miércoles, 6 de marzo de 2019

EL DERVICHE DE LA MONTAÑA

Un derviche vivía en la montaña con su soledad por toda compañía. El lugar de su
retiro estaba lleno de árboles frutales pero el derviche había prometido:
«¡Oh, Señor! ¡No tocaré los frutos de estos árboles antes de que el viento los haga
caer!».
Pero, como había olvidado decir: «¡Insh Allah!» fue duro para él respetar su
promesa. El fuego del hambre devoraba su vientre pero el viento no hacía caer fruta
alguna. Las ramas se curvaban bajo su peso pero el derviche tenía paciencia,
preocupado por mantener su palabra.
En un momento dado, el viento empujó hacia él una rama cargada de los frutos
más maduros. Así fue como el destino le hizo romper su juramento. Fue el instante en
que Dios le dio un tirón de orejas.
Había, no lejos de allí, un grupo de ladrones que estaban repartiéndose su botín.
Pero unos soldados, avisados por unos espías, les habían tendido una emboscada y
fueron todos capturados, ¡y nuestro derviche con ellos! Cortaron la mano derecha y el
pie izquierdo de cada uno de ellos. Cuando llegó el turno al derviche, empezaron por
cortarle la mano. Pero, en el momento en que iban a cortarle el pie, un jinete
exclamó:
«¿Qué estáis haciendo? ¡Éste es un sheij! ¡Un íntimo de Dios! ¿Quién le ha
cortado la mano?».
El verdugo, entristecido, se puso a desgarrarse las vestiduras mientras que el bey
venía a presentar sus excusas.
«Dios es testigo de que yo ignoraba esto. ¡Perdóname!».
El derviche respondió:
«Conozco la verdadera razón de esto. Con esta mano es con la que he roto mi
juramento. ¡Que mi cuerpo y mi alma sean sacrificados a la voluntad de Dios! ¡Tú no
tienes culpa alguna en esto!».
Así fue como el derviche perdió su mano, empujado por el deseo de su estómago.
¡Cuántos pájaros han dejado su vida en una trampa a causa de unas semillas! Este
derviche fue apodado «el derviche de la mano cortada».
Muchos años más tarde un hombre vino a hacerle una visita inesperada y se dio
cuenta con estupor de que estaba tejiendo un cesto de mimbre con sus dos manos. El
derviche dijo a su visitante:
«¿Por qué has venido sin avisarme? ¿Cómo has cometido este error?».
Su visitante respondió:
«Mi amor por ti me ha hecho olvidar el respeto que se te debía».
El derviche le dijo sonriendo:
«¡Guarda hasta mi muerte el secreto de lo que has visto!».
Pero otras personas lo vieron por una ventana tejiendo sus cestos y su secreto
quedó así descubierto. Al ver esto, el derviche exclamó:
«¡Oh, Dios mío! ¡Tú eres la sabiduría! Yo intento ocultar los beneficios de que
me has colmado. ¡Pero tú los descubres a la luz del día!».
Por la voz de la inspiración, Dios le respondió:
«Había hombres que te tomaban por un mentiroso y creían que habías sido
castigado por esta razón. Pero yo no he querido que tales blasfemias se repitiesen y
por eso se han hecho manifiestos los favores que te he concedido».

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