El Sol (Etsa) y la Luna (Nantu), antiguamente eran gentes (jíbaros)
y vivían aquí abajo, en la Tierra, en la misma casa y tenían la misma
mujer. Ésta era un ave, la chotacabras, llamada Aóho por los jíbaros.
Ahora Sol estaba con Aóho, ahora Luna. Cuando Sol abrasaba a Aóho,
era muy caliente y eso gustaba a la mujer. Al contrario, cuando Luna la
abrazaba, ella sentía frío y no le agradaba.
-Tú eres muy frío -dijo a Luna-, no te quiero.
Sol se burló de Luna y le dijo:
-¿Por qué eres tan frío? Yo soy muy caliente y por eso la mujer me
quiere.
De esto se enojó Luna y se fue arriba, al cielo, trepando por un
bejuco. Al mismo tiempo sopló a Sol, de modo que éste por un momento
se oscureció y no aparecía (eclipse solar). La mujer, creyéndose
sola, dijo:
-¿Por qué voy a quedarme aquí yo sola? Yo también me voy arriba
-y se puso a trepar tras Luna al cielo por el mismo bejuco.
Ella llevaba consigo una canasta llena de barro del que las jíbaras
suelen hacer las ollas. Ya estaba Aóho cerca del cielo, cuando Luna
notó que ella le seguía.
-¿Por qué me sigues? -dijo a la mujer-. Ya no te quiero -dio un golpe
al bejuco, de modo que éste se cortó, y la mujer, junto con la canasta
de barro, cayó al suelo. El barro, por la caída, se regó por todas partes,
y en donde quedó algo de él allá principió a criar.
También Sol, más tarde, se fue al cielo, trepando por otro bejuco, pero
también allá arriba Luna siempre tiene que huir de Sol, corriendo por encima
de las montañas. Nunca pueden andar juntos y nunca se concilian.
Por eso Sol siempre se ve de día, mientras que Luna aparece de noche.
Si Sol y Luna en lugar de reñir por la posesión de la mujer, hubieran
acordado en tenerla juntos, también ahora, entre los jíbaros, dos
hombres podrían tener una mujer juntos. Mas como Sol y Luna eran
celosos uno de otro y reñían por la mujer, así también ahora los jíbaros
tienen que estar celosos unos de los otros y pelear por la posesión de
las mujeres.
Pero el barro, del que todavía las mujeres jíbaras hacen las ollas para
las fiestas, tiene su origen de la mujer Aóho, habiendo salido del alma
de ella; y en todas partes desde ahora se encuentra ese barro, y esto es
porque lo ha regado la mujer Aóho, que después se convirtió en el ave
de ese nombre.
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