miércoles, 6 de marzo de 2019

PALABRAS

Un día, un mendigo en busca de pan dedicó una plegaria a un extranjero de paso
que lo había socorrido:
«¡Oh, Dios mío! dijo, este hombre me ha dado pan. ¡En recompensa, concédele
volver a su país sin dificultades!».
El extranjero replicó:
«¡Ya he visto lo que tú llamas mi país! ¡Que Dios te dé a ti más bien la gracia de
llegar al tuyo!».
Los hombres viles envilecen la palabra. E, incluso cuando sus palabras son
elevadas, ellos las rebajan. Igual que los vestidos están cosidos para el cuerpo, lo
mismo las palabras se pronuncian para los que las oyen. Si unos hombres de corazón
vil participan en una reunión, ¡ay! ¡la palabra también resulta envilecida!

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