Eslava Galán nos relata en “El enigma de la Mesa de Salomón”, que durante el neolítico existía en el emplazamiento de la actual catedral, un dolmen sagrado donde efectuaban su ritual los distintos visitantes que acudían a él; que posteriormente hacían un sacrificio a la diosa madre en el Peñón de Uribe y, por último, acudían al oráculo para que el druida les predijese el futuro.
Pues bien, en el raudal de la Malena estaba establecido el oráculo del dolmen sagrado. Hasta aquí venían los jiennenses neolíticos y demás pueblos anteriores a los romanos, para consultar al sacerdote (druida) los designios que para ellos tenía la diosa. Por ello aquí habitaba el dragón (femenino) y un hombre con espejos (sol), o con caballo, o con una piel de cordero (todos ellos elementos masculinos), lo destruye.
Pero esta ficción que alimenta más si cabe el consagrado mito del lagarto, no ha sido única en la apreciación mágica que ese entorno ha provocado en los distintos moradores que han contemplado el caudaloso caño de aguas cristalinas discurriendo al exterior desde las entrañas de la tierra: Los fenicios e íberos y después los romanos, escuchaban atónitos el bramar del naciente río, allí, en mitad del bosque sagrado donde, según describe Francisco López Vizcaíno en el Romance XXV del Romancero de Jaén (1862), “habitan genios sagrados y hadas, anida la tórtola, canta sus amores el ruiseñor y el lobo es el rey de la comarca” Los árabes por su parte, consideraron aquellas entrañas como el santuario secreto ideal para albergar la Mesa de Salomón. Los iniciados que la buscaban, descubrían esculpida en la piedra interna la siguiente frase lapidaria “Aquel que sea tan osado como para entrar, deberá tener la misma gallardía para poder salir” (Sofía)
Este carácter mágico-esotérico ha llevado a determinados investigadores a examinar restos y estudiar la propia fuente y su zona perimetral. Allí han aparecido desde hachas votivas de la edad del cobre hasta, según un vecino, una Virgen de mármol blanco y monedas de oro. Hoy, la excavación que se realiza, ha dejado al descubierto una sala subterránea donde quizás haya estado escondida alguna réplica de la Mesa ¿? Dicen que se pretende habilitar un espacio para visita turística, pero, ¿quién nos va a contar lo que han encontrado?
Hasta no hace tantos años (década de los 80 del siglo XX), los niños de cada época han sentido una misteriosa fuerza que les empujaba a corretear sus pasadizos buscando tesoros escondidos, portando precarias teas (alpargatas) encendidas para alumbrar las imponentes salas de estalactitas y estalagmitas que se conforman en el interior de la montaña, a la vez que sentían el sabor de la aventura vetada a los de hoy.
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