, he considerado propio incluirlos bajo el título de bestias subterráneas. Sé perfectamente que los autores distinguían dos clases de este animal: con y sin alas. Tampoco ninguno de ellos puede o debe dudar refiriéndose al segundo, a menos que caiga en contradicción con las Sagradas Escrituras, pues no sería piadoso decirlo, ya que Daniel hace mención de la adoración divina que los babilonios otorgaban al dragón Bel, y por la mención del dragón que se hace en otras partes de las Sagradas Escrituras."
Harris, en su Collection of Voyages221, ofrece un singular resumen. Dice: "Tenemos en un autor antiguo una narración muy larga sobre el apresamiento de un dragón en las fronteras de Etiopía que medía treinta y cinco metros y que llevó Tolomeo Filadelfio, por lo que fue generosamente recompensado por haber corrido el riesgo de capturar la bestia. Diodoro de Sicilia, libro III... Tan terribles como éstos eran los monstruos de la misma especie que escasean en la India, con respecto a los cuales San Ambrosio222 nos dice que se vieron dragones en la vecindad del Ganges de cerca de setenta codos de largo. Era uno de este tamaño el que vieron Alejandro y su ejército en una cueva, donde sus habitantes lo alimentaban, bien por reverencia, bien por curiosidad, y cuando los macedonios vieron sus centelleantes ojos por primera vez y su terrible siseo, quedaron fuertemente impresionados, pero a pesar de todo su coraje, no dejaron de asustarse ante tan horrendo espectáculo223. El dragón no es más que una serpiente de un tamaño enorme, y antiguamente distinguían tres clases de ellos en la India; por ejemplo, el que fue hallado en las montañas, el que se criaba en las cuevas o en las llanuras y el que se encontró en pantanos y ciénagas.
El primero es el más grande de los tres y está cubierto de escamas tan resplandecientes como el oro pulido224. Éstos tienen una especie de barba que les cuelga de la mandíbula inferior, las cejas grandes y perfectamente arqueadas; su aspecto es el más espantoso que se pueda imaginar y chillan fuerte y estrepitosamente225; las crestas son de un amarillo brillante y tienen una protuberancia en la cabeza de color de brasas.
Los de la llanura no difieren del anterior en nada excepto en que tienen las escamas de color plata226, y frecuentan ríos, cosa que los primeros no hacen nunca.
Los que habitan ciénagas y pantanos son de color oscuro, casi negro; se mueven lentamente, no tienen cresta ni nada en la cabeza227. Estrabón dice que el representarlos con alas es por efecto de fantasías, y totalmente opuesto a la verdad, pero otros naturalistas y viajeros, tanto antiguos como actuales, afirman que hay algunos de esta especie que son alados228. Plinio dice que su mordedura no es venenosa; otros autores lo niegan. Plinio da una larga lista de propiedades medicinales y mágicas que él sitúa en la piel, carne, huesos, ojos y dientes del dragón, así como una cabeza muy valiosa. 'Colgaron delante de la entrada de la madriguera del dragón una tela floreada de oro para atraer la mirada de la bestia, y con el sonido de una suave musiquilla lo arrullaron hasta que se durmió y entonces le cortaron la cabeza.' “
No encuentro la afirmación de Harris en Diodoro de Sicilia, el autor citado, pero está la descripción muy circunstancial de una serpiente de trece metros de largo, que fue capturada viva por medio de una estratagema, al principio por la fuerza, dando como resultado la muerte de varios miembros de la expedición. La llevó Ptolomeo II a Alejandría, donde fue colocada en una cámara apta para su exhibición, y se convirtió en un objeto de admiración general. Diodoro dice: "Cuando tan enorme serpiente se expuso a la vista de todos, a los etíopes no les quedó más alternativa que dar crédito a lo que veían, o si no sus afirmaciones serían tomadas como fábulas, pues dicen que han visto en su país serpientes tan grandes que pueden, no sólo engullir ganado y otras bestias de ese tamaño, sino que también pueden luchar con un elefante, envolviendo sus miembros tan fuertemente con los anillos de su cola que lo inmovilizan totalmente, apoyan el cuello debajo de la trompa del elefante y dirigen la cabeza contra los ojos del animal; una vez destruida la vista con rayos deslumbrantes, lo arrojan al suelo; una vez hecho lo cual, lo destazan."
En una narración del castillo de Fahender, antiguamente uno de los castillos más importantes de Fars, se cuenta: "Tal es el fundamento histórico de una opinión generalmente extendida, que los nichos subterráneos de este desierto edificio están aún repletos de riquezas. No se ha olvidado el talismán, y la tradición añade otro guardián del depósito anterior, un dragón o serpiente alada; está sentado protegiendo siempre el tesoro del que no se puede disfrutar."
Examinaré, en otra ocasión, cuál es el alcance de esas figuras con relación a las ideas persas de los dragones y serpientes aladas, el azhdaha (dragón) y már (serpiente), que, como muchos poetas relatan, son constantes guardianes de todos los tesoros subterráneos ganj (tesoro).
La már, por lo menos, puede ser considerada la misma serpiente que guarda la fruta dorada del jardín de las Hespérides.
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