Un hombre descubrió en un árbol el nido de un halcón de la clase
llamada wyrohueté, y buscó a su hermano menor para que le ayudara
a sacar del nido los huevos. Los dos hermanos hicieron entonces una
especie de escalera (llamada mota) y el mayor la subió, mientras que el
menor le alcanzaba los palos para los escalones. Durante este trabajo,
algo del árbol cayó sobre la cabeza del menor, y éste pidió a la mujer
de su hermano que lo sacara de su cabello, cuando el mayor, que estaba
sobre la escalera, vio esto, se puso celoso, y aunque faltaban pocos
escalones hasta el nido, bajó e hizo terminar el resto por su hermano
menor. Cuando éste hubo terminado la escalera, el mayor también la
subió y cortó debajo de su hermano todas las lianas, con las cuales estaban
fijados los escalones. Después bajó y fue a su casa con su mujer, y
dejó sobre el árbol, cerca del nido, a su hermano menor, quien sin motá
ya no podía bajar. En el nido había un solo polluelo. Después de algún
tiempo llegó la madre y preguntó al hombre qué hacia allá arriba. Éste
contó entonces cómo había subido al árbol por el halconcito y cómo
había sido abandonado en esta situación por su hermano. Entonces le
preguntó la halcona:
-¿Quieres educar a mi hija?
El hombre dijo que sí, y la madre le entregó un mono que hubfu
cazado, para que lo pelara para el polluelo. Después de un rato llegó
volando también el halcón, trayendo un gran mono aullador. A ése también
el hombre contó su historia, y el ave le enseñó, ante todo, cómo
debía pelar el mono aullador, pues tardaba bastante con éste. Después
le preguntó si no quería ser también un wyrohueté, y el hombre se declaró
conforme. Entonces, el halcón se fue y volvió al poco rato con
algunos compañeros. De a dos y de a tres llegaron muchos halcones de
diferentes especies, hasta que estuvo reunida una gran cantidad. Sentándose
alrededor del hombre, empezaron con sus canciones. Entonces
le crecieron al hombre plumas y uñas, y se transformó en wyrohueté.
Después probó volar; al principio no podía, pero los otros halcones le
ayudaron y así lo aprendió.
Las aves resolvieron entonces matar al hermano de su nuevo compañero
y se lo comunicaron. En el pueblo de los dos hermanos había
justamente una fiesta, y el hermano mayor estaba sentado delante de su
choza y se pintó para el baile. Entonces apareció el menor en forma de
un pequeño halcón y se sentó cerca de él. La gente del pueblo gritó entonces
al mayor que matara el pájaro, pues era conocido como el mejor
tirador del arco. Éste, entonces, trajo de la choza sus armas y tiró una
flecha al halcón, pero el ave se levantó y la flecha pasó por debajo de
ella. Lo mismo sucedió con una segunda flecha, y entonces el pequeño
halcón se sentó muy cerca, delante del hombre. Éste, rabiando, tiró por
la tercera vez, y cuando hubo errado también este flechazo, el ave se
acercó al tirador, volando, y le agarró con sus uñas del cabello. Transformado
en el mismo momento en un gigantesco wyrohueté, lo levantó
por el aire. Enseguida cayó una gran cantidad de aves de rapiña sobre el
hombre y lo devoraron; sus huesos solamente caían al suelo.
El hermano menor tenía ahora el poder de trocarse a su gusto, ya
en hombre, ya en un wyrohueté. Entonces los halcones lo mandaron a
buscar también a sus padres. Llegó en forma humana a su pueblo, pero
cuando la gente lo vio aparecer, después de tanto tiempo, se asustó, y
dijo si no había llegado en camino del Azán. El hombre, entonces, invitó
a sus padres a entrar junto con él en una casa y a bailar. Invitó también
a otros habitantes del pueblo pero no quisieron venir. Mientras que
se bailó en la casa, ésta se levantó del suelo y subió con los danzantes
por el aire. Los puebleros entonces acudían y querían retener a los que
se fueron; los curanderos fumaron sus pipas y echaron el humo alto al
aire, pero no consiguieron nada.
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