Una legión de guerreros indios viajaba por extrañas tierras. Sufrían
los bravos de grandes hambres; y si no hubiera sido porque uno ellos
tenía una copa cuya agua nunca se agotaba, hubieran muerto todos de
sed. Mientras más bebían de la copa, más agua había en ella.
El gran poder del agua de la copa será dicho enseguida.
El dios Cin-au-av murió y todo su pueblo lo lloraba. Su hermano
poseía una copa de tan maravillosa magia, que las aguas que contenía
curaban al enfermo y levantaban al muerto.
Cin-au-av yacía muerto. Su hermano vino y lo roció del agua mágica.
Y el muerto inmediatamente se levantó, y dijo:
-¿Por qué me perturbas? Yo tenía una bella visión de montañas,
arroyos y praderas, llenas de cañas y panales de miel...
A pesar de sus palabras, Cin-au-av tomó la copa y bebió de su agua.
Cuando cesó de beber, se acabó el agua de la copa.
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