Homero, en la rapsodia undécima de la Ilíada, cuenta que el atrida Agamenón,
después de que sus guerreros rompiesen las líneas de los teucros, peleó con Bianor,
uno de los jefes troyanos, hasta quitarle la vida. Este Bianor tenía un hijo del mismo
nombre que, tras la derrota de Troya, consiguió huir por tierra y, después de recorrer
muchos lugares, se estableció en las costas de Albania, donde fundó un reino.
A Bianor, hijo del héroe troyano, sucedió Tíberis, que tuvo un hijo legítimo,
heredero del trono, y otro bastardo en una mujer llamada Manto, al que puso el
nombre del ilustre abuelo troyano y a quien procuró alejar deAlbania con su madre
para prevenir discordias políticas. La madre de Bianor fundó en Italia la ciudad de
Mantua, en la que reinó imaginando que su hijo sería su sucesor en el trono. Sin
embargo, cuando se hizo mayor, Bianor tuvo un sueño en que el dios Apolo le
anunciaba que una terrible epidemia asolaría la ciudad y que él debería alejarse hacia
las tierras en que muere el sol y esperar allí sus órdenes.
El viaje de Bianor, que por su facultad de predecir el futuro en sueños recibió el
sobrenombre de Ocno, fue muy azaroso y duró mucho tiempo, mas al fin llegó a un
lugar de colinas montuosas, rico en agua, en donde Apolo volvió a aparecérsele en
sueños para comunicarle que aquel punto era el indicado para fundar y poblar una
ciudad, aunque para asegurar su prosperidad futura era preciso que el propio Ocno
Bianor sacrificase su vida.
Así se fundó aquella ciudad que poblaron ciertos carpetanos, llamados «hombres
sin ciudad», los cuales, por una profecía, vagaban en espera de la señal divina que les
anunciase el lugar en que debían asentarse. Por indicación de Apolo, la ciudad fue
consagrada a la diosa Cibeles, la Gran Madre. Luego, Ocno Bianor pidió que se
cavase una profunda fosa y se labrase la lápida que habría de cubrirla. Cuando los
pobladores de la nueva ciudad hubieron cumplido sus deseos, Ocno Bianor se sepultó
en la fosa, que fue cubierta por la lápida, y allí esperó la muerte.
Transcurrido un ciclo lunar, la propia Cibeles, sobre su carro que arrastran dos
leones, descendió de los cielos para llevarse el cuerpo de Ocno Bianor, cuyo
sacrificio garantiza, por promesa de Apolo, que la ciudad de Cibeles nunca
desaparecerá de la faz de la tierra.
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