Un día, un mendigo llamó a la puerta de una casa y suplicó al amo del lugar que
le diese un poco de pan, aunque fuese duro.
«¿Cómo quieres que yo te encuentre pan? replicó este último. ¿Me tomas por un
panadero?
—Entonces, ofréceme un poco de gordo de carne.
—¡Esto no es tampoco una carnicería!
—Dame al menos un puñado de harina.
—¿Se parece mi casa a un molino?
—¿Entonces, un vaso de agua?
—¡Aquí no hay río!».
Así, cada petición del mendigo fue rechazada del mismo modo. Finalmente, éste
se quitó el pantalón y defecó en el umbral.
«¿Qué haces? preguntó el amo de la casa escandalizado.
—Esto es una ruina propicia a la defecación, dijo el mendigo. No hay nada que
beber y nada que comer. ¿Cómo podría nadie vivir aquí? ¡Manifiestamente, este lugar
no puede servir más que como letrina!».
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