Un indio ató una vez una llama en un lugar de buen pasto, pero el
animal no quería comer, se quedaba mirando tristemente y se quejaba a
su manera, gritando siempre «yu, yu». El pastor que comía un choclo lo
notó, le tiró a la llama el carozo que se llama coronta y dijo:
-Imbécil, ¿por qué te quejas y no saboreas la comida? ¿Acaso no te
he llevado a un buen pasto?
La llama contestó:
-¡Estúpido, qué sabes tú! ¿Por Ventura sospechas siquiera lo que
va a suceder? Sabes que mi tristeza tiene sus buenas razones. Durante
cinco días subirá el mar y cubrirá toda la Tierra, y todo lo que vive en
ella perecerá.
El hombre, sorprendido de que la llama podía hablar de repente,
preguntó si no había ningún medio y ninguna forma para salvarse. Entonces
le dijo la llama que tenía que subirse rápidamente a la cima de
un gran cerro que se llamaba Uillcacoto (...), que debía llevar comida
para cinco días y así se salvaría.
El hombre hizo lo que le habían dicho. Tomó su carga a sus espaldas,
guió a la llama y llegó así a la cima del cerro, donde encontró reunidas
muchas diferentes clases de pájaros y de cuadrúpedos. Tan pronto
como él y la llama habían alcanzado la cima, comenzó a subir el mar y
las aguas a llenar los valles y cubrió aun las cimas de las colinas, menos
la cima del Uillcacoto. Los animales tuvieron que juntarse mucho
unos contra otros mientras el agua subía de nivel; incluso algunos de
ellos apenas tenían lugar donde pararse. Entre éstos estaba también un
zorro cuya cola fue mojada por las olas; ésta es la razón por la cual la
punta de la cola del zorro es negra. Al cabo de los cinco días las aguas
comenzaron otra vez a bajar, y el mar regresó a sus antiguos límites.
Pero toda la Tierra estaba sin habitantes con excepción de un hombre
solitario del cual, según dicen, descienden todos los hombres que existen
hoy en día.
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