Hun-Hunahpú tuvo y crió dos hijos: Hunbatz era el nombre del primero
y Hunchouén el del segundo. El nombre de la madre de éstos era
Ixbaquiyalo; así llamaban a la mujer de Hun-Hunahpú (...). Estos dos
seres fueron dotados de grandes sentimientos, y por eso poseían gran
sabiduría; eran adivinos de la suerte aquí en la Tierra, y sólo cosas buenas
poseían y las ofrendaban también. Y ellos les transmitieron su ciencia
y sabiduría a Hunbatz y Hunchouén, hijos de Hun-Hunahpú, y les
enseñaron a cantores, oradores, joyeros, escritores, cinceladores, entalladores
en piedras preciosas y en metales; eso les enseñaron a Hunbatz
y Hunchouén.
Pero Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú solamente se engalanaban
para jugar todos los días y aunque eran solamente dos se enfrentaron
como si fueran cuatro, que llegaban a reunirse [generalmente] en el
juego de pelota. Llegó entonces a verlos jugar el cuervo, uno de lo mensajeros
de Huracán, Chipi-Caculhá, Raxá- Caculhá, y como no estaba
la Tierra tan lejos del reino de los muertos, el cuervo llegaba luego al
cielo donde estaba Huracán. Y mientras ellos estaban aquí en la Tierra,
se murió la madre de Hunbatz y Hunchouén.
Entonces tomaron el camino de Xibalba (el inframundo), donde
[Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú] estaban jugando a la pelota, cuando
fueron notados por Hun-Camé y Vucub-Camé, padres y soberanos del
inframundo.
-¿Y qué hacen sobre la Tierra, donde producen solamente ruido y
están siempre inquietos? Que vayan a verlos, que los traigan y que jueguen
aquí a la pelota, para que nosotros los venzamos. En verdad, ya
no somos obedecidos por ellos; ya no tienen respeto ni reverencia por
nuestro ser, y no hacen más que combatir sobre nuestras cabezas -dijeron
todos a una voz los del inframundo. Entonces tomaron sus pareceres
a todos ellos...
Luego aparecieron los mensajeros de Hun-Camé y Vucub-Camé,
los que serían enviados para que llamasen a Hun-Hunahpú y Vucub-
Hunahpú, debiéndoles decir al llegar junto a ellos:
-Dicen los señores [del inframundo] que vayan ustedes allá, que
jugarán con ellos a la pelota... Que traigan sus bandas para la cara, sus
cueros para la cadera, y guantes; que traigan también sus pelotas de
goma -dicen los señores-. Así les dirán cuando lleguen -les fue dicho a
los demandaderos. Ahora bien, estos demandaderos eran búhos: Flecha
de Búho, Piedra de Búho, Guacamaya Búho y Cabeza de Búho; así se
llamaban los mensajeros del inframundo. Flecha de Búho era rápido
como una flecha; Piedra de Búho no tenía, por naturaleza, más que una
pierna; Guacamaya Búho tenía alas color de fuego; y, en fin, Cabeza
de Búho sólo era cabeza, no tenía piernas sino solamente alas. Cuatro
eran, pues, los mensajeros de los señores del inframundo.
Entonces vinieron éstos y se posaron sobre el juego de pelota donde
jugaban Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú y que llamaban Nim-Xob
Carchah. Bajaron entonces los búhos sobre el juego de pelota con toda
agilidad y dieron su recado; y de esta manera comunicaron el mandato
que traían de Hun-Camé, Vucub-Camé, Ahalpuh y Ahalganá, Chamiabac
y Chamiaholon, Xiquiripat, Cuchumaquic, Ahalmez, Ahaltogob,
Xic y Patán -éstos son los nombres de los señores [del inframundo], de
quienes traían recado los búhos.
-¿Ciertamente, es así como dicen Hun-Camé y Vucub-Camé? ¿Es
cierto que les dijeron que nosotros les acompañásemos?
-Que traigan todos sus objetos de juego -dijeron los señores.
-Está bien, solamente espérennos, vamos a despedimos de nuestra
madre -le dijeron [Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú],
Fuéronse, pues, a su casa y dijeron a su madre, porque su padre
había muerto ya:
-Han venido los mensajeros del inframundo por nosotros. Que vayamos
nos dijeron, así nos mandaron decir [los señores], Pero quedará
un testigo de nuestra existencia, estas pelotas -agregaron ellos. Luego,
las pusieron en un hueco arriba de sus casas. Entonces dijeron:
-Madre nuestra, después las bajaremos para volver a jugar con ellas.
En cuanto a vos, ocupaos de que canten, oren, escriban y cincelen.
Calentad nuestras casas y mantened el calor en el corazón de nuestra
abuela.
