sábado, 16 de marzo de 2019

El origen de los buitres

El chom es un ave que sólo se alimenta de inmundicias. Tiene la cabeza
pelada, oscuro y áspero el plumaje, y puede dejar calvo al hombre
a quien ensucie en el cabello. Hasta los árboles que escoge para cobijarse
se marchitan y mueren pronto. Todo esto se debe a un castigo que
antaño le impusieron los dioses por su glotonería. La leyenda cuenta el
suceso de la manera siguiente:
Hace muchos años, en el palacio real de Uxmal se celebraba una
fiesta en honor del dios bueno que da la vida. El rey quería que todo
se hiciese con magnificencia: invitó a los más poderosos príncipes a
un espléndido banquete en la terraza de su palacio y encargó los más
exquisitos platos.
Cuando los servidores estaban ocupados en los preparativos un
pájaro chom que volaba por encima del palacio divisó los excelentes
manjares. Su gula se despertó al momento; pero, no atreviéndose a acometerlos
él solo, fue a avisar a algunos de sus compañeros. Se dice que
desde entonces el chom nunca vuela solo, por si vuelve a presentarse
ocasión semejante. Acecharon desde la altura, buscando un momento
propicio, y, cuando los servidores se marcharon en busca de nuevos
manjares, se abalanzaron sobre los que ya estaban preparados, devorándolos
ansiosamente. El rey y su séquito los sorprendieron en el festín, y
aunque los arqueros reales quisieron alcanzarlos con sus flechas, consiguieron
huir, perdiendo solamente algunas de sus plumas.
El colérico rey exigía una venganza y mandó a los sacerdotes que
consultasen con los dioses la manera de castigar a los sacrilegos. Al
cabo de tres días, los sacerdotes habían obtenido las indicaciones necesarias.
Quemaron las plumas que las aves habían dejado y mezclaron
su ceniza con agua estancada, obteniendo un líquido negruzco. Cuando
éstas pasaron volando, fueron salpicadas con este líquido, que, al
alcanzarlas, volvió su plumaje áspero y negro. Asustadas, remontaron
las aves el vuelo con tanto azoramiento, que se acercaron al Sol, quemándose
con sus rayos las plumas de sus cabezas, que desde entonces
quedaron calvas. Y, como castigo por su gula, fueron condenadas por
los dioses a alimentarse de inmundicias.

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