miércoles, 6 de marzo de 2019

TRAMPAS

El gallo representa el deseo y el ídolo de la carne. Se ha embriagado con un vino
envenenado.
Si Adán no hubiera tenido el cuidado de asegurar su descendencia, habría
permanecido casto por vergüenza del deseo.
Satanás pidió a Dios: «¡Necesito una trampa poderosa para perseguir al pueblo!».
Dios le mostró el oro, la plata y los caballos y dijo: «¡Puedes atraer al pueblo con
todo eso!
—¡Es bastante tentador! reconoció Satanás, pero yo busco algo mucho más
poderoso».
Mostrándole todas sus minas, Dios dijo: «¡Oh, maldito! ¡Aquí tienes otras
trampas!».
—¡Oh, protector! ¡Eso es insuficiente!, respondió Satanás.
Entonces Dios le mostró montones de vituallas, golosinas y vestiduras de seda.
«¡Oh, Señor mío, imploró Satanás, ten piedad de mí! Eso solo no me bastará para
encadenar a los hombres y distinguir a los que aman de los hipócritas. ¡Necesito un
cebo más sutil!».
Dios propuso además la bebida y la música. Satanás se mostró admirado, pero
quedó insatisfecho. Pero, cuando Dios le mostró la trampa de la belleza femenina, se
puso a danzar de alegría y exultó:
«¡Es exactamente lo que necesitaba!».
Cuando hubo visto aquellos ojos lánguidos capaces de hacer perder la razón a
cualquiera, aquellas mejillas que inflamarían el corazón de los enamorados, aquellos
lunares, aquellos labios de ágata, aquel reflejo de luz de vanidad tras un velo tan fino,
aquellas maneras, aquellos caprichos, aquellos juegos, entonces Satanás quedó por fin
satisfecho.

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