viernes, 29 de marzo de 2019

El Tao de los caballos

El príncipe de Zhao tenía una pasión desmesurada por las carreras de carros. Durante
años, había tomado lecciones con su cochero, que era un maestro auriga de fama.
Pero cada vez que el príncipe competía contra él, llegaba el último, aun cuando
hubiese elegido para su tiro a los mejores corceles de sus caballerizas. Un día en el
que perdió una vez más ante toda su corte reunida, el señor bajó furibundo de su carro
y le dijo a su cochero:
—Te he ofrecido vestidos de brocado, piedras preciosas, jades de un valor
incalculable a cambio de tus servicios. ¡Pero tú, ingrato, todavía no me has enseñado
todos tus secretos!
—Majestad, no todo se puede comprar. No puedo venderos el Tao de los caballos.
—¿Qué quieres decir?
—Un buen cochero debe hacer el vacío en su mente para unirse con el soplo de
sus corceles. Cuando vais en cabeza, teméis que os adelante. Cuando vais detrás de
mí, no pensáis más que en adelantarme. Vuestra mente está siempre concentrada en
mí. ¿Cómo queréis, entonces, haceros uno con vuestros caballos, estar en armonía
con su Tao?

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