Siempre fue considerado San Isidro, el Labrador, como
patrón del pueblo de Huacllán; y Santa Ana, patrona del
pueblo de Succha. Los habitantes de estos pueblos tenían
sus propiedades en lugares opuestos: los de Huacllán en el
lugar llamado Coica y los de Succha en Nununca, comprensión
de Huacllán. Un día ambos pueblos entraron en
un convenio para cambiar dichos terrenos, así como sus
patronos: San Isidro pasaría a ser patrón de Succha y Santa
Ana, patrona del pueblo de Huacllán. Y, en efecto, los
feligreses de cada pueblo condujeron un día las imágenes
a los templos opuestos, al son de cantos religiosos y otros
festejos del caso, pero fue en vano, pues San Isidro amaneció
en el templo de Huacllán y Santa Ana, en el templo
de Succha. Aquellos insistieron de nuevo en llevar las imágenes
y para mayor seguridad pusieron guardias en todo
el contorno de los templos para impedir su salida; además
taparon con barro todas las rendijas de las puertas; pero
otra vez, a pesar de la vigilancia ejercida, ambos santos
amanecieron en sus respectivos templos. Esta operación
la efectuaron repetidas veces, con idénticos resultados. De
San Isidro se sabe que su capa estaba llena de semillas de
amor seco y sus sandalias, de barro, a causa del recorrido
que hacía.
Los indicados santos no aceptaron ser patronos de los
pueblos designados. Se dice que San Isidro, como chacarero,
era reumático, debido a las malas noches que pasaba
regando las plantas, por lo que no quería estar ni un
momento en Succha, pueblo de clima más frío y húmedo.
Y que Santa Ana no accedió a quedarse en Huacllán por
mantener firme a San Isidro en su pueblo, en vista de que
se hallaba enfermizo.
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