domingo, 24 de marzo de 2019

De cómo fue engendrado Jaime el Conquistador

Ya desde antes de nacer, el destino de Jaime I, rey de Aragón y Mallorca, estuvo
marcado por lo peculiar, pues no hubiera sido concebido de no mediar un enredo
palaciego.
Las relaciones entre sus padres, María de Montpellier y Pedro II de Aragón, no
eran buenas, de manera que vivían separados y no parecía posible esperar
descendencia de aquel matrimonio. Esto inquietaba mucho a los barones de
Montpellier, padres de María, que necesitaban un heredero.
El rey mostró una fuerte atracción por una dama de la reina, a la que perseguía
con amorosa insistencia, y los barones, contando con la conformidad de su hija y el
apoyo de otros nobles, urdieron una estratagema, que fue transmitir al rey, a través de
su mayordomo, la supuesta conformidad de la dama para visitar de noche el real
lecho, siempre que el encuentro ocurriese a oscuras.
A oscuras esperaba el rey a la dama, mientras una comitiva de abades, priores y
santas mujeres acompañaba a la reina hasta los aposentos de su esposo, vestida con
ropas de suave tacto y perfumada con aromas arábigos. Y mientras la supuesta dama
y el rey cumplían los motivos de su cita, los religiosos y beatas, cautelosos, rezaban
en el corredor, impetrando la ayuda divina para que se engendrase el ansiado
heredero.
Se cuenta que, un poco antes del alba, la reina se identificó, y que el rey quedó
muy sorprendido, pero que permaneció con ella hasta bien entrada la mañana. De esa
amorosa comunicación habría de nacer el príncipe Jaime.

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