Una mañana, al llegar un comerciante ante su tienda, vio que su entrada estaba
interceptada por un grupo de mujeres. Le ardían los pies a causa del largo camino que
había recorrido, pero no podía pasar, tan atestado estaba el lugar de mujeres, todas
más hermosas las unas que las otras. Se dirigió a una de ellas y le dijo:
«¡Oh, hija mía! ¡Qué numerosas sois!
—¡No te irrites por eso! replicó la mujer. En realidad, nuestro número es aún
insuficiente ¡y la penuria de mujeres engendra la homosexualidad!».
No te preocupes por los sucesos de tu tiempo. No tomes en consideración las
indigestas obras del destino. No te preocupes por tu subsistencia. Si estás necesitado
o en la sequía, si tiritas, ¡qué importa! Considera estas amargas pruebas como un
signo de misericordia y el poder sobre nuestras ciudades como una tortura.
El camino de la oración está lleno de huellas de herradura. ¡Pero éstas están
vueltas hacia atrás!
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