domingo, 24 de marzo de 2019

El rey de la mano horadada

Huyendo de la usurpación de su reino y de la persecución implacable de su hermano
Sancho, impulsor de guerras fratricidas, el rey Alfonso, que sería con el tiempo el
sexto de su nombre, se acogió al generoso asilo del rey de Toledo, Al Mamún, que
algunos cronistas llaman Almenón.
Una tarde de verano se encontraba Al Mamún en el jardín de su quinta, de charla
con sus caballeros, sin advertir que muy cerca, oculto por unos matorrales,
descansaba su noble invitado cristiano. La conversación entre el rey árabe y sus
caballeros derivó hacia asuntos militares y bélicos, y entraron a especular sobre cuál
sería el modo de conquistar aquella inexpugnable ciudad de Toledo en que se
encontraban, y al cabo no solo expusieron todos los posibles puntos flacos de las
defensas, sino algunos planes de asedio que sin duda serían capaces de doblegar su
resistencia.
En ello estaban, cuando uno de los caballeros árabes advirtió la cercanía del
destronado rey cristiano. Alfonso parecía dormido, mas Al Mamún, que era generoso
pero no imprudente, decidió probar si tal apariencia era fingida, y de manera que
Alfonso pudiera oírlo, si es que no dormía, ordenó que le trajeran plomo fundido para
echarlo en una mano del cristiano. Así lo hicieron, y Alfonso, que ciertamente no
dormía, asistió imperturbable a todos los preparativos y solo mostró el sobresalto del
despertar cuando sintió que el plomo le abrasaba la mano, con lo que Al Mamún
quedó convencido de lo profundo de su sueño. El incidente dio origen a un romance:
El rey don Alfonso el bravo,
aquel que con gran denuedo,
al foradar de la mano,
tuvo siempre el brazo quedo.
No obstante, el doloroso suceso produjo en Alfonso un singular efecto, y fue que,
a partir de aquella tarde, cuando estaba en presencia de Al Mamún se le erizaban los
cabellos, lo que fue entendido por los agoreros del rey árabe como señal infausta, y
hubo consejeros que le exhortaron a eliminar al cristiano, a lo que no accedió.
Mientras tanto, Sancho continuaba despojando de sus reinos al resto de sus
hermanos. Quitó Galicia a García, Toro a Elvira, y estaba cercando a Zamora, que
resistía por decisión de la intrépida Urraca y sus vasallos. Con ocasión de aquel sitio
recibió Sancho la muerte a manos de Bellido Dolfos, que los narradores califican de
vil traidor o de noble justiciero, según sus simpatías sean castellanas o leonesas.
La noticia de la muerte de Sancho, y la consiguiente elección de Alfonso como
rey no solo de León sino también de Castilla, llegó a Toledo a través de mensajeros
secretos, que aconsejaron a Alfonso escapar antes de que Al Mamún lo supiese, para
prevenir que intentase convertir su hospitalidad en un cautiverio de costoso rescate.
Mas Alfonso no quiso oír tales consejos y acudió de inmediato a ver al rey árabe, a
quien informó de aquellas nuevas. Y cuentan los cronistas de esta verdadera historia
que el rey Al Mamún abrazó con mucho afecto a su huésped y que le respondió que
también él conocía aquella noticia, y que si Alfonso hubiera intentado huir a
escondidas y sin despedirse de él, hubiera encontrado la prisión, y acaso la muerte.
Alfonso y Al Mamún quedaron muy amigos, hasta el punto de que actuaron como
aliados en guerras contra otros reinos árabes, como el de Murcia, y en las conquistas
de Córdoba y Sevilla. Y solamente después de queAl Mamún hubo fallecido y sus
descendientes perdieron el reino, resolvió Alfonso asediar y conquistar Toledo,
siguiendo las lecciones que había aprendido mientras se hacía el dormido en aquel
jardín, la tarde en que le quemaron la mano con plomo.
Hay que señalar que, con ocasión de la conquista de Toledo, se produjo un
notable milagro. Conducido por san Adelelmo, que montaba en su manso pollino, el
ejército de Alfonso VI caminó sobre las aguas del río Tajo, que venían muy crecidas
y con fuerte corriente, como si de suelo firme se tratase.

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