Así dijeron a Hunbatz y a Hunchouén. Enseguida se despidieron de
su madre, e Ixmucané lloraba.
-Nos vamos, no estéis tristes, porque todavía no hemos muerto -les
dijeron entonces, cuando partieron Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú.
Después de esto se fueron, tomando el camino que les señalaron los
mensajeros del inframundo, y llegaron a un camino bajo tierra, muy
quebrado, lleno de hoyos, que bajaba hacia donde se encontraba Xibalba.
Descendieron, pues, hallando al llegar a un río las aberturas de dos
barrancos que se denominaban Nu zivan cul y Cuzivan y los pasaron.
Llegaron después a otro río que tenía dentro muchas pozas de diferentes
tamaños y también lo pasaron y nada les aconteció. Llegaron después
a la orilla de un río de sangre y lo pasaron porque no bebieron de él.
Después llegaron a otro río y tampoco perecieron al atravesarlo. Luego
llegaron al encuentro de cuatro caminos y solo allí se consideraban
perdidos, entre estos cuatro diferentes caminos. Uno de los caminos era
colorado; otro era negro; otro era blanco, y el otro amarillo. El camino
negro habló entonces: «Yo soy el camino del [señor del inframundo]»,
les dijo éste. Allí fue donde se perdieron; tomaron ese camino para llegar
donde estaba la residencia cubierta de esteras del señor del inframundo,
y allí fue donde encontraron su primera perdición.
[La prueba] que hallaron primero allí adentro consistía en que había
solamente muñecos de madera adornados por los de Xibalba. Al verlos
los saludaron:
-¡Salud, Hun-Camé! -les dijeron a los muñecos.
-¡Salud, Vucub-Camé! -les dijeron otra vez a los que estaban hechos
de madera. Pero éstos no les pudieron contestar. Entonces los moradores
del inframundo se rieron a carcajadas. Se desternillaban todos
de pura risa, porque los habían engañado en sus corazones; y perdidos
como estaban Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú se reían también. Entonces
les hablaron Hun-Camé y Vucub-Camé:
-Bueno está que hayáis venido; mañana os pondréis vuestras bandas
de la cara, vuestros cueros para las caderas y vuestros guantes -así les
dijeron-: Sentaos en vuestros bancos -les dijeron. Pero los bancos que
les ofrecían solamente eran piedras calientes, y se quemaron en ellas al
sentarse y la quemada los hacía revolverse sin encontrar alivio, y queriendo
levantarse no mitigaban su dolor y se quemaron sus asentaderas.
Entonces se rieron los de Xibalba; se morían de risa como gentes que
tuvieran calambres en el corazón; así se reían entre ellos mismos; hasta
los huesos se les movían de tanto reírse, a todos los señores de Xibalba.
»Entrad en la casa pero quedaos dentro, ya os mandaremos vuestros
ocotes y vuestros cigarros, allí donde vais a morir -les dijeron fa Hun-
Hunahpú y Vucub-Hunahpú]. Entonces los hicieron entrar en la «casa
de la oscuridad», donde había solamente tinieblas. Mientras tanto los
de Xibalba tomaban sus disposiciones. «Mañana los sacrificaremos,
luego se irán muriendo por las prendas de juego de pelota», pensaban
entre sí los de Xibalba. Pero el ocote que habían dado [a los hermanos]
era una flecha redonda de pino blanco; «el pedernal blanco» se llama
el ocote del inframundo. Cuando Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú entraron
en la «casa de la oscuridad» se les dieron sus astillas de ocote,
a cada uno de ellos encendida, que les enviaron Hun-Camé y Vucub-
Camé; y a cada uno su cigarro, igualmente encendido, que les enviaban
los señores...
-Cuando amanezca vendrán a recogerlos, pero guardaos muy bien
de usarlos, pues los habéis de entregar como los habéis recibido. Así lo
mandan a decir los señores -así les dijeron; así fue igualmente como
quedaron vencidos. Se les acabó el ocote y se les terminaron los cigarros
que les habían dejado.
Grandes y numerosos eran los lugares de prueba y de tormento que
había en el inframundo; el primero de estos lugares de suplicio era la
«casa de la oscuridad», pues allí sólo había tinieblas. El segundo era
la «casa del frío», como la llamaban, donde la temperatura era muy
baja y soplaba un fuerte viento que producía un frío inaguantable en el
interior. El tercero se llamaba la «casa de los tigres», y dentro de ella
solamente había tigres que rugían y destrozaban con las garras como
verdaderos tigres que estuvieran encerrados. El cuarto de los lugares
de tormento lo denominaban la «casa de los murciélagos». Dentro de
ella sólo había murciélagos que gritaban chillaban y revoloteaban en
ella, como si estuvieran acorralados, pues no tenían por donde salir.
