viernes, 29 de marzo de 2019

Sobre el unicornio Chino

El primer unicornio del que se tiene constancia en China habría aparecido hace cinco
mil años, para traer los secretos del lenguaje escrito con los trigramas básicos de la
filosofía china. El khi-lin, heraldo del destino, símbolo de mansedumbre y felicidad.
Esta apacible creatura es considerada señor de la lluvia y permanece escondida en las
regiones del centro de la tierra mientras reinen la guerra, la ambición y la maldad.
En Japón, el unicornio tiene una profusa crin y cuerpo de toro. Es una bestia a la
cual temen y respetan, especialmente quienes hayan cometido algún crimen.
En Arabia es conocido por sus mágicas cualidades y su eficacia contra los
escorpiones, y como signo de que llegan tiempos de abundancia y fertilidad para el
Imperio. Sin embargo, el dann (como lo denominan) es un fiero luchador capaz de
ensartar elefantes con su cuerno y, al mismo tiempo, adormecerse con el gorjeo de las
palomas. Se nutre del rocío, y los hombres saben que van a encontrarse con él porque
previamente se topan de frente con su sombra.
Cuenta la leyenda que en la ciudad de Tai Shan, provincia de Lu, China,
vivía una pareja que no podía concebir un hijo pese a sus constantes ruegos y
plegarias. Sucedió cierto día, mientras la piadosa mujer peregrinaba a la
Montaña Sagrada, que un khi-lin se le apareció en medio del camino, se
arrodilló ante ella, y de su boca brotó una gema. En ella se leían estas
inscripciones: «El hijo de la montaña de cristal, la esencia del agua,
perpetuará el reino caído de Chu y será un rey sin corona».
En ese momento se encarnó vida en el vientre de la mujer, y después de
nueve meses dio a luz a un hijo llamado Kung Fu Tse, más conocido como
Confucio. A través de sus enseñanzas, Confucio alteró el pensamiento y la
historia de la cultura china, más que ningún otro emperador, sin nunca haber
tenido un cargo en el gobierno.
Años después, mientras el filósofo escribía sus Anales de Primavera y
Otoño, uno de sus discípulos le contó que una «extraña bestia» había sido
sacrificada. Confucio pidió ser llevado inmediatamente al lugar, y apenas vio
al animal, reconoció que se trataba de un unicornio. «Es un khi-lin, la
benevolente bestia que predice nacimientos y muertes», explicó Confucio a
sus discípulos. Después de este incidente, el filósofo terminó prematuramente
su análisis y se dice nunca más escribió otra palabra.

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