Ha llegado el momento de describir al pavo real que se pavonea. Su único
cuidado es el de captar la atención del prójimo sin conocer siquiera la razón de esta
manera de obrar. Es como una trampa que ignora todo de la caza, pues no es más que
un instrumento y no conoce la finalidad. ¡Qué cosa tan curiosa es una trampa!
Funciona, pero no saca de ello provecho alguno.
¡Oh, hermano mío! Has reunido alrededor de ti a todos tus amigos. Has pasado
buenos ratos con ellos; ¡después los has matado! Desde que estás en el mundo, no
haces más que eso. Intentas atrapar a la gente con la trampa de la amistad. Pero nada
obtendrás de los que te rodean. Gran parte de tu vida ha pasado ya. ¡La noche está
cayendo y tú piensas aún en poner tus trampas! Capturas un animal, liberas otro. Ese
es el juego de un niño ignorante. Cuando llegue la noche, todas tus trampas estarán
vacías. Todo esto no es más que un grillete, una traba que estorba tu marcha. ¡Caes en
tu propia trampa y te privas de tus posibilidades! ¿Se ha sabido nunca de un cazador
víctima de sus propias trampas?
La única caza interesante es el amor. Pero ¿cuál es la trampa que sirve para su
captura? Más vale caer en las trampas del amor. Deja tus trampas y ve hacia las
suyas.
En ese mismo instante, el amor me desliza al oído esta verdad: «¡Más vale ser la
caza que el cazador!».
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