El quinto era el que llamaban «casa de los pedernales», donde no había
más que guerreros, vencedores que alternativamente peleaban con
sus lanzas y reposaban. Tales eran los lugares de tormento en el inframundo;
pero Hun-Hunahpú y Vucub. Hunahpú no llegaron a ellos [con
excepción del primero], pues solamente les hablaron de estas cosas indicándoles
los nombres de ellas.
[A la mañana siguiente] Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú llegaron
a la presencia de Hun-Camé y Vucub-Camé quienes les preguntaron:
-¿Dónde están los cigarros y dónde el ocote que os mandamos dejar
por la noche?
-Los acabamos, señores -les contestaron.
-Está muy bien. Ahora, pues, han terminado vuestros días y moriréis.
Os haremos desaparecer, se os despedazará el pecho y vuestro
recuerdo permanecerá enterrado en estos lugares. Seréis sacrificados
-dijeron Hun-Camé y Vucub-Camé.
Entonces los sacrificaron y enterraron en el lugar llamado basurero.
Se cortó primero la cabeza de Hun-Hunahpú y el cuerpo del mayor de
edad fue enterrado con el de su hermano.
-Vayan a colocar sus cabezas en las ramas de un árbol que está
sembrado en medio camino -ordenaron Hun-Camé y Vucub-Camé. Y
fueron a dejar las cabezas entre las ramas del árbol, y entonces el árbol
fructificó, dando frutos que no había producido antes de que fuese
colocada la cabeza de Hun-Hunahpú. [Este árbol], el árbol que da las
cabezas, se llama aún hoy en día «cabeza de Hun-Hunahpú».
Luego se asombraron Hun-Camé y Vucub-Camé de que el árbol hubiese
fructificado; pero la cabeza de Hun-Hunahpú había desaparecido,
puesto que se confundió con los frutos del árbol de calabazas. Esto fue
lo que vieron los de Xibalba cuando llegaron a verlas. Gran importancia
adquirió en sus corazones aquel árbol, a consecuencia de lo que
había acontecido cuando colocaron entre sus ramas la cabeza de Hun-
Hunahpú. Los de Xibalba dijeron al reunirse: «Que nadie venga a coger
de sus frutos, y que ninguno se coloque bajo este árbol». Así fue dicho
después, a cada uno de los de Xibalba, cuando llegaron a reunirse.
Ya no apareció la cabeza de Hun-Hunahpú en ese árbol porque se
había identificado con los frutos del mismo. Entonces una doncella llamada
Ixquic tuvo noticias de aquel gran suceso..., hija de un señor [del
inframundo] llamado Cuchumaquic. Y cuando ella oyó la historia de
los frutos de este árbol, la cual le fue contada por su padre, se maravilló
también mucho de esta relación.
-¿Por qué no vamos a ver ese árbol de que se habla, que ciertamente
dicen que sus frutos son muy sabrosos, según oí? -dijo ella.
Enseguida fue sola y llegó bajo el árbol, que se hallaba sembrado
por donde estaba el basurero.
-¡Ah! ¿Qué fruto es ese que produce ese árbol? ¿Tiene algún sabor
su fruto? ¿No podré coger uno? ¿Me pasará alguna cosa? -decía la
doncella.
Entonces habló la calavera que estaba entre las ramas del árbol:
-¿Qué es lo que deseas? Solamente calaveras están prendidas en
las ramas del árbol -dijo la cabeza de Hun-Hunahpú, cuando habló a
la doncella. Le preguntó-: ¿Deseas de veras [tener estos frutos]? -le
preguntó.
La doncella contestó:
-Los deseo.
-Está bien, extiende tu brazo derecho para ver la mano -le dijo la
calavera.
-¡Está bien! -dijo la doncella, y extendió su mano derecha delante
de la calavera. Entonces la calavera le dejó caer saliva en la mano de la
doncella y en cuanto la vio en la palma de su mano, ésta desapareció
luego, como si no le hubiera caído saliva de la calavera en su mano.
-Esta saliva que te he arrojado sólo es señal de nuestros sufrimientos.
Estas cabezas nuestras ya no tienen nada encima, solamente son
huesos y de nada servirán ya. Así igualmente es la cabeza aun de los
más grandes señores, porque la carne es solamente la que embellece
la cara. Por eso cuando morimos asustamos a la gente, a causa de que
sólo somos una calavera. También de esta manera los hijos son como
la saliva [del padre], ya sean hijos de señores, de sabios y de oradores;
por eso no se pierden [los linajes], porque son la saliva dejada por los
señores, hombres pensadores y oradores; puesto que perduran los hijos
de aquellos antepasados. Esto mismo he hecho contigo. Ahora vete sobre
la superficie de la Tierra, porque no morirás. Atiende mis palabras
cuando llegues -le dijeron las cabezas de Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú.
Solamente la voluntad de la palabra de Huracán, Chipi-Cuculhá
y de Raxá-Cuculhá fue la que ejecutaron.
La doncella retomó a su casa después de haber oído aquello y se
apercibió de lo que le pasaba. A causa de la saliva concibió seres vivos
en su vientre; así se concibieron Hunahpú e Ixbalanqué. Al llegar la
doncella a su casa, y cuando había cumplido seis meses de embarazo se
dio cuenta su padre, que se llamaba Cuchumaquic. Enseguida su padre
observó a la joven con más atención, cuando vio que llevaba un niño en
su seno. Entonces tomaron sus pareceres los señores [del inframundo, y
especialmente] Hun-Camé y Vucub-Camé con Cuchumaquic.
-¡Esta hija mía ya está encinta, grandes señores; y verdaderamente
para su deshonor! -dijo Cuchumaquic, cuando llegó ante los señores.
-¡Está bien! Hazle abrir la boca, y si no habla, que se le dé la muerte
y que la vayan a sacrificar lejos de aquí.
-Muy bien, respetables señores -respondió él.
Entonces preguntó a su hija:
-¿Quién te engendró el hijo que llevas en el vientre, ¡oh, hija mía!?
Pero ella respondió:
-Yo no tengo hijo, ¡oh mi señor y padre!, no he conocido la cara a
ningún hombre.
El agregó:
-¡Muy bien!, tú estás deshonrada, porque ciertamente lo tienes. Llevadla
y hacedla morir, obreros de los señores de la estera, y traedme su
corazón en un vaso, y volved hoy mismo con los señores -les fue dicho
a los búhos.
Cuatro de ellos fueron a tomar el vaso y se pusieron inmediatamente
en camino, conduciendo a la joven sobre sus espaldas y llevando un
cuchillo de pedernal destinado a inmolarla.
-Vosotros no me mataréis, servidores de Xibalba, porque no es deshonra
lo que llevo en el vientre; el ser viviente que concebí sólo lo tengo
porque fui a expresar mi sentimiento ante la cabeza de Hun-Hunahpú
que está colocada por donde está el árbol. Por esa causa no debéis
sacrificarme, ¡oh servidores! -les dijo la doncella cuando les habló.
-¿Y qué pondremos en lugar de tu corazón? Tu padre nos ha dicho:
«Traedme su corazón; volveréis hacia los señores; sed formales y de
acuerdo manifestad el cumplimiento del mandato y pronto traed la
prueba de ello en un vaso». ¿No nos ha dicho así? ¿Qué pondremos,
pues, en el vaso? Sin embargo, más nos gustaría que tú no murieses
-dijeron los servidores de Xibalba.
Replicó ella:
-¡Muy bien! Este corazón no puede ser de ellos... En cuanto a
quemarlo delante de ellos, eso no será tampoco. Poned en el vaso el
producto de este árbol -agregó la joven.
Y la roja savia del árbol salió y cayó en el vaso, y allí se coaguló y
se convirtió en una bola, en reemplazo del corazón, que fue lo que se
formó entonces del líquido que brotó del árbol. Así fue como quedó el
líquido del árbol en vez de la sangre... Mientras que aquél se hacía célebre
por causa de la joven; «sangre de dragón» le dicen ahora...
-Toma tu camino, mientras nosotros vamos a poner la imagen y
semejanza de tu corazón ante los ojos de los señores -dijeron los mensajeros
[a la joven], Y cuando llegaron ante los señores, todos estaban
en una expectativa inquieta.
-¿Ha concluido eso? -les preguntó Hun-Camé.
-Hemos concluido, señores; he aquí el corazón en el fondo del vaso.
-Muy bien, lo veré -respondió Hun-Camé.
Entonces lo levantó delicadamente y el líquido ensangrentado, brillante
y de color rojo, comenzó a derramarse como sangre.
-Es bueno que avivéis el fuego y que lo pongáis encima -les dijo
Hun-Camé.
Enseguida lo pusieron en el fuego, llegando a sentir los de Xibalba
[el olor que exhalaba], se levantaron todos y se volvieron con gran
sorpresa hacia el perfume que sentían salir del humo de aquella sangre.
Mientras permanecían aturdidos con aquello que pasaba, los búhos salieron
a reunirse con la doncella en la Tierra; y cuando llegaron ante
ella se convirtieron en sus servidores. Así fueron burlados los señores
de Xibalba por esta joven, porque en todo se dejaron engañar...